OPINI脫N de Joan del Alc脿zar.- Mariano Rajoy es un hombre que tiene su propia memoria hist贸rica, como todo el mundo. Aclaremos de entrada que cuando hablamos de memoria hist贸rica o de memorias hist贸ricas, en singular o en plural, nos referimos tanto a los posicionamientos personales producto del recuerdo o de las vivencias individuales —que llevamos imaginariamente cargados a la espalda, como en una virtual mochila 煤nica e intransferible—, como a los discursos o los usos p煤blicos, personales o de grupo, sobre el pasado reciente que conviven, no sin dificultades, en los distintos escenarios pol铆ticos y sociales de un pa铆s.
Pues bien, por lo que hace a su propia mochila, el presidente del Gobierno acaba de darnos una muestra m谩s, y van ciento, de d贸nde se ubica 茅l respecto a la historia de las Espa帽as desde los a帽os de la II Rep煤blica hasta hoy. En una charla con militares destacados en Costa de Marfil, donde se encuentra con motivo de una reuni贸n entre la Uni贸n Africana y la Uni贸n Europea, Rajoy explic贸 con la galanura que lo caracteriza que 茅l sigue utilizando la denominaci贸n franquista para referirse a la calle de Mar铆n, Pontevedra, en la que vivi贸 de joven. Que el nombre se le cambiara hace diez a帽os en cumplimiento de la Ley de Memoria Hist贸rica [LMH] no le afecta; ni que la antigua y para 茅l eterna denominaci贸n obedeciera a la voluntad de rendir homenaje a un militar golpista que fue ministro de Franco, tampoco; que el nombre de esa v铆a sea, ¡desde hace diez a帽os!, Rosal铆a de Castro -una de las figuras literarias emblem谩ticas del Rexurdimento gallego-, menos todav铆a.
O sea, que el se帽or Presidente no es solo que se vanaglorie en p煤blico, y lo esgrima como timbre de honor, de que su Gobierno no ha dedicado un euro al cumplimiento de la LMH, es que se pasa por el arco del triunfo su acatamiento hasta el punto que –por lo que a 茅l respecta- la denominaci贸n de su calle seguir谩 siendo la dedicada a un militar que, primero, se levant贸 en armas contra el gobierno constitucional de la Rep煤blica Espa帽ola y, m谩s tarde, fue ministro de la dictadura tr谩gica y cruel responsable de que –todav铆a- tengamos a miles de represaliados en las cunetas de las Espa帽as.
Luis Alberto Romero estableci贸 la existencia de cuatro memorias de la 煤ltima dictadura argentina: la llamada memoria oficial —fundada, dice, por el Informe Nunca M谩s—, la militante, la rencorosa y la reivindicativa de los hechos de la dictadura. Una de las caracter铆sticas comunes —y 茅sta es una realidad de extrema importancia— es que para ninguna de ellas la verdad, en el sentido convencional del t茅rmino, es un objetivo importante. Y es que, como dice L.A. Romero: "Cada uno se acuerda de lo que quiere y se olvida de lo que le da la gana. La memoria es valorativa y categ贸rica, y tiende a considerar las cosas en t茅rminos de blancos y negros (...) todo lo que en la memoria es exaltado y contrastado, en el campo del saber de los historiadores es opaco y matizado".
Pues s铆, Rajoy se acuerda de lo que quiere y se olvida de lo que le da la gana, y eso no es casual. Es m谩s que probable que lo que Rajoy guarda en su mochila en relaci贸n con la dictadura de Franco lo conecte con aquella de las memorias de las que hablaba L.A. Romero: la reivindicativa del ominoso r茅gimen del general Franco.
En primera instancia, esa actitud de Rajoy recuerda aquellas declaraciones de su compa帽ero de Gabinete [con Aznar], Jaime Mayor Oreja, quien dijera “¿Por qu茅 voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad? […] Era una situaci贸n de extraordinaria placidez". Tambi茅n tiene el mismo tufo de intervenciones m谩s recientes como las de Rafael Hernando, Pablo Casado y tantos otros altos cargos del Partido Popular que no pierden ocasi贸n de denigrar a las v铆ctimas de la dictadura y de hacer todo lo posible por negarles el menor resarcimiento, ya sea en las cunetas, en el mausoleo del Valle de Cuelgamuros y hasta en el callejero de los pueblos y ciudades espa帽olas.
Esa contumacia recuerda comportamientos parecidos que hemos conocido en otras latitudes. En Chile, por ejemplo, todav铆a es f谩cil encontrar a muchos que consideran que no hay nada que reprochar al r茅gimen militar [1973-1989], ni por supuesto al general Pinochet. Estos nost谩lgicos, incluso, consideran que al general habr铆a que agradecerle a perpetuidad el haber evitado una guerra civil [sic] y haber modernizado Chile. Tambi茅n hay gente en el pa铆s andino que vivi贸 con Pinochet “una situaci贸n de extraordinaria placidez”.
