OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave.- CUERNAVACA, MORELOS. De acuerdo: en plenas fiestas patrias, el país asiste a los estertores de la que ha sido una reeditada y frustrada administración priísta y a los prolegómenos de un gobierno que a partir del inminente 1 de diciembre, será el primero de izquierda, cuyos antecedentes los encontramos puntuales en los liberales del Siglo XIX; cambio que hasta ahora se vislumbra de terciopelo a pesar de algunas voces estridentes y contrarias a la actitud del ponderado republicanismo del presidente electo, Manuel López Obrador.
Lo anterior, por desgracia, no explica la confusión y el estupor que nos produce la creciente violencia que no para, ni ante el cambio que se avecina, es más, es tal el desafío de la delincuencia organizada o desorganizada que ya tomó como rehén a la Ciudad de México, a pesar de las declaraciones de los funcionarios perredistas, también salientes.
Esta, sin duda, es la herencia, lo acepten o no, que les dejó el flamante senador, Miguel Ángel Mancera Espinosa, quien desde su cómodo escaño, ni siquiera recuerda que algunas voces, cuando precandidato al gobierno de la capital de la República, le advertíamos de la creciente violencia e impunidad a la que se iba enfrentar -nosotros nos referíamos a los asesinados y demás agresiones a periodistas-, nuestra exposición no mereció ni el más mínimo comentario. Lo advertimos, al cuestionar, preocupados: ¿Qué gobierno nos espera?
Los hechos nos dan la razón, hoy como en el Chicago de antaño o como en los estados más violentos del país, las calles de ésta que fuera ejemplar ciudad y que es asiento de los poderes federales, se cometen un día sí y otro también, encontronazos que ensangrientan sus calles y también recintos que nos deberían ser “sagrados” como Ciudad Universitaria.
El cambio de poderes, tal como lo ha anunciado y promovido el futuro presidente constitucional, Andrés Manuel López Obrador, será de terciopelo. Con todas las reservas que respetan tiempos y protocolos se presenta a actos públicos como el muy comentado con el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, en el Cerro de las Cruces del municipio de Ocoyoacac, para conmemorar el 208 aniversario de nuestra Independencia.
Estas actitudes de ponderación del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, debería de servir de acicate y de contención de no pocos funcionarios electos y legisladores ya en funciones a quienes, tal parece los ha ofuscado el poder. ¡Cuidado! El engreimiento y la soberbia lo destruyen todo.
Terminemos con el triunfo del Saúl “Canelo” Álvarez sobre el prepotente kazajo, Gennady Golovkin. A pesar de que aficionados mexicanos difieren de la decisión de los jueces, actitud muy común de cierto sector que acostumbra minimizar los triunfos en todas las disciplinas de sus compatriotas, o cuando pierden, decir que les robaron la pelea, nosotros estamos con los aficionados que celebran el triunfo del jalisciense en tiempos de cambio y confusión.
Lo anterior, por desgracia, no explica la confusión y el estupor que nos produce la creciente violencia que no para, ni ante el cambio que se avecina, es más, es tal el desafío de la delincuencia organizada o desorganizada que ya tomó como rehén a la Ciudad de México, a pesar de las declaraciones de los funcionarios perredistas, también salientes.
Esta, sin duda, es la herencia, lo acepten o no, que les dejó el flamante senador, Miguel Ángel Mancera Espinosa, quien desde su cómodo escaño, ni siquiera recuerda que algunas voces, cuando precandidato al gobierno de la capital de la República, le advertíamos de la creciente violencia e impunidad a la que se iba enfrentar -nosotros nos referíamos a los asesinados y demás agresiones a periodistas-, nuestra exposición no mereció ni el más mínimo comentario. Lo advertimos, al cuestionar, preocupados: ¿Qué gobierno nos espera?
Los hechos nos dan la razón, hoy como en el Chicago de antaño o como en los estados más violentos del país, las calles de ésta que fuera ejemplar ciudad y que es asiento de los poderes federales, se cometen un día sí y otro también, encontronazos que ensangrientan sus calles y también recintos que nos deberían ser “sagrados” como Ciudad Universitaria.
El cambio de poderes, tal como lo ha anunciado y promovido el futuro presidente constitucional, Andrés Manuel López Obrador, será de terciopelo. Con todas las reservas que respetan tiempos y protocolos se presenta a actos públicos como el muy comentado con el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, en el Cerro de las Cruces del municipio de Ocoyoacac, para conmemorar el 208 aniversario de nuestra Independencia.
Estas actitudes de ponderación del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, debería de servir de acicate y de contención de no pocos funcionarios electos y legisladores ya en funciones a quienes, tal parece los ha ofuscado el poder. ¡Cuidado! El engreimiento y la soberbia lo destruyen todo.
Terminemos con el triunfo del Saúl “Canelo” Álvarez sobre el prepotente kazajo, Gennady Golovkin. A pesar de que aficionados mexicanos difieren de la decisión de los jueces, actitud muy común de cierto sector que acostumbra minimizar los triunfos en todas las disciplinas de sus compatriotas, o cuando pierden, decir que les robaron la pelea, nosotros estamos con los aficionados que celebran el triunfo del jalisciense en tiempos de cambio y confusión.
