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¿Cómo canalizar la rabia?

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Hacer balance de la semana política implica que la rabia aparezca con fuerza. La rabia y su hermana la ira son dos sensaciones, dos emociones muy frecuentes últimamente por estas tierras. Por lo menos entre aquellos que se sienten golpeados por las políticas del Partido Popular, estafados por su relación sistémica con la corrupción y desconcertados porque pese a todo, particularmente pese a su impericia en problemas de gran calado y más allá de la torpeza vergonzosa de su mandatario, esa formación política todavía se mantiene al frente del Gobierno en Madrid tras superar la moción de censura.

El Congreso de los Diputados reprobó al Ministro de Justicia, Rafael Catalá, y a otros cargos del aparato judicial del Estado, pero tan tremendo pronunciamiento no ha tenido resultado práctico alguno en detrimento del Ejecutivo ni del PP. Si acaso estimular la jactancia del interesado en el sentido de afirmar que él sigue contando con el respaldo de quien lo nombró, como si eso fuera la legitimación suprema. Está en marcha, además, la reprobación de Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda, a quien el Tribunal Constitucional ha dado un varapalo espectacular, lo que ha motivado que el interesado haga chistes y divulgue ocurrencias sobre su permanencia en el Gobierno. 

La amnistía fiscal que Montoro firmó ha sido vapuleada por la sentencia del Constitucional y, por si eso fuera poco, el balance que se hace de lo que significó la medida pone los pelos del contribuyente como escarpias. Además, el informe que hemos conocido sobre la morosidad demuestra que son más de 15.000 millones de euros los que se adeudan al fisco, y entre los incumplidores hay nombres de personas y de empresas que son recalcitrantes desde hace años. ¿Cómo es posible que Hacienda, tan rigurosa y efectiva contra el contribuyente de a pie, especialmente contra los más débiles económicamente, se muestre reiteradamente impotente o condescendiente con estos estafadores desvergonzados? Calla el ministro Montoro sobre el particular, él que siempre saca pecho ante cualquier crítica que se le haga, y causa curiosidad saber que le dirá a la Ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, cuya familia mantiene una deuda fiscal bien robusta y duradera.

También en estos días han pasado varios ex ministros del PP por la Audiencia Nacional en calidad de testigos en el Caso Gürtel. Ángel Acebes, Javier Arenas, Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja –pesos pesados del partido y de los gobiernos de Aznar- han comparecido a petición del extesorero del PP, Luis Bárcenas, quien había declarado haberles repartido sobres de sobresueldos en la sede del Partido durante años. Todos ellos, pese a estar obligados a decir verdad, dijeron no saber nada de los famosos sobres. No recordaban, no les constaba o no sabían nada de nada. Además, su opinión sobre Bárcenas, resultó inmejorable. No recuerdan nada excepto que es un señor como Dios manda. Y si pasó algo, que no pasó, han coincidido todos ellos, que le pregunten al señor Álvaro Lapuerta, que era el tesorero. Claro que el señor Lapuerta padece demencia senil, así que preguntarle no se le va a preguntar nada. Todo parece indicar que ahora el conocido como Luis el Cabrón cambiará su testimonio, tras el pacto de silencio que se vislumbra en el corto plazo. Perro no come perro, parece ser la consigna, pero desde el PP se indignan si se les menciona un posible arreglo extrajudicial entre el acusado y los testigos implicados. Habrá que ver cómo acaba la fiesta, pero la rabia con su dosis de ira ya se está generalizando entre los votantes de los partidos de oposición.

La perla de la semana, no obstante, viene de fuera, en concreto de los Estados Unidos. The New York Times ha publicado un editorial bajo el revelador título de “El desafío de Cataluña a España”.

El texto no tiene desperdicio, y sorprende cómo es posible que el editorialista del diario norteamericano explique con tanta claridad una situación que Rajoy, sus ministros y su partido no son capaces de comprender y afrontar. El diario, que parte de la idea de que muchos catalanes ven claras ventajas en permanecer dentro de España, como la pertenencia a la Unión Europea, defiende que el mejor resultado para España sería permitir el referéndum, y para los votantes catalanes rechazar la independencia, como han hecho los votantes en Quebec y Escocia. De lo contrario, afirma el editorialista, la intransigencia de Madrid solo inflamará todavía más las frustraciones catalanas. Son tres ideas sencillas de entender, tres pensamientos que resultan fácilmente compartibles, pero que Rajoy y el PP se obstinan en ignorar.

Carlos Elordi ha escrito en paralelo un interesante artículo y lo ha titulado “¿Y si la crisis catalana acaba con Rajoy?” Tras afirmar que Mariano Rajoy no sabe, no quiere y no puede ceder porque la ultraderecha no se lo permitiría y porqué, además, cree que la confrontación le produciría réditos electorales, el columnista afirma que el del PP puede estar equivocándose completa y absolutamente.

La tesis de Elordi es qué, acorralado, el independentismo catalán podría poner en serios apuros al Estado y si así fuera la respuesta judicial dura por parte de éste no haría sino –como apuntaba el editorial del NYT- inflamar las frustraciones catalanas. Eso generaría unas turbulencias que Rajoy, con su torpeza y su incapacidad para afrontar problemas graves, no sabría gestionar.

Así están, más o menos, las cosas en el escenario político. Rabia, ira y, en última instancia, estupor por lo que ocurre o por lo que puede llegar a ocurrir. ¿Cómo canalizar esos sentimientos tan potentes y desgastantes? Es un reto al que muchos nos enfrentamos a diario.




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