OPINI脫N de Emilio Cafassi.- Las crisis de todo orden -y las de tipo pol铆ticas en particular- adem谩s de padecerse permiten, al menos potencialmente, extraer conclusiones y perge帽ar estrategias de superaci贸n. La renuncia del vicepresidente uruguayo resulta un indubitable ejemplo de tal crisis pol铆tica. Sin negar particularidades y responsabilidades puntuales que el Tribunal de Conducta Pol铆tica (TCP) del Frente Amplio (FA) se帽al贸 con particular detalle y contundencia, considero que se trata de una crisis heredada de lo que podr铆amos llamar la “vieja pol铆tica”. En los procesos de transici贸n entre las experiencias de gobiernos conservadores y los progresistas, las herencias recibidas no son s贸lo econ贸micas, sociales y culturales. Se recogen tambi茅n estilos de direcci贸n, ritos, franquicias varias, h谩bitos, opacidades, procedimientos burocr谩ticos e inercias amparadas jur铆dica o simb贸licamente, entre tantos n煤cleos duros anquilosados en los cimientos institucionales. En t茅rminos algo m谩s abstractos, la transici贸n es de gobierno, pero no de r茅gimen, salvo que se revolucione significativamente este 煤ltimo.
Intentar茅 ce帽irme aqu铆 a la herencia de privilegios materiales y simb贸licos que inevitablemente reciben los gobiernos progresistas en los tres poderes, con que gen茅ricamente el r茅gimen de los Estados-naci贸n capitalistas premia y reconoce a los principales administradores de la reproducci贸n -y consecuente perpetuaci贸n- del conjunto de las esferas de la vida social: los jerarcas. En muchos casos -particularmente en el v茅rtice del poder ejecutivo o en el mundo diplom谩tico- tales privilegios tienen reminiscencias hasta mon谩rquicas, como habitar mansiones pobladas de servidumbre, contar con toda clase de cuidados y dispensas de sus gastos, adem谩s de los correspondientes honores y reverencias.
Sin duda estas prerrogativas coliden con los principios frenteamplistas de austeridad, pudor y servicio p煤blico en detrimento del usufructo privado. Pero adem谩s, si fueran asumidos y aprovechados por los representantes, ensanchar谩n la brecha estructural entre la militancia frenteamplista de a pie -como se le suele llamar en Uruguay- y los dirigentes, desestimulando y desmoralizando a la primera. La militancia de base, lejos de percibir emolumentos los aporta, tanto como su tiempo adicionado a la jornada laboral y el trabajo personal para el colectivo, sin otra gratificaci贸n que la de contribuir a 茅l. La declinaci贸n del caudal militante, la desmovilizaci贸n o ausencia de participaci贸n, son s铆ntomas inequ铆vocos de crisis pol铆tica en las izquierdas y progresismos. Y una de las posibles causas proviene del incremento de la distancia (real o percibida) entre dirigentes y dirigidos, particularmente cuando se accede al poder pol铆tico. Problema inverso al que tienen las derechas, cuyos dirigentes carecen de escr煤pulo alguno para recibir los provechos que el r茅gimen les reserva, porque tanto ellos como buena parte de su electorado lo consideran justo y acorde a las tareas reproductoras que le encomiendan. Se autoperciben desarrollando una carrera “profesional” con exitosas retribuciones, a煤n sin corrupci贸n mediante. Concepci贸n que se sit煤a en la huella de la antigua tradici贸n liberal que asigna la actividad pol铆tica con exclusividad a las elites, pues 茅stas presuntamente poseen la capacidad racional para juzgar el “inter茅s general”, virtud contrapuesta a la “pasi贸n irracional” de las masas, aunque el desprecio por ellas y sus propios electores se disimule en parte con la seducci贸n con que se corteja y atrae a sus votantes, para aprovecharse luego del poder conferido. No es que no exista militancia en las derechas, sino que las conciben ajena a la esfera de las decisiones, en una relaci贸n de subalternidad donde s贸lo se les permite refrendar a las oligarqu铆as partidarias.
