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Georgina Cisquella: “Cuando veo a las kellys pienso que muchas mujeres deberíamos hacer más cosas”


Georgina Cisquella. Foto AmecoPress

Andrea Abreu López. Madrid, AmecoPress.- Es una tarde nublada de finales de mayo y el teléfono suena. Al otro lado del cable, se pronuncia una voz grave y concisa. Las palabras que emite el aparato pertenecen a una mujer: Georgina Cisquella (Barcelona, 1954), periodista y guionista de documentales. Cisquella trabajó para Televisión Española durante más de 30 años y ha participado en numerosos documentales, entre los que se encuentra 'El efecto Iguazú' —sobre el Campamento de la Esperanza que montaron trabajadores y trabajadoras de Sintel en protesta por el despido de 1.800 personas—, que ganó el Premio a la mejor película documental en la XVII edición de los Goya.



En esta ocasión, la guionista se dispone a hablar sobre su último proyecto: ‘Hotel Explotación: Las kellys', un documental independiente y autogestionado —actualmente, está abierta una campaña de micromecenazgo para contribuir a la finalización del proyecto—, que se proyectará a finales de este año y que busca denunciar la situación de uno de los colectivos de trabajadoras más precarios de la actualidad: las camareras de piso.


Dices en una entrevista a El Diario que la lucha de las kellys “representa el empoderamiento de las mujeres al decidir organizarse para tomar las riendas de su historia y de su reivindicación”. ¿Cómo te afecta la historia de las kellys?

Yo creo que es un ejemplo descubrir que hay mujeres que viven en condiciones precarias, con unas jornadas de trabajo agotadoras y unos sueldos ínfimos, y que tienen la capacidad de compartir —porque muchas de ellas comenzaron compartiendo su situación por Facebook— y de asociarse y organizarse e invertir su escaso tiempo libre, porque les cuesta mucho conciliar su trabajo con la vida familiar.

A mí me afecta porque son un ejemplo. Cuando las veo a ellas pienso que muchas mujeres deberíamos hacer más cosas. Quiero decir, a veces estamos un poco paradas y aletargadas y me sirve de impulso para seguir. Seguir con una cosa tan difícil como es, por ejemplo, hacer un documental.

La limpieza es una labor altamente feminizada que ha sido poco valorada a lo largo de la historia. Este hecho afecta a las kellys y a otros colectivos, como el de las trabajadoras del hogar. ¿Qué similitudes encuentras entre estos grupos de trabajadoras? ¿Por qué crees que siguen siendo tareas tan poco valoradas?

Partimos de la base de que, desgraciadamente, el rol de la limpieza siempre se le ha atribuido a las mujeres en el reparto de tareas patriarcales. La limpieza queda para la mujer y, cuando las contratan, como limpian en casa, limpian en todas partes. En cuanto a las diferencias de los colectivos, yo creo que, evidentemente, las empleadas del hogar también sufren precariedad y una situación complicada porque, por ejemplo, entre otras cosas, ellas no tienen derecho al paro, cosa que las que trabajan para una empresa, supuestamente, sí tienen.

La diferencia, sobre todo, en el caso de las camareras de piso, es la sobrecarga de trabajo, porque en seis o siete horas, muchas veces, tienen que hacer hasta 20 habitaciones, algo por lo que una empleada del hogar puede ir más relajada. ¿Y eso qué supone para ellas? Supone que, aunque tengan un contrato de trabajo, normalmente, es uno precario, a causa de las Empresas de Trabajo Temporal (ETT).

Si tienen una lesión y están de baja, a lo mejor, la ETT no las vuelva a contratar, con lo que tampoco tienen mucho derecho al paro. Si uno se levanta y se imagina que tiene que hacer 20 habitaciones y limpiarlas con sus correspondientes baños… Yo creo que ellas tienen algo más de estrés, de sobrecarga, y de lesiones. Todas tienen una retahíla de enfermedades y lesiones bastante larga. Y la retahíla de medicamentos que se toman para poder resistir estas jornadas de trabajo, también lo es.

Aparte de la sobrecarga laboral que sufren, ¿hay alguna cosa más que te impacte de la situación de las camareras de piso?

