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La paz de Colombia, entre el espanto y la ternura

OPINI脫N de Jos茅 Ernesto Schulman.- Cr贸nica de un viaje hacia los presos pol铆ticos y los ex combatientes

En el d铆a de hoy, martes 27 de Junio de 2017, se realiz贸 el acto oficial de dejaci贸n de las armas y en palabras del Comandante de las FARC, Timole贸n Gim茅nez, la organizaci贸n pol铆tico militar m谩s antigua del continente no ha desaparecido sino que ha finalizado su etapa de rebeli贸n armada para pasar a constituirse en una fuerza pol铆tica as铆 como se帽al贸 un cumplimiento muy desparejo de los acuerdos finales por parte de la insurgencia y el Estado Colombiano (acuerdo final que ya era muy, pero muy lejos de lo acordado durante los cinco a帽os de di谩logos con participaci贸n de importantes sectores del movimiento social colombiano).

Puedo dar fe de ambas aseveraciones.

En los 煤ltimos siete d铆as he visitado un Penal, el de Chiquinquir谩, donde se concentran unos trescientos prisioneros de guerra que esperan la amnist铆a acordada, y votada por el Congreso a finales de diciembre de 2016; tambi茅n el Veredal Buena Vista cercano a Mesetas en el departamento Meta (el mismo donde se realiz贸 el acto de hoy) que tiene dos sectores: uno, donde est谩n los guerrilleros que dejaron armas y el otro donde est谩n los prisioneros liberados de las c谩rceles pero que todav铆a tienen que pasar por el mecanismo de la Jurisdicci贸n Especial para la Paz que decidir谩 finalmente sobre su libertad o eventual castigo.

All铆 nos recibieron sus jefes compa帽eros Alduver Morante, Enrique Marulanda (hijo de Manuel) y Juli谩n Suarez (sobrino del Mono Jojoy), acompa帽ado de los compa帽eros de la Fundaci贸n Lazos de Dignidad pudimos dialogar con las organizaciones que componen la Coalici贸n Larga Vida a las Mariposas (una red de organizaciones que defienden los presos pol铆ticos en todo el extenso pa铆s y sus m谩s que numerosas c谩rceles de alta “seguridad”), tambi茅n con el Secretario de la Jurisdicci贸n Especial para la Paz, el Dr. N茅stor Correa, con el responsable de derechos humanos de Marcha Patri贸tica Cristian Delgado que nos entreg贸 un demoledor informe sobre las violaciones a los derechos humanos en el periodo de “di谩logos para la paz” y denunci贸 el asesinato de decenas de militantes de Marcha, y con el compa帽ero Jairo Lesmes quien fuera representante oficial de las Farc en Argentina en los 90 y fuera liberado hace un a帽o luego de ocho de encierro riguroso que casi acaba con su vida. Tambi茅n con decenas de presos pol铆ticos de Chiquindir谩, del penal del Veredal y con militantes de diversas fuerzas liberados en los 煤ltimos a帽os.

Es mi tercer viaje a Colombia y siempre he venido con la disposici贸n de escuchar todas las voces y no pretender ni saber todo ni dar consejos a nadie. Como integrante de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre he procurado mantener la disposici贸n solidaria de siempre de la Liga como demostraron en sus viajes a Colombia los doctores Guadalupe Godoy y H茅ctor Trajtemberg y la compa帽era Graciela Rosenblum.

El proceso de di谩logos y acuerdos para la paz adquieren una importancia hist贸rica dif铆cil de exagerar, son una conquista de los m谩s de cincuenta a帽os de insurgencia armada como de las luchas realmente extraordinarias del movimiento campesino, sindical, estudiantil, de los afro descendientes, de las mujeres, de la comunidad LGTB, de la Universidad y los intelectuales y de tantas y tantos que ser铆a interminable nombrarlos a todos.

La posibilidad de conquistar una paz justa es de por s铆, el solo hecho de existir como posibilidad, como proceso acordado entre partes antag贸nicas que guerrearon por d茅cadas, un logro fant谩stico que los pueblos y m谩s a煤n los luchadores por los derechos humanos y los revolucionarios valoramos sin condiciones ni ego铆smos.

Pero por ello conviene analizar rigurosamente los problemas que enfrenta y la situaci贸n real en que el proceso est谩, justamente porque los cambios en Am茅rica Latina y el mundo van exactamente en la direcci贸n contraria de lo que se intenta en Colombia.

Solo repasar el rol fundamental que tuvieron en el proceso los gobiernos de Venezuela, Brasil y Argentina (y recordar sus graves problemas o su sustituci贸n por personajes tan colonizados como Macri o Temer) deber铆a mirar con inquietud el proceso.

Comencemos, como militantes por los derechos humanos que somos, por el tema de los prisioneros pol铆ticos.

Parte de la estrategia contrainsurgente, ampliada por la intervenci贸n imperialista norteamericana con sus Planes Patriota y Colombia, fue encerrar en condiciones infra humanas, sin lugar a dudas constituyendo su solo encierro condiciones de tortura, a todos los que ellos sospecharan que fuera parte de la insurgencia (no solo Farc, tambi茅n ELN y otros grupos menos conocidos fuera de Colombia), de los que supuestamente colaboraban con la insurgencia, de todo aquel que protagonizara experiencias de organizaci贸n popular aut贸nomas y resistencias al proyecto neoliberal, extractivista, represor y colonial que se aplic贸 por d茅cadas, y a煤n a cientos de simples campesinos que sufrieron causas armadas (como ya hab铆a constatado en 2015 cuando me reun铆 en Ibague, el Tolima, con campesinas encerradas por a帽os sin raz贸n pol铆tica alguna).