Por esta raz贸n creo de importancia cardinal el reciente decreto 537 del Presidente Tabar茅 V谩zquez en Consejo de Ministros (cuya intenci贸n hab铆a anunciado en conferencia de prensa el lunes posterior a la renuncia del Vicepresidente) en tanto da un primer paso para morigerar en parte alguno de los privilegios, aunque acotados a los viajes al exterior de jerarcas del poder ejecutivo. Sin embargo, a煤n conciso, exhorta a la vez a los Entes Aut贸nomos, Servicios descentralizados y hasta a personas p煤blicas no estatales a adoptar las mismas disposiciones. En sus vistos sostiene enf谩ticamente que no se encuentra regulada la rendici贸n de cuentas de gastos del Estado en misiones oficiales, y establece la obligaci贸n de hacerlo y de devolver los vi谩ticos sobrantes. El poder legislativo no deber铆a ser indiferente a esta exhortaci贸n, ya que las excusiones al exterior son profusas, y la apropiaci贸n de excedentes, la norma. Si los viajes al exterior ya resultan una prebenda a la que no accede ni la mayor铆a de la ciudadan铆a ni la de la masa militante (menos a煤n con los gastos pagos) es evidente la necesidad de regularla y acotarla evitando la apropiaci贸n privada, si no se quiere socavar a煤n m谩s las mediaciones entre representantes y representados, cosa que para el FA es decisiva y hasta aqu铆 parecieran libradas a una suerte de autorregulaci贸n mediada por el compromiso, sin superar sustantivamente la concepci贸n weberiana del pol铆tico tradicional.
En la militancia frentista, es particularmente conocida la experiencia del ex ministro de Agricultura y ex senador Ernesto Agazzi, cuando quiso devolver el sobrante en un viaje, recibiendo por respuesta de los funcionarios administrativos que no exist铆a mecanismo formal para aceptar la devoluci贸n, ya que no estaba previsto el ingreso de fondos de “particulares”. He intercambiado mails personales con 茅l, que no s贸lo revelan este ya difundido absurdo, sino infinidad de detalles de la desigual percepci贸n de la 茅tica en diferentes niveles del Estado y de las normativas para su control. Por ejemplo, en su propio ministerio, su antecesor (no casualmente el ex presidente Pepe Mujica), dict贸 una resoluci贸n (que Agazzi continu贸 al sucederlo) impulsando la austeridad y exigiendo la rendici贸n de cuentas de lo gastado y la devoluci贸n de excedentes, lo que gener贸 malestar entre el personal del ministerio, y una primera resistencia de la asesor铆a jur铆dica argumentando que decretos anteriores lo imped铆an, aunque finalmente se impusiera la resoluci贸n 煤ltima del jerarca. Pero a la vez, por tratarse de un ministerio que debe enviar personal t茅cnico a territorios rurales con econom铆as muy informales, encontraron dificultades para poder corroborar con boletas las rendiciones que, no obstante, se mantuvieron. Para ponerlo en sus propios t茅rminos -ya que estoy autorizado a difundirlo- se transform贸 el “concepto de vi谩tico” en “partida a rendir”, porque jur铆dicamente un vi谩tico se presenta como asignaci贸n previa tomando alguna referencia (como las tablas de la ONU para el exterior) sin control alguno quedando en la pr谩ctica cualquier excedente en el bolsillo del asignado, incluso bajo el argumento de simplificarle la tarea de reunir comprobantes. Es sin duda un antecedente del decreto que ahora se generaliza a todo el poder ejecutivo y se estimula extender.
Un ejemplo m谩s de los muchos que pueden encontrarse, en ocasiones institucionalizadas y en otras m谩s personales, de la participaci贸n y la 茅tica de los dirigentes frenteamplistas en el Estado, aunque con desigualdades en cada segmento institucional. Tambi茅n una prueba de la hipocres铆a de los partidos tradicionales que pontifican la reducci贸n de los gastos estatales, cuando en sus gestiones no han hecho m谩s que despilfarrarlos en su propio provecho y los de su entorno. La gesti贸n del FA no impuso el uso de tarjetas corporativas ni aboli贸 reglamentaciones sobre su uso. Contrariamente las cre贸. Tampoco cre贸 el concepto jur铆dico de vi谩ticos sino que viene intentando sustituirlo por el de partida, a fin de someterlo a rendici贸n de cuenta, como lo hace el decreto aludido. Por eso enfatizo que la crisis pol铆tica que dispar贸 la renuncia vicepresidencial, resulta heredada. En todo caso, podr谩 sostenerse que no fue suficientemente prevista y que una fuerza pol铆tica puede explicitar normas de conducta y valores, ejercer controles y auscultar informaci贸n sobre las gestiones de sus representantes en el Estado con mucha m谩s libertad y pragmatismo que la pesada maquinaria estatal.
