
Robert Badinter, 脿 l'UNESCO, le 6.12.2016
© UNESCO/Christelle ALIX
El Correo de la UNESCO
El antisemitismo en el mundo resurge constantemente, como una yerba venenosa. En la Edad Media fue de signo religioso y en el siglo XIX revisti贸 un car谩cter nacionalista, antes de que la ideolog铆a nazi le imprimiera el sello de un racismo pseudocient铆fico. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se ha transformado en antisionismo. Robert Badinter saca de la historia del antisemitismo ense帽anzas premonitorias plenas de sentido.
Por Robert Badinter
El antisemitismo no es un fen贸meno contempor谩neo, sino un mal multisecular. Durante dos milenios, la condici贸n de los jud铆os –especialmente en Europa– ha sido sin贸nimo de exclusi贸n, sufrimiento y persecuci贸n desde la toma de Jerusal茅n por Tito en el a帽o 70 y la dispersi贸n de los jud铆os por toda la cuenca del Mediterr谩neo, donde fueron vendidos como esclavos en tan gran n煤mero que su precio de mercado –por emplear t茅rminos econ贸micos modernos– se desmoron贸 en todo el Imperio Romano.
Desde esta 茅poca lejana, yo dir铆a que se han dado tres tipos de antisemitismo, que a veces se amalgaman entre s铆.
Del antisemitismo religioso y nacionalista al racial
El primer tipo es el antisemitismo religioso. Desde la promulgaci贸n del Edicto de Constantino en el a帽o 313 por el que se declar贸 el cristianismo religi贸n oficial del Impero Romano, el antisemitismo se ha nutrido siempre del odio al “pueblo deicida”, que mat贸 a Jesucristo. Cuando se produc铆an matanzas y persecuciones, solamente en algunas ocasiones se ofrec铆a a los jud铆os la posibilidad de librarse de la muerte o del exilio a cambio de una conversi贸n forzada, lo que no obstaba para que volvieran a practicar de nuevo el juda铆smo en tiempos m谩s clementes. La larga y culturalmente fecunda historia de los llamados “marranos” en los estados cristianos de la Pen铆nsula Ib茅rica es prueba de ello.
Con el nacimiento de las naciones modernas, el antisemitismo revisti贸 un car谩cter esencialmente nacionalista. A los jud铆os se les consideraba extranjeros y sospechosos en las naciones donde viv铆an, aunque hubieran nacido en ellas. El hecho de que los jud铆os, a pesar del ostracismo que sufr铆an, hubieran asumido responsabilidades de modo natural y llegado a desempe帽ar importantes funciones en la pol铆tica, la econom铆a o la banca, los convert铆a en traidores potenciales cuando surg铆a el m铆nimo problema nacional, por considerarse que estaban al servicio de un complot urdido por una imaginaria “Internacional Jud铆a” inventada por los antisemitas. As铆 ocurri贸 en Francia. No es necesario que recuerde a este respecto el significado antisemita del llamado “Caso Dreyfus”. Si se hubieran analizado los hechos con una pizca de lucidez, no habr铆a habido motivo alguno para considerar traidor al capit谩n Dreyfus, un jud铆o alsaciano adinerado que detestaba a Alemania y deseaba ante todo servir a Francia.
A finales del siglo XIX, con la evoluci贸n de las mentalidades el antisemitismo pretendi贸 ser “cient铆fico” y se volvi贸 racial. Catalog贸 a los jud铆os como seres de una “raza” de misterioso origen oriental inasimilables por las naciones donde se establec铆an –en particular las pertenecientes a la “raza aria superior”– que corr铆an el riesgo de degenerarse por la presencia en su seno de jud铆os portadores de un sinf铆n de taras.
Reconocimiento de la ciudadan铆a francesa a los jud铆os
En la larga historia de la humanidad los jud铆os aparecen como una especie maldita a la que se imponen prohibiciones, confinamientos en guetos y marcas indumentarias, como si fueran animales peligrosos. Por eso debemos reconocer la inmensa importancia que tuvo la Revoluci贸n Francesa al proclamar en 1791, por primera vez en la historia, que los jud铆os asentados en Francia ser铆an en adelante ciudadanos de pleno derecho.
Una an茅cdota: el mismo d铆a en que la Asamblea Constituyente, ya pr贸xima a su fin, vot贸 a favor de ese reconocimiento, la hermana de Luis XVI escrib铆a en estos t茅rminos a una de sus parientas de la familia Habsburgo de Viena: “La Asamblea Constituyente ha llegado al colmo de la locura, ha hecho ciudadanos a los jud铆os…”.
