Comunidades mayas dedicadas a la apicultura denuncian muerte de abejas y pérdida de cientos de colmenas.
Comunidades mayas del municipio de Hopelchén, en el estado suroriental de Campeche, denunciaron en un comunicado publicado el 30 de agosto que su territorio “está siendo depredado por la agricultura industrial y los cultivos con semillas transgénicas. La deforestación está destruyendo las fuentes de néctar para nuestras abejas, nuestras selvas y su biodiversidad desaparecen, las corrientes de agua han cambiado, las lagunas y aguadas de las que hemos sobrevivido se están secando y los animales silvestres aparecen muertos”.
Aunque en noviembre del 2015 la Suprema Corte de Justicia (SCJ) ordenó la suspensión de los permisos otorgados en el 2011 a la transnacional Monsanto para cultivar soya transgénica en la península de Yucatán, donde están ubicados los estados de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, y dispuso que se lleve a cabo un proceso de consulta a las comunidades mayas afectadas, el comunicado señala que “cada año aumenta la siembra ilegal. Lo mismo sucede con las fumigaciones áreas y la deforestación”.
La consulta se inició en abril del 2016, pero desde ese momento “solo hemos sido discriminados y hostigados, no nos respetan como indígenas, no se respetan ni se reconocen los acuerdos a los que hemos llegado, el gobierno se empeña en dividir a las comunidades y desconocer a nuestros representantes, poniendo en duda nuestros usos y costumbres”, señalan las comunidades indígenas.
Ante la falta de garantías, las comunidades mayas decidieron suspender el proceso de consulta con las actuales autoridades y anunciaron que continuarán el diálogo con el próximo gobierno encabezado por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, quien asumirá el 1 de diciembre.
Más de 25,000 familias indígenas se dedican a la apicultura orgánica en Campeche y Yucatán. Producen alrededor del 30% de toda la miel orgánica que exporta el país. Su producción orgánica se ha visto afectada por los cultivos transgénicos de Monsanto que superan las 250,000 Ha en el sureste del país.
Diversos estudios han demostrado que la soya transgénica afecta la producción de miel al cambiarle el sabor y la calidad. Este cultivo requiere de la aspersión del herbicida glifosato que ha sido considerado como probablemente cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud.
Según Gustavo Huchín, apicultor que forma parte de Ma OGM, colectivo de personas, organizaciones y comunidades del sureste mexicano que comparten una posición activa y crítica contra los organismos genéticamente modificados, “la siembra de soya transgénica afecta la apicultura, una práctica histórica y tradicional del pueblo maya y viola el derecho a un medioambiente sano, por el uso excesivo de plaguicidas y la deforestación que implica. Actualmente ya son miles de hectáreas de selva que han sido deforestadas para establecer este cultivo. Nuestra selva, que es la última del país”.
Salud en riesgo
Pero no solo la aspersión de cultivos transgénicos está afectando la producción apícola. El 10 de setiembre, apicultores de Quintana Roo denunciaron que 228 colmenas se perdieron y 14 personas resultaron afectadas por la fumigación de cultivos de chile habanero. Una primera fumigación el 13 de agosto provocó la muerte de cientos de miles de abejas y la pérdida de 357 colmenas. El plaguicida usado fue fipronil, cuyo nombre comercial es Regenet 4SC, que es altamente tóxico para las abejas.
A pesar de lo anterior, autoridades locales y federales persisten en no regular el uso de agroquímicos que además está afectando la salud de las personas, según reveló organización ambientalista Greenpeace en el estudio “Huella de los plaguicidas en México”, publicado en el 2015. El índice de cáncer en 15 años aumentó en 30% en la península de Yucatán y en el caso de Quintana Roo se ha duplicado. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en Quintana Roo se registraron 597 muertes por cáncer en el 2015, frente a 262 en el 2000. En Campeche, pasaron de 355 en el 2000 a 497 en el 2015, mientras que en Yucatán se registraron 1,358 casos en el 2015 de 1,059 en el 2000.
En noviembre del 2016, Greenpeace tomó muestras de agua en cinco cenotes (depósitos de agua manantial ubicados a cierta profundidad): tres en Yucatán, uno en Quintana Roo y uno en Campeche, en las que se encontraron plaguicidas como endosulfán, hexacloroexano, endrin y dieldrin, así como derivados del DDT, que permanece en el ambiente a pesar que su uso está prohibido desde 1972.
“El desarrollo que nosotros buscamos toma en cuenta que nuestra región es distinta, su suelo es calizo y poroso, su agua corre debajo del suelo y se contamina con gran facilidad”, indica el comunicado. “Nuestra economía depende de la venta de miel, y la selva y sus animales están en un frágil equilibrio compartiendo con nosotros. Queremos trabajar la tierra y producir alimentos sanos y que tomen en cuenta nuestra forma de vivir”.
Las comunidades indígenas demandaron “detener la deforestación, la contaminación del agua, las fumigaciones aéreas, la perforación de pozos. Eso nos afecta a todos y todas las que vivimos en Hopelchén. Hay que reparar los graves daños que ya están hechos, pensar en estrategias para que el monte se recupere y lo podamos aprovechar de manera sostenible. No queremos más proyectos agroindustriales que promuevan la siembra de monocultivos y el uso de venenos. No queremos más riesgos para la salud y la vida de nuestros hijos, ni de nuestro patrimonio”. —Noticias Aliadas.
