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Una guerra solapada

OPINI脫N de Carolina V谩squez Araya.- En Am茅rica Latina se vive una crisis pol铆tica peligrosa para las democracias.

En Guatemala, el presidente amag贸 un auto golpe al estilo Serrano El铆as -frenado quiz谩 por alg煤n “poder superior”- dejando en el ambiente la certeza de que la d茅bil democracia, conseguida despu茅s de 36 a帽os de un sangriento conflicto armado interno, no tiene la suficiente fuerza para salir indemne de los constantes embates de gobiernos corruptos vinculados 铆ntimamente a las fuerzas castrenses y grupos empresariales que han dominado durante d茅cadas la vida de esa naci贸n. Con un estilo imitado de otros dictadores, Morales se lanz贸 de lleno a defender su posici贸n declarando abiertamente la guerra a quienes pretenden consolidar el estado de Derecho, fortalecer al sistema de administraci贸n de justicia, terminar con la corrupci贸n y acabar con la impunidad. Su mensaje desde el palacio de gobierno y rodeado de oficiales de las fuerzas armadas afianz贸 la convicci贸n de que el mandatario no es m谩s que un pe贸n controlado y sostenido por el ej茅rcito.

La respuesta de la ciudadan铆a ante el cuadro desolador de los poderes del Estado, transformados en reductos seguros para garantizar privilegios e inmunidad a quienes delinquen desde las instituciones p煤blicas, no tiene siquiera la fuerza suficiente para provocar inquietud en esos c铆rculos. La sociedad civil ha sido fragmentada a trav茅s de insidiosas campa帽as an贸nimas desde centros de control inform谩tico y desde medios de comunicaci贸n favorecidos por los pol铆ticos de turno. Tambi茅n ha tenido un efecto devastador el acoso, las amenazas y asesinatos contra l铆deres comunitarios y periodistas cuyo trabajo ha puesto en descubierto actos flagrantes de corrupci贸n.

Es tan descarada la manera como los funcionarios se blindan contra la acci贸n de la justicia que dejan pocas probabilidades de verse afectados por manifestaciones de protesta, la mayor铆a de ellas debilitadas por el miedo a las consecuencias y la pasividad de una parte importante de la poblaci贸n, por lo tanto carentes del impacto necesario para causar efecto.

Este cuadro no es exclusivo de Guatemala. Ya sucede algo similar en Honduras, Nicaragua, Brasil, Argentina y otras naciones en donde las democracias conquistadas a fuerza de grandes sacrificios y enormes p茅rdidas humanas, se debilitan aceleradamente en esta suerte de “neo guerra fr铆a” en donde la influencia de las grandes corporaciones y los intereses geopol铆ticos de Estados Unidos constituye una marca de identidad largamente conocida en nuestro continente. Las consecuencias del perverso juego de poner y quitar dictaduras, negociar con los grupos econ贸micos, romper acuerdos y crear otros m谩s convenientes a sus intereses ha causado el empoderamiento de grupos criminales cuyos tent谩culos en el cuerpo institucional de los Estados les ha convertido en un poder paralelo con tr谩gicas consecuencias para las democracias latinoamericanas.

Lo sucedido en Guatemala durante los d铆as pasados marca un regreso a las 茅pocas m谩s oscuras de las dictaduras de los a帽os 80 en muchos los pa铆ses del continente. Esta nueva guerra contra los derechos ciudadanos, con el ingrediente adicional de una renovada pol铆tica represiva hacia grupos de mujeres, diversidad sexual, defensores del ambiente y pobladores opuestos a las explotaciones mineras que no dejan ning煤n beneficio, aumenta la presi贸n del caldero y expone al pa铆s a una explosi贸n social de nefastas consecuencias. Ante esto, la 煤nica respuesta posible es un movimiento de unidad ciudadana capaz de anular el efecto de las estrategias divisionistas de sus enemigos m谩s cercanos y m谩s peligrosos: sus propios gobernantes.


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