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El viejo cuento de la corrupci贸n

OPINI脫N de Jorge Majfud.- La narrativa pol铆tica que justifica cualquier opci贸n como forma de acabar con la corrupci贸n es tan antigua como la pol铆tica y como la narrativa. En Am茅rica Latina es un g茅nero cl谩sico y s贸lo gracias a la poca memoria de los pueblos es posible repetirla, generaci贸n tras generaci贸n, como si se tratase de una novedad.

Pero esta narrativa, que s贸lo sirve a la consolidaci贸n o a la restauraci贸n de una determinada clase en el poder, se centra exclusivamente en la corrupci贸n menor: un pol铆tico, un senador, un presidente recibe diez mil o medio mill贸n de d贸lares para favorecer a una gran empresa. Rara vez un pobre ofrece medio mill贸n de d贸lares a un pol铆tico para que le otorgue una pensi贸n de quinientos d贸lares mensuales.

Es corrupto quien le paga un mill贸n de d贸lares a un pol铆tico para ampliar los beneficios de sus empresas y es corrupto el pobre diablo que vota por un candidato que le ha comprado las chapas para el techo de su casita en la villa miseria.

Pero es a煤n m谩s corrupto aquel que no distingue entre la corrupci贸n de la ambici贸n y la corrupci贸n de quien busca, desesperadamente, sobrevivir. Como dec铆a la mexicana Sor Juana In茅s de la Cruz a finales del siglo XVII, antes que el poder del momento la aplastara por insumisa:

¿O cu谩l es m谩s de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

Rara vez las acusaciones de corrupci贸n se refieren a la corrupci贸n legal. Ni importa si, gracias a una democracia orgullosa de respetar las reglas de juego, diez millones de votantes aportan cien millones de d贸lares a la campa帽a de un pol铆tico y dos millonarios aportan s贸lo diez millones, una propina, al mismo candidato. Cuando ese pol铆tico gane las elecciones cenar谩 con uno de los dos grupos, y no es necesario ser un genio para adivinar cu谩l.

No importa si luego esos se帽ores logran que el congreso de sus pa铆ses apruebe leyes que benefician sus negocios (recortes de impuestos, desregulaci贸n de los salarios y de las inversiones, etc.), porque ellos no necesitar谩n violar ninguna ley, la ley que ellos mismos escribieron, como un maldito ladr贸n que no le roba a diez millones de honestos e inocentes ciudadanos sino a dos o tres pobres trabajadores que s贸lo sentir谩n la ira, la rabia y la humillaci贸n por el despojo que ven y no por el que no ven.

Pese a todo, a煤n podemos observar una corrupci贸n a煤n mayor, mayor a la corrupci贸n ilegal y mayor a la corrupci贸n legal. Es esa corrupci贸n que vive en el inconsciente del pueblo y que no procede de otro origen sino de la persistente corrupci贸n del poder social que, como una gota, cava la roca a lo largo de los a帽os, de los siglos.

Es la corrupci贸n que vive en el mismo pueblo que la sufre, en ese hombre cansando, de manos curtidas o de t铆tulos universitarios, en esa mujer sufrida, con ojeras, o en esa otra de naricita levantada. Es esa corrupci贸n que se va a la cama y se levanta con cada uno de ellos, cada d铆a, para reproducirse en el resto de su familia, de sus amigos, como la gripe, como el 茅bola.

No es simplemente la corrupci贸n de unos pocos individuos que aceptan dinero f谩cil por los misteriosos atajos de la ley.

No, no es la corrupci贸n de quienes est谩n en el poder, sino esa corrupci贸n invisible que vive como un virus de la frustraci贸n de quienes buscan acabar con la corrupci贸n con viejos m茅todos probadamente corruptos.

Porque corrupci贸n no es solo cuando alguien da o recibe dinero il铆cito, sino tambi茅n cuando alguien odia a los pobres porque reciben una limosna del Estado.

Porque la corrupci贸n no es s贸lo cuando un pol铆tico le da una canasta de comida a un pobre a cambio de su voto, sino cuando quienes no pasan hambre acusan a esos pobres de corruptos y holgazanes, como si no existieran los holgazanes en las clases privilegiadas.

Porque la corrupci贸n no es s贸lo cuando un pobre holgaz谩n logra que un pol铆tico o el Estado le den una limosna para dedicarse a sus miserables vicios (vino barato en lugar de Jameson Irish whiskey), sino tambi茅n cuando quienes est谩n en el poder se convencen y convencen a los dem谩s que sus privilegios lo ganaron ellos solos y en la m谩s pura, destilada, justa ley, mientras que los pobres (esos que lavan sus ba帽os y compran sus espejitos) viven del intolerable sacrificio de los ricos, algo que s贸lo un general o un Hombre de Negocios con mano dura puede poner fin.

Porque corrupci贸n es cuando un pobre diablo apoya a un candidato que promete castigar a otros pobres diablos, que son los 煤nicos diablos que el pobre diablo resentido conoce, porque se ha cruzado con ellos en la calle, en los bares, en el trabajo.

Porque corrupci贸n es cuando un mulato como Domingo Sarmiento o Antonio Hamilton Martins Mour茫o siente verg眉enza de los negros de su familia y odio infinito por los negros ajenos.

Porque corrupci贸n es cuando un elegido de Dios, alguien que confunde la interpretaci贸n fan谩tica de su pastor con los m煤ltiples textos de una Biblia, alguien que va todos los domingos a la iglesia a rezarle al Dios del Amor y al salir tira unas monedas a los pobres y al d铆a siguiente marcha contra el derecho a los mismos derechos de gente diferente, como los gays, las lesbianas, los trans, y lo hace en nombre de la moral y del hijo de Dios, Jes煤s, s铆, ese mismo que tuvo mil oportunidades de condenar a esa misma gente diferente, inmoral, y nunca lo hizo, sino lo todo contrario.

Porque corrupci贸n es apoyar a candidatos que prometen la violencia como forma de eliminar la violencia.

Porque corrupci贸n es creer y repetir con fanatismo que las dictaduras militares que asolaron Am茅rica Latina desde el siglo XIX, esas que practicaron todas las variaciones posibles de corrupci贸n, pueden alguna vez ser capaces de terminar con la corrupci贸n.

Porque corrupci贸n es odiar y, al mismo tiempo, acusar al resto de sufrir de odio.

Porque la corrupci贸n est谩 en la cultura y hasta en el coraz贸n de los individuos m谩s honestos de una sociedad.

Porque la peor de las corrupciones no es la que se lleva un mill贸n de d贸lares, sino aquella otra que no deja ver ni escucha los alaridos de la historia, ni se escucha ni deja que se vea hasta que es demasiado tarde.



JM, octubre 2018

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