OPINI脫N de Mauricio Casta帽o H., Colombia.- La vida est谩 anudada con la muerte, son indisolubles. Desde que se nace se empieza a morir poco a poco acentu谩ndose m谩s a medida que avanzan los a帽os, los 贸rganos van perdiendo su capacidad de funcionamiento. La muerte es vida vivida, la vida es muerte que viene incluso que camina. Vivir es morir lentamente. Vivir es pasar el tiempo muriendo un poco. La vida se va gastando en lo m谩s deseado y placentero. La vida es infinita mientras que la muerte no haya llegado. Incluso hay vida hasta en la muerte, en su putrefacci贸n florecen miles y miles de organismos, entonces, en t茅rminos estrictos no existe la muerte, s贸lo es un estado, una condici贸n, quiz谩 la forma del ser particular desaparece pero para dar paso a otras formas de existencia. C贸mo olvidar que nacemos entre heces y horina. La vida es transformaci贸n continua, pronto, m谩s temprano que tarde seremos polvo c贸smico. La vida es relaci贸n con el medio que nos rodea y es permanente confrontaci贸n con el conjunto de normas o simb贸licas que se dan en la sociedad.
Pero ¿por qu茅 y de donde viene tanto alboroto por la muerte? Por lo dem谩s la vida y la muerte se definen m谩s en la misma palabra vida. Pero ¿realmente morimos? Nadie experimenta la muerte, nadie que est谩 muerto es consciente de su inexistencia. La muerte es ante todo la muerte del otro. Nadie tiene consciencia de que est谩 muerto (Pierre Zaoui). Morimos un poco con la muerte del otro a quien amamos, recordemos que nos amamos es en el otro quien nos reafirma en lo que somos, en lo que queremos ser. En s铆 la muerte es exterior. Pero el meollo est谩 en que desde temprana edad se ense帽a que la vida es rosa y su meta es la conquista del para铆so, de un m谩s all谩, de una vida de ultratumba que se logra con sacrificios, con sufrir en vida para poder lavar los pecados y as铆 lograr buen pasaporte a otro mundo de querubines. La historia es ampliamente conocida, la misma que ense帽a sacrificios, prorrogar los deseos en especial los libidinosos, los de una econom铆a er贸tica, es el mundo de las privaciones de gustos y placeres, evitar el mundo del pecado y optar por lo asc茅tico, por lo pretendido puro. En estas tensiones, en estas pulsiones se viven y cada quien las administra seg煤n sus costumbres o seg煤n su irreverencia o su neura.
Pero la verdad sea dicha, el mundo real en el que vivimos no es ni ordenado, ni organizado ni predecible. Se vive para lo mejor y para lo peor. Vamos caminando por la vida y cuando menos pensamos todo se ha destortillado, todo se ha roto en mil pedazos como cuando se cae la vajilla, todo se ha vuelto un caos. No hay vidas planas, todas tienen subidas y bajadas, todas experimentan v茅rtigos y alegr铆as. «la vida es clara, und铆vaga y abierta como un mar.» Entonces no ha de sorprender que aquel modelo de esposo, hombre probo e irreprochable, un d铆a su esposa se despierta y tan s贸lo encuentra sobre la mesa de noche una simple nota que dice: el amor se ha marchitado. Deja todo, esposa, hijos, trabajo, su instinto rebelde lo gu铆a a otros mundos en busca de satisfacci贸n.
Aquel otro hombre de familia feliz y radiante, un d铆a se levanta, un beso rutinario de despedida y luego va a la plataforma f茅rrea y se lanza al imparable tren. Todo termin贸 para 茅l, ni tan siquiera la muerte deseada la pudo vivir, la pudo sentir, bast贸 un golpe para irse y jam谩s volver. A decir verdad quienes experimentan la muerte son los vivos, quienes sobreviven a la p茅rdida del ser amado. Nadie es consciente de su inexistencia, su ausencia la lloran los deudos, los presentes que se sienten desgarrados porque se les fue un trozo de vida. El miedo a la muerte es una respuesta natural a la reafirmaci贸n de la vida. Se tiene miedo es al derrumbe de la vida, se tiene miedo a no poder ser digno de vivir. Es un miedo bello que tenemos de sobrivivir a quien amamos o privarlo de nuestra presencia, entre otras cosas es el amor esa forma extra帽a que hace que nos fundamos en el otro.
