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Camboya. Las vidas descosidas de la ropa que vestimos

Por Pablo L. Orosa.- Sorn Nita camina descompasada, casi a golpes, como si su cuerpo, agotado de tanto arrastrarse arriba y abajo en la m谩quina de coser, se rebelase contra lo que est谩 por venir. Otro d铆a m谩s de trabajo, como todos desde que cumpli贸 13 a帽os, en las f谩bricas de Phnom Penh. A ella le tocan los pantalones y los vaqueros. ”Como esos que llevas t煤”, me dice. Al rematar la jornada, como tantas otras veces despu茅s del atardecer, volver谩 a casa echando cuentas del dinero que le queda para la semana. Los 100 euros mensuales no le llegan para pagar la renta, el transporte y la comida. Es la condena com煤n. Algunas compa帽eras de la f谩brica ya han comenzado a prescindir de lo 煤nico imprescindible de lo que pueden prescindir: la comida. As铆 es como las mujeres del textil de Camboya comienzan a debilitarse. De pura hambre.

Son las doce del mediod铆a y los alrededores de la factor铆a de Compress Holding, en la comuna de Chak Angre, son un hervidero de mujeres que atestan las mesas met谩licas del peque帽o comedor que a todas horas instalan en la explanada polvorienta que da acceso a la f谩brica. Los platos de habas con arroz, a 5.000 KRH, algo menos de un euro, pasan de una mano a otra, como las prendas durante la confecci贸n. En la primera de las mesas, la m谩s pr贸xima a la f谩brica, ya han terminado el almuerzo. Algunas mujeres saborean unas piezas de fruta. Parecen pl谩tanos. Del otro lado de la explanada, un grupo de chicas rebusca entre la mercanc铆a del puesto de ropa. Son prendas hechas en Vietnam o en China. Las 煤nicas que pueden comprar. Las que ellas fabrican jam谩s las podr谩n vestir.

En la periferia de Phnom Penh se confecciona la ropa de las principales multinacionales del sector: Inditex, C&A, H&M, N Brown Group, Tchibo, Next, Primark o New Look.

En la 煤ltima de las mesas, la del tambaleo arm贸nico a cada movimiento, Sorn Nita apura una taza de sopa. Antes de apartarla, le da dos buenas cucharadas. Dentro de la f谩brica hace mucho calor. En unos minutos deber谩 volver a ponerse manos a la obra: hay que acabar la producci贸n a tiempo para el env铆o. En factor铆as como esta de la periferia de Phnom Penh, la capital de Camboya, se confecciona la ropa de las principales multinacionales del sector: Inditex, C&A, H&M, N Brown Group, Tchibo, Next, Primark o New Look. Cerca de 475.000 personas, un 90% mujeres, trabajan en los 558 centros del textil registrados legalmente en el pa铆s, una cifra a la que habr铆a que a帽adir otras 200.000 que lo hacen en los talleres clandestinos —semejantes a los que proliferaron en la costa de A Coru帽a en los 80 con el crecimiento de Zara— y en las industrias auxiliares.

Cerca de 475.000 personas trabajan en los 558 centros del textil registrados legalmente en el pa铆s, una cifra a la que habr铆a que a帽adir otras 200.000 que lo hacen en los talleres clandestinos y en las industrias auxiliares.

La Uni贸n Europea y Hong Kong son los principales mercados de un sector que le genera 5.000 millones de d贸lares anuales a la econom铆a de un pa铆s en el que la renta per c谩pita no supera los 750 euros. ”Hay 10 millones de personas en Camboya—del total de 15 millones de habitantes— que viven en la pobreza, con menos de 2 d贸lares al d铆a”, remarca Sokny Say, secretaria general del Free Trade Union of Workers of the Kingdom of Cambodia (Ftuwkc). Las familias del textil forman parte de este grupo. Con un sueldo de 100 d贸lares mensuales, muchas mujeres tienen que sacar adelante sus hijos. ”Yo vivo endeudada”, reconoce Long Chenda. A sus 36 a帽os, esta mujer de rostro curtido y discurso latente vive al d铆a, sin m谩s futuro que lo que le permita el cuerpo. ”Mi marido me dej贸 hace seis meses. Desde entonces nunca tengo dinero en el bolsillo”. M谩s de la mitad del salario se va en los gastos de la casa, por lo que tiene que arreglarse con menos de 50 d贸lares para alimentar su familia. ”Siempre tengo que andar pidiendo dinero para poder comprar comida”, repite buscando con la mirada la complicidad de la media docena de compa帽eras que se agrupan tras ella.

