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Brasil. El improbable retorno del lulismo

OPINI脫N de Ra煤l Zibechi.- Desde que Joesley Batista, Ceo del principal frigor铆fico del mundo (Jbs), difundiera la grabaci贸n de una reuni贸n que mantuvo con el presidente Michel Temer, el fr谩gil gobierno brasile帽o entr贸 en una pendiente que puede llevarlo a su destituci贸n. Los niveles de aprobaci贸n del presidente son m谩s bajos aunque los de Dilma Rousseff d铆as antes de su ca铆da, y se acercan a la nada: menos del 5 por ciento.

Lo que mantiene al gobierno de Temer es la respiraci贸n asistida de dos partidos: el suyo (Pmdb), maestro en los malabares de una gobernabilidad trucha; y el socialdem贸crata de Fernando Henrique Cardoso (Psdb), que, incre铆blemente, sostiene a un gobierno corrupto con el p茅simo argumento de que si cae las cosas ser铆an aun peores.

Sin embargo el propio Cardoso tom贸 distancia del gobierno, dando marcha atr谩s a declaraciones hechas apenas tres d铆as antes, y le exigi贸 “un gesto de grandeza” a Temer para que renuncie y anticipe las elecciones generales (Brasil 247, 17-VI-17).

Resulta evidente que la pol铆tica brasile帽a atraviesa una situaci贸n sumamente compleja, y sobre todo imprevisible. Dos factores de poder, como la cadena Globo y el ex presidente Cardoso, demandan la salida del presidente que lucha denodadamente por permanecer en el cargo contra viento y marea. Lo peor es que puede conseguir llegar al fin de su mandato, algo que habla muy mal de la clase pol铆tica norte帽a.

Tres son las razones que explican una crisis pol铆tica que parece no tener fin: el pantano econ贸mico del que no se ve la salida, las continuas denuncias de corrupci贸n que van a m谩s, y el renovado activismo de la sociedad brasile帽a. En este panorama, las encuestan dicen –de forma consistente en los 煤ltimos meses– que Lula es el pol铆tico m谩s popular de Brasil, que ganar铆a la primera vuelta y aun la segunda, contra todos los dem谩s pol铆ticos.

As铆 las cosas, vale la pena indagar qu茅 chances tiene Lula de repetir la presidencia y de hacerlo de forma m谩s o menos exitosa, luego de los agudos cambios que ha experimentado la sociedad desde junio de 2013, cuando 20 millones de brasile帽os, en 353 ciudades del pa铆s, se lanzaron a las calles contra la represi贸n policial y la desigualdad, bajo el 煤ltimo gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).

La segunda cuesti贸n es c贸mo podr铆a un hipot茅tico gobierno de Lula relanzar la econom铆a, que bajo su mandato vivi贸 un per铆odo de excepcionales precios de los commodities (soja, minerales y alimentos), que ahora se han hundido evaporando los anteriores super谩vits comerciales y los balances de cuentas de la federaci贸n.

¿Volver a 2003?

El gobierno inaugurado el 1 de enero de 2003 tuvo una fuerte base parlamentaria en la que, a lo largo de las dos presidencias de Lula, cont贸 con m谩s de 15 partidos a su favor. La habilidad pol铆tica de Lula en un momento en el cual la sociedad ped铆a cambios en la aplicaci贸n de las recetas neoliberales privatizadoras, estuvo en la base de ese amplio respaldo parlamentario.

Era una base muy heterog茅nea, prendida con alfileres, ya que supon铆a entregar parcelas de poder a partidos esquivos y corruptos, como el Pmdb, de Temer. Esos barros trajeron lodos que fueron regados por la crisis econ贸mica de 2008, hasta convertir la gobernabilidad lulista en una ci茅naga hedionda.

Pero lo principal del gobierno de Lula no giraba en torno a las alianzas parlamentarias, sino que se fundaba en un proyecto de largo aliento apoyado en un tr铆pode que parec铆a s贸lido: alianza con la burgues铆a brasile帽a, desarrollo de un proyecto industrial-militar para garantizar la independencia de Estados Unidos, y una paz social asentada en pol铆ticas contra la pobreza que permitieron a 40 millones de brasile帽os su integraci贸n social a trav茅s del consumo.

La primera pata implicaba utilizar los cuantiosos fondos del banco estatal de desarrollo (Bndes) para seleccionar a las empresas que Lula llam贸 “campeonas nacionales” y lanzarlas al mercado mundial con la marca Brasil-potencia. Ellas fueron un pu帽ado de firmas de la construcci贸n (Camargo Correa, Odebrecht, Oas, Andrade Gutierrez, entre las m谩s conocidas), procesadoras de alimentos (como Jbs), algunas grandes del acero (Gerdau), adem谩s de la petrolera estatal Petrobras, que lleg贸 a figurar entre las primeras del mundo.

La palanca estatal (y de los fondos de pensiones controlados por sindicatos) lubric贸 fusiones, capitalizaciones y obras p煤blicas (en Brasil y sobre todo en Sudam茅rica) que permitieron el despegue de estas “campeonas”. Los cientos de obras de infraestructura de la regi贸n (siguiendo los lineamientos del Cosiplan, ex Iirsa), fueron financiadas por el Bndes con la condici贸n de que se contratara a empresas brasile帽as para su ejecuci贸n.

