OPINI脫N de Ricardo Mascheroni.- “DE ENERO A ENERO LA PLATA ES DEL BANQUERO”
Violencia e inseguridad, se han constituido en una de las grandes preocupaciones ciudadanas, tambi茅n de investigadores, funcionarios pol铆ticos, educativos y policiales, con gran repercusi贸n en los medios de comunicaci贸n.
La gente siente miedo, se angustia y desespera en la b煤squeda de soluciones para un problema que no comprende, y que lo tiene como potencial v铆ctima de la irracionalidad de inadaptados, y la falta de respuesta por parte del Estado.
En la creencia de que algunas iniciativas pueden colaborar para superar este mal trago, los vecinos exigen leg铆timamente, m谩s polic铆as, m谩s equipamiento y c谩maras de vigilancia; se enrejan, ponen alarmas comunitarias o individuales; concurren a marchas, reuniones con funcionarios pol铆ticos o policiales, firman petitorios exigiendo leyes m谩s duras, menos permisividad de los jueces en las excarcelaciones y todo aquello que cada uno pueda imaginar.
Pese a esas acciones, estudios y propuestas, las soluciones se hacen m谩s ilusorias y lejanas, y la inseguridad se expande por todo el cuerpo social.
En paralelo, las distintas jurisdicciones del Estado, los dirigentes y las bancadas pol铆ticas se inculpan mutuamente, transformando a la cuesti贸n en un bot铆n de las miserias pol铆ticas, cuando no electorales.
Salideras, motochorros, robos y palabras del mismo tenor pasan a engrosar nuestro l茅xico diario y se constituyen en motivo de las charlas cotidianas, ocultando los verdaderos males que nos aquejan, como son los ajustes, tarifazos e injusta acumulaci贸n de la riqueza.
Los expertos exponen sus diagn贸sticos, las unidades acad茅micas confeccionan mapas del delito y el Estado anuncia reformas legales, policiales, procedimentales y todas las que quiera imaginar, sin que nada cambie.
¿Qu茅 ha pasado en unos pocos a帽os, para que la violencia se haya desmadrado de la forma que lo ha hecho? ¿Qu茅 maldici贸n b铆blica ha ca铆do sobre nosotros para que ocurra tal transformaci贸n?
Muchos se hacen los idiotas.
Rara vez en el debate sobre esta problem谩tica, se pone en el centro del mismo, las razones que provocaron este descalabro; menos se intenta mostrar la relaci贸n directa entre el juego y el incremento de la criminalidad.
Desde que en el pa铆s se difundieron las salas de juego, prohijadas por el Estado nacional, provincial o municipal, en acuerdos con empresas extranjeras y nativas, los 铆ndices delictuales no han parado de crecer.
Ello no es una rareza o una anomal铆a imprevista, ya que toda la bibliograf铆a al respecto, deja patente la relaci贸n lineal, constante y estrecha entre juego y delito.
Quienes por acci贸n u omisi贸n convalidaron estas pol铆ticas, sab铆an o deber铆an haber sabido de las consecuencias lamentables de sus decisiones, pero se hicieron y siguen haci茅ndose los idiotas y nos quieren tomar por tales.
Basta como ejemplo, investigaciones de la Universidad de Illinois EE.UU., determinaron que en un periodo de 20 a帽os las ciudades estadounidenses que cuentan con casinos aumentaron en 44% su 铆ndice delictivo. (1)
El diario New York Times, se帽ala que en Delta Town, a partir del establecimiento de casinos, no se erradic贸 la pobreza ni ha mejorado el nivel de vida; en cambio s铆 subi贸 la criminalidad en esa 谩rea. Un an谩lisis en Nueva Zelanda, estableci贸 que si se abren casinos en las zonas urbanas de ese pa铆s la criminalidad aumentar铆a un 52%.
“Atlantic era el lugar n煤mero 50, en los Estados Unidos en materia de seguridad. A 3 a帽os de que se autoriz贸 el juego pas贸 del 50 al primer lugar en materia de inseguridad”. (2)
Estos datos, son un espejo en donde nadie quiere mirarse, sobre todo en una ciudad con 铆ndices delictuales altos, al que hay que darle una respuesta.
Mientras muchos se rasgan las vestiduras y hacen o铆r sus catilinarias contra este flagelo, poco hacen para desarmar el huevo de la serpiente, causante del problema y cada d铆a se involucran m谩s en las actividades conjuntas con las salas de juego o intentan reducirles gabelas.
Existe una sociedad en la que unos programan, difunden, hacen planes, carreras, obras y otros ponen la plata, lo que es un decir, ya que a la misma la pone la pobre gente que juega.
Estos juegos, lejos est谩n de ser un divertimento, encierran un nivel de tensi贸n y crispaci贸n muy alto, que sumado a la frustraci贸n de la p茅rdida econ贸mica, disparan la violencia a escalas peligrosas. Todos los d铆as j贸venes y sectores de menores recursos van a dejar en esas salas sus magros ingresos y deben volver a sus casas con los bolsillos flacos, el 谩nimo por el piso y la desesperaci贸n a flor de piel. En ese contexto, el aumento de la delincuencia es un da帽o colateral, que nadie quiere afrontar y menos desterrar.
“Casino, pues, en el sentido italiano: un gigantesco enredo, un desmadre que, m谩s que contaminar al sistema, lo retrata. Un sitio donde quienes pretenden ganar unos cuantos pesos -los ciudadanos- son meros peones al servicio de quienes en verdad se enriquecen: quienes otorgan las concesiones, los due帽os de 茅stas (con frecuencia otros pol铆ticos) y el crimen organizado que lava su dinero o cobra "derecho de piso". “En su banal atrocidad, simboliza la falta de aut茅nticas pol铆ticas sociales, la desverg眉enza de quienes deben vigilar los centros de juego, la hipocres铆a en la pol铆tica sobre las adicciones, la impunidad y la irresponsabilidad de una clase pol铆tica que, ni siquiera frente al deterioro socioecon贸mico, pol铆tico, y moral que representa este hecho, deja de lado sus intereses para concentrarse, por una vez, en el inter茅s com煤n.”(3)
Si alg煤n funcionario o candidato habla de combatir el delito y no se refiere al juego, no le crea nada, por cuanto nada se lograr谩 sino no se controlan estos salas.
Ricardo Luis Mascheroni - docente
Ref:
1.- “Casinos: Efectos sociales negativos y ludopat铆a”, Dr. Juan Mart铆n Sandoval De Escurdia, Investigador Parlamentario en Pol铆tica Social y la Lic. Mar铆a Paz Richard Mu帽oz, Divisi贸n de Pol铆tica Social, C谩mara de Diputados de M茅xico;
2.- HERNANDEZ, Oscar, “Beneficios y perjuicios de los casinos”, Televisa, 09-11-07, Mex.
3.- Jorge Volpi, “El casino y sus met谩foras”, - Reforma -11 Sep. 11.
Violencia e inseguridad, se han constituido en una de las grandes preocupaciones ciudadanas, tambi茅n de investigadores, funcionarios pol铆ticos, educativos y policiales, con gran repercusi贸n en los medios de comunicaci贸n.
La gente siente miedo, se angustia y desespera en la b煤squeda de soluciones para un problema que no comprende, y que lo tiene como potencial v铆ctima de la irracionalidad de inadaptados, y la falta de respuesta por parte del Estado.
En la creencia de que algunas iniciativas pueden colaborar para superar este mal trago, los vecinos exigen leg铆timamente, m谩s polic铆as, m谩s equipamiento y c谩maras de vigilancia; se enrejan, ponen alarmas comunitarias o individuales; concurren a marchas, reuniones con funcionarios pol铆ticos o policiales, firman petitorios exigiendo leyes m谩s duras, menos permisividad de los jueces en las excarcelaciones y todo aquello que cada uno pueda imaginar.
Pese a esas acciones, estudios y propuestas, las soluciones se hacen m谩s ilusorias y lejanas, y la inseguridad se expande por todo el cuerpo social.
En paralelo, las distintas jurisdicciones del Estado, los dirigentes y las bancadas pol铆ticas se inculpan mutuamente, transformando a la cuesti贸n en un bot铆n de las miserias pol铆ticas, cuando no electorales.
Salideras, motochorros, robos y palabras del mismo tenor pasan a engrosar nuestro l茅xico diario y se constituyen en motivo de las charlas cotidianas, ocultando los verdaderos males que nos aquejan, como son los ajustes, tarifazos e injusta acumulaci贸n de la riqueza.
Los expertos exponen sus diagn贸sticos, las unidades acad茅micas confeccionan mapas del delito y el Estado anuncia reformas legales, policiales, procedimentales y todas las que quiera imaginar, sin que nada cambie.
¿Qu茅 ha pasado en unos pocos a帽os, para que la violencia se haya desmadrado de la forma que lo ha hecho? ¿Qu茅 maldici贸n b铆blica ha ca铆do sobre nosotros para que ocurra tal transformaci贸n?
Muchos se hacen los idiotas.
Rara vez en el debate sobre esta problem谩tica, se pone en el centro del mismo, las razones que provocaron este descalabro; menos se intenta mostrar la relaci贸n directa entre el juego y el incremento de la criminalidad.
Desde que en el pa铆s se difundieron las salas de juego, prohijadas por el Estado nacional, provincial o municipal, en acuerdos con empresas extranjeras y nativas, los 铆ndices delictuales no han parado de crecer.
Ello no es una rareza o una anomal铆a imprevista, ya que toda la bibliograf铆a al respecto, deja patente la relaci贸n lineal, constante y estrecha entre juego y delito.
Quienes por acci贸n u omisi贸n convalidaron estas pol铆ticas, sab铆an o deber铆an haber sabido de las consecuencias lamentables de sus decisiones, pero se hicieron y siguen haci茅ndose los idiotas y nos quieren tomar por tales.
Basta como ejemplo, investigaciones de la Universidad de Illinois EE.UU., determinaron que en un periodo de 20 a帽os las ciudades estadounidenses que cuentan con casinos aumentaron en 44% su 铆ndice delictivo. (1)
El diario New York Times, se帽ala que en Delta Town, a partir del establecimiento de casinos, no se erradic贸 la pobreza ni ha mejorado el nivel de vida; en cambio s铆 subi贸 la criminalidad en esa 谩rea. Un an谩lisis en Nueva Zelanda, estableci贸 que si se abren casinos en las zonas urbanas de ese pa铆s la criminalidad aumentar铆a un 52%.
“Atlantic era el lugar n煤mero 50, en los Estados Unidos en materia de seguridad. A 3 a帽os de que se autoriz贸 el juego pas贸 del 50 al primer lugar en materia de inseguridad”. (2)
Estos datos, son un espejo en donde nadie quiere mirarse, sobre todo en una ciudad con 铆ndices delictuales altos, al que hay que darle una respuesta.
Mientras muchos se rasgan las vestiduras y hacen o铆r sus catilinarias contra este flagelo, poco hacen para desarmar el huevo de la serpiente, causante del problema y cada d铆a se involucran m谩s en las actividades conjuntas con las salas de juego o intentan reducirles gabelas.
Existe una sociedad en la que unos programan, difunden, hacen planes, carreras, obras y otros ponen la plata, lo que es un decir, ya que a la misma la pone la pobre gente que juega.
Estos juegos, lejos est谩n de ser un divertimento, encierran un nivel de tensi贸n y crispaci贸n muy alto, que sumado a la frustraci贸n de la p茅rdida econ贸mica, disparan la violencia a escalas peligrosas. Todos los d铆as j贸venes y sectores de menores recursos van a dejar en esas salas sus magros ingresos y deben volver a sus casas con los bolsillos flacos, el 谩nimo por el piso y la desesperaci贸n a flor de piel. En ese contexto, el aumento de la delincuencia es un da帽o colateral, que nadie quiere afrontar y menos desterrar.
“Casino, pues, en el sentido italiano: un gigantesco enredo, un desmadre que, m谩s que contaminar al sistema, lo retrata. Un sitio donde quienes pretenden ganar unos cuantos pesos -los ciudadanos- son meros peones al servicio de quienes en verdad se enriquecen: quienes otorgan las concesiones, los due帽os de 茅stas (con frecuencia otros pol铆ticos) y el crimen organizado que lava su dinero o cobra "derecho de piso". “En su banal atrocidad, simboliza la falta de aut茅nticas pol铆ticas sociales, la desverg眉enza de quienes deben vigilar los centros de juego, la hipocres铆a en la pol铆tica sobre las adicciones, la impunidad y la irresponsabilidad de una clase pol铆tica que, ni siquiera frente al deterioro socioecon贸mico, pol铆tico, y moral que representa este hecho, deja de lado sus intereses para concentrarse, por una vez, en el inter茅s com煤n.”(3)
Si alg煤n funcionario o candidato habla de combatir el delito y no se refiere al juego, no le crea nada, por cuanto nada se lograr谩 sino no se controlan estos salas.
Ricardo Luis Mascheroni - docente
Ref:
1.- “Casinos: Efectos sociales negativos y ludopat铆a”, Dr. Juan Mart铆n Sandoval De Escurdia, Investigador Parlamentario en Pol铆tica Social y la Lic. Mar铆a Paz Richard Mu帽oz, Divisi贸n de Pol铆tica Social, C谩mara de Diputados de M茅xico;
2.- HERNANDEZ, Oscar, “Beneficios y perjuicios de los casinos”, Televisa, 09-11-07, Mex.
3.- Jorge Volpi, “El casino y sus met谩foras”, - Reforma -11 Sep. 11.