OPINI脫N de Emilio Cafassi.- Mientras el Congreso del Frente Amplio uruguayo (FA) se encontraba en cuarto intermedio, el Secretariado -a trav茅s de una comisi贸n redactora- alumbr贸 el borrador de documento de estrategia pol铆tica hacia el 2020 para ser inicialmente discutido en el Plenario Nacional (PN) el pr贸ximo s谩bado. Afortunadamente el documento fue ampliamente distribuido a todos los 贸rganos a fin de que los representantes al PN reflejen las posiciones de sus representados por tratarse de una instancia representativa de sectores y bases de forma proporcional a su peso electoral. De este modo honr贸 viejas tradiciones frentistas, cuya frecuencia de puesta en acto, parec铆a menguante. M谩s decreciente a煤n resultaba que los delegados (al menos los de la regi贸n a la que pertenezco) estimularan los debates y se propusieran recoger las opiniones para reflejarlas en este 谩mbito ampliado de direcci贸n que por su magnitud no puede tener gran asiduidad. No queda m谩s que celebrar que en este caso, est茅 sucediendo lo contrario.
Sospecho que algo del malestar que buena parte de las bases reflejaron en el Congreso, fue recogido no s贸lo en la difusi贸n de este insumo provisional sino tambi茅n en algunos pasajes sugerentes del propio texto. Si bien breve y conciso, la sincron铆a tambi茅n explica buena parte de las convergencias con el documento concluido en el Congreso, con sus consistencias y debilidades, particularmente en algunos puntos relativos al alarmante contexto internacional y regional que deja a la izquierda a la defensiva. No son escritos completamente estancos. A ambos le hubieran sentado bien algunas posibles interpenetraciones como alg煤n tinte autocr铆tico al del Congreso y cierta dosis de principismo al actual.
No s贸lo por razones de espacio, sino adem谩s de relevancia, me ce帽ir茅 al apartado 4 del documento, precisamente donde se abordan las prioridades estrat茅gicas propiamente dichas y se suceden una serie de disparadores insinuantes y particularmente autocr铆ticos, a煤n en su ambig眉edad y hasta contradictoriedad en algunos pasajes. Creo que all铆 se concentra la riqueza del borrador que probablemente d茅 lugar a sucesivas profundizaciones. Si una sola palabra pudiera representar la preocupaci贸n recurrente de esa secci贸n del texto, deber铆a ser “distancia”, aunque no es el significante m谩s utilizado por los autores. Distancia entre el FA y los frenteamplistas, entre 茅ste y los movimientos sociales y consecuentemente entre la estructura de coalici贸n y el propio car谩cter movimientista, entre la horizontalidad deseada y la centralizaci贸n burocr谩tica establecida. Problemas que -no es grato admitirlo- visitan con mayor periodicidad los 谩mbitos de la acci贸n pol铆tica concreta en los territorios y movimientos, como las bases, que lo que lo hacen en los que la perge帽an.
Al igual que el documento recientemente aprobado en el Congreso, enfatiza correctamente la distancia que separa al FA de los partidos tradicionales, por su historia, principios, objetivos transformadores y composici贸n. Tambi茅n por su estructura organizativa que excede el prop贸sito de mera acumulaci贸n electoral. Pero omite detallar y problematizar la democracia interna que no s贸lo separa meridianamente al FA de los conservadores, sino que constituye un instrumento reductor de las distancias que infiero atravesando t谩citamente el texto. A las varias preguntas que se formula y a las debilidades que se propone revisar, le resta extenderlas hacia los mecanismos de decisi贸n colectiva, inclusive como modo de involucramiento para la potenciaci贸n de la unidad que subraya como preocupaci贸n determinante.
Perm铆taseme al respecto un breve excurso por fuera del borrador, pero perteneciente al temario de la misma sesi贸n del PN quien debe resolver sobre recomendaciones del Tribunal de Conducta Pol铆tica (TCP). De ellas, las relativas a indisciplinas que lesionaron (en un caso grav铆simamente) la unidad de acci贸n que, como sostuve, no es algo que el borrador eluda. Son aquellos casos que refieren precisamente a autonomizaciones de representantes legislativos (tanto nacionales como departamentales) que adem谩s de las funestas consecuencias pol铆ticas que producen para el cumplimiento del programa y de las medidas gubernamentales para su ejecuci贸n, revelan ausencia de claridad no s贸lo sobre la pertenencia de la funci贸n representativa (las bancas de toda laya) sustray茅ndole vigor diferencial al FA. No me refiero a la confusi贸n 茅tica y pol铆tica de los indisciplinados que resulta autoevidente, sino a la de la propia fuerza que no coloc贸 previamente como condici贸n necesaria, insustituible y excluyente, la plena disposici贸n del esca帽o al FA y al sector postulante para todo cargo representativo. La indefinici贸n no s贸lo exhibe las desdorosas y moralmente inadmisibles actitudes de los protagonistas, sino un inmerecido homenaje al car谩cter fiduciario y clientelista de la representaci贸n, tal como la conciben los caudillos conservadores, con su culto al personalismo y a la sumisi贸n pasiva de la ciudadan铆a, garantizada por el sistema electoral de irresponsabilidad jur铆dica del mandatario.