La segunda pata implicaba una alianza con las fuerzas armadas, que se consolid贸 en 2008 con la publicaci贸n de la “Estrategia nacional de defensa” –que propuso la creaci贸n de una potente industria militar–, y los acuerdos con Francia, tambi茅n en 2008, para la construcci贸n de submarinos convencionales y nucleares. Se trataba de modernizar a las tres armas para defender a la Amazonia verde y la azul; o sea los cuantiosos yacimientos petrol铆feros off shore descubiertos por Petrobras en la d茅cada de 2000.

Poco importaba que la estrategia de defensa fuera una reedici贸n apenas maquillada de los ambiciosos planes expansionistas de los militares conservadores liderados por el geoestratega Golbery do Couto e Silva, implementados por la dictadura militar instaurada con el golpe de 1964.

La empresa seleccionada por el Ejecutivo para construir los astilleros donde se har铆an los submarinos fue Odebrecht, sin que mediara licitaci贸n alguna. Se propuso tambi茅n que creara un 谩rea militar para desarrollar otros proyectos, que iban desde cohetes hasta aviones de combate, ya que la ex estatal Embraer se mostraba remisa a colaborar con algunos proyectos que implicaban la cooperaci贸n con la fuerza a茅rea rusa.

Un sociedad diferente

La tercera pata de la gobernabilidad lulista estaba lubricada por el plan Bolsa Familia, que llegaba a 50 millones de personas y fomentaba el consumo de los sectores populares. La pobreza cay贸 m谩s aun que durante el per铆odo de Cardoso, pero las familias se endeudaron: en 2015 su endeudamiento con la banca consum铆a el 48 por ciento de sus ingresos, m谩s del doble que en 2006.

La crisis hizo que buena parte de esas familias volvieran a caer en la pobreza, y la ilusi贸n del consumo se desvaneci贸, dejando un reguero de resentimientos que fue aprovechado, inicialmente, por las derechas.

Percibiendo que la desigualdad segu铆a creciendo y que no ten铆an futuro en un pa铆s que se desindustrializaba para exportar soja, carne y minerales, millones de j贸venes se lanzaron a las calles en el invierno de 2013, en plena Copa de las Confederaciones que deb铆a colocar al pa铆s en la vidriera exitosa de la globalizaci贸n. La represi贸n fue la 煤nica respuesta del PT, justificada con el peregrino argumento de que “le hacen el juego a la derecha”.

En los a帽os siguientes qued贸 en evidencia que junio de 2013 no era apenas una despistada golondrina. En ese a帽o se registr贸 el r茅cord de huelgas, superando incluso los guarismos de 1989 y 1990, cuando el movimiento obrero tuvo su pico de activismo, a la salida de la dictadura. Pero ahora eran las capas m谩s pobres de los asalariados las que irrump铆an en la vida colectiva, como los recogedores de basura de Rio de Janeiro, casi todos negros y favelados.

La pregunta del mill贸n

¿C贸mo podr铆a Lula reconstruir un proyecto de gobierno cuando las tres patas que sostuvieron su anterior gesti贸n se vinieron abajo? Las denuncias de corrupci贸n despatarraron a sus “campeonas nacionales”, que se encuentran a la defensiva, en particular Odebrecht, que era, a la vez, el sost茅n de su proyecto industrial-militar. El da帽o infligido torna imposible que vuelva sobre sus pasos en ambos casos.

Pero lo m谩s significativo es que la paz social que hab铆a conseguido con sus pol铆ticas sociales la han quebrado los beneficiarios de 茅stas al comprobar que aquello era insuficiente si no se atacaba la brutal concentraci贸n de riqueza en uno de los pa铆ses m谩s desiguales del mundo. El “milagro lulista” consisti贸 en mejorar la situaci贸n de los pobres sin tocar los privilegios de los ricos. Apenas desvanecido, los de abajo salieron de sus barrios para comprobar la mala calidad de la educaci贸n y los servicios de salud, el p茅simo transporte p煤blico y el racismo imperante en la sociedad que se revitalizaba apenas “invad铆an” espacios nuevos, como las salas de espera de los aeropuertos.

Al quiebre de las tres patas de la gobernabilidad petista habr铆a que sumar otros tres hechos: la econom铆a atraviesa su peor momento en un siglo, con tres a帽os seguidos de recesi贸n; no hay recursos para sostener una nueva onda de ascenso social de los m谩s pobres, sumado al hecho de que las familias sufren un fuerte endeudamiento.

La tercera es la brutal polarizaci贸n social. El racismo, que es una marca fundacional e institucional de Brasil, se ha intensificado hasta extremos inimaginables a帽os atr谩s. Las principales v铆ctimas son las mujeres y los j贸venes negros y, por lo tanto, pobres.

El lema de la campa帽a electoral de 2002, “Lula paz y amor”, sonar铆a como una burla grotesca en estos momentos. Ya no hay margen pol铆tico para atender la pobreza sin realizar reformas estructurales. Gobernar para los de abajo supone, en las condiciones actuales, pelear contra los de arriba. ¿Ser谩 Lula capaz de tomar el camino de la lucha de clases, que no transit贸 ni siquiera cuando era sindicalista?

24/06/2017

http://brecha.com.uy/

Difuncido por Correspondencia de Prensa: germain5@chasque.net

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