OPINI脫N de Esther Vivas.- Ser madre no es f谩cil. Nunca lo ha sido, y hoy tampoco lo es. Las mujeres nos enfrentamos a una doble presi贸n: la de ser mam谩s, como dicta el mantra patriarcal, y el c贸mo serlo (con un ‘pack’ completo, muchas veces contradictorio, de lo que se espera de nosotras), pero a la vez, siguiendo el abc del capitalismo neoliberal, debemos “triunfar” en el mercado de trabajo y tener una carrera de 茅xito. O simplemente, como en la mayor铆a de los casos, tenemos que sobrevivir como podemos con un empleo m谩s o menos precario.
Lo contradictorio del caso es que tener 茅xito o subsistir en el mundo laboral es pr谩cticamente incompatible con tener descendencia. Solo hace falta preguntar a todas aquellas mujeres embarazadas o madres que han sufrido ‘mobbing maternal’, y han acabado incluso perdiendo su empleo, o a todas esas mujeres j贸venes, en edad de tener criaturas, que ya ni se las llega a contratar, por si acaso. O a las que han tenido que renunciar a su vida personal en beneficio de su carrera o justo a la inversa.
Menor fertilidad
Una de las principales causas por las que las mujeres no tienen hijos est谩 relacionada con el aplazamiento de la maternidad por razones familiares y econ贸micas, vinculadas en este 煤ltimo caso al empleo. As铆, cuando te planteas o ves la posibilidad real de ser madre, porque has conseguido finalmente un trabajo y/o una pareja estable, tienes una edad en la que tu fertilidad ha disminuido dr谩sticamente, y esto puede complicar dichos anhelos. El auge de los tratamientos de reproducci贸n asistida en los 煤ltimos a帽os son el mejor ejemplo. En el 2014, casi uno de cada 10 reci茅n nacidos, seg煤n datos del Ministerio de Sanidad, lleg贸 al mundo a partir de uno de estos m茅todos.
Si llegas a parir, lo que te espera es un ejercicio casi imposible de malabarismos para hacer compatible la crianza, la vida personal, y el trabajo remunerado. La conciliaci贸n se ha demostrado una gran farsa que obliga a subordinar el cuidado de las criaturas a un mercado laboral precario, con horarios inestables, salarios bajos y jornadas interminables, donde las mujeres adem谩s nos encontramos en inferioridad de condiciones que los hombres.
Aqu铆, a diferencia de otros pa铆ses europeos, en especial los n贸rdicos, las bajas por maternidad son una tomadura de pelo. Las escasas 16 semanas a las cuales las mujeres tenemos derecho, obligan a muchas mam谩s que desear铆an estar con sus beb茅s a tener que volver al trabajo para no perder el empleo o porque necesitan s铆 o s铆 esos ingresos. En general, son las mujeres m谩s vulnerables, pobres y precarias, quienes tienen que enfrentar dicha situaci贸n. Otras que se lo pueden permitir, con m谩s o menos posibilidades econ贸micas o familiares, toman a su cargo, sin cobrar, una excedencia. Hay mujeres que al cabo de pocas semanas de haber parido quieren reincorporarse al empleo, pero las que no queremos deber铆amos tener derecho a poder estar con nuestros reci茅n nacidos.
Cuidar a las criaturas
Y cuando madres y padres trabajan fuera de casa, ¿qui茅n se hace cargo de las criaturas? La externalizaci贸n ‘low cost’ a menudo es la respuesta, que queda muchas veces en manos de mujeres inmigrantes que, paradojas de la vida, en algunos casos han tenido que dejar atr谩s a sus peque帽os para cuidar de los nuestros, en”una cadena global de cuidados”, como la describe la soci贸loga Arlie Hochschild, que transfiere a escala transnacional el “trabajo maternal”.
Las escuelas infantiles son el otro lugar donde las criaturas quedan a cargo de terceros. Uno de sus inconvenientes, m谩s all谩 del debate acerca de la edad de escolarizaci贸n, es que sus elevadas ‘ratios’ (el n煤mero de peque帽os por educadora y aula) hace que muchas buenas profesionales no pueden realizar adecuadamente su labor. Asimismo, no da prestigio trabajar en un centro de educaci贸n infantil o primaria, los salarios son bajos y el reconocimiento social es nulo.
La opci贸n de los abuelos
Si no podemos pagar a alguien para que cuide del peque帽o y no es posible dejarlo en la escuela, siempre queda la opci贸n de los abuelos, y en particular las abuelas, que adem谩s salen gratis. Se estima que un 50% de ellos cuida cada d铆a de sus nietos, y un 22% lo hace a lo largo, ni m谩s ni menos, de m谩s de siete horas diarias. Unos mayores que sufren una situaci贸n de “doble dependencia”, al tratarse de un colectivo perceptor de cuidados que a la vez debe cuidar de otros, ni que sea temporalmente.
