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N贸madas, el horror

Por Rossana Reguillo.- Cuando era muy joven viajaba mucho en cami贸n, entre Guadalajara, Ciudad de M茅xico, Villahermosa y Tapachula; mi mam谩 me mandaba con toda tranquilidad a visitar a mi hermana mayor, a mis 16, 17, 18, sin ning煤n tipo de temor: una torta, calcetines y cobijita tejida por ella, para el fr铆o, eran sus 煤nicas preocupaciones; ni a ella, ni a m铆 y mucho menos a mi padre, le preocupaba mi seguridad: los autobuses no chocaban, nadie se sub铆a a asaltarlos, las mujeres no desaparec铆an y, a m铆 me gustaba y me sigue gustando viajar en autob煤s, es una manera de mirar el paisaje arrullada por el ruido de un motor lejano y una velocidad que te permite captar lo que va pasando. 




Una de mis diversiones mayores en esos viajes de juventud (que repet铆 a los 19 en Centro y Sudam茅rica, cuando fui encontrando a este nagual latinoamericano que no me suelta y me enamora cada d铆a m谩s), era mirar las casitas, las luces encendidas de los pueblos o pueblitos por los que pasaba el autob煤s.




Entonces me gustaba imaginar la historia de las personas que viv铆an en esa casa, en ese ranchito a medio construir, en esa casota con port贸n impenetrable y as铆 me iba quedando dormida hasta que la entrada a un nuevo pueblo o ciudad, volv铆a a despertar mi imaginaci贸n: en ese cuarto una ni帽a duerme con un conejo de peluche que recibi贸 de regalo en su fiesta de cumplea帽os; en la cocina de esa casa, una se帽ora llora la muerte de su gatita que vivi贸 en esa casa 20 a帽os y as铆 iba yo tejiendo historias para aligerarme el camino y porque me gustaba y me sigue pareciendo un desaf铆o mirar los espacios y observar el tiempo para ver que historias es posible tejer.

Hoy, el sonido del motor que hasta hace unos d铆as me parec铆a entra帽able por su capacidad de conectarme con una memoria de tiempos en los que la imaginaci贸n era un ejercicio hermoso, simp谩tico, retador, se ha convertido en un sonsonete cargado de sangre.



Pero lleg贸 el “tiempo malo” –nunca podr茅 encontrar mejor formulaci贸n que esta expresi贸n que me dijo una madre en Ciudad Ju谩rez, despu茅s de la masacre de Salvarcar-, ese “tiempo malo” que nos arrebat贸 de cuajo cabezas, piernas, brazos hasta que el coraz贸n se nos paraliz贸 de tanta maldad y nos fuimos haciendo chiquititos y muy hechos a la normalidad de tanta sangre, de tanta moridera, de tanta metralla y pedazos de cuerpos que nos iban aventando un d铆a s铆 y otro tambi茅n, para que supi茅ramos de qui茅n era la plaza. En la casita de mi imaginaci贸n viajera, donde ni帽a peque帽a duerme con conejito de peluche, hoy quedan restos de sangre coagulada y un informe objeto de peluche yace boca abajo como para no ver la cat谩strofe.












El “tiempo malo” fue a empeorar y hoy, muy lejos de aquellos barrios del norte donde fueron ejecutados 15, 16, 17 jovencitos, o en esa otra ciudad del norte, donde amiguitos de doce a帽os jugaron al secuestro y asesinaron a su vecinito de 6 a帽os, hoy, es decir ayer, antes de ayer, apenas nos enteramos de que un tr谩iler fantasma viaja por la ciudad con 157 cuerpos de personas fallecidas por esta violencia brutal que ya nos ha quitado tantos j贸venes y risas, hermanas y alegr铆as, hijas y sue帽os y as铆 se puede ir sumando todo lo que hemos ido poniendo en esta ruleta que nosotros, en serio, no empezamos. Y el horror no da tregua y nos dicen que hay otro tr谩iler con m谩s “carne muerta humana”, como la llama sin atisbo de molestia un secretario de salud, es igualmente molesta que la carne muerta animal y puede generar riesgos sanitarios.

No es un solo tr谩iler, son dos y no son 157 cuerpos son m谩s, nos dice el que fuera encargado del cuidado e investigaci贸n forense de un estado, de una ciudad, donde ya no nos caben los muertos de la violencia y por eso las autoridades los llevan de un lado a otro, abandonan su cementerio en una colonia, se disculpan, los llevan a otro lugar. El rrrrrrrr de mi imaginaci贸n juvenil es una pesadilla, observo las fotos de los trailers que cargan personas que hoy son “carne muerta humana” y se me va el aliento. No logro entender qu茅 le pas贸 a este pa铆s, a esta ciudad, a esta sociedad, donde la violencia se convirti贸 en un accidente natural y las personas, derivaron en cuerpos, carne muerta itinerante.



Quiero pero no logro imaginar al conductor o conductores de esta carga siniestra, quiero hacer un esfuerzo por recordar lo que imaginaba al ver casitas, entradas, portones y entender que esas personas en esas casitas, entradas, portones, quisieran quemar el tr谩iler fantasma: borrar, hacer arder lo que hemos hecho como sociedad al l铆mite ya del abismo; no puedo.

Mi imaginaci贸n pol铆tica me lleva a la sala de mi casa, es diciembre de 2016, hemos pactado un encuentro con los padres de Ayotzinapa, los normalistas de Atequiza, la abuela de la Plaza de Mayo, Estela Carlotto, el Juez Saffaroni, las madres de Por Amor a Ellxs y claro, nosotros, ese colectivo invisible que gravita y opera en mis d铆as. Madres y Padres de Ayotzi quedan atrapados en la locura de la Fil, pero los normalistas llegan y las madres tambi茅n y el di谩logo fluye y la indignaci贸n tambi茅n. Hablamos, compartimos, pensamos c贸mo interceptar ese discurso de los derechos humanos, pero sobre todo, me quedo con la imagen de Carlotto subiendo a un veh铆culo que no hace ruido y a los chavos de Atequiza, presurosos por volver a la carretera, ten铆an miedo, me dijeron de no volver a aparecer.

Un tr谩iler o dos tr谩ilers que hacen ruido pero que nadie ve hasta que apestan, 157 historias congeladas, 244, 400, la reducci贸n num茅rica a una ficha. Necropol铆tica sin duda, ese poder de hacer morir y hacer que ese morir no importe.Los cuerpos de esas personas que tuvieron historias, amores, madres, amigos, ser谩n los nuevos n贸madas en estas sociedades que no hemos sabido cuidar.

viaductosur.blogspot.com

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