Yo creo que es un colectivo muy vulnerable porque hay muchas inmigrantes. Creo que el sector de la hostelería se está aprovechando de esa situación. Muchas veces desconocen sus derechos, no saben que hay unos convenios colectivos. A lo mejor vienen de países en los que no hay normativa y, entonces, aquí no se enteran de que tienen derechos sindicales. Porque cuando estás tres meses en una empresa y tres en otra, no tienes ni derecho a comité. E, incluso, a veces, tienen problemas de idioma, no entienden. Eso me lo han repetido muchas.

Resulta complicado o casi imposible acompañarlas a los lugares de trabajo. No pudiste ir con ellas a las habitaciones y algunas de ellas te enviaron vídeos…


Sí, algunas de ellas. También es un riesgo para ellas grabar determinadas cosas. Si un hotel es modélico y trata muy bien a las camareras, entonces… Yo estoy intentando denunciar, precisamente, las malas prácticas en los hoteles, que son muchos.

¿Piensas que si las hubieses acompañado se hubiese mostrado una realidad que no es la que experimentan?

Si yo, por ejemplo, pido autorización a un hotel, primero, la realidad es que ya se hacen malas prácticas por lo que, probablemente, me dirían que no. Segundo, si digo que quiero grabar a una camarera de piso en una jornada de trabajo, elegirán a la mejor, en la planta mejor, con todos los amerities —como ellas dicen—. Es como cuando va un inspector de trabajo que ellos saben que va a ir. Ese día está todo perfecto.

Ellas tienen cada día un programa de trabajo que indica, por ejemplo, el número de habitaciones que hace cada una. Pues, a lo mejor, aquel día, el programa de trabajo cambia. Es complicado, porque si quieres ver la verdad y pides a alguien que está cometiendo una irregularidad que te la enseñe, no te la va a mostrar.

Por eso solo fueron pequeñas grabaciones que hacen ellas, con mucho riesgo porque tienen miedo de que haya algún tipo de represalia. Como el despido es muy fácil… También te pueden decir que has grabado en un sitio de propiedad privada.


No las pudiste acompañar en su jornada laboral pero sí estuviste con ellas en algunas de las protestas y, también, cuando fueron al Parlamento europeo, ¿podrías contar cómo fue la experiencia?

Yo he estado, por ejemplo, en Barcelona, en el Hotel Hilton, donde hubo despidos y protestas. También en Benidorm, que es un sitio donde en cada metro hay un hotel, digamos que es una ciudad-hotel. Benidorm, además, tiene más de 60.000 habitantes y unos 11 millones de turistas… Entonces, ¿las mujeres qué hacen? Pues, prácticamente, solo pueden trabajar en los hoteles y aceptar las condiciones.

En Benidorm, también, hay un movimiento de kellys bastante importante y ha habido protestas en las puertas de los hoteles. He estado ahí y, luego, también, en su recorrido por el Parlamento de Cataluña, por el Congreso y en el Parlamento europeo, donde fueron a denunciar que no se cumplían las normativas de riesgos laborales que marca la Unión Europea. Eso ha quedado ahí. Dicen que lo van a estudiar pero… La realidad es que, hasta que no se cambien las leyes, todo es una lucha de largo recorrido.

A parte de este documental, también, has estado en otras ocasiones formando parte de proyectos relacionados con cuestiones de género, como es el caso del documental El tren de la libertad. ¿Qué es el feminismo para ti? ¿Cómo te ha afectado a lo largo de tu vida personal y profesional?

Lo de El tren de la libertad fue una experiencia muy interesante, porque fuimos como 80 mujeres capaces de ponernos de acuerdo. Realizadoras, sonidistas… de distintos puntos de España, para confluir en la manifestación en contra de la reforma de la Ley del Aborto que proponía Gallardón. En realidad, en ese momento, yo me di cuenta, como otras de mi generación, de que hacía muchos años que estábamos peleando por lo mismo y que parecía mentira que, 40 años después, siguiéramos en lo mismo.