Con un sueldo de 100 d贸lares mensuales, muchas mujeres tienen que sacar adelante sus hijos. M谩s de la mitad del salario se va en los gastos de la casa, por lo que tiene que arreglarse con menos de 50 d贸lares para alimentar su familia

El c铆rculo de la deuda

El caso de Long Chenda no es diferente al de muchas otras mujeres de su tiempo. En 2013, estudios realizados por diferentes ONG e instituciones internacionales establecieron el sueldo m铆nimo que deber铆a percibir un trabajador del textil para cubrir los costes b谩sicos de la vida en Phnom Penh entre 157 y 177 d贸lares mensuales. Es el llamado “minimum wage”, que llen贸 de protestas las calles de la capital nos 煤ltimos a帽os. ”Lo que reclaman es el m铆nimo para poder vivir”, afirma Sokny Say. En diciembre del pasado a帽o, el Gobierno camboyano, que es quien fija de hecho los salarios a trav茅s del Labour Advisory Committee —en el que tambi茅n est谩n representados la patronal y los sindicatos—, decidi贸 incrementar los sueldos en el sector de 95 a 100 d贸lares, lo que no content贸 a los trabajadores, que mantuvieron las manifestaciones. La represi贸n gubernamental desemboc贸 en los primeros d铆as de enero de 2014 en un fuerte enfrentamiento en el que cinco manifestantes perdieron la vida y otros 40 resultaron heridos. Adem谩s, 23 personas, entre ellas importantes l铆deres sindicales, fueron detenidas en una campa帽a de ”violencia e intimidaci贸n” denunciada por las organizaciones de derechos humanos. ”Pese a todo, nuestras demandas siguen vigentes. Si no hay protestas, no hay aumentos”, insiste Sokny.

“El Gobierno tiene miedo de que si los sueldos suben demasiado, muchas empresas decidan llevar la producci贸n a otros pa铆ses asi谩ticos como Laos, Vietnam o Indonesia”, explica Phoak Kung, analista

La marea rosa del textil volvi贸 a recorrer el centro de Phnom Penh en octubre de 2016 para quejarse por el retraso en la decisi贸n sobre el salario de 2015.”El Gobierno tiene miedo de que si los sueldos suben demasiado, muchas empresas decidan llevar la producci贸n a otros pa铆ses asi谩ticos como Laos, Vietnam o Indonesia”, explica Phoak Kung, analista del Cambodian Institute for Cooperation and Peace. A pesar de los incrementos logrados en los 煤ltimos a帽os, las mensualidades en el textil en Camboya son a煤n m谩s bajas que las de otros pa铆ses de la zona como Indonesia o China. ”Trabajamos para conseguir salarios decentes para el textil en toda Asia. As铆, las marcas estar谩n menos tentadas de buscar mano de obra barata en cualquiera parte de la regi贸n”, explica el secretario general de IndustriALL, uno de los sindicatos m谩s involucrados en el sector, Jyrki Raina.

Con los 250 d贸lares mensuales que una familia puede llegar a reunir, muchas se ven obligadas a recurrir a pr茅stamos que acaban por ahogar sus escasos ingresos

Las organizaciones de trabajadores creen que las multinacionales tienen margen suficiente para mejorar los jornales, toda vez que s贸lo en el primero semestre del 2013 la facturaci贸n del textil en Camboya se increment贸 en un 32%, hasta los 1.558 millones de d贸lares. ”Preferimos que las compa帽铆as que no puedan pagar un salario m铆nimo se vayan del pa铆s. Nosotros s贸lo le daremos la bienvenida a las empresas que vengan a invertir con buenas intenciones”, afirma la responsable del sindicato Ftuwkc.

