"Los trabajadores humanitarios pueden colocar una venda al paciente, pero solo los Estados podrán curarlo"
Discurso de Dominik Stillhart, director de Actividades Operacionales del CICR, en el marco de la segunda conferencia de Bruselas sobre Siria.
Gracias por darnos al Comité Internacional de la Cruz Roja y a quien les habla la posibilidad de dirigirnos a ustedes hoy.
Como sabrán, el CICR está presente en el terreno desde los inicios del conflicto. Ha sido testigo del colapso de un país, de la destrucción de muchas vidas.
No voy a repetir hoy aquí las cifras ni los trágicos relatos sobre Siria. Creo que ya todos los conocemos.
Basta con decir que la población está agotada, cansada de una guerra que no tiene fin. Una guerra que, al parecer, tampoco tiene límites.
Que quede bien claro: se trata de un conflicto complejo, que engloba a varios Estados, grupos armados, milicias y fuerzas de autodefensa, subsidiarios y asesores.
¿El resultado? Una atomización de la responsabilidad que desdibuja totalmente el límite entre lo verdadero y lo falso.
Es importante que los Estados, así como otros actores, utilicen su influencia para paliar la situación de inmediato.
En concreto, nos referimos a que los Estados que apoyan a las partes en conflicto en Siria se comprometan a lo siguiente:
- Primero: determinar claramente las responsabilidades. Quién es responsable de qué y para quién. La ambigüedad aumenta el riesgo de que se comentan violaciones del DIH.
- Segundo: mejorar la rendición de cuentas. Los Estados deben aplicar procedimientos claros para reunir denuncias de esas violaciones del derecho y luego investigarlas.
- Tercero: añadir salvaguardias respecto de las transferencias de armas a partes implicadas en la comisión de violaciones del DIH.
Esas son apenas tres de las diez recomendaciones que el CICR ha transmitido a las partes en conflicto y a los Estados influyentes.
En síntesis: no debería prestarse ningún tipo de apoyo a las partes beligerantes si no cumplen las normas de la guerra.
Sin cumplimiento, no hay apoyo. Una condición simple que puede salvar vidas.
Los Estados que apoyan a las partes en conflicto, así como los Estados influyentes, tienen una responsabilidad moral y legal de proteger a las personas vulnerables, heridas, desplazadas y detenidas.
Señoras y señores, a cuatro horas y media de avión desde donde estamos, miles y miles de personas viven sumidas en el miedo y la incertidumbre.
Personas que viven en refugios, personas cuyas viviendas quedaron prácticamente destruidas, personas recluidas en centros de detención, personas que viven a la intemperie.
Hay una generación sin norte porque le han arrancado la brújula de las manos.
Hay niños que crecen sin conocer otra realidad más que la del miedo y la incertidumbre, las bombas y las balas.
La población civil en Siria se ha convertido en el principal objetivo de los ataques en lugar de ser el principal objetivo de protección.
¿Podemos nosotros y los Estados colocarnos como autoridad moral, sentirnos conformes y tener la conciencia tranquila?
No. Todos somos responsables, cada uno a su manera y desde su lugar.
Los trabajadores humanitarios pueden colocar una venda al paciente, pero solo los Estados podrán curarlo.
Señoras y señores:
Esta guerra no ha terminado. El sufrimiento persiste. Es más, se ha intensificado en los últimos meses.
La moral y la civilización exigen que adoptemos medidas.
¿Qué estoy pidiendo?
Protejan a los más vulnerables.
Tómense más en serio el derecho internacional humanitario. Necesitamos acciones, no solo palabras. Recuerden: sin cumplimiento, no hay apoyo.
Tengan el valor de hallar una solución política que dé a todos los sirios la esperanza que anhelan y necesitan.
Gracias.
Gracias por darnos al Comité Internacional de la Cruz Roja y a quien les habla la posibilidad de dirigirnos a ustedes hoy.
Como sabrán, el CICR está presente en el terreno desde los inicios del conflicto. Ha sido testigo del colapso de un país, de la destrucción de muchas vidas.
No voy a repetir hoy aquí las cifras ni los trágicos relatos sobre Siria. Creo que ya todos los conocemos.
Basta con decir que la población está agotada, cansada de una guerra que no tiene fin. Una guerra que, al parecer, tampoco tiene límites.
Que quede bien claro: se trata de un conflicto complejo, que engloba a varios Estados, grupos armados, milicias y fuerzas de autodefensa, subsidiarios y asesores.
¿El resultado? Una atomización de la responsabilidad que desdibuja totalmente el límite entre lo verdadero y lo falso.
Es importante que los Estados, así como otros actores, utilicen su influencia para paliar la situación de inmediato.
En concreto, nos referimos a que los Estados que apoyan a las partes en conflicto en Siria se comprometan a lo siguiente:
- Primero: determinar claramente las responsabilidades. Quién es responsable de qué y para quién. La ambigüedad aumenta el riesgo de que se comentan violaciones del DIH.
- Segundo: mejorar la rendición de cuentas. Los Estados deben aplicar procedimientos claros para reunir denuncias de esas violaciones del derecho y luego investigarlas.
- Tercero: añadir salvaguardias respecto de las transferencias de armas a partes implicadas en la comisión de violaciones del DIH.
Esas son apenas tres de las diez recomendaciones que el CICR ha transmitido a las partes en conflicto y a los Estados influyentes.
En síntesis: no debería prestarse ningún tipo de apoyo a las partes beligerantes si no cumplen las normas de la guerra.
Sin cumplimiento, no hay apoyo. Una condición simple que puede salvar vidas.
Los Estados que apoyan a las partes en conflicto, así como los Estados influyentes, tienen una responsabilidad moral y legal de proteger a las personas vulnerables, heridas, desplazadas y detenidas.
Señoras y señores, a cuatro horas y media de avión desde donde estamos, miles y miles de personas viven sumidas en el miedo y la incertidumbre.
Personas que viven en refugios, personas cuyas viviendas quedaron prácticamente destruidas, personas recluidas en centros de detención, personas que viven a la intemperie.
Hay una generación sin norte porque le han arrancado la brújula de las manos.
Hay niños que crecen sin conocer otra realidad más que la del miedo y la incertidumbre, las bombas y las balas.
La población civil en Siria se ha convertido en el principal objetivo de los ataques en lugar de ser el principal objetivo de protección.
¿Podemos nosotros y los Estados colocarnos como autoridad moral, sentirnos conformes y tener la conciencia tranquila?
No. Todos somos responsables, cada uno a su manera y desde su lugar.
Los trabajadores humanitarios pueden colocar una venda al paciente, pero solo los Estados podrán curarlo.
Señoras y señores:
Esta guerra no ha terminado. El sufrimiento persiste. Es más, se ha intensificado en los últimos meses.
La moral y la civilización exigen que adoptemos medidas.
¿Qué estoy pidiendo?
Protejan a los más vulnerables.
Tómense más en serio el derecho internacional humanitario. Necesitamos acciones, no solo palabras. Recuerden: sin cumplimiento, no hay apoyo.
Tengan el valor de hallar una solución política que dé a todos los sirios la esperanza que anhelan y necesitan.
Gracias.