Subrayo esto porque esa voluntad de reconocer a los jud铆os la plena ciudadan铆a –conseguida a duras penas por la Asamblea Constituyente, por lo dem谩s– emanaba de lo que m谩s detestaron los nazis: los derechos del hombre y el ciudadano y la filosof铆a de la Ilustraci贸n. Seg煤n la expresi贸n literal de Adolf Hitler en su obra “Mein Kampf”, los jud铆os ten铆an que ser excluidos por completo de la comunidad del pueblo alem谩n. Ese antisemitismo furioso fue la ra铆z de las leyes raciales del Tercer Reich adoptadas en 1935 en N煤remberg, cuya finalidad era “proteger la sangre y el honor alemanes”, supuestamente mancillados por la presencia de jud铆os.
Voy a pasar por alto la imposibilidad en que se encontr贸 la teor铆a racial para dotarse de criterios cient铆ficos. Los investigadores del Tercer Reich buscaron y buscaron, pero evidentemente no encontraron nada. De ah铆 que el antisemitismo se desplazara una vez m谩s hacia la pertenencia a la religi贸n jud铆a. En efecto, los criterios establecidos en las leyes de N煤remberg prohib铆an a los jud铆os convertirse a cualquier otra religi贸n, a fin de impedirles abandonar el –por as铆 decir– reba帽o de seres mal茅ficos al que pertenec铆an por nacimiento.
Una paradoja desconcertante
No voy a recitar aqu铆 la larga lista de persecuciones padecidas por los jud铆os en el Tercer Reich primero, y en el conjunto de los territorios ocupados por el ej茅rcito alem谩n despu茅s. Tampoco voy a mencionar los incontables estudios que han puesto sobradamente de manifiesto la envergadura y el horror del genocidio jud铆o perpetrado por los nazis, ni las notables obras hist贸ricas y filos贸ficas que han tratado esta cuesti贸n.
Desear铆a, en cambio, destacar lo que me parece mucho m谩s esencial, porque puede servir de advertencia: es muy notable y dif铆cilmente comprensible que el impulsor y ejecutor de una de las m谩s terribles y asoladoras persecuciones de jud铆os de todos los tiempos en Europa haya sido un gran pueblo cristiano y uno de los m谩s cultos del Viejo Continente, que ha dado al mundo un gran n煤mero de genios en los 谩mbitos del arte, la filosof铆a y la investigaci贸n cient铆fica. Es fundamental recordar esto porque la Alemania de las postrimer铆as de la Rep煤blica de Weimar era un pa铆s en el que el amor por la cultura, la pasi贸n por el arte y la m煤sica y el entusiasmo por la investigaci贸n cient铆fica hab铆an alcanzado un apogeo sin parang贸n en Europa.
Esto puede ser un motivo de reflexi贸n para la UNESCO en concreto. La Alemania prehitleriana era el pa铆s del mundo que m谩s brillaba por su filosof铆a. Sin embargo, fue el pa铆s que desencaden贸 la tragedia m谩s cruel sufrida por los jud铆os, tras capitular ante la furia desatada del antisemitismo y el racismo.
Subrayo entonces la lecci贸n que debemos sacar de este hecho: la cultura, el conocimiento y el amor por las artes no bastan para levantar una muralla infranqueable contra el antisemitismo, ya que 茅ste se asent贸 de la forma m谩s horrorosa all铆 donde estos tres elementos florec铆an.
Deseo que se me comprenda bien. No se trata de que renunciemos a un progreso siempre necesario. En efecto, en nuestra condici贸n de disc铆pulos de la Ilustraci贸n siempre hemos tenido la convicci贸n de que, pese a todas sus vicisitudes, la humanidad progresa gracias a los beneficios que le reportan una educaci贸n ilustrada e instituciones justas basadas en la filosof铆a de los derechos humanos. De lo que se trata es de constatar que ni la educaci贸n, ni el arte, ni la cultura en sentido lato constituyen de por s铆 medios de defensa suficientes contra la furia del racismo y el antisemitismo. Es preciso sacar las lecciones que se imponen.
El antisionismo
El Tercer Reich se desmoron贸, su fundador se suicid贸, los principales miembros de su estado mayor fueron ahorcados o desaparecieron, y el mundo descubri贸 la inmensidad del genocidio perpetrado en Europa contra los jud铆os. Al poco de crearse las Naciones Unidas, surgi贸 en su seno un potente movimiento en favor de la creaci贸n de un Estado jud铆o, ya prometido por los Aliados desde la Gran Guerra (1914-1918).
La creaci贸n de un Estado jud铆o en Palestina, en virtud de la Resoluci贸n 181 (II) del 29 de noviembre de 1947 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, no fue aceptada por todos y la respuesta fue la guerra lanzada por los ej茅rcitos de los Estados 谩rabes vecinos, que invadieron Palestina. La guerra fue favorable a los jud铆os y sus consecuencias son bien sabidas: el conflicto 谩rabe-israel铆 nunca ha cesado desde la creaci贸n del Estado de Israel.
