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El falso dilema del patriotismo

OPINI脫N de Jorge Majfud.- En mis a帽os como profesor en diferentes universidades de Estados Unidos, me ha tocado tener en mis clases a estudiantes que estaban realizando la carrera militar. Marines, aviadores y todo tipo de futuros integrantes de las elites del ej茅rcito estadounidense. Este grupo es minoritario en universidades no militares (normalmente no pasa del cuatro por ciento).
Como profesor consejero, me fueron asignados algunas veces excombatientes de las guerras Afganist谩n y de Iraq (esa misma que, desde enero de 2003, desde Espa帽a, denunciamos en diferentes medios como un crimen internacional y el origen de la futura crisis estadounidense). Estos j贸venes reventados, f铆sica y emocionalmente, muchos de ellos con PTSD (trastorno de estr茅s postraum谩tico) me confesaron sus experiencias, frustraciones y hasta fanatismos, alguno de los cuales habitan en mis novelas, con otros nombres y en otras historias.

En mis cursos sobre Am茅rica Latina intento que no falten los eventos m谩s relevantes de la historia de las Am茅ricas, ampliamente ignorados por el p煤blico en general y hasta por los mismos estudiantes universitarios. Eventos donde el papel que jug贸 Estados Unidos frecuentemente ha sido, como cualquier persona medianamente informada sabe, pat茅tico: despojo de los territorios indios, de los mexicanos; sangrientas intervenciones en los pa铆ses caribe帽os y centroamericanos en defensa de las grandes compa帽铆as internacionales, arrogancia y racismo explicito, instalaci贸n o respaldo de sangrientas dictaduras por todas partes, represiones populares, destrucci贸n de democracias como en Guatemala y en Chile, apoyo al terrorismo de Estado o a terroristas depuestos, como los Contras (“Freedom Fighters”), asesinato de religiosos, obreros, campesinos, sindicalistas, periodistas e intelectuales bajo diferentes excusas por parte de mafiosos entrenados en instituciones como la Escuela de las Am茅ricas o por sus soldados, que tanto obedec铆an la orden de limpiar los ba帽os de sus superiores como de masacrar una aldea de sospechosos. Y un largo, largu铆simo etc茅tera.

A pesar de proceder de las narrativas populares que todos los pa铆ses repiten hasta el hast铆o, del siempre subyacente adoctrinamiento de Nosotros-somos-los-buenos-y-los-otros-los-malos, estos j贸venes, cada vez que se enfrentaron a la dura realidad documentada y probada de los hechos hist贸ricos, han sido siempre respetuosos. Al menos en el sal贸n de clase. Respetuosos de una forma que rara vez se encuentra entre los mismos latinoamericanos procedentes de las tradicionales elites dominantes de las diversas rep煤blicas bananeras del sur o de las clases subalternas que apoyaron todo tipo de atrocidades contra sus propios pueblos, siempre en nombre de alguna excusa, dependiendo del momento hist贸rico: negros quilomberos, indios borrachos, pobres haraganes, obreros par谩sitos, sirvientas putas, curas comunistas, intelectuales marxistas, and so on.

Una vez, uno de esos excombatientes del ej茅rcito estadounidense me propuso escribir un ensayo sobre Ernesto Che Guevara. Le di luz verde, como no pod铆a ser de otra forma ante la petici贸n de un estudiante interesado por investigar algo, pero luego nunca apareci贸 por mi oficina para discutir el proyecto. Cuando se venc铆a el plazo de entrega, apareci贸 y me dijo, con el tono de voz de alguien que est谩 hablando muy en serio:

“Aunque no tiene ninguna importancia acad茅mica, debo decirle que soy anticomunista y que nunca me cay贸 bien Ernesto Guevara. Mis amigos de Miami dicen que era un asesino. Pero si yo hubiese sido un guatemalteco o un boliviano en los a帽os sesenta, no tengo dudas que me hubiese unido a los guerrilleros del Che”.

Me dej贸 su ensayo en la mesa y se fue.

Ser铆a casi imposible que un latinoamericano fuese capaz de este tipo de apertura. Los latinoamericanos suelen ser m谩s fan谩ticos. Porque el colonizador no necesita ser fan谩tico para defender sus intereses. El colonizado, alguien que defiende a muerte su propia opresi贸n, s铆.

Aqu铆 en Estados Unidos conoc铆 a muchos latinoamericanos (por suerte no la mayor铆a) que dicen venir escapando de alguna dictadura comunista (que en la historia latinoamericana son raras excepciones comparadas con la rica y centenaria tradici贸n de las dictaduras capitalistas) donde no pod铆an expresarse libremente. Apenas uno menciona algo que no les gusta, te invitan a abandonar el pa铆s de la Libertad y mudarte a Venezuela. Mentalidad intolerante y autoritaria que, obviamente, dice mucho sobre la realidad que supuestamente dejaron atr谩s. Como aquella otra estudiante que no le gust贸 que dijese que el FBI consideraba a Posada Carriles como un peligroso terrorista porque su abuelito cubano tambi茅n hab铆a trabajado para la CIA y tambi茅n viv铆a en Miami (de hecho, el abuelito sol铆a seguir mis clases por su tel茅fono, seg煤n me confes贸 la misma estudiante).

Cierta vez, uno de mis estudiantes latinoamericanos me lanz贸 una de esas t铆picas preguntas que son como caballitos de Troya.

“Seg煤n tengo entendido –dijo–, usted es ciudadano uruguayo y estadounidense. Tiene doble ciudadan铆a. Mi pregunta es: en caso de una guerra entre Uruguay y Estados Unidos, ¿a qu茅 pa铆s defender铆a usted?”

La pregunta era reveladora. Revelaba un paquete conocido de preceptos ideol贸gicos que suelen manipularse a la perfecci贸n por los pol铆ticos y por todos aquellos que creen que un pa铆s es un monolito ideol贸gico, una secta, un ej茅rcito, un equipo de futbol. Escuch茅 preguntas similares en otros pa铆ses, aplicadas como un martillo sobre jud铆os, musulmanes, y todos aquellos que son percibidos como binacionales.

Mi estudiante, al que aprecio como persona, con su uniforme caqui de los marines esa tarde, sonri贸, como quien acaba de dar jaque en una partida de ajedrez.

S贸lo me limit茅 a aclararle que la pregunta era muy f谩cil de responder, a pesar de que siempre se respond铆a mal, cuando se respond铆a.

“Como ciudadano de ambos pa铆ses, ese dilema no me produce ning煤n conflicto. En un caso hipot茅tico (y absurdo) entre una guerra entre Uruguay y Estados Unidos, no dudar铆a en ponerme de lado de la verdad y la justicia, es decir, de quien, a mi juicio, est谩 en lo justo. Defender铆a a qui茅n tiene raz贸n en la disputa. De esa forma, les har铆a un favor, aunque modesto y seguramente irrelevante, a los dos. A uno por defender su raz贸n y derecho, y al otro por resistir su error”.

El muchacho dijo entender. Qui茅n sabe. No soy tan optