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Lucy González Parsons, la viuda mexicana de los mártires de Chicago

Somos las esclavas de los esclavos. Nos explotan más despiadadamente que a los hombres. (Lucy González de Parsons, 27 de junio de 1905)





Marisol FN. @MariposaConejo.- Lucy González Parsons dedicó 62 de sus 89 años de vida, a la militancia política y sindical en Estados Unidos. Fue una de las grandes sindicalistas y organizadoras de la clase obrera estadounidense que junto a los mártires de Chicago, conquistaron la jornada laboral de ocho horas para la clase obrera internacional.


Catalogada por la policía de Chicago como “más peligrosa que mil manifestantes”, Lucy González de Parsons fue una de las grandes organizadoras de la clase obrera estadounidense a finales del siglo XIX y principios del XX.

José Martí la describió en 1886 como una mujer: “implacable e inteligente, que no pestañea en los mayores aprietos, que habla con feroz energía en las juntas públicas, que no se desmaya como las demás, que no mueve un músculo del rostro cuando oye la sentencia fiera.”






Su vida es la apasionante historia de la lucha por acabar con la explotación capitalista. Junto a los mártires de Chicago, Lucy González fue una de las sindicalistas que hicieron posible la jornada de ocho horas y después, fue una de las fundadoras de la importante central sindical Industrial Workers of World.
Sus orígenes

Lucía Eldine González nació en 1853 en Texas, unos años después de que la Unión Americana invadiera México y se adueñara de más de la mitad del territorio nacional. Hija de una mexicana y un indio creek, vivió el cruel racismo del naciente Estados Unidos de América.

Luego de quedar huérfana a los tres años, vivió como esclava en un rancho algodonero hasta sus 18 años. En 1871 se casó con el anarquista Albert Richard Parsons, con quien tuvo dos hijos, Lulú y Alberto Jr.

La familia Parsons se vio amenazada por el racismo imperante en la región. Huyeron a la ciudad industrial de Chicago en 1873, donde se estaba gestando la huelga general bajo el lema “ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de esparcimiento”.
Una apasionante vida política

El 1 de mayo de 1886 Lucy marchó orgullosa con su compañero, sus hijos y el movimiento obrero de Chicago, en el inicio de la huelga por la jornada laboral de ocho horas. Tras la revuelta de Haymarket, Albert y cuatro anarquistas más fueron sentenciados y ejecutados en la horca al año siguiente. Lucy recorrió el territorio estadounidense generando un movimiento masivo en defensa de los acusados y organizando a las mujeres trabajadoras.

En 1890 contribuyó a la formación de la organización Defensa Internacional del Trabajo. En junio de 1905, participó como delegada en el congreso fundacional de la central sindical Trabajadores Industriales del Mundo (IWW por sus siglas en inglés), junto a personajes como Mama Jones y Emma Langdon. Este hecho es uno de los acontecimientos más importantes en la historia del sindicalismo industrial y del movimiento obrero estadounidense. En el congreso, Lucy fue la única mujer que tomó la palabra y denunció, que las mujeres “somos las esclavas de los esclavos. Somos explotadas más crudamente que los hombres.”

En 1913 fue detenida por la policía de Los Ángeles. Recibió gran solidaridad, particularmente de los trabajadores de San Francisco que se movilizaron por su libertad. En 1927 fue parte del Comité Nacional de Defensa del Trabajo Internacional, organización que defendía los derechos de los negros y activistas sindicales.

En noviembre de 1937, Lucy recordó la mañana en que llevó a sus hijos a darle el último adiós a su querido Alberto Parsons y escribió: "En esa mañana melancólica del 11 de noviembre de 1887, llevé a nuestros dos pequeños niños a la cárcel para darle el adiós a mi amado. Encontré la cárcel sellada por fuera con cables pesados (…) En pocos minutos una patrulla nos detuvo y nos encerraron en la comisaría de la policía, mientras el hecho infernal se consumaba. Oh, miseria, he bebido la taza del dolor a sus heces, pero sigo siendo una rebelde."

Su último discurso fue en 1941 frente a los obreros en huelga de la International Harverster. En 1942, murió tras incendiarse su casa en Chicago a los 89 años. Luego de su muerte seguía siendo considerada una amenaza, por lo que la policía confiscó sus múltiples artículos y libros y los entregó al FBI.
El legado de una paisana rebelde

Lucy destacaba por su inteligencia, capacidad organizativa y sus grandes dotes para la oratoria. Escribió múltiples artículos sobre los derechos de las mujeres, los negros y migrantes, la situación de los desocupados, vagabundos y los veteranos de la Guerra Civil. Colaboró para La Alarma, The Socialist y muchos otros periódicos sindicalistas.

Mantuvo contacto con las sufragistas y el movimiento chicano. Defendió los derechos reproductivos, la educación sexual y la accesibilidad al divorcio, al tiempo que se dedicó siempre a la organización de las mujeres dentro del movimiento obrero. Dedicó 62 de sus 89 años de vida a la militancia político-sindical. Lucy estaba plenamente convencida de que sólo la revolución podría acabar con la explotación y barbarie capitalistas.

Debido a su tenacidad y combatividad, su nombre ha querido ser borrado de la historia de los trabajadores y trabajadoras de Estados Unidos y el mundo. En México la última vez que se le recordó fue en 1892, cuando se realizó la primera conmemoración de los Mártires de Chicago y del 1 de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores.

Su nombre es prácticamente desconocido, a pesar de su importante legado para los millones de trabajadores y trabajadores que hoy, sufrimos la misma voracidad capitalista de hace un siglo en ambos lados del río Bravo. Toca a las nuevas generaciones rescatar el legado de hombres y mujeres que como Lucy González, dedicaron su vida a la lucha contra el capitalismo y la pelea por una sociedad libre de cualquier tipo de opresión y explotación.

En su nombre y el de cada una de las migrantes y las trabajadoras de México y el mundo tomemos las calles este Primero de Mayo, contra el muro y las deportaciones y contra la precarización laboral.

Porque no pedimos, ¡exigimos! Nuestro derecho al pan y también a las rosas.

*Con información de Raúl Lescas Jiménez, La viuda mexicana de los Mártires de Chicago.




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