Yo, a lo largo de mi vida, he pasado por varias fases. Primero, el feminismo tuvo una época, a finales de los ochenta, en la que hubo muchos movimientos potentes. Después, parecía que si eras feminista eras un ser marginal. Y, ahora, me hace gracia porque ya, casi, mujeres de muy dudoso estilo feminista dicen que lo son. Sin embargo, yo creo que, cuanto más mayor me hago, más consciencia tengo de que la perspectiva de género tiene que estar presente siempre, porque nos equivocamos cuando bajamos la guardia.

Por ejemplo, en el tema de las cuotas, hace unos años no lo tenía muy claro, pero cada vez estoy más convencida de que tiene que haberlas, porque se está demostrando que es la única manera de doblegar posturas que son muy intransigentes. […]Hay un hecho reciente que me parece muy interesante: el de los hombres que han decidido que no van a ir a una conferencia o a un acto donde solo sean hombres, que lo hemos visto muchas veces. ¿Qué pasa? ¿Qué no hay mujeres catedráticas, científicas, médicas, periodistas? Siempre hay mujeres para estar en los sitios. Tiene que haber una paridad.

Con respecto al mundo del Periodismo y a la Comunicación, desde que empezaste a dedicarte a ello, ¿has notado cambios en cuanto a las desigualdades de género?

Yo, desde que empecé a trabajar como periodista, hace ya un montón de años —con 21— y hasta ahora, lo que sí he visto en la profesión es que ha aumentado muchísimo el número de mujeres. Tú entras en una redacción —por ejemplo, donde yo he estado muchos años: Radiotelevisión Española — y en las mesas de redacción ves a muchas mujeres. Ha aumentado, en ese sentido, la práctica del periodismo. Pero, si analizas los equipos directivos, sigue habiendo una gran desigualdad. Como ha pasado en muchas profesiones, las mujeres hemos tomado las bases. Subir y romper el techo de cristal y llegar a esos sitios donde hay capacidad total de decisión es más complicado. No se ha revertido.

Hablando de Televisión Española, en los ochenta fuiste procesada por participar en un reportaje sobre drogas para esa cadena. ¿Cuál es tu valoración de aquel hecho hoy? ¿Piensas que la sociedad española ha avanzado en su forma de pensar?

Si a finales de los setenta me mandaron a la cárcel porque en un plano de un reportaje, en el que se hablaba de las drogas, salía un chico fumando un porro, pues eso, seguramente, no pasaría hoy. Pero hay cosas igual de increíbles que están pasando, como que alguien pueda enfrentarse a cárcel por las letras de un rap o por decir “Me cago en Dios” en un tuit. Eso, seguramente, hace muchos años no pasaba. O sea, que, en algunas cosas, creo que, incluso, hemos retrocedido. Estamos en un momento de libertad de expresión muy complicado y, a veces, no doy crédito de que puedan pasar esas cosas.

Para finalizar, dices en la misma entrevista de El Diario: “el cine documental no cambia la realidad, la pone en cuestión y abre una puerta a la reflexión”. ¿Qué reflexión te gustaría que se crease entre la gente que vea el documental?

Hay dos cosas. La primera y más inmediata es conocer la realidad de un grupo muy grande de mujeres, porque pensemos que las camareras de piso son como 200 mil mujeres —aunque la patronal diga que son unas 50 mil, porque hay muchas que no están ni computadas, ni censadas, ni catalogadas o las tienen de auxiliares y ya no las controlan—.Y la segunda es que yo creo que ejemplifican, más bien, la precariedad laboral, la desigualdad y la explotación laboral a la que hemos llegado en España, sobre todo, después de la reforma laboral del 2012, que ha permitido que los empresarios hagan y deshagan contratos como quieran.

Y, también, a nivel general, que la economía está funcionando sobre unos parámetros de desigualdad brutal. ¿Cómo puede ser, por ejemplo, que mientras en el sector de la hostelería, los hoteleros están alardeando de que son el motor de la economía, de que han resistido a la crisis, y que las camareras de piso, en estos años, lo único que hayan hecho sea aumentar la carga de trabajo y disminuir los sueldos? ¿Cómo se entiende esa ecuación? O sea, ¿qué pasa? Que unos ganan más a costa de los otros. Se trata de un debate sobre las kellys pero, sobre todo, de un debate sobre los colectivos precarios que, desgraciadamente, son muchos y están desamparados y desasistidos.




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