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Ser libre de la tortura

Art铆culo 5: Nadie ser谩 sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

"No hay circunstancias excepcionales en absoluto, ya se trate de un estado de guerra o una amenaza de guerra, inestabilidad pol铆tica interna o cualquier otra emergencia p煤blica; ninguno de estos argumentos puede ser invocado para justificar la tortura".




En ocasiones, puede que los Estados hayan discutido sobre la definici贸n de lo que constituye tortura, pero virtualmente ninguno defiende abiertamente su pr谩ctica ahora, incluso si todav铆a la llevan a cabo en "algunos de los rincones m谩s oscuros de nuestro planeta", tal y como lo describi贸 el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

La prohibici贸n de la tortura es otro reflejo de la repulsi贸n contra los campos de concentraci贸n y los experimentos m茅dicos nazis con personas vivas que motivaron a los redactores de la Declaraci贸n Universal de los Derechos Humanos a finales de los a帽os cuarenta.

La prohibici贸n de la tortura se describe con mayor detalle en la Convenci贸n contra la Tortura de la ONU de 1984, la cual proh铆be la tortura de forma meridianamente clara: "No hay circunstancias excepcionales en absoluto, ya se trate de un estado de guerra o una amenaza de guerra, inestabilidad pol铆tica interna o cualquier otra emergencia p煤blica; ninguno de estos argumentos puede ser invocado para justificar la tortura".

Dado este rechazo universal, ¿por qu茅 una sociedad democr谩tica contempor谩nea tolerar铆a el uso de la tortura? El argumento m谩s frecuente a favor de la tortura es que, particularmente en la lucha contra el terrorismo, puede salvar vidas de personas inocentes.

Aparte de todas las fallas en el argumento imaginario de la "bomba de relojer铆a" (¿C贸mo saben las fuerzas de seguridad que tienen a la persona adecuada? ¿C贸mo saben que el sospechoso no inventar谩 las cosas simplemente para aliviar su dolor?), la mayor铆a rechaza la tortura por ser una excusa para hacer valer el poder por medio de un comportamiento deshumanizador.

La prohibici贸n de la tortura es tan absoluta que el 贸rgano de la ONU encargado de monitorear su prevenci贸n ha recomendado que incluso en la formaci贸n a los soldados se les recuerde que tienen la obligaci贸n de desobedecer las 贸rdenes de un oficial superior para cometer torturas. El hecho de que varios Estados se hayan esforzado tanto para redefinir algunas de sus pr谩cticas, argumentan algunos, demuestra que actualmente se respeta la prohibici贸n universal de la tortura, y que incluso se intenta subvertirla.
La tortura no se ha detenido

Tras los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos en 2001, el gobierno del Presidente George W. Bush reinterpret贸 la palabra "tortura" de una forma muy estricta en un esfuerzo por dar a sus oficiales margen de maniobra para maltratar a los sospechosos. Las circulares que se hicieron p煤blicas m谩s tarde demostraron que dicha administraci贸n cre铆a que la prohibici贸n de la tortura era "pintoresca" y "obsoleta", y que no se aplicaba en lo que denominaba "guerra contra el terrorismo", e incluso que el Presidente pod铆a "anular" el derecho internacional.

Se inventaron nuevos eufemismos para encubrir las acciones de la administraci贸n. Bajo el t茅rmino de "rendici贸n extraordinaria", los Estados Unidos llevaron a los sospechosos a "sitios oscuros" como los centros de detenci贸n en Abu Ghraib, en Irak; la prisi贸n de Bagram, en Afganist谩n o la Bah铆a de Guant谩namo, en Cuba, para someterlos a "t茅cnicas de interrogaci贸n mejoradas".