No parece descabellado, pues, concluir que lo que Rajoy lleva en su mochila es, precisamente, una memoria laudatoria de los a帽os de Franco que le impulsa a incumplir la Ley de la Memoria Hist贸rica y que le excusa de abandonar de una vez por todas los homenajes a los golpistas y los jerarcas del franquismo. Adem谩s, por supuesto, esa mochila le exime de sentir la menor empat铆a, la menor proximidad por las v铆ctimas directas e indirectas de la sublevaci贸n y la dictadura franquista. Lo m谩s grave, con todo, es que un personaje as铆 sea el presidente de un pa铆s de la Uni贸n Europea.
Pues bien, por lo que hace a su propia mochila, el presidente del Gobierno acaba de darnos una muestra m谩s, y van ciento, de d贸nde se ubica 茅l respecto a la historia de las Espa帽as desde los a帽os de la II Rep煤blica hasta hoy. En una charla con militares destacados en Costa de Marfil, donde se encuentra con motivo de una reuni贸n entre la Uni贸n Africana y la Uni贸n Europea, Rajoy explic贸 con la galanura que lo caracteriza que 茅l sigue utilizando la denominaci贸n franquista para referirse a la calle de Mar铆n, Pontevedra, en la que vivi贸 de joven. Que el nombre se le cambiara hace diez a帽os en cumplimiento de la Ley de Memoria Hist贸rica [LMH] no le afecta; ni que la antigua y para 茅l eterna denominaci贸n obedeciera a la voluntad de rendir homenaje a un militar golpista que fue ministro de Franco, tampoco; que el nombre de esa v铆a sea, ¡desde hace diez a帽os!, Rosal铆a de Castro -una de las figuras literarias emblem谩ticas del Rexurdimento gallego-, menos todav铆a.
O sea, que el se帽or Presidente no es solo que se vanaglorie en p煤blico, y lo esgrima como timbre de honor, de que su Gobierno no ha dedicado un euro al cumplimiento de la LMH, es que se pasa por el arco del triunfo su acatamiento hasta el punto que –por lo que a 茅l respecta- la denominaci贸n de su calle seguir谩 siendo la dedicada a un militar que, primero, se levant贸 en armas contra el gobierno constitucional de la Rep煤blica Espa帽ola y, m谩s tarde, fue ministro de la dictadura tr谩gica y cruel responsable de que –todav铆a- tengamos a miles de represaliados en las cunetas de las Espa帽as.
Luis Alberto Romero estableci贸 la existencia de cuatro memorias de la 煤ltima dictadura argentina: la llamada memoria oficial —fundada, dice, por el Informe Nunca M谩s—, la militante, la rencorosa y la reivindicativa de los hechos de la dictadura. Una de las caracter铆sticas comunes —y 茅sta es una realidad de extrema importancia— es que para ninguna de ellas la verdad, en el sentido convencional del t茅rmino, es un objetivo importante. Y es que, como dice L.A. Romero: "Cada uno se acuerda de lo que quiere y se olvida de lo que le da la gana. La memoria es valorativa y categ贸rica, y tiende a considerar las cosas en t茅rminos de blancos y negros (...) todo lo que en la memoria es exaltado y contrastado, en el campo del saber de los historiadores es opaco y matizado".
Pues s铆, Rajoy se acuerda de lo que quiere y se olvida de lo que le da la gana, y eso no es casual. Es m谩s que probable que lo que Rajoy guarda en su mochila en relaci贸n con la dictadura de Franco lo conecte con aquella de las memorias de las que hablaba L.A. Romero: la reivindicativa del ominoso r茅gimen del general Franco.
En primera instancia, esa actitud de Rajoy recuerda aquellas declaraciones de su compa帽ero de Gabinete [con Aznar], Jaime Mayor Oreja, quien dijera “¿Por qu茅 voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad? […] Era una situaci贸n de extraordinaria placidez". Tambi茅n tiene el mismo tufo de intervenciones m谩s recientes como las de Rafael Hernando, Pablo Casado y tantos otros altos cargos del Partido Popular que no pierden ocasi贸n de denigrar a las v铆ctimas de la dictadura y de hacer todo lo posible por negarles el menor resarcimiento, ya sea en las cunetas, en el mausoleo del Valle de Cuelgamuros y hasta en el callejero de los pueblos y ciudades espa帽olas.
Esa contumacia recuerda comportamientos parecidos que hemos conocido en otras latitudes. En Chile, por ejemplo, todav铆a es f谩cil encontrar a muchos que consideran que no hay nada que reprochar al r茅gimen militar [1973-1989], ni por supuesto al general Pinochet. Estos nost谩lgicos, incluso, consideran que al general habr铆a que agradecerle a perpetuidad el haber evitado una guerra civil [sic] y haber modernizado Chile. Tambi茅n hay gente en el pa铆s andino que vivi贸 con Pinochet “una situaci贸n de extraordinaria placidez”.
No parece descabellado, pues, concluir que lo que Rajoy lleva en su mochila es, precisamente, una memoria laudatoria de los a帽os de Franco que le impulsa a incumplir la Ley de la Memoria Hist贸rica y que le excusa de abandonar de una vez por todas los homenajes a los golpistas y los jerarcas del franquismo. Adem谩s, por supuesto, esa mochila le exime de sentir la menor empat铆a, la menor proximidad por las v铆ctimas directas e indirectas de la sublevaci贸n y la dictadura franquista. Lo m谩s grave, con todo, es que un personaje as铆 sea el presidente de un pa铆s de la Uni贸n Europea.
