OPINI脫N de Emilio Cafassi.- El pr贸ximo martes 7, se cumplir谩 el centenario de la m谩s impactante e influyente revoluci贸n social del siglo pasado. Que se la suela llamar “Revoluci贸n de Octubre” es apenas una an茅cdota menor, aunque coherente con el atraso ruso que hasta all铆 utilizaba el calendario juliano, mientras toda Europa ya hab铆a adoptado nuestro actual gregoriano. Ni el m茅rito de ese monumental proceso hist贸rico reside en haber saltado del 1 al 13 de febrero del a帽o 1918, compatibilizando sus fechas con el mundo occidental, ni por ello se le puede atribuir el descr茅dito en el que su posterior devenir sumi贸 al pensamiento y acci贸n revolucionaria. Hasta la propia utop铆a se encuentra hoy cada vez m谩s diluida. A lo sumo evoca un vago horizonte que connota mucho m谩s la obstinaci贸n humana contra la resignaci贸n que una verdadera alternativa. Est谩 en crisis y reclama urgente reconstrucci贸n, erosionada por los fracasos f谩cticos. No s贸lo ella, sino un proyecto concreto de aproximaci贸n una vez reformulada. O en otros t茅rminos, una teor铆a de la revoluci贸n, del poder y del Estado que pueda hacerse cargo de un proyecto de sociedad que no sacrifique la libertad y la emancipaci贸n y realizaci贸n subjetiva en el altar de la igualdad material. No aludo por consiguiente a destruir el proyecto socialista que reclama la erecci贸n de un nuevo mundo, sino de deconstruir los nudos te贸ricos y bucear en los huecos y omisiones sobre los que se han fundado las experiencias revolucionarias, o m谩s precisamente uno de los modelos hist贸rico-sociales, tanto como el empobrecimiento te贸rico que propiciaron sus acr铆ticos apologistas.
En cualquier caso, si el balance provisional, m谩s a煤n el que pueda formularse en una simple p谩gina dominical, fuera simplemente el de la implosi贸n descompuesta de la ex URSS (precisamente contraria a la revoluci贸n pol铆tica antiburocr谩tica que a帽oraba Trotski) ni siquiera merecer铆a tal p谩gina. Las revoluciones sovi茅ticas tuvieron origen en formas autoorganizativas y pluralismos, inclusive diametrales a la r谩pida centralizaci贸n y al terror thermidoriano posrevolucionario. Mi refiero a los soviets (cuya traducci贸n es simplemente junta o consejo) que surgieron en el transcurso de la primera revoluci贸n rusa de 1905. Su creaci贸n no fue debida a la iniciativa de ning煤n partido ni grupo pol铆tico, sino que fue obra espont谩nea de las masas oprimidas durante el desarrollo de los acontecimientos insurreccionales. Por entonces no tuvieron un car谩cter homog茅neo ni necesariamente muy definido, sino por el contrario, variable y proteico en funci贸n de las necesidades de las luchas concretas para las que fueron creados. Surgieron como modo de perfeccionar los comit茅s de huelga creados en las f谩bricas, talleres y los ferrocarriles (luego extendido a los campesinos en las aldeas) con el objetivo de dirigir el movimiento huelgu铆stico, con o sin apoyo de los partidos revolucionarios. A lo sumo coordinando ciertas acciones y estimulando coaliciones de apoyo insurreccional. No surgieron de ley alguna, sino contra ellas. No s贸lo en Rusia, sino mucho m谩s tarde en otras insurrecciones como en Hungr铆a en 1956, o en menor medida en Checoslovaquia en 1968.
Creo fundamental remarcar dos aspectos cardinales en ellos. Por un lado el car谩cter del poder delegativo, ya que estaban conformados por representantes (o diputados) electos por todos los trabajadores del 谩mbito de acci贸n (f谩brica, sector y hasta regi贸n o territorio) para fines muy espec铆ficos y delimitados. Aunque las proporcionalidades de representaci贸n fueran desiguales (en Mosc煤 y Petersburgo por ejemplo cada 500 obreros, mientras en pueblos pod铆a ser 20 veces menor o directamente definido ad hoc) representaban la casi totalidad de la clase trabajadora y campesina, ya que luego se articulaban en un Soviet central. Los cargos o la divisi贸n interna del trabajo, comisiones, prensa propia y hasta milicias, los defin铆a la propia asamblea general del Soviet. Los representantes en los Soviets, a diferencia de los parlamentarios en las democracias liberales y fiduciarias, no percib铆an retribuci贸n alguna por el ejercicio de sus funciones y exist铆a la revocaci贸n del mandato en cualquier momento si los electores consideraban que no representaban sus aspiraciones ni eran dignos de su confianza, aunque no estuviera tan estrictamente instituida. En t茅rminos m谩s te贸ricos se ejerc铆a la democracia delegativa mandataria en un contexto de autoorganizaci贸n pluralista que es el segundo aspecto que quiero destacar. Por ejemplo, en ocasi贸n de una proposici贸n en Petrogrado de coordinaci贸n de las acciones con el Partido Socialdem贸crata Obrero Ruso, lo que implicaba implementar su programa, se suscitaron encendidos debates. Podr铆a haberlo adoptado porque una amplia mayor铆a de representantes pertenec铆an al partido, pero el tema fue eliminado del orden del d铆a porque se consider贸 que la adhesi贸n a un programa partidario puntual, contradec铆a el principio sovi茅tico de representar a la totalidad de las masas trabajadoras organizadas en la lucha. Y porque posiblemente hubiera provocado una escisi贸n de socialistas revolucionarios y mencheviques. Cierto que la prohibici贸n de participaci贸n de los anarquistas a pesar de su demanda (rectificada en los soviets de 1917) desmiente el pleno pluralismo, pero la relaci贸n entre estos consejos y los partidos siempre estuvo signada en diversa proporci贸n por la mutua desconfianza, incluyendo a los bolcheviques. Sin duda fueron un embri贸n de autonom铆a y descentralizaci贸n, aspectos inescindibles de la construcci贸n de un nuevo tipo de Estado.
Cuando el d铆a 25 de octubre de 1917 (seg煤n el viejo calendario) las fuerzas armadas del Soviet de Petrogrado ocupan todos los edificios p煤blicos, toman el Palacio de Invierno y detienen al Gobierno provisional (pr谩cticamente sin derramamiento de sangre) se produce el parto revolucionario con las consecuentes expectativas de todos los oprimidos del mundo. Se desconoc铆a por entonces que el beb茅 padeciera graves defectos de nacimiento. El Congreso de los Soviets declara depuesto el Gobierno Provisional y proclama la constituci贸n de la rep煤blica de los Soviets. Obreros y campesinos rusos pretend铆an fundar un nuevo tipo de Estado (cosa que dur贸 en t茅rminos hist贸ricos un verdadero suspiro).
Defectos que se hace indispensable pesquisar retrospectivamente no en su penosa desembocadura, sino en sus or铆genes, hasta la misma ra铆z, como la imposibilidad de los propios Marx y Engels (por razones biogr谩ficas y de contexto hist贸rico) de concebir con detalle desde un tipo de organizaci贸n revolucionaria que anticipara en su seno un nuevo tipo de Estado, de libertades y distribuci贸n del poder, hasta el problema del Estado mismo. El sue帽o de la igualdad en la distribuci贸n de la riqueza y de las posibi1idades humanas que motoriz贸 las diversas utop铆as modernas, cuyo punto de partida encontramos en Babeuf quien ya incorpora la idea de una dictadura revolucionaria de la minor铆a consciente como paso obligado para llegar a la realizaci贸n de la sociedad comunista. Continuaron la perspectiva ya m谩s conspirativa Blanqui o Weitling, con quienes los inspiradores de la huella tuvieron vacilaciones y cierta complacencia, hasta ser retomada por Lenin, Trotski y la totalidad de los bolcheviques sin mayores ambig眉edades, en una concepci贸n moderno-jacobina de revoluci贸n, contraria la pensamiento libertario que se articula en torno al principio federalista descentralizado y a la vigencia y expansi贸n de las libertades civiles y las decisiones comunitarias, que a la vez no es un ideal exclusivamente marxiano, sino un m谩s amplio prop贸sito revolucionario de traspasar los l铆mites del Estado burgu茅s, en vez de acotarlos a煤n m谩s.
Por caso, la direcci贸n bolchevique nunca tuvo claro, ni precis贸 la 铆ndole y los alcances del derecho de asociaci贸n, al que limitaron de acuerdo con las necesidades del poder una vez que pasaron a ejercerlo, como tampoco mostraron claridad respecto del derecho de prensa, que a la vez implementaron con notables restricciones. Salvo las demandas de las corrientes disidentes, como la Oposici贸n Obrera y los Decemistas, que entendieron ese derecho sin restricci贸n alguna, y por ello fueron continuamente combatidas por la mayor铆a leninista (y luego leninista–trotskista) y por 煤ltimo, en 1921, acalladas. Nunca formaron parte de sus preocupaciones te贸ricas, program谩ticas y de principios, aunque hay referencias contradictorias en historiadores como Deutscher al respecto. Lo que resulta evidente es que las condiciones posteriores de crisis, definieron la ambig眉edad en una 煤nica direcci贸n restrictiva. Ya en 1918 Rosa Luxemburgo se帽alaba una grave preocupaci贸n por las restricciones a las libertades, aunque poniendo el eje en la “presi贸n de la guerra (…) dificultades exorbitantes vinculadas a tales hechos, dificultades que no pueden dejar de desviar cualquier pol铆tica socialista por buenas que sean sus intenciones y principios.”
Se cumple el centenario de una revoluci贸n implosionada, casi inmediatamente fallida, que sin embargo intent贸 dar respuesta a demandas de las masas populares de entonces.
Nada mayormente diferente de las actuales.
En cualquier caso, si el balance provisional, m谩s a煤n el que pueda formularse en una simple p谩gina dominical, fuera simplemente el de la implosi贸n descompuesta de la ex URSS (precisamente contraria a la revoluci贸n pol铆tica antiburocr谩tica que a帽oraba Trotski) ni siquiera merecer铆a tal p谩gina. Las revoluciones sovi茅ticas tuvieron origen en formas autoorganizativas y pluralismos, inclusive diametrales a la r谩pida centralizaci贸n y al terror thermidoriano posrevolucionario. Mi refiero a los soviets (cuya traducci贸n es simplemente junta o consejo) que surgieron en el transcurso de la primera revoluci贸n rusa de 1905. Su creaci贸n no fue debida a la iniciativa de ning煤n partido ni grupo pol铆tico, sino que fue obra espont谩nea de las masas oprimidas durante el desarrollo de los acontecimientos insurreccionales. Por entonces no tuvieron un car谩cter homog茅neo ni necesariamente muy definido, sino por el contrario, variable y proteico en funci贸n de las necesidades de las luchas concretas para las que fueron creados. Surgieron como modo de perfeccionar los comit茅s de huelga creados en las f谩bricas, talleres y los ferrocarriles (luego extendido a los campesinos en las aldeas) con el objetivo de dirigir el movimiento huelgu铆stico, con o sin apoyo de los partidos revolucionarios. A lo sumo coordinando ciertas acciones y estimulando coaliciones de apoyo insurreccional. No surgieron de ley alguna, sino contra ellas. No s贸lo en Rusia, sino mucho m谩s tarde en otras insurrecciones como en Hungr铆a en 1956, o en menor medida en Checoslovaquia en 1968.
Creo fundamental remarcar dos aspectos cardinales en ellos. Por un lado el car谩cter del poder delegativo, ya que estaban conformados por representantes (o diputados) electos por todos los trabajadores del 谩mbito de acci贸n (f谩brica, sector y hasta regi贸n o territorio) para fines muy espec铆ficos y delimitados. Aunque las proporcionalidades de representaci贸n fueran desiguales (en Mosc煤 y Petersburgo por ejemplo cada 500 obreros, mientras en pueblos pod铆a ser 20 veces menor o directamente definido ad hoc) representaban la casi totalidad de la clase trabajadora y campesina, ya que luego se articulaban en un Soviet central. Los cargos o la divisi贸n interna del trabajo, comisiones, prensa propia y hasta milicias, los defin铆a la propia asamblea general del Soviet. Los representantes en los Soviets, a diferencia de los parlamentarios en las democracias liberales y fiduciarias, no percib铆an retribuci贸n alguna por el ejercicio de sus funciones y exist铆a la revocaci贸n del mandato en cualquier momento si los electores consideraban que no representaban sus aspiraciones ni eran dignos de su confianza, aunque no estuviera tan estrictamente instituida. En t茅rminos m谩s te贸ricos se ejerc铆a la democracia delegativa mandataria en un contexto de autoorganizaci贸n pluralista que es el segundo aspecto que quiero destacar. Por ejemplo, en ocasi贸n de una proposici贸n en Petrogrado de coordinaci贸n de las acciones con el Partido Socialdem贸crata Obrero Ruso, lo que implicaba implementar su programa, se suscitaron encendidos debates. Podr铆a haberlo adoptado porque una amplia mayor铆a de representantes pertenec铆an al partido, pero el tema fue eliminado del orden del d铆a porque se consider贸 que la adhesi贸n a un programa partidario puntual, contradec铆a el principio sovi茅tico de representar a la totalidad de las masas trabajadoras organizadas en la lucha. Y porque posiblemente hubiera provocado una escisi贸n de socialistas revolucionarios y mencheviques. Cierto que la prohibici贸n de participaci贸n de los anarquistas a pesar de su demanda (rectificada en los soviets de 1917) desmiente el pleno pluralismo, pero la relaci贸n entre estos consejos y los partidos siempre estuvo signada en diversa proporci贸n por la mutua desconfianza, incluyendo a los bolcheviques. Sin duda fueron un embri贸n de autonom铆a y descentralizaci贸n, aspectos inescindibles de la construcci贸n de un nuevo tipo de Estado.
Cuando el d铆a 25 de octubre de 1917 (seg煤n el viejo calendario) las fuerzas armadas del Soviet de Petrogrado ocupan todos los edificios p煤blicos, toman el Palacio de Invierno y detienen al Gobierno provisional (pr谩cticamente sin derramamiento de sangre) se produce el parto revolucionario con las consecuentes expectativas de todos los oprimidos del mundo. Se desconoc铆a por entonces que el beb茅 padeciera graves defectos de nacimiento. El Congreso de los Soviets declara depuesto el Gobierno Provisional y proclama la constituci贸n de la rep煤blica de los Soviets. Obreros y campesinos rusos pretend铆an fundar un nuevo tipo de Estado (cosa que dur贸 en t茅rminos hist贸ricos un verdadero suspiro).
Defectos que se hace indispensable pesquisar retrospectivamente no en su penosa desembocadura, sino en sus or铆genes, hasta la misma ra铆z, como la imposibilidad de los propios Marx y Engels (por razones biogr谩ficas y de contexto hist贸rico) de concebir con detalle desde un tipo de organizaci贸n revolucionaria que anticipara en su seno un nuevo tipo de Estado, de libertades y distribuci贸n del poder, hasta el problema del Estado mismo. El sue帽o de la igualdad en la distribuci贸n de la riqueza y de las posibi1idades humanas que motoriz贸 las diversas utop铆as modernas, cuyo punto de partida encontramos en Babeuf quien ya incorpora la idea de una dictadura revolucionaria de la minor铆a consciente como paso obligado para llegar a la realizaci贸n de la sociedad comunista. Continuaron la perspectiva ya m谩s conspirativa Blanqui o Weitling, con quienes los inspiradores de la huella tuvieron vacilaciones y cierta complacencia, hasta ser retomada por Lenin, Trotski y la totalidad de los bolcheviques sin mayores ambig眉edades, en una concepci贸n moderno-jacobina de revoluci贸n, contraria la pensamiento libertario que se articula en torno al principio federalista descentralizado y a la vigencia y expansi贸n de las libertades civiles y las decisiones comunitarias, que a la vez no es un ideal exclusivamente marxiano, sino un m谩s amplio prop贸sito revolucionario de traspasar los l铆mites del Estado burgu茅s, en vez de acotarlos a煤n m谩s.
Por caso, la direcci贸n bolchevique nunca tuvo claro, ni precis贸 la 铆ndole y los alcances del derecho de asociaci贸n, al que limitaron de acuerdo con las necesidades del poder una vez que pasaron a ejercerlo, como tampoco mostraron claridad respecto del derecho de prensa, que a la vez implementaron con notables restricciones. Salvo las demandas de las corrientes disidentes, como la Oposici贸n Obrera y los Decemistas, que entendieron ese derecho sin restricci贸n alguna, y por ello fueron continuamente combatidas por la mayor铆a leninista (y luego leninista–trotskista) y por 煤ltimo, en 1921, acalladas. Nunca formaron parte de sus preocupaciones te贸ricas, program谩ticas y de principios, aunque hay referencias contradictorias en historiadores como Deutscher al respecto. Lo que resulta evidente es que las condiciones posteriores de crisis, definieron la ambig眉edad en una 煤nica direcci贸n restrictiva. Ya en 1918 Rosa Luxemburgo se帽alaba una grave preocupaci贸n por las restricciones a las libertades, aunque poniendo el eje en la “presi贸n de la guerra (…) dificultades exorbitantes vinculadas a tales hechos, dificultades que no pueden dejar de desviar cualquier pol铆tica socialista por buenas que sean sus intenciones y principios.”
Se cumple el centenario de una revoluci贸n implosionada, casi inmediatamente fallida, que sin embargo intent贸 dar respuesta a demandas de las masas populares de entonces.
Nada mayormente diferente de las actuales.