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Nadie se llama Wuilly

OPINI脫N de Carola Ch谩vez, Venezuela.- Como siempre, los ricos poniendo a otros a trabajar por ellos; esta vez poni茅ndolos a meter el pecho por sus causas, a defender sus privilegios, en primera linea, a tirar piedras y morteros y frascos llenos de mierda, a tragar gas lacrim贸geno, a ser arrestados, a ser abandonados, olvidados, porque, sinceramente, ¿qu茅 ricach贸n se va a preocupar por el destino cualquier pendejo que ya no les sirva, y menos si el pendejo se llama Kleiman, Yerdenson, o Yusbellys? 




Por ah铆 anda Wuilly, cuyo nombre recuerdan, por ahora, porque es el gringu铆simo nombre Willy, pero mal escrito. Este Wuilly musicaliza el prefabricado show libertario, made in USA y se siente famoso: Todos ondean su nombre como bandera, y Wuilly se siente importante sin imaginar que para quienes lo usan, 茅l no es m谩s que un Wuilly, un Yonaiker y un Darwinson m谩s trabajando para ellos, pero esta vez armado con un viol铆n, en lugar de un mortero o una puputov.

Como Wuilly tiene un viol铆n y estuvo en Par铆s con la orquesta, cree que el Wuilly no se le nota, pero esas cosas, en el este del Este, desde El Cafetal y esas populosas urbanizaciones clase media de medio palo, hasta las urbanizaciones con casotas de 7 habitaciones, 8 ba帽os y jardines enormes con perros de raza de moda y piscina… esas cosas all谩 se notan ¡y mucho!

La verdad es que en el alto Este del este, nadie de llama Wuilly, como tambi茅n es verdad que ninguna se帽ora del este de Este quiere un yerno con ese nombre que tampoco aparece en la lista de nombres del pr铆ncipe azul de sus hijas. Nadie llamado Wuilly cabe en las exclusivas fiestas de Prados del Este, Altamira o La Castellana, a menos que vaya como mesonero, o en el mejor de los casos, como es el caso de Wuilly, que vaya como violinista para darle ambiente a la noche. Los Wuillys no tienen derecho de ser admitidos en los locales de Las Mercedes que se reservan el derecho de admisi贸n. All铆 caben los Alejandros, Mauricios, Federicos y Albertos y algunos con nombre gringos y pedrigree que lo respalde.

Los Wuillys de Venezuela hoy son “panas” de los sifrinos porque les sirven de bandera. Mientras Wuilly toca “valientemente” un reguet贸n libertario, alguna Mar铆a Alejandra en es este, tirada en su sof谩 y escuchando a Ariana Grande, sube en su Instragram la imagen de ese chamo al que jam谩s le conceder铆a un baile, y mucho menos si es “Despacito”.

Wuilly no cae preso porque tocar viol铆n no es un delito, como lanzar morteros, atacar bases militares, linchar y quemar vivos a otros, del mismo color de Wuilly, que “parec铆an chavistas”. Porque tocar viol铆n no es delito, pudo Wuilly llegar sin problemas a Miraflores, “sin miedo” dijo 茅l para ponerle saz贸n a su ins铆pida gesta. Y menos mal que Wuilly no anda en cosas peores que musicalizar el delito que otros cometen, porque nadie saldr铆a a decir, si lo agarraran, “liberen a Wuilly”, sin cagarse un poco de la risa pensando en una ballena.

Como nadie ha dicho liberen a los terroristas que agarraron esta semana en la Plaza Altamira, morenos, con la piel marcada por la mala vida, muchachos que nadie en Altamira conoce, que nadie el Altamira sentar铆a en su mesa, que nadie el Altamira casar铆a con sus hijas. Sus nombres, como el de Wuilly, de esos que nunca aparecen en las juntas directivas, digamos, de un banco.

Los Wuillys, los Yorban, las Yamileidys, librando esa pelea contra ellos mismos, se creen aceptados, y se imaginan llegando ya al epicentro de su sue帽o imposible. ¡Mira, mam谩, lo estoy logrando!…
Y toca que toca el viol铆n, Wuilly, so帽ando ese sue帽o torcido que lo aparta de su origen, sirve de mano de obra barata, desechable, en una lucha que no es suya, por unos privilegios que nunca tendr谩. Y as铆, mientras musicaliza el preludio de una guerra que nos quieren imponer, Wuilly se convierte en instrumento ciego de su propia destrucci贸n. 

Y digo todo esto porque lo s茅, porque vengo de ah铆, donde nadie se llama Wuilly.




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