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Fumigaciones ponen en peligro producción de miel orgánica por comunidades mayas en península de Yucatán./www.sagarpa.mx |
Comunidades mayas del municipio de Hopelchén, en el estado suroriental de Campeche, denunciaron en un comunicado publicado el 30 de agosto que su territorio “está siendo depredado por la agricultura industrial y los cultivos con semillas transgénicas. La deforestación está destruyendo las fuentes de néctar para nuestras abejas, nuestras selvas y su biodiversidad desaparecen, las corrientes de agua han cambiado, las lagunas y aguadas de las que hemos sobrevivido se están secando y los animales silvestres aparecen muertos”.
Aunque en noviembre del 2015 la Suprema Corte de Justicia (SCJ) ordenó la suspensión de los permisos otorgados en el 2011 a la transnacional Monsanto para cultivar soya transgénica en la península de Yucatán, donde están ubicados los estados de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, y dispuso que se lleve a cabo un proceso de consulta a las comunidades mayas afectadas, el comunicado señala que “cada año aumenta la siembra ilegal. Lo mismo sucede con las fumigaciones áreas y la deforestación”.
La consulta se inició en abril del 2016, pero desde ese momento “solo hemos sido discriminados y hostigados, no nos respetan como indígenas, no se respetan ni se reconocen los acuerdos a los que hemos llegado, el gobierno se empeña en dividir a las comunidades y desconocer a nuestros representantes, poniendo en duda nuestros usos y costumbres”, señalan las comunidades indígenas.
Ante la falta de garantías, las comunidades mayas decidieron suspender el proceso de consulta con las actuales autoridades y anunciaron que continuarán el diálogo con el próximo gobierno encabezado por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, quien asumirá el 1 de diciembre.
Más de 25,000 familias indígenas se dedican a la apicultura orgánica en Campeche y Yucatán. Producen alrededor del 30% de toda la miel orgánica que exporta el país. Su producción orgánica se ha visto afectada por los cultivos transgénicos de Monsanto que superan las 250,000 Ha en el sureste del país.
Diversos estudios han demostrado que la soya transgénica afecta la producción de miel al cambiarle el sabor y la calidad. Este cultivo requiere de la aspersión del herbicida glifosato que ha sido considerado como probablemente cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud.
Según Gustavo Huchín, apicultor que forma parte de Ma OGM, colectivo de personas, organizaciones y comunidades del sureste mexicano que comparten una posición activa y crítica contra los organismos genéticamente modificados, “la siembra de soya transgénica afecta la apicultura, una práctica histórica y tradicional del pueblo maya y viola el derecho a un medioambiente sano, por el uso excesivo de plaguicidas y la deforestación que implica. Actualmente ya son miles de hectáreas de selva que han sido deforestadas para establecer este cultivo. Nuestra selva, que es la última del país”.
Salud en riesgo
Pero no solo la aspersión de cultivos transgénicos está afectando la producción apícola. El 10 de setiembre, apicultores de Quintana Roo denunciaron que 228 colmenas se perdieron y 14 personas resultaron afectadas por la fumigación de cultivos de chile habanero. Una primera fumigación el 13 de agosto provocó la muerte de cientos de miles de abejas y la pérdida de 357 colmenas. El plaguicida usado fue fipronil, cuyo nombre comercial es Regenet 4SC, que es altamente tóxico para las abejas.
A pesar de lo anterior, autoridades locales y federales persisten en no regular el uso de agroquímicos que además está afectando la salud de las personas, según reveló organización ambientalista Greenpeace en el estudio “Huella de los plaguicidas en México”, publicado en el 2015. El índice de cáncer en 15 años aumentó en 30% en la península de Yucatán y en el caso de Quintana Roo se ha duplicado. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en Quintana Roo se registraron 597 muertes por cáncer en el 2015, frente a 262 en el 2000. En Campeche, pasaron de 355 en el 2000 a 497 en el 2015, mientras que en Yucatán se registraron 1,358 casos en el 2015 de 1,059 en el 2000.
En noviembre del 2016, Greenpeace tomó muestras de agua en cinco cenotes (depósitos de agua manantial ubicados a cierta profundidad): tres en Yucatán, uno en Quintana Roo y uno en Campeche, en las que se encontraron plaguicidas como endosulfán, hexacloroexano, endrin y dieldrin, así como derivados del DDT, que permanece en el ambiente a pesar que su uso está prohibido desde 1972.
“El desarrollo que nosotros buscamos toma en cuenta que nuestra región es distinta, su suelo es calizo y poroso, su agua corre debajo del suelo y se contamina con gran facilidad”, indica el comunicado. “Nuestra economía depende de la venta de miel, y la selva y sus animales están en un frágil equilibrio compartiendo con nosotros. Queremos trabajar la tierra y producir alimentos sanos y que tomen en cuenta nuestra forma de vivir”.
Las comunidades indígenas demandaron “detener la deforestación, la contaminación del agua, las fumigaciones aéreas, la perforación de pozos. Eso nos afecta a todos y todas las que vivimos en Hopelchén. Hay que reparar los graves daños que ya están hechos, pensar en estrategias para que el monte se recupere y lo podamos aprovechar de manera sostenible. No queremos más proyectos agroindustriales que promuevan la siembra de monocultivos y el uso de venenos. No queremos más riesgos para la salud y la vida de nuestros hijos, ni de nuestro patrimonio”. —Noticias Aliadas.