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Netanyahu y Trump, una dupla fatal para Palestina y la paz

OPINIÓN de Emilio Marín.- Otra vez bombardeos e incursiones militares de Israel encendiendo la mecha de la violencia y muertes en Gaza. Otra vez la justa respuesta defensiva de los palestinos.
Como en cada una de las acciones que se vienen sucediendo en Gaza desde 2007, los hechos cantan que el agresor es Israel. Sin embargo, los medios de incomunicación simpatizantes del sionismo reiteraron sus coberturas bien sesgadas: los palestinos fueron los “terroristas” y agresores que por propia iniciativa arrojaron 300 misiles contra poblados israelitas.

Tanta falsedad abruma. Las cosas no sucedieron de ese modo, pero gran parte del público será intoxicado con aquellas informaciones falsas y creerá que son verdades.

El domingo 11 de noviembre a la noche una fuerza israelí penetró más de 3 kilómetros en la Franja de Gaza, para secuestrar o bien asesinar a Nur Baraka, un comandante de las brigadas Ezzedin al Qasam, brazo militar del Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas.

El comando invasor asesinó a ese líder, pero los milicianos los repelieron y los criminales debieron retroceder, con cobertura de fuego aéreo de la Fuerza de “Defensa” Israelí (FDI). Murieron 7 palestinos y un teniente coronel israelí (presentado por los medios como un “soldado”).

A raíz de esa agresión armada y esas muertes, Hamas decidió arrojar unos cuantos cohetes no precisamente misiles de última generación o “inteligentes”. Varios fueron neutralizados por el “Escudo de Hierro” israelí, pero otros cayeron en algunas ciudades y uno impactó en un ómnibus. Hubo un muerto en una vivienda, paradojalmente un residente de origen palestino, otra mujer herida de gravedad y un soldado en estado crítico.

Nadie debería alegrarse de ese saldo de los cohetes de Hamas, pero a condición de condenar primero como origen de la violencia al operativo invasor en Gaza.

Como siempre, el lado palestino puso la mayor parte de la sangre. Los bombardeos israelitas causaron tres muertos y decenas de heridos, destruyendo viviendas, edificios, un hotel, la sede de Al Aqsa TV y otros sitios. La prensa adicta al sionismo aseguró que eran cuevas del “terrorismo”, justificando así la destrucción y muerte. Las tropas del jefe del Estado Mayor del Ejército, general Gadi Eisenkot, en cambio, son unos santos…

Estos enfrentamientos, entre una parte agresora que ataca y otra agredida que se defiende, han puesto a la región en máxima tensión. Hubo una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, que de palabra pidió frenar la violencia y negociar una tregua, pero que en los hechos no logra ni puede articular una solución más duradera por una doble razón. Una: la ONU está gaga, decrépita y necesita refundarse sobre nuevas bases, sin el poder de veto de las potencias. Otra: el poder del neonazi Trump y su sociedad con el gabinete también neonazi Netanyahu.

Por ahora se han tomado un respiro los abrumadores bombardeos contra Gaza y los módicos proyectiles sobre Sderot y otras ciudades del sur israelí. Hasta la próxima vez.

Cuarta guerra

La batalla iniciada el 11 de noviembre es parte de lo que vendría a ser la cuarta guerra en Gaza. Se inició el 30 de marzo pasado con la movilización de los palestinos hacia la frontera de la Franja, en la “Gran Marcha del Retorno”. Ese viernes y los siguientes los manifestantes fueron baleados sin consideración por los israelitas. Sólo el 14 de mayo pasado esas tropas asesinaron a 60 personas de ese modo. Era gente desarmada que pedía volver a sus tierras, de donde fueron desalojados o debieron huir por la ocupación de Israel que fundaba su estado en mayo de 1948.

Desde marzo hasta el 13 de noviembre fueron asesinados en Gaza 231 palestinos, entre ellos mujeres y niños. En cambio del lado israelí sólo murió un soldado. Mejor ilustración sobre quién es el agresor y quién el agredido, imposible. Otro elemento básico completa la comparación: todos los muertos estaban en la castigada Franja de Gaza, de apenas 362 kilómetros cuadrados donde viven hacinados 2 millones de personas.

De esa población el 45 por ciento no tiene trabajo, índice que se eleva al 70 por ciento en los jóvenes; está bloqueada por tierra y mar por Israel desde 2007, cuando Hamas asumió el gobierno tras ganar las elecciones el año anterior. El bloqueo israelí determina que hay electricidad sólo cuatro horas al día. La contaminación ambiental es tal que la ONU estima que en 2020 será una zona inhabitable.

Hubo allí tres guerras lanzadas por Israel. La primera fue “Operación Plomo Fundido”, entre diciembre de 2008 y enero de 2009. La segunda “Pilar Defensivo” en noviembre de 2012. La tercera y más letal “Margen Protector”, entre julio y agosto de 2014, cuando fueron asesinados 2.310 palestinos y heridos 10.600.

Se teme que la actual agresión desemboque plenamente en la cuarta guerra, aunque en Egipto siguen negociando el gobierno del presidente Abdelfatá al Sisi y el enviado de la ONU, el búlgaro Nickolay Mladenov.

Hamas no actuó con intransigencia. En octubre del año pasado, en esas negociaciones en El Cairo, aceptó retirarse de las fronteras de Gaza y entregar la administración civil de la Franja a la Autoridad Nacional Palestina de Mahmud Abbas. Cumplió con lo primero en tiempo y forma, y se aprestaba a concretar lo segundo, cuando sobrevino la nueva agresión.

Netanyahu no habría podido hacer lo que hizo en soledad. Gozó de la gran ayuda de su socio mayor en la Casa Blanca, quien recortó 200 millones de dólares de programas sociales en Palestina y mudó su embajada a Jerusalén el 14 de mayo. ¡Ese día los palestinos sufrieron 60 muertos!

La desprestigiada ONU va a hacer poco y nada. Mejor es la solidaridad de los pueblos y de las personas, como Roger Waters en Buenos Aires alentando la campaña del BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones). El rockero hizo flor de pogo a favor de Palestina en las narices de Mauricio Macri, el socio menor de Trump y Netanyahu.




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