La subida de los sueldos es imprescindible para romper el c铆rculo de las deudas que atrapa los trabajadores del textil. Con los 250 d贸lares mensuales que una familia puede llegar a reunir —150 d贸lares es el salario medio entre los empleados de la construcci贸n, por los 100 del textil— muchas se ven obligadas a recurrir a pr茅stamos que acaban por ahogar sus escasos ingresos. ”Trabajamos sin parar casi hasta morir y ni as铆 podemos hacerle frente a los gastos. Yo a煤n le debo parte de la renta de este mes al casero”, apunta Sorn Nita, quien desde hace unos meses vive con su marido en un peque帽o piso en las afueras de Phnom Penh por el que paga 50 d贸lares. ”Me gustar铆a tener un hijo, pero no podr铆a mantenerlo”.

Sorn Nita y su madre, Sun Samnang, que trabaj贸 antes que ella en la factor铆a.

En muchos casos, las mujeres que trabajan en las f谩bricas de Phnom Penh proceden de zonas rurales, en las que a煤n residen sus familias. Son el 煤nico sustento que les queda. Por ello tratan de ahorrar todo lo que pueden para enviar una remesa mensual que alivie la econom铆a familiar. ”Mis dos hijos viven en la provincia de Prey Veng. Intento enviarles dinero en cuanto puedo”, explica Chem Cahaicin. Ella, de 32 a帽os, lleva ocho en las f谩bricas de la capital. Su cuerpo es testigo de la dureza de esta labor, aunque ella nunca pierde la sonrisa. ”Lo hago por los ni帽os”. Con todo, lo peor para estas mujeres es enfermar. ”En muchos casos no tenemos dinero para pagar los tratamientos”, se帽ala Long Chenda. As铆 que tienen que endeudarse de nuevo en un c铆rculo que se vuelve infinito.

Trabajar hasta la muerte.

Con las primeras luces del d铆a, un ej茅rcito de furgonetas oxidadas va repartiendo a los trabajadores por las f谩bricas que salpican la periferia de Phnom Penh. Uno tras otro van entrando en las factor铆as, muchas de ellas an贸nimas —como ya ocurr铆a con los talleres de la Costa da Morte—, para cumplir con su jornada. Aunque la legislaci贸n camboyana establece un m谩ximo de ocho horas diarias, seis d铆as a la semana, con un m谩ximo de dos horas extraordinarias por d铆a —lo que hace un total de 60 horas semanales—, la realidad es que esta nunca baja de las diez horas. ”Hay veces que empezamos a las siete de la ma帽ana y no rematamos hasta las siete y media de la tarde”, explica Sorn Nita. En este tiempo, s贸lo tienen un descanso de una hora para comer. Incluso para ir al ba帽o tienen que pedir permiso. ”Levantarse para ir al servicio est谩 mal visto”, se帽ala Chem Cahaicin.”Te hacen sentir culpable”, a帽ade Long Chenda. Los sindicatos se quejan del trato que las empresas le dispensan a los trabajadores, as铆 como del incumplimiento de las m铆nimas condiciones laborales. ”Es una manera de presionarlos “, denuncia la secretaria general del sindicato Ftuwkc.

—Exactamente, ¿cu谩l es tu labor en el proceso de confecci贸n?

—Yo llego a mi sitio, me siento en la silla y coso, uno tras otro, pantalones y vaqueros. As铆, como esos que llevas t煤— dice Sorn Nita, se帽al谩ndome.