El documento entiende correctamente no s贸lo la importancia del principio de unidad de acci贸n, sino que 茅sta no debe confundirse con la autocomplacencia o la ausencia cr铆tica. En el caso de las bancadas, las garant铆as son expl铆citas y las expresiones disidentes, habituales. Las recomendaciones del TCP no se fundan en la naturaleza de las opiniones, sino exclusivamente en haber desconocido las conclusiones mayoritarias e inclusive, en uno de los graves casos, en no haber solicitado siquiera libertad de acci贸n a sus pares, cosa prevista y en ocasiones aceptada. Pero en lo que respecta a la fuerza pol铆tica, el problema se complejiza porque requiere de canales de expresi贸n y comunicaci贸n bi y multidireccionales que garanticen la participaci贸n de quienes deben ejecutar unitariamente las decisiones que se adoptan. Aludo a canales formalizados de expresi贸n y decisi贸n colectiva. De lo contrario es posible hipotetizar que, en ausencia de consulta sobre la acci贸n, se debilite la unidad de ella.
A diferencia de los poderes legislativos, en el caso de los ejecutivos, algo as铆 ser铆a pr谩cticamente imposible por el car谩cter piramidal de los 煤ltimos, pero es pertinente la reflexi贸n del texto respecto a la relaci贸n del FA con el/los gobierno/s ya que justamente reconoce la importancia de la fuerza pol铆tica para velar por el cumplimiento de los lineamientos estrat茅gicos y el programa, cosa que, para decirlo sin ambages, significa control de la gesti贸n, sin dejar de reconocer la autonom铆a relativa para la adopci贸n cotidiana de decisiones.
El FA es una fuerza progresista con vastos sectores y militantes revolucionarios en su interior, cuya resultante es un programa de regulaci贸n antic铆clica y redistributiva del capitalismo, con expl铆cita expansi贸n de los derechos sociales, identitarios y las libertades c铆vicas. Sin embargo, permanece atado a la misma matriz conceptual del ´71 y el ´84 respecto a la democracia que no es otra que la que legitima y naturaliza el formato liberal-fiduciario. De este modo, queda aherrojado en la ficci贸n burguesa de una 煤nica y acabada arquitectura de ejercicio de la soberan铆a popular. Poder proyectar hacia la sociedad una alternativa superadora de involucramiento ciudadano en las decisiones que lo afectan, deber铆a requerir previamente su ejercicio al interior de la fuerza pol铆tica que lo impulsa. Sin minusvalorar las futuras conquistas socioecon贸micas, de derechos y libertades que los programas frentistas deber谩n ir perge帽ando, fruto de la convivencia multimilitante en los movimientos sociales y sindicales, el salto cualitativo, la ruptura superadora y diferencial la alcanzar谩 concibiendo y ejecutando alternativas en la esfera del poder (decisional) con el fin de socializarlo crecientemente.
Por ello considero que la principal debilidad del borrador es justamente la imposibilidad de dar respuesta al problema del desprestigio de la pol铆tica, f谩cticamente reconocido como grave problema social. En sus t茅rminos, “es en el propio ejercicio de la democracia que ha declinado la credibilidad de la pol铆tica”, dejando expuesta de este modo la aquiescencia para con “la” democracia, que en ausencia de adjetivos, imaginaci贸n cr铆tica y voluntad superadora, deviene natural y 煤nica posible. ¿No ser谩 acaso que “para recuperar el prestigio de la pol铆tica como 谩mbito natural de las personas que desean transformar la realidad en la que viven”, deber铆an experimentarse institutos que permitan la intervenci贸n concreta, propia y directa de los afectados en las decisiones que los involucran? O en otros t茅rminos, ¿no es espec铆ficamente la democracia liberal-fiduciaria, as铆 adjetivada y circunscripta a esta particular modalidad la que desacredita la pol铆tica a trav茅s de la ajenidad y autonomizaci贸n de los representantes cuyos casos extremos al interior de la fuerza, llevaron hasta la intervenci贸n del TCP?
