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Ocho valientes millones

OPINI脫N de Carola Ch谩vez, Venezuela.- Tres meses esperando ese domingo. Tres largos e intensos meses manchados de violencia, amenazas, muerte y la sombra de una guerra sobre nuestras calles. Tres meses de tensi贸n que se respiraba en el saludo del vecino, las sonrisas no pod铆an ocultar la angustia de los ojos. Nadie quer铆a sentirse as铆, as铆 no es nuestra calle, as铆 no somos nosotros.



Semanas antes, unos irresponsables disfrazados de pol铆ticos vinieron organizar a nuestros vecinos para que impidieran que nosotros sali茅ramos a votar. Comit茅s de defensa de la democracia, llamaron a aquel esperpento que pudo ser el germen de una guerra civil. En una casa, cerquita de la m铆a se reunieron. Los asistentes eran la gente buena que veo todos los d铆as, muchos de ellos personas mayores, la mayor铆a mujeres. Dos semanas antes hicieron un ensayo: hab铆a que cerrar las calles e impedir el paso. Mi esposo tuvo que pasar ese d铆a y nuestras vecinas no contaron con la locura que se requiere para detenerle el paso. No pod铆an verle a la cara y negarle el paso a ese hombre bueno y colaborador que conocen hace diez a帽os, no pod铆an frenarlo y tratarlo como el enemigo que esos irresponsables, que no viven aqu铆, les dijeron que era. La cordura, en mi calle, venci贸 a la maldad de esos miserables que quer铆an verlas en llamas.

No sucedi贸 lo mismo en otros lados. Hubo lugares que ven铆an sumando meses de asedio, amenazas y una violencia que no conoc铆amos los venezolanos. Cabudare, en el estado Lara, es uno de ellos. All谩, muchos amigos trataban de superar el miedo ideando estrategias para poder evadir la violencia que los amenazaba. Le铆 con angustia y ternura, como mi amiga Gia junto a su familia, planeaban en la noche anterior, su ruta de escape electoral: “Nosotros tambi茅n tenemos miedo, la 煤nica idea que se nos hab铆a ocurrido era tirar el paro de que 铆bamos a misa, pero en esta mierda las iglesias se pusieron de acuerdo para no dar la misa. Estamos pensando en disfrazarnos de testigos de jeova o como se escriba esa vaina… Los vecinos pasando cadenas de que el que salga ma帽ana de sus casas va ser golpeado por los h茅roes de la resistencia… Estoy cuadrando porque Rub茅n me dio una alternativa de salir en grupo con unas personas, pero el se帽or que esta coordinando la vaina lo publicaron por las redes sociales como un “sapo” entonces es delicado salir as铆…”

Y por fin llego el d铆a y despert茅 tempranito con Gia a la distancia, contagi谩ndome con su victoriosa alegr铆a: “En mi casa lleg贸 Rond贸n y nos vino a buscar as铆 que esta familia va a salir a votar! Somos m谩s los que queremos PAZ!” – Y al rato el final feliz de esa historia: “Ya regresamos. De ida nos gritaban cosas, todos los vecinos estaban afuera pendientes de qui茅n sal铆a y qui茅n no. En el sitio m谩s 谩lgido nos gritaron cualquier cantidad de cosas, pero deseos no empre帽an. As铆 que fuimos, votamos y activamos el carnet (en el Punto Rojo). De regreso fue otra historia. Ya estaban violentos, quemando, no permit铆an el paso y tuvimos que meternos por un matorral para poder salir a otro sector y de ah铆 nos vinimos para la casa… Pero a pesar de todas las dificultades cuando 铆bamos en camino se nos pegaron 3 se帽oras que no conoc铆amos, una se le escap贸 al hijo escu谩lido, y se uni贸 a nuestro grupo y fuimos todos juntos! Fue hermoso, este pueblo es leal, este pueblo es noble y arrecho y ahora lloro pero de tanta felicidad al ver lo que vi en la calle esta ma帽ana!”

La historia de Gia y su familia es una de las millones de historia de valent铆a, lealtad y convicci贸n que vimos ese domingo. Y es que el chavismo no se deja apabullar, es m谩s, bajo amenazas el chavismo siempre se crece. Vimos a miles y miles de personas sorteando al paramilitarismo que les cerraba las v铆as, tomando los caminos verdes. Los vimos cruzando r铆os a pi茅, haciendo cadenas humanas para que nos se los llevara la corriente, empapados, tiritando de fr铆o. Los vimos cruzando gamelotales que les serv铆an a la vez de refugio. Los vimos riendo, celebrando haber vencido al miedo, celebrando que pudieron votar. Vimos a los m谩s ancianos, con una fuerza que mucho j贸venes envidiar铆an. Nos vimos venciendo la aprehensi贸n que durante semanas nos oprim铆a el pecho, no hac铆a despertar de madrugada con un hilo de sudor fr铆o en la espalda. Nos hab铆amos visto el miedo en los ojos, y ese domingo nos vimos venci茅ndolo.

Hicieron todo lo posible por aterrarnos. Nos quisieron presentar un clima de preguerra, con un 茅xodo medi谩tico de venezolanos que, seg煤n, “buscaban refugio” en el pa铆s de al lado, una vaina rara si consideremos que ese pa铆s ostenta el dudoso honor de ser uno de los mayores productores de desplazados de guerra del mundo. La embajada gringa, por su parte, como hace cada vez que est谩 a punto de bombardear un pa铆s, pidi贸 a los familiares de sus funcionarios salir de Venezuela. Otros pa铆ses emitieron l煤gubres comunicados que todas las agencias noticiosas repet铆an. Nos pusieron como el chiste de wanga o matanga. Fue tan grotesco todo que los m谩s fervientes opositores empezaron a sentir mucho miedo.

Pero ni wanga ni matanga: salimos a exorcizar el miedo, salimos a exorcizar la guerra que nos amenazaba a todos. Tuvimos los chavistas que salir, poniendo el pecho, no solo por nosotros, sino todos esos opositores que, aterrados, terminaron secuestrados por la locura de sus dirigentes y sus “escuderos” encapuchados.

Salimos a votar y ese misma tarde, a煤n sin conocerse los resultados, las calles se distend铆an, la angustia que opacaba sonrisas se iba diluyendo. Recibimos el lunes con el anuncio de que como Gia, los que cruzaron r铆os y gamelotales, hab铆amos votado m谩s ocho millones de venezolanos que rechazamos la violencia dise帽ada en el Pent谩gono, e impulsada por los mismos delincuentes disfrazados de pol铆ticos que vinieron a mi calle a pretender que mi vecina yo nos cay茅ramos a co帽azos.

Ese lunes, como por arte de magia, empezaron a desaparecer la barricadas, los vecinos descubrieron que sus “h茅roes encapuchados” empezaban a molestarles al punto de solicitar a la polic铆a que se los llevara, por favor… Ese lunes la dirigencia opositora que nos llev贸 al borde de una guerra, se qued贸 hablando sola. Ese lunes, mientras el chavismo celebraba, enorme, orgulloso, miles y miles de opositores, calladitos, respiraban aliviados porque ocho millones y pico de nosotros hicimos lo que ellos no tuvieron la valent铆a de hacer: armarnos de alegr铆a y salir a votar por la paz.

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