Estas escandalosas pr谩cticas fueron condenadas por una larga lista de organizaciones y personas, incluidas varios generales retirados, almirantes, abogados militares y oficiales de inteligencia. Sin embargo, cualquier discusi贸n sobre derechos humanos se vio sumergida bajo discusiones m谩s "pr谩cticas", irrelevantes seg煤n el derecho internacional, sobre si la tortura era un medio eficaz y fiable para extraer informaci贸n 煤til.

Finalmente, fue la omnipresente c谩mara digital y no los argumentos morales, la que cambi贸 la tendencia en contra de una “definici贸n lejana” de la tortura. Las fotos de prisioneros iraqu铆es desnudos y humillados mientras soldados de Estados Unidos sonre铆an orgullosamente frente a la c谩mara se convirtieron en el s铆mbolo de los abusos oficiales de derechos humanos. Los Estados Unidos repudiaron despu茅s estas pr谩cticas.



Celda de detenci贸n en Guant谩namo. Foto: Emma Reverter
Los defensores del derecho a no ser torturado

Hoy en d铆a, activistas de todo el mundo arriesgan sus vidas para documentar abusos y difundir r谩pidamente pruebas en las redes sociales. Pero lo que se hace con la informaci贸n depende de la voluntad pol铆tica. "El problema no es la falta de alerta temprana", dice Pierre San茅, de Senegal, ex jefe de Amnist铆a Internacional, el problema es "la falta de acci贸n temprana".

Aun as铆, la ONU considera que el monitoreo regular de los lugares de detenci贸n por parte de mecanismos independientes de supervisi贸n internos y externos es uno de los m茅todos m谩s efectivos para prevenir la tortura. El estatus internacional de los derechos humanos significa que el comportamiento de los Estados y las personas ya no se rige 煤nicamente por las normas nacionales. Los tratados contra la tortura, de 贸rganos universales y regionales, (as铆 como contra el genocidio y las desapariciones forzadas) han prevalecido sobre los argumentos de que ciertas personas gozan de inmunidad internacional frente al enjuiciamiento.

Seg煤n el principio conocido como "jurisdicci贸n universal", las personas sospechosas de los cr铆menes internacionales m谩s graves, incluida la tortura, pueden ser arrestadas, juzgadas y condenadas en pa铆ses distintos al suyo.

Como lo expres贸 una ex Jefa de Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, "nadie se libra, ni los torturadores mismos, ni los responsables pol铆ticos, ni los funcionarios p煤blicos que definen la pol铆tica o dan las 贸rdenes". Como ejemplo, "Chuckie" Taylor, hijo del ex presidente de Liberia, que est谩 en prisi贸n en Florida, Estados Unidos, cumpliendo una sentencia de 97 a帽os por tortura y otras violaciones de derechos humanos cometidas en su tierra natal.


Nadie se libra, ni los torturadores mismos, ni los responsables pol铆ticos, ni los funcionarios p煤blicos que definen la pol铆tica o dan las 贸rdenes

Cuando el ex dictador chileno Augusto Pinochet muri贸 en 2006, ya hab铆a pasado un a帽o y medio bajo arresto domiciliario en Londres, y al regresar a Chile fue acusado de varios de los m谩s de 300 cr铆menes en los que estuvo implicado respecto a violaciones de derechos humanos durante la dictadura militar de 1973 a 1990. A pesar de que Pinochet estuvo bajo arresto domiciliario, cuando muri贸 a煤n no hab铆a sido juzgado ni condenado.
En 1975, una joven fue arrestada por la polic铆a pol铆tica de Pinochet e interrogada en el infame centro de tortura Villa Grimaldi en la capital de Chile, Santiago. D茅cadas m谩s tarde, una vez restablecida la democracia, Michelle Bachelet ocup贸 dos veces el cargo de Presidenta de Chile. Hoy es ella la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Este es uno de una serie de art铆culos publicados por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (ONU-DH) para conmemorar el 70 aniversario de la adopci贸n de la Declaraci贸n Universal de Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948. Todos los derechos consagrados en la DUDH est谩n relacionados con entre s铆, y todos son igualmente importantes.

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