Por m谩s que se diferencien las particularidades de la militancia de este siglo respecto a la del pasado, como sugiere al pasar el borrador, no creo atenuado el deseo por deliberar y decidir, aunque se participe m谩s por Skype que en el Comit茅 o se vote con emoticones por Whatsapp. Ni m谩gicamente se ganar谩 en credibilidad y legitimidad porque una gesti贸n tome decisiones que parezcan acertadas, si no se participa de las deliberaciones sobre ellas.
M谩s dif铆cil a煤n me resulta concebir sujetos que entreguen mansamente su destino en manos de terceros y adem谩s se sientan felices por ello.
Sospecho que algo del malestar que buena parte de las bases reflejaron en el Congreso, fue recogido no s贸lo en la difusi贸n de este insumo provisional sino tambi茅n en algunos pasajes sugerentes del propio texto. Si bien breve y conciso, la sincron铆a tambi茅n explica buena parte de las convergencias con el documento concluido en el Congreso, con sus consistencias y debilidades, particularmente en algunos puntos relativos al alarmante contexto internacional y regional que deja a la izquierda a la defensiva. No son escritos completamente estancos. A ambos le hubieran sentado bien algunas posibles interpenetraciones como alg煤n tinte autocr铆tico al del Congreso y cierta dosis de principismo al actual.
No s贸lo por razones de espacio, sino adem谩s de relevancia, me ce帽ir茅 al apartado 4 del documento, precisamente donde se abordan las prioridades estrat茅gicas propiamente dichas y se suceden una serie de disparadores insinuantes y particularmente autocr铆ticos, a煤n en su ambig眉edad y hasta contradictoriedad en algunos pasajes. Creo que all铆 se concentra la riqueza del borrador que probablemente d茅 lugar a sucesivas profundizaciones. Si una sola palabra pudiera representar la preocupaci贸n recurrente de esa secci贸n del texto, deber铆a ser “distancia”, aunque no es el significante m谩s utilizado por los autores. Distancia entre el FA y los frenteamplistas, entre 茅ste y los movimientos sociales y consecuentemente entre la estructura de coalici贸n y el propio car谩cter movimientista, entre la horizontalidad deseada y la centralizaci贸n burocr谩tica establecida. Problemas que -no es grato admitirlo- visitan con mayor periodicidad los 谩mbitos de la acci贸n pol铆tica concreta en los territorios y movimientos, como las bases, que lo que lo hacen en los que la perge帽an.
Al igual que el documento recientemente aprobado en el Congreso, enfatiza correctamente la distancia que separa al FA de los partidos tradicionales, por su historia, principios, objetivos transformadores y composici贸n. Tambi茅n por su estructura organizativa que excede el prop贸sito de mera acumulaci贸n electoral. Pero omite detallar y problematizar la democracia interna que no s贸lo separa meridianamente al FA de los conservadores, sino que constituye un instrumento reductor de las distancias que infiero atravesando t谩citamente el texto. A las varias preguntas que se formula y a las debilidades que se propone revisar, le resta extenderlas hacia los mecanismos de decisi贸n colectiva, inclusive como modo de involucramiento para la potenciaci贸n de la unidad que subraya como preocupaci贸n determinante.
Perm铆taseme al respecto un breve excurso por fuera del borrador, pero perteneciente al temario de la misma sesi贸n del PN quien debe resolver sobre recomendaciones del Tribunal de Conducta Pol铆tica (TCP). De ellas, las relativas a indisciplinas que lesionaron (en un caso grav铆simamente) la unidad de acci贸n que, como sostuve, no es algo que el borrador eluda. Son aquellos casos que refieren precisamente a autonomizaciones de representantes legislativos (tanto nacionales como departamentales) que adem谩s de las funestas consecuencias pol铆ticas que producen para el cumplimiento del programa y de las medidas gubernamentales para su ejecuci贸n, revelan ausencia de claridad no s贸lo sobre la pertenencia de la funci贸n representativa (las bancas de toda laya) sustray茅ndole vigor diferencial al FA. No me refiero a la confusi贸n 茅tica y pol铆tica de los indisciplinados que resulta autoevidente, sino a la de la propia fuerza que no coloc贸 previamente como condici贸n necesaria, insustituible y excluyente, la plena disposici贸n del esca帽o al FA y al sector postulante para todo cargo representativo. La indefinici贸n no s贸lo exhibe las desdorosas y moralmente inadmisibles actitudes de los protagonistas, sino un inmerecido homenaje al car谩cter fiduciario y clientelista de la representaci贸n, tal como la conciben los caudillos conservadores, con su culto al personalismo y a la sumisi贸n pasiva de la ciudadan铆a, garantizada por el sistema electoral de irresponsabilidad jur铆dica del mandatario.
