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"Responder a un desastre natural en tu país es desgarrador”

Rangi W. Sudrajat, doctora de MSF en tIndonesia

Yan Debri Syauta/MSF

Desde que el terremoto y posterior tsunami asolaron el centro de la isla de Célebes en septiembre pasado, los muertos ascienden a 1.900. La doctora Rangi W. Sudrajat nos relata su experiencia allí y subraya la importancia de la fuerza interior y la resiliencia.

Cuando un devastador terremoto y un tsunami azotaron el centro de la isla de Célebes en Indonesia, en septiembre pasado, la doctora Rangi W. Sudrajat se unió al equipo de respuesta de emergencia que envió Médicos Sin Fronteras para llegar a las comunidades más aisladas por el desastre natural.

“Era 7 de octubre, nueve días después del terremoto de magnitud 7.5 al que siguió un tsunami de seis metros de altura que azotó y paralizó la provincia del centro de la isla de Célebes.

"El número de muertos ha aumentado a 1.900 y sigue creciendo", decía la voz en el televisor en el aeropuerto de Makassar, justo antes de que el avión despegara hacia la ciudad de Palu. Cuando llegué, el informe de la televisión me pareció un presagio de lo que encontré.

El aeropuerto estaba abarrotado, las aeronaves militares estaban estacionadas alrededor de la pista recién arreglada, y la famosa torre de control de tráfico aéreo colapsada atrapó inmediatamente mi mirada. Estaba en ruinas.

Dentro del aeropuerto había mucha gente esperando, intentaban tomar un avión para salir de la ciudad. Vi a un niño con una enorme venda en la cabeza durmiendo en el regazo de su madre. En silencio, susurré ‘que tengas un viaje seguro’, como si de una oración se tratara.

La llegada a Palu

‘Bienvenidos a Palu’, fue lo primero que nos dijo el oficial administrativo de MSF cuando llegamos. Éramos un equipo de tres personas: una enfermera, un especialista de agua y saneamiento y yo, un médico.

El oficial parecía cansado. Sabía que los miembros del equipo de exploración (un coordinador de proyecto, un médico, un logista y un oficial administrativo) estaban aquí desde el 2 de octubre, viviendo en tiendas de campaña, en el parking de un hotel.

“Ya no es tan malo, ahora tenemos electricidad y agua. Fue difícil durante los primeros días”, me respondió el equipo cuando pregunté. “La comida es escasa pero no es mala. Siempre y cuando no pidas pollo frito o pizza, estaremos bien”, bromeó el oficial administrativo.

Sin contacto con el mundo exterior

Al día siguiente, la enfermera, el especialista en agua y saneamiento y yo nos unimos a una clínica móvil y viajamos a un puskesmas (un centro de salud comunitario) en la ciudad de Baluase, en Sigi, una de las tres provincias afectadas.

"El viaje no suele ser tan largo", nos comentó la doctora Krishna, a su vez directora de los puskesmas. "Pero ahora las carreteras están dañadas y los puentes se derrumbaron, por eso tomamos una ruta diferente. Antes, solo se tardaba 45 minutos desde Palu hasta Sigi. Ahora el viaje dura dos horas”.

Desde las pequeñas ventanas del coche, pude ver que nos rodeaba césped alto y un camino de tierra recién creado.

“Los militares cortaron los campos y vertieron arena para crear este camino. Antes de esto, Sigi estaba completamente aislada del mundo exterior", nos explicó el marido de la doctora Krishna, quien conducía el coche. Para mi desesperación, pronto descubrí que esto era verdad.

Sin electricidad y con una desesperada llamada de ayuda, una familia había colocado un letrero pidiendo atención médica. Pasaron noches terribles esperando a alguien que les ayudara y evacuara a sus familiares gravemente heridos.

“Me evacuaron unos cinco días después del terremoto. Me subieron a una camioneta y me trajeron a Palu”, comentó una madre con una pierna rota y dislocada. “Ahora estoy bien, pero perdí a mi hijo de 7 años en los escombros, lo encontraron muerto”.

Clínicas diarias en 13 pueblos

Las ruinas y la devastación estaban por todos lados en Sigi. El suelo se había partido, las casas se derrumbaron y los edificios estaban hechos pedazos. Desde lejos, parecía que no le había pasado nada al edificio que solía ser el puskesmas Baluase, pero al acercarte, era obvio que este centro del servicio de salud del distrito, que brindaba tratamiento a más de 15.000 personas, estaba severamente dañado.

Sin embargo, MSF ya tenía un plan de acción para restaurar los servicios de salud en el área. Y, para el 15 de octubre, el equipo de MSF estableció las bases para instalar un puskesmas temporal.

Mientras los equipos de logística y agua y saneamiento trabajaban para reconstruir el centro de salud; mi equipo médico, apoyado por el personal del puskesmas, inició actividades con clínicas móviles diarias en los 13 pueblos del distrito.

Pero a veces la situación era muy difícil. He trabajado en emergencias anteriores con MSF, pero tratar a las víctimas de un desastre natural a gran escala ocurrido en tu país de origen es completamente diferente y desgarrador. Me impactó personalmente. Cuando sucedió, hice lo que normalmente hago en mis otras misiones, pasé tiempo jugando con mis personas favoritas: los niños.

Cuando estaba redactando este texto, MSF había finalizado la construcción de los puskesmas temporales en Baluase, y ya ejercía como el centro del servicio de salud del distrito. MSF también ha instalado tanques de agua y letrinas en varios campos para las personas desplazadas en la provincia de Sigi.

Al trabajar en colaboración con la Oficina de Salud del Distrito, MSF restauró otros puskesmas en las áreas de Palu y Donggala, y también brindó apoyo médico y psicosocial.

Se necesitará tiempo hasta que los ciudadanos de Palu, Donggala y Sigi puedan vivir como antes. Pero lo más importante que aprendí durante mi estancia con las comunidades es la importancia de la fuerza interior y la resiliencia.

Me enseñaron que los que quedaron detrás deberían aferrarse a la vida y vivirla al máximo. Está bien llorar de vez en cuando, pero es más importante sonreír y ser feliz. Es casi una obligación hacer precisamente eso, a cambio del amor que nos dieron aquellos que el desastre se llevó antes de tiempo.

Cuando la tierra se abrió

y todo se derrumbó

Cuando nuestro océano favorito lavó tu techo

y el mío

y alejó tus manos

de las mías

Espero que sepas que viviré valientemente

por el amor que me diste

Espero que vivas una vida que te enorgullezca y

espero que siempre seas amable

Siempre seremos el dulce hogar del otro

Nos veremos en su momento

RWS, Palu - 20 de octubre de 2018

28 November 2018

www.msf.es




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