Ante tal situaci贸n, ¿d贸nde queda la maternidad y la crianza? Obviamente, en los m谩rgenes de la sociedad, en un sistema que menosprecia la vulnerabilidad humana.
Lo contradictorio del caso es que tener 茅xito o subsistir en el mundo laboral es pr谩cticamente incompatible con tener descendencia. Solo hace falta preguntar a todas aquellas mujeres embarazadas o madres que han sufrido ‘mobbing maternal’, y han acabado incluso perdiendo su empleo, o a todas esas mujeres j贸venes, en edad de tener criaturas, que ya ni se las llega a contratar, por si acaso. O a las que han tenido que renunciar a su vida personal en beneficio de su carrera o justo a la inversa.
Menor fertilidad
Una de las principales causas por las que las mujeres no tienen hijos est谩 relacionada con el aplazamiento de la maternidad por razones familiares y econ贸micas, vinculadas en este 煤ltimo caso al empleo. As铆, cuando te planteas o ves la posibilidad real de ser madre, porque has conseguido finalmente un trabajo y/o una pareja estable, tienes una edad en la que tu fertilidad ha disminuido dr谩sticamente, y esto puede complicar dichos anhelos. El auge de los tratamientos de reproducci贸n asistida en los 煤ltimos a帽os son el mejor ejemplo. En el 2014, casi uno de cada 10 reci茅n nacidos, seg煤n datos del Ministerio de Sanidad, lleg贸 al mundo a partir de uno de estos m茅todos.
Si llegas a parir, lo que te espera es un ejercicio casi imposible de malabarismos para hacer compatible la crianza, la vida personal, y el trabajo remunerado. La conciliaci贸n se ha demostrado una gran farsa que obliga a subordinar el cuidado de las criaturas a un mercado laboral precario, con horarios inestables, salarios bajos y jornadas interminables, donde las mujeres adem谩s nos encontramos en inferioridad de condiciones que los hombres.
Aqu铆, a diferencia de otros pa铆ses europeos, en especial los n贸rdicos, las bajas por maternidad son una tomadura de pelo. Las escasas 16 semanas a las cuales las mujeres tenemos derecho, obligan a muchas mam谩s que desear铆an estar con sus beb茅s a tener que volver al trabajo para no perder el empleo o porque necesitan s铆 o s铆 esos ingresos. En general, son las mujeres m谩s vulnerables, pobres y precarias, quienes tienen que enfrentar dicha situaci贸n. Otras que se lo pueden permitir, con m谩s o menos posibilidades econ贸micas o familiares, toman a su cargo, sin cobrar, una excedencia. Hay mujeres que al cabo de pocas semanas de haber parido quieren reincorporarse al empleo, pero las que no queremos deber铆amos tener derecho a poder estar con nuestros reci茅n nacidos.
Cuidar a las criaturas
Y cuando madres y padres trabajan fuera de casa, ¿qui茅n se hace cargo de las criaturas? La externalizaci贸n ‘low cost’ a menudo es la respuesta, que queda muchas veces en manos de mujeres inmigrantes que, paradojas de la vida, en algunos casos han tenido que dejar atr谩s a sus peque帽os para cuidar de los nuestros, en”una cadena global de cuidados”, como la describe la soci贸loga Arlie Hochschild, que transfiere a escala transnacional el “trabajo maternal”.
Las escuelas infantiles son el otro lugar donde las criaturas quedan a cargo de terceros. Uno de sus inconvenientes, m谩s all谩 del debate acerca de la edad de escolarizaci贸n, es que sus elevadas ‘ratios’ (el n煤mero de peque帽os por educadora y aula) hace que muchas buenas profesionales no pueden realizar adecuadamente su labor. Asimismo, no da prestigio trabajar en un centro de educaci贸n infantil o primaria, los salarios son bajos y el reconocimiento social es nulo.
La opci贸n de los abuelos
Si no podemos pagar a alguien para que cuide del peque帽o y no es posible dejarlo en la escuela, siempre queda la opci贸n de los abuelos, y en particular las abuelas, que adem谩s salen gratis. Se estima que un 50% de ellos cuida cada d铆a de sus nietos, y un 22% lo hace a lo largo, ni m谩s ni menos, de m谩s de siete horas diarias. Unos mayores que sufren una situaci贸n de “doble dependencia”, al tratarse de un colectivo perceptor de cuidados que a la vez debe cuidar de otros, ni que sea temporalmente.
Ante tal situaci贸n, ¿d贸nde queda la maternidad y la crianza? Obviamente, en los m谩rgenes de la sociedad, en un sistema que menosprecia la vulnerabilidad humana.