Eso es lo que Sorn Nita viene haciendo los 煤ltimos dos a帽os, desde que entr贸 en Compress Holding —una de las factor铆as m谩s grandes, en la que trabajan alrededor de 1.600 personas—. Durante los diez anteriores pas贸 por f谩bricas m谩s peque帽as como Tack Fat y Tak Son. La situaci贸n es similar en todas. Los due帽os tienen que cumplir con los acuerdos firmados con las multinacionales —siempre con unas exigentes condiciones en tiempos y calidades de las que depende la renovaci贸n del contrato—, lo que se traduce en una fuerte presi贸n para los empleados.”Si no consigues la producci贸n estimada, el responsable del grupo —unas 65 personas, habitualmente— te llama a una sala y te pide explicaciones por lo sucedido. Si no los convences, te dan un aviso. Y se vuelves a fallar te amenazan con el despido”, relata Long Chenda.

— ¿Hay castigo si no cumpl铆s con la producci贸n?

Las tres trabajadoras que a煤n permanecen sentadas en el improvisado comedor a las puertas de la factor铆a se quedan en silencio. Pese a su valent铆a, a煤n hay cuestiones que suscitan los miedos de una sociedad que apenas consigui贸 olvidar las barbaridades del r茅gimen de los Jemeres Rojos. ”¿Castigos? Por supuesto que existen”, aclara despu茅s Sokny Say en su peque帽o despacho de la calle 360 del centro de Phnom Penh. .”Les mandan pasar de pie toda la jornada, con las manos en la espalda; o escribiendo en la pared ‘Lo siento, no volver谩 a ocurrir’; y a veces las sacan fuera, al sol, y las obligan a pasar all铆 el d铆a para que sientan verg眉enza delante de sus compa帽eros”, asegura la sindicalista, que no para de gesticular mientras escenifica los castigos a los que son sometidas las trabajadoras.

“Les mandan pasar de pie toda la jornada, con las manos en la espalda; o escribiendo en la pared ‘Lo siento, no volver谩 a ocurrir’; y a veces las sacan fuera, al sol, y las obligan a pasar all铆 el d铆a para que sientan verg眉enza”

La inseguridad laboral —alrededor del 90% de los empleados del textil tienen contratos temporales de corta duraci贸n, seg煤n un informe de la International Trade Union Confederation (ITUC)— dificulta la afiliaci贸n sindical y, como consecuencia, tambi茅n la demanda de avances en las condiciones laborales. Esta situaci贸n es especialmente lastimosa en el caso de las mujeres, el 90% de la mano de obra, a menudo amenazadas en el caso de quedarse embarazadas, lo que provoca que muchas de ellas se vean obligadas a abortar. ”No podemos seguir en estas condiciones”, insiste Sokny, una de las voces m谩s cr铆ticas con el Gobierno y con las grandes multinacionales. La exigencia de los capataces se acrecienta cuando llegan los per铆odos de mayor consumo en los pa铆ses desarrollados, especialmente durante las semanas previas a la Navidad. Ah铆 se produce lo que algunos expertos llaman ”los incentivos de la muerte”: los empleados del textil necesitan tanto el dinero que trabajan hasta la extenuaci贸n. ”En la temporada alta trabajamos todos los d铆as, de lunes a domingo, durante 14 horas”, asegura Sorn Nita, que lleva m谩s de una d茅cada d谩ndole forma a la ropa que ni siquiera sue帽a con poder vestir.

Al mediod铆a, los alrededores de la factor铆a Compress Holding se convierten en un comedor improvisado para los trabajadores

En 2014, m谩s de 1.000 personas, casi 200 m谩s que en todo el 2013, se desmayaron mientras trabajaban en las f谩bricas del textil en Camboya, seg煤n datos del Departamento de Salud Laboral del Gobierno recogidos por el diario Cambodia Daily.”Los desmayos masivos son comunes en las f谩bricas”, subraya el responsable de IndustriALL. En un mismo d铆a se llegaron a registrar 140 desvanecimientos en tres factor铆as diferentes del distrito de Dangkao, de Phnom Penh. ”Es algo que pasa todas las semanas”, afirma Long Chenda. ”Es verdad, de media hay cuatro o cinco desmayos cada mes”, corrobora Chem Cahaicin. En 2014 tres trabajadores murieron en las f谩bricas del textil en Camboya tras repetidas jornadas extremas de trabajo. Uno de ellos, Vorn Tha, de 44 a帽os, muri贸 en la factor铆a New Archid, que confecciona ropa para H&M, despu茅s de trabajar durante d铆as desde las siete de la ma帽ana a las diez de la noche.

