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Viaje al mundo literario del Flaco Spinetta


Leandro Albani/El Furgón* – Si escribimos el nombre Luis Alberto Spinetta en el centro de una gran lámina, desde ese punto exacto podrían salir decenas de flechas de ida y vuelta hacia otros nombres como Antoine Artaud, The Beatles, Arthur Rimbaud, Led Zeppelin, Carlos Castaneda, Michel Foucault, Mercedes Sosa, Leonardo Da Vinci, William Blake, Santa Teresa, Horacio Quiroga, Idea Vilariño, Luis Buñuel, Salvado Dalí y tanto otros. Esta imagen es la primera impresión que queda luego de leer Luis Alberto Spinetta. El lector kamikaze, escrito por Juan Bautista Duizeide y publicado en abril de este año por Editora Patria Grande.



Duizeide, periodista, escritor y navegante, despliega un análisis preciso sobre las influencias literarias en uno de los fundadores del rock nacional y va enmarcando las diferentes etapas del líder de Almendra y Pescado Rabioso en la convulsa historia de Argentina.





Heterodoxo, difícil de catalogar, buscador incansable, cruzado por las más diversas influencia, el Spinetta kamikaze que presenta Duizeide escapa de tantos homenajes póstumos y abre caminos sinuosos dentro del rock, pero también de las discusiones en torno a la cultura popular.

En el libro se recorre la obra de Spinetta y de cómo, según escribe Duizeide, “jamás ocultó sus influencias librescas, pero tampoco hizo de ellas una jactancia, ni operó como un divulgador más allá de que gracias a sus canciones muchos llegaron a algunos autores”. Por eso, continúa el autor de El lector kamikaze…, Spinetta “nunca se limitó a contar mediante canciones algún episodio en la vida de alguna figura admirada, a poner en música una doctrina o alguno de sus componentes, sino que a partir de esos mundos, poéticos, narrativos o filosóficos, produjo imágenes en las que es posible rastrear la influencia pero que no dejan de ser imágenes del sistema Spinetta. Estrellas de su constelación, islas de su archipiélago”.

En una isla del Tigre, con un sol que desplaza por momentos los primeros fríos del invierno y rodeado de un silencio de lunes al mediodía, Duizeide -colaborador de la revista Sudestada y autor, entre varios títulos, de Alrededor de Haroldo Conti, Lejos del mar y Crónicas con fondo de agua-, señala que los primeros pasos del libro tuvieron la ventaja de que la música y poesía del Flaco siempre lo acompañaron. “El caso de Spinetta debe ser la persona que más recitales fui a ver, alrededor de treinta –recuerda-. Eso es una ventaja. La desventaja, por una cuestión etaria, es que arranco a ver al Falco en 1988 o 1989, por lo cual a buena parte de sus famosas bandas nunca las vi”.






Duizeide explica que antes de comenzar la investigación sobre la influencia intelectual en Spinetta, “conocía mucho la obra y había leído todos los libros acerca de él. No es que me tuve que largar escuchar o a leer lo que había. En medio de la escritura del libro salieron algunas publicaciones nuevas y las leí, pero venía con una muy buena base”.

-Al analizar las influencias de Spinetta, más allá de que las conocías, ¿te reencontrarte con él o descubriste cosas nuevas?

-Las dos cosas. Lo más interesante fue descubrir un montón de cosas nuevas y discutir algunos adjetivos y conceptos cristalizados que me habían quedado sonando. Por ejemplo, el Spinetta surrealista. Me puse a escucharlo, a leer entrevistas y los libros con otra mirada. Empecé a encontrar montones de datos acerca de sus lecturas pero que estaban dispersos, nadie se había ocupado de sistematizarlos. Me encontré con un Spinetta nuevo pese a que lo conocía bastante. Eso fue lo más interesante del trabajo: no escribir lo que ya sabía sino encontrar cosas desconocidas de él.

-Cuando se habla de Spinetta hay un lugar común de que su poesía y lírica es complicada. ¿Eso es así?

-Me parece que tiene que ver con el lugar que ocupa la poesía en estos momentos. Se piensa, erróneamente, que hay que “entender”. La poesía se puede entender mucho, pero nunca se termina de hacer interpretaciones. De hecho, de los poetas más importantes la pila de libros que se ha escrito sobre ellos supera por kilos o toneladas la obra. Pero en principio es una cuestión más que nada sensorial, como la música. La música y la lírica de Spinetta son complejas, pero es dejarte sorprender y dejar que te pase algo. En todo caso, las elucubraciones y las interpretaciones son algo que tienen que venir después.






-¿Encontraste contemporáneos de Spinetta que tuvieran este nivel de influencia literaria?