En cualquier caso, la magnitud de los montos potencialmente apropiables es irrisoria respecto al descontrol y la corrupci贸n reinante en buena parte de los pa铆ses latinoamericanos, incluyendo varios del giro progresista. Pero no puede soslayarse que las derechas intentar谩n escandalizar con cualquier desprolijidad, que lejos de escandalizarlos en el pasado, alentaron. Tampoco que lograron cierto 茅xito restaurador con ello. La honestidad e inclusive la austeridad, constituyen no valores apreciables exclusivamente para las izquierdas, sino tambi茅n para una amplia mayor铆a ciudadana que a su vez la practica. No s贸lo debe cultivarse e instucionalizarse por principios. Tambi茅n por razones t谩cticas. No encuentro contradicci贸n entre 茅tica y eficacia pol铆tica.
Contrariamente, las concibo hermanadas.
Intentar茅 ce帽irme aqu铆 a la herencia de privilegios materiales y simb贸licos que inevitablemente reciben los gobiernos progresistas en los tres poderes, con que gen茅ricamente el r茅gimen de los Estados-naci贸n capitalistas premia y reconoce a los principales administradores de la reproducci贸n -y consecuente perpetuaci贸n- del conjunto de las esferas de la vida social: los jerarcas. En muchos casos -particularmente en el v茅rtice del poder ejecutivo o en el mundo diplom谩tico- tales privilegios tienen reminiscencias hasta mon谩rquicas, como habitar mansiones pobladas de servidumbre, contar con toda clase de cuidados y dispensas de sus gastos, adem谩s de los correspondientes honores y reverencias.
Sin duda estas prerrogativas coliden con los principios frenteamplistas de austeridad, pudor y servicio p煤blico en detrimento del usufructo privado. Pero adem谩s, si fueran asumidos y aprovechados por los representantes, ensanchar谩n la brecha estructural entre la militancia frenteamplista de a pie -como se le suele llamar en Uruguay- y los dirigentes, desestimulando y desmoralizando a la primera. La militancia de base, lejos de percibir emolumentos los aporta, tanto como su tiempo adicionado a la jornada laboral y el trabajo personal para el colectivo, sin otra gratificaci贸n que la de contribuir a 茅l. La declinaci贸n del caudal militante, la desmovilizaci贸n o ausencia de participaci贸n, son s铆ntomas inequ铆vocos de crisis pol铆tica en las izquierdas y progresismos. Y una de las posibles causas proviene del incremento de la distancia (real o percibida) entre dirigentes y dirigidos, particularmente cuando se accede al poder pol铆tico. Problema inverso al que tienen las derechas, cuyos dirigentes carecen de escr煤pulo alguno para recibir los provechos que el r茅gimen les reserva, porque tanto ellos como buena parte de su electorado lo consideran justo y acorde a las tareas reproductoras que le encomiendan. Se autoperciben desarrollando una carrera “profesional” con exitosas retribuciones, a煤n sin corrupci贸n mediante. Concepci贸n que se sit煤a en la huella de la antigua tradici贸n liberal que asigna la actividad pol铆tica con exclusividad a las elites, pues 茅stas presuntamente poseen la capacidad racional para juzgar el “inter茅s general”, virtud contrapuesta a la “pasi贸n irracional” de las masas, aunque el desprecio por ellas y sus propios electores se disimule en parte con la seducci贸n con que se corteja y atrae a sus votantes, para aprovecharse luego del poder conferido. No es que no exista militancia en las derechas, sino que las conciben ajena a la esfera de las decisiones, en una relaci贸n de subalternidad donde s贸lo se les permite refrendar a las oligarqu铆as partidarias.
Por esta raz贸n creo de importancia cardinal el reciente decreto 537 del Presidente Tabar茅 V谩zquez en Consejo de Ministros (cuya intenci贸n hab铆a anunciado en conferencia de prensa el lunes posterior a la renuncia del Vicepresidente) en tanto da un primer paso para morigerar en parte alguno de los privilegios, aunque acotados a los viajes al exterior de jerarcas del poder ejecutivo. Sin embargo, a煤n conciso, exhorta a la vez a los Entes Aut贸nomos, Servicios descentralizados y hasta a personas p煤blicas no estatales a adoptar las mismas disposiciones. En sus vistos sostiene enf谩ticamente que no se encuentra regulada la rendici贸n de cuentas de gastos del Estado en misiones oficiales, y establece la obligaci贸n de hacerlo y de devolver los vi谩ticos sobrantes. El poder legislativo no deber铆a ser indiferente a esta exhortaci贸n, ya que las excusiones al exterior son profusas, y la apropiaci贸n de excedentes, la norma. Si los viajes al exterior ya resultan una prebenda a la que no accede ni la mayor铆a de la ciudadan铆a ni la de la masa militante (menos a煤n con los gastos pagos) es evidente la necesidad de regularla y acotarla evitando la apropiaci贸n privada, si no se quiere socavar a煤n m谩s las mediaciones entre representantes y representados, cosa que para el FA es decisiva y hasta aqu铆 parecieran libradas a una suerte de autorregulaci贸n mediada por el compromiso, sin superar sustantivamente la concepci贸n weberiana del pol铆tico tradicional.