A Fitzgerald lo criticaban porque llevaba una vida ruinosa, culpaban a su mujer de arrastrarlo por el alcoholismo, pero nadie se percat贸 que pasar por all铆 fue condici贸n necesaria para escribir las p谩ginas m谩s bellas de la literatura universal, Fitzgerald cre贸 sus mejores p谩ginas bajo el grado del alcoholismo. Ni mejor ni peor, simplemente una vida vivida, una elecci贸n en la cual se sent铆a grados de satisfacci贸n visitando sus abismos de la psicodelia, viviendo su propia grieta. Fue su experiencia particular. Nos gusta la definici贸n de fitzgerald de que la vida es un proceso de demolici贸n. Vivir bordeando la grieta a punto de caer al abismo. Las vidas se viven de acuerdo a las sensaciones que nos parezcan mejores, son de cada quien, y juzgarlas es un acto privado, pues precisamente es la libertad de vivir en lo mejor y en lo peor.
Pero ¿por qu茅 y de donde viene tanto alboroto por la muerte? Por lo dem谩s la vida y la muerte se definen m谩s en la misma palabra vida. Pero ¿realmente morimos? Nadie experimenta la muerte, nadie que est谩 muerto es consciente de su inexistencia. La muerte es ante todo la muerte del otro. Nadie tiene consciencia de que est谩 muerto (Pierre Zaoui). Morimos un poco con la muerte del otro a quien amamos, recordemos que nos amamos es en el otro quien nos reafirma en lo que somos, en lo que queremos ser. En s铆 la muerte es exterior. Pero el meollo est谩 en que desde temprana edad se ense帽a que la vida es rosa y su meta es la conquista del para铆so, de un m谩s all谩, de una vida de ultratumba que se logra con sacrificios, con sufrir en vida para poder lavar los pecados y as铆 lograr buen pasaporte a otro mundo de querubines. La historia es ampliamente conocida, la misma que ense帽a sacrificios, prorrogar los deseos en especial los libidinosos, los de una econom铆a er贸tica, es el mundo de las privaciones de gustos y placeres, evitar el mundo del pecado y optar por lo asc茅tico, por lo pretendido puro. En estas tensiones, en estas pulsiones se viven y cada quien las administra seg煤n sus costumbres o seg煤n su irreverencia o su neura.
Pero la verdad sea dicha, el mundo real en el que vivimos no es ni ordenado, ni organizado ni predecible. Se vive para lo mejor y para lo peor. Vamos caminando por la vida y cuando menos pensamos todo se ha destortillado, todo se ha roto en mil pedazos como cuando se cae la vajilla, todo se ha vuelto un caos. No hay vidas planas, todas tienen subidas y bajadas, todas experimentan v茅rtigos y alegr铆as. «la vida es clara, und铆vaga y abierta como un mar.» Entonces no ha de sorprender que aquel modelo de esposo, hombre probo e irreprochable, un d铆a su esposa se despierta y tan s贸lo encuentra sobre la mesa de noche una simple nota que dice: el amor se ha marchitado. Deja todo, esposa, hijos, trabajo, su instinto rebelde lo gu铆a a otros mundos en busca de satisfacci贸n.
Aquel otro hombre de familia feliz y radiante, un d铆a se levanta, un beso rutinario de despedida y luego va a la plataforma f茅rrea y se lanza al imparable tren. Todo termin贸 para 茅l, ni tan siquiera la muerte deseada la pudo vivir, la pudo sentir, bast贸 un golpe para irse y jam谩s volver. A decir verdad quienes experimentan la muerte son los vivos, quienes sobreviven a la p茅rdida del ser amado. Nadie es consciente de su inexistencia, su ausencia la lloran los deudos, los presentes que se sienten desgarrados porque se les fue un trozo de vida. El miedo a la muerte es una respuesta natural a la reafirmaci贸n de la vida. Se tiene miedo es al derrumbe de la vida, se tiene miedo a no poder ser digno de vivir. Es un miedo bello que tenemos de sobrivivir a quien amamos o privarlo de nuestra presencia, entre otras cosas es el amor esa forma extra帽a que hace que nos fundamos en el otro.
A Fitzgerald lo criticaban porque llevaba una vida ruinosa, culpaban a su mujer de arrastrarlo por el alcoholismo, pero nadie se percat贸 que pasar por all铆 fue condici贸n necesaria para escribir las p谩ginas m谩s bellas de la literatura universal, Fitzgerald cre贸 sus mejores p谩ginas bajo el grado del alcoholismo. Ni mejor ni peor, simplemente una vida vivida, una elecci贸n en la cual se sent铆a grados de satisfacci贸n visitando sus abismos de la psicodelia, viviendo su propia grieta. Fue su experiencia particular. Nos gusta la definici贸n de fitzgerald de que la vida es un proceso de demolici贸n. Vivir bordeando la grieta a punto de caer al abismo. Las vidas se viven de acuerdo a las sensaciones que nos parezcan mejores, son de cada quien, y juzgarlas es un acto privado, pues precisamente es la libertad de vivir en lo mejor y en lo peor.