-No tanto. El Flaco me parece un producto muy fácilmente identificable como un hijo de la década de 1960 en Argentina y en Latinoamérica. Pero dentro del mundo del rock es bastante excepcional. Su curiosidad es persistente. Hay otros contemporáneos que fueron bastante curiosos de jóvenes y parece como si, después de esa curiosidad, se hubieran momificado, entonces la exploración no siguió. Pero en Spinetta fue una constante. También hay algo que marco en el libro, y en lo personal me resultó muy fuerte, que es cierta especie de adoración del objeto libro como fuente de conocimiento, de placer y de apertura mental. Eso lo termina definiendo a Spinetta.

-¿En la actualidad ves en el mundo del rock nacional alguien que siga la línea de Spinetta?

-Yo escucho cada vez menos rock. Hay un par de cosas que me gustan hoy en día, pero no sé si se parecen mucho a Spinetta, y son más interesantes desde el punto de vista de la búsqueda musical que de la lírica. Esta combinación de una música tan original y esa lírica tan potente y tan personal, no la encuentro. Siento que hay una lírica absolutamente original, potente, fácilmente identificable, con muchas capas de sentido, más allá de que no sea mi primera elección a escuchar, en Los Redondos. No siento que haya una búsqueda musical tan fuerte y desmarcada como la del Flaco. En Spinetta esa búsqueda era sistemática: terminaba con Almendra, que era una especie de Beatles argentinos, y se iba para algo que se parecía a Led Zeppelin, como Pescado Rabioso, y cuando llegaba a punto caramelo lo disolvía y se ponía a hacer jazz rock. No se quería quedar quieto en ningún lugar ni decía “saco un hit, empiezo a copiar y hago canciones como medialunas”. A mí me gusta muchísimo Factor Burzaco, Nina y el lobo, Las Bodas Químicas, pero no fundan algo como lo hizo el Flaco, sobre todo desde el punto del riesgo estético. También siento que el Flaco ha hecho muchos mamarrachos, cosas que escucho y digo “qué porquería es esto”. Pero rescato que el tipo saltaba sin red y por ahí salía algo que era sublime o la pifiaba.






-En el mundo del rock los músicos que son poetas pocas veces son reconocidos como tales. ¿Pensás que con Spinetta pasa eso?

-Me parece que depende de quiénes. En Argentina hubo una serie de operativos intelectuales, de la década de 1980 para acá, que reacomodaron el campo de la literatura y de la poesía. Hace poco salió la antología 200 años de poesía argentina, que incluye a Discépolo y a Atahualpa Yupanqui. Me parece que no hay nada que explicar, te puede gustar o no el tipo de música que hacen, pero son dos poetas inmensos. Pero saltó mucha gente desde la academia a decir que cómo podía ser que dos personas que escribían letras estaban con los poetas. En la década de 1970 esto ya se había hecho, incluir a los poetas del tango y del folclore en las antologías. Como no creo que la historia sea nada más que lucha de textos, sino que se da en el marco de la lucha de clases, hay que entender que hubo un genocidio en el medio, entonces hay un montón de cosas que están como disociadas. Para la gente que lee, y sobre todo que hace crítica de poesía, Spinetta es casi algo kitsch, y para el rockero medio argentino, es más respetado que seguido.

-Es muy interesante ver todos los autores que están alrededor de Spinetta todo el tiempo…

-Es fabuloso su apetito, por eso me gustaba un poco lo del lector kamikaze. Su lectura no es la lectura burguesa del que consume cultura y la mira, sino que se mete en algo, se engancha a full y dice “quiero hacer algo con esto” y con eso va al frente. En una entrevista, él dice que el arte es la coalición con los materiales, entonces ahí me terminó de cerrar la idea del kamikaze que se estrella contra el barco enemigo, que en Spinetta es su lucha con los materiales del lenguaje y la música.

-¿En lo personal qué te dejó el libro y qué pensás que puede aportar en la revisión de la obra de Spinetta?

-Que aporte a discutir esas cosas que ya están subrayadas y que parecen que son así y para siempre. Mi aporte intentó ir por ese lado, discutir esto del surrealista del rock, la cuestión del Spinetta político. En lo personal me aportó mirar y escuchar algunas cosas con otra visión, porque el trabajo de explorar la obra de otro siempre termina siendo la exploración de cómo uno mismo lee y escucha. El Flaco, al que todo el mundo le pedía que toque Muchacha, ojos de papel, no se quedaba anclado en tocar sus hits, y esa es una actitud muy sana que te permite seguir buscando.

*Crédito de las fotos de Spinetta: Gustavo Saiegh





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