En la militancia frentista, es particularmente conocida la experiencia del ex ministro de Agricultura y ex senador Ernesto Agazzi, cuando quiso devolver el sobrante en un viaje, recibiendo por respuesta de los funcionarios administrativos que no exist铆a mecanismo formal para aceptar la devoluci贸n, ya que no estaba previsto el ingreso de fondos de “particulares”. He intercambiado mails personales con 茅l, que no s贸lo revelan este ya difundido absurdo, sino infinidad de detalles de la desigual percepci贸n de la 茅tica en diferentes niveles del Estado y de las normativas para su control. Por ejemplo, en su propio ministerio, su antecesor (no casualmente el ex presidente Pepe Mujica), dict贸 una resoluci贸n (que Agazzi continu贸 al sucederlo) impulsando la austeridad y exigiendo la rendici贸n de cuentas de lo gastado y la devoluci贸n de excedentes, lo que gener贸 malestar entre el personal del ministerio, y una primera resistencia de la asesor铆a jur铆dica argumentando que decretos anteriores lo imped铆an, aunque finalmente se impusiera la resoluci贸n 煤ltima del jerarca. Pero a la vez, por tratarse de un ministerio que debe enviar personal t茅cnico a territorios rurales con econom铆as muy informales, encontraron dificultades para poder corroborar con boletas las rendiciones que, no obstante, se mantuvieron. Para ponerlo en sus propios t茅rminos -ya que estoy autorizado a difundirlo- se transform贸 el “concepto de vi谩tico” en “partida a rendir”, porque jur铆dicamente un vi谩tico se presenta como asignaci贸n previa tomando alguna referencia (como las tablas de la ONU para el exterior) sin control alguno quedando en la pr谩ctica cualquier excedente en el bolsillo del asignado, incluso bajo el argumento de simplificarle la tarea de reunir comprobantes. Es sin duda un antecedente del decreto que ahora se generaliza a todo el poder ejecutivo y se estimula extender.
Un ejemplo m谩s de los muchos que pueden encontrarse, en ocasiones institucionalizadas y en otras m谩s personales, de la participaci贸n y la 茅tica de los dirigentes frenteamplistas en el Estado, aunque con desigualdades en cada segmento institucional. Tambi茅n una prueba de la hipocres铆a de los partidos tradicionales que pontifican la reducci贸n de los gastos estatales, cuando en sus gestiones no han hecho m谩s que despilfarrarlos en su propio provecho y los de su entorno. La gesti贸n del FA no impuso el uso de tarjetas corporativas ni aboli贸 reglamentaciones sobre su uso. Contrariamente las cre贸. Tampoco cre贸 el concepto jur铆dico de vi谩ticos sino que viene intentando sustituirlo por el de partida, a fin de someterlo a rendici贸n de cuenta, como lo hace el decreto aludido. Por eso enfatizo que la crisis pol铆tica que dispar贸 la renuncia vicepresidencial, resulta heredada. En todo caso, podr谩 sostenerse que no fue suficientemente prevista y que una fuerza pol铆tica puede explicitar normas de conducta y valores, ejercer controles y auscultar informaci贸n sobre las gestiones de sus representantes en el Estado con mucha m谩s libertad y pragmatismo que la pesada maquinaria estatal.
En cualquier caso, la magnitud de los montos potencialmente apropiables es irrisoria respecto al descontrol y la corrupci贸n reinante en buena parte de los pa铆ses latinoamericanos, incluyendo varios del giro progresista. Pero no puede soslayarse que las derechas intentar谩n escandalizar con cualquier desprolijidad, que lejos de escandalizarlos en el pasado, alentaron. Tampoco que lograron cierto 茅xito restaurador con ello. La honestidad e inclusive la austeridad, constituyen no valores apreciables exclusivamente para las izquierdas, sino tambi茅n para una amplia mayor铆a ciudadana que a su vez la practica. No s贸lo debe cultivarse e instucionalizarse por principios. Tambi茅n por razones t谩cticas. No encuentro contradicci贸n entre 茅tica y eficacia pol铆tica.
Contrariamente, las concibo hermanadas.