En 2014 tres trabajadores murieron en las f谩bricas del textil en Camboya tras repetidas jornadas extremas de trabajo, uno de ellos despu茅s de trabajar durante d铆as desde las siete de la ma帽ana a las diez de la noche.

Morir de hambre en el trabajo

La pobre alimentaci贸n de los empleados, unida a la excesiva carga laboral, el uso de productos qu铆micos y las altas temperaturas que se alcanzan en los talleres, est谩 detr谩s de esta cruenta realidad. En su informe de 2014, Better Factories, un programa de la Organizaci贸n Internacional del Trabajo (OIT) creado en el 2001 para mejorar las condiciones laborales en las factor铆as del textil en Camboya, se帽ala que s贸lo el 18% de las f谩bricas cumplen con la limitaci贸n de dos horas extraordinarias al d铆a; el 35% con los consejos relativos al calor en el centro de trabajo ; y m谩s de la mitad no tienen agua y jab贸n suficientes.

S贸lo el 18% de las f谩bricas cumplen con la limitaci贸n de dos horas extraordinarias al d铆a, el 35% con los consejos relativos al calor y m谩s de la mitad no tienen agua y jab贸n suficientes

Pese a todo, lo que realmente est谩 causando los desmayos y las muertes es el hambre . Literalmente. ”Trabajamos sin parar, hasta casi morir”, repite Sorn Nita. Con 23 a帽os, apenas pesa 46 kilos y ya no mueve con la lozan铆a de tiempo atr谩s. Su cuerpo comienza a enterarse de lo que significa el paso del tiempo. En Camboya esa es la marca que se帽ala la entrada en la edad adulta. Un informe de la ONG brit谩nica Labour Behind the Label (LBL) afirmaba en 2012 que las mujeres que trabajan en las f谩bricas de Camboya injer铆an una media de 1.598 calor铆as al d铆a, la mitad de la cantidad recomendada para una mujer que realice una actividad industrial. Una dieta completa, de alrededor de 3.000 calor铆as diarias, supondr铆a un coste mensual de m谩s de 75 d贸lares, tres cuartas partes del salario mensual que perciben. ”Con los 100 d贸lares es muy dif铆cil vivir en Camboya. Por eso es tan importante lograr el salario m铆nimo de 177 d贸lares”, repite Sokny una y otra vez. Al dejar de comer, los trabajadores van quedando sin fuerzas, ”hasta que enferman o caen desmayados”, explica la sindicalista. ”Muchos est谩n enfermos, sin fuerza, y se derrumban mientras trabajan”, corrobora Sorn Nita.”Si lo que tienen no es serio ni siquiera los env铆an al hospital. Los mandan de vuelta al trabajo”, a帽ade Chem Cahaicin. Para los empleados del textil, enfermar es casi como una sentencia, una vuelta m谩s en la soga de las deudas.

La hora del almuerzo est谩 a punto de finalizar y con ella nuestra charla. Una cr铆a se afana por recoger los restos de arroz que sobraron de algunos platos, mientras su hermana limpia las mesas del comedor. Ma帽ana habr谩 que montarlo de nuevo. En el mundo del textil en Camboya el tiempo no tiene estaciones, es m谩s bien una puntada continua que va descosiendo los cuerpos hasta que los hace desfallecer. En la entrada de la factor铆a, un grupo de mujeres apura una botella de agua. La polvareda de unas motos las hace toser. Unos metros m谩s atr谩s Sorn Nita se agarra del brazo de su madre, Sun Samnang. Ella fue quien le ense帽贸 el oficio. Chem Cahaicin y Long Chenda caminan a un lado.

—Una 煤ltima cosa —les digo antes de despedirme—. ¿Vosotras que le pedir铆ais al futuro?

Silencio.

—Que nuestros hijos no tengan que trabajar en estas f谩bricas.

26/09/2018

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