No es el momento de debatir sobre la legitimidad de los derechos de unos y otros, ni sobre cu谩l ser铆a la mejor soluci贸n para poner t茅rmino a ese conflicto. Estas cuestiones se han de debatir en otras instancias. Pero s铆 cabe constatar que, con motivo de dicho conflicto, el antisemitismo se ha vuelto a propagar ampliamente bajo la denominaci贸n de antisionismo.
Es preciso ser l煤cidos y reconocer que con esa denominaci贸n que toma como referencia el sionismo, en realidad se est谩 apuntando a los jud铆os, a todos los jud铆os del mundo. Yo dir铆a que el antisionismo, en el fondo, no es m谩s que la expresi贸n contempor谩nea del antisemitismo, esto es, del odio a los jud铆os.
El antisemitismo en la era digital
Es obvio que el antisemitismo contempor谩neo no presenta los mismos rasgos que en la 茅poca del emperador Constantino. Hoy en d铆a recurre ampliamente –y con 茅xito– a las redes sociales y a discursos y v铆deos de ret贸rica especialmente perversa difundidos por determinados sitios web. Me he preguntado muchas veces qu茅 podr铆a haber ocurrido en Europa antes de 1939 si el el doctor Goebbels –entonces ministro del Reich de Ilustraci贸n P煤blica y Propaganda– hubiera dispuesto de los medios tecnol贸gicos actuales. Porque el universo digital es el actual campo de batalla contra el antisemitismo.
Mi edad avanzada y el hecho de que nunca en mi vida he visto que el antisemitismo ceje en su empe帽o me han llevado a la convicci贸n de que, mientras dure el conflicto 谩rabe-israel铆, el odio a los jud铆os seguir谩 extendi茅ndose m谩s all谩 de Oriente Pr贸ximo y enardeciendo a algunos musulmanes –especialmente a los m谩s j贸venes– influenciados por la propaganda violenta difundida por Internet que todos conocemos.
Amalgama criminal
La amalgama que equipara a los jud铆os con los sionistas nutre el odio antisemita, que se traduce en atroces atentados perpetrados en Occidente –especialmente en Francia– y en Oriente Pr贸ximo. Para comprobarlo, basta consultar la lista de v铆ctimas de los cr铆menes cometidos en los 煤ltimos a帽os.
Me atormenta una imagen reciente: un hombre armado persigue a escolares en una escuela jud铆a y agarra por los cabellos a una ni帽ita que escapa, mat谩ndola de un disparo a bocajarro. ¿No es ese crimen una r茅plica de los de las SS? Horrible expresi贸n del antisemitismo, esta imagen trasciende el tiempo y nos recuerda al ensa帽amiento con las poblaciones de los guetos de Europa del Este.
Por 煤ltimo, en lo referente a la acci贸n en pro de la paz civil quiero decir y recalcar con firmeza que es muy importante –fraternal incluso– el papel desempe帽ado por los representantes de la comunidad musulmana que denuncian ese tipo de cr铆menes. En este 谩mbito, el terrorismo nos tiende tambi茅n la trampa de la amalgama y nuestro deber es no aceptarla en modo alguno. Quiero recordar como hago siempre, que 80% de las v铆ctimas del terrorismo en el mundo son musulmanes, seg煤n los estudios de varios centros de investigaci贸n. Insisto en subrayarlo porque ser铆a criminal hacer cualquier amalgama a este respecto.
Mi mensaje no es muy optimista, lo s茅, pero creo que la complacencia alimenta los prejuicios y 茅stos, a su vez, la muerte, porque engendran odio. Si conseguimos que en la mentalidad de las generaciones j贸venes triunfen los principios de la Ilustraci贸n y los derechos humanos, habremos obrado por una causa justa: la de la paz entre los pueblos.
Con este art铆culo, El Correo de la UNESCO se asocia a la celebraci贸n del D铆a Internacional de Conmemoraci贸n del Holocausto (27 de enero). El texto se basa en el discurso pronunciado por Badinter en la Mesa redonda sobre la prevenci贸n del antisemitismo organizada por la UNESCO el 6 de diciembre de 2016.
Robert Badinter
Abogado y profesor de derecho, Robert Badinter (Francia) fue ministro de justicia de Francia de 1981 a 1986. En 1981, logr贸 que el parlamento franc茅s votara la abolici贸n de la pena de muerte. Entre 1986 y 1995 presidi贸 el Consejo Constitucional y en el periodo 1995-2011 fue elegido senador socialista por el departamento de Hauts-de-Seine.