El documento entiende correctamente no s贸lo la importancia del principio de unidad de acci贸n, sino que 茅sta no debe confundirse con la autocomplacencia o la ausencia cr铆tica. En el caso de las bancadas, las garant铆as son expl铆citas y las expresiones disidentes, habituales. Las recomendaciones del TCP no se fundan en la naturaleza de las opiniones, sino exclusivamente en haber desconocido las conclusiones mayoritarias e inclusive, en uno de los graves casos, en no haber solicitado siquiera libertad de acci贸n a sus pares, cosa prevista y en ocasiones aceptada. Pero en lo que respecta a la fuerza pol铆tica, el problema se complejiza porque requiere de canales de expresi贸n y comunicaci贸n bi y multidireccionales que garanticen la participaci贸n de quienes deben ejecutar unitariamente las decisiones que se adoptan. Aludo a canales formalizados de expresi贸n y decisi贸n colectiva. De lo contrario es posible hipotetizar que, en ausencia de consulta sobre la acci贸n, se debilite la unidad de ella.
A diferencia de los poderes legislativos, en el caso de los ejecutivos, algo as铆 ser铆a pr谩cticamente imposible por el car谩cter piramidal de los 煤ltimos, pero es pertinente la reflexi贸n del texto respecto a la relaci贸n del FA con el/los gobierno/s ya que justamente reconoce la importancia de la fuerza pol铆tica para velar por el cumplimiento de los lineamientos estrat茅gicos y el programa, cosa que, para decirlo sin ambages, significa control de la gesti贸n, sin dejar de reconocer la autonom铆a relativa para la adopci贸n cotidiana de decisiones.
El FA es una fuerza progresista con vastos sectores y militantes revolucionarios en su interior, cuya resultante es un programa de regulaci贸n antic铆clica y redistributiva del capitalismo, con expl铆cita expansi贸n de los derechos sociales, identitarios y las libertades c铆vicas. Sin embargo, permanece atado a la misma matriz conceptual del ´71 y el ´84 respecto a la democracia que no es otra que la que legitima y naturaliza el formato liberal-fiduciario. De este modo, queda aherrojado en la ficci贸n burguesa de una 煤nica y acabada arquitectura de ejercicio de la soberan铆a popular. Poder proyectar hacia la sociedad una alternativa superadora de involucramiento ciudadano en las decisiones que lo afectan, deber铆a requerir previamente su ejercicio al interior de la fuerza pol铆tica que lo impulsa. Sin minusvalorar las futuras conquistas socioecon贸micas, de derechos y libertades que los programas frentistas deber谩n ir perge帽ando, fruto de la convivencia multimilitante en los movimientos sociales y sindicales, el salto cualitativo, la ruptura superadora y diferencial la alcanzar谩 concibiendo y ejecutando alternativas en la esfera del poder (decisional) con el fin de socializarlo crecientemente.
Por ello considero que la principal debilidad del borrador es justamente la imposibilidad de dar respuesta al problema del desprestigio de la pol铆tica, f谩cticamente reconocido como grave problema social. En sus t茅rminos, “es en el propio ejercicio de la democracia que ha declinado la credibilidad de la pol铆tica”, dejando expuesta de este modo la aquiescencia para con “la” democracia, que en ausencia de adjetivos, imaginaci贸n cr铆tica y voluntad superadora, deviene natural y 煤nica posible. ¿No ser谩 acaso que “para recuperar el prestigio de la pol铆tica como 谩mbito natural de las personas que desean transformar la realidad en la que viven”, deber铆an experimentarse institutos que permitan la intervenci贸n concreta, propia y directa de los afectados en las decisiones que los involucran? O en otros t茅rminos, ¿no es espec铆ficamente la democracia liberal-fiduciaria, as铆 adjetivada y circunscripta a esta particular modalidad la que desacredita la pol铆tica a trav茅s de la ajenidad y autonomizaci贸n de los representantes cuyos casos extremos al interior de la fuerza, llevaron hasta la intervenci贸n del TCP?
Por m谩s que se diferencien las particularidades de la militancia de este siglo respecto a la del pasado, como sugiere al pasar el borrador, no creo atenuado el deseo por deliberar y decidir, aunque se participe m谩s por Skype que en el Comit茅 o se vote con emoticones por Whatsapp. Ni m谩gicamente se ganar谩 en credibilidad y legitimidad porque una gesti贸n tome decisiones que parezcan acertadas, si no se participa de las deliberaciones sobre ellas.
M谩s dif铆cil a煤n me resulta concebir sujetos que entreguen mansamente su destino en manos de terceros y adem谩s se sientan felices por ello.