Se lleg贸 a calcular unos siete mil presos pol铆ticos con la dificultad de que como el r茅gimen penal negaba su calidad pol铆tica, las cuentas siempre resultan provisorias.

Al momento del acuerdo final se pact贸 lo siguiente (muy grosso modo): libertad a todos los presos pol铆ticos por medio de una amnist铆a irrestricta y un proceso de justicia no penal (reparativa, no punitiva) para todos los participantes en el conflicto armado con la sola (y fundamental) condici贸n de decir la verdad, en caso de as铆 proceder las penas ser谩n de cumplimiento en libertad (trabajo social o de otro tipo) o con un m谩ximo de 20 a帽os de prisi贸n para los que mientan o se nieguen a decir la verdad de los hechos imputados. Para ello se cre贸 una Jurisdicci贸n Especial para la Paz que deber谩 encargarse de tales tr谩mites.

Empecemos por el principio: seg煤n denuncia el Comandante Jes煤s Santrich, en huelga de hambre indeterminada desde el 26 de junio, la Farc reconoci贸 como propios a 3400 prisioneros de los cuales solo salieron un poco m谩s de quinientos y unos 900 el Alto Comisionado para la Paz ni siquiera extendi贸 el certificado que los jueces piden, aunque no estaba contemplado ni en el Acuerdo ni en la ley de Amnist铆a (n煤mero 1820 del 30/12/2016).

En el Penal de Chiquinquir谩, en el patio seis, dialogamos con unos cien compa帽eros por varias horas. El penal hab铆a sido utilizado en el proceso de desmovilizaci贸n (e impunidad grosera) de los paramilitares que se acogieron a un proceso de desarme. Se supone de gran confort aunque es un edificio muy antiguo donde los presos pasan casi todo el d铆a en un patio abierto y duermen en habitaciones sin ventana, en cuchetas y sin nada de privacidad. Claro que como vienen de lugares tenebrosos como la Tramac煤a (construida bajo el Proyecto Imperial de C谩rceles que los EEUU buscan imponer en todo el mundo) hasta parece que no fuera tan malo.

Recuerdo un caso muy particular sobre el cual ya nos hab铆amos interesado en el 2015 cuando impulsamos una Carta Humanitaria por Setenta y un presos colombianos en grave estado de salud: un muchacho, Oscar, no vidente y con un brazo amputado que permanece en prisi贸n sin ninguna consideraci贸n especial sobre su estado de salud y sobre el cual, el Juez Becerra (primera instancia de Tunja capital del departamento Boyac谩) dice no saber si es de las Farc a pesar de haber sido condenado a cuarenta a帽os por supuestas acciones de la insurgencia.

Ese patr贸n se repite en muchos casos de un modo que consuma una burla cruel del Poder Judicial al proceso de paz: primero el Estado impuso un tr谩mite judicial cuando una amnist铆a se define en un acto pol铆tico como nosotros conocimos en mayo de 1973 cuando el Congreso orden贸 la libertad de todos los presos pol铆ticos (incluyendo a todos en una lista explicita) y salieron en la misma noche de la votaci贸n, luego los Jueces no aceptaron como v谩lida la lista de las Farc si no ven铆a acompa帽ada de un certificado del Comisionado de Paz (que es un 贸rgano estatal previo al Acuerdo y que fue parte del dispositivo estatal contrainsurgente) y luego los mismos Jueces dudan de la doble certificaci贸n de la identidad pol铆tica con razones grotescas que no reciben el repudio del gobierno ni de la Comisi贸n Tripartita de aplicaci贸n de los acuerdos.

En los di谩logos con los presos que permanecen en el Penal de Chiquinquir谩 y el espacio penal del Veredal Transitorio para la Normalizaci贸n de Mesetas, as铆 como con los reci茅n liberados, pude comenzar a entender el modo de vivir la c谩rcel y la libertad de estos compa帽eros muchos de los cuales han pasado o llevan diez o quince a帽os de encierro, contando con menos de cuarenta a帽os de edad. Toda una vida en las Farc, la mitad de ella en prisi贸n.

Pero de lo que aprend铆 sobre la militancia guerrillera, sobre las historias de vida que estoy conociendo escribiremos en la pr贸xima nota.

Ahora, para todos lo decisivo para que el proceso no se tranque (como tantas otras veces en Colombia y Am茅rica Latina) es asumir la lucha por la Paz como propia y la libertad de los presos el paso indispensable que demuestre la voluntad del estado y que no hubo mala fe al momento de la firma de los acuerdos.

En esta batalla se juega buena parte del futuro de la democracia de Colombia y de nuestra Am茅rica. Seamos como el Che en las acciones solidarias, honremos la tradici贸n sanmartiniana y bolivariana. Es nuestra hora de actuar.



28 de junio de 2017
https://cronicasdelnuevosiglo.com/2017/06/28/la-paz-de-colombia-entre-el-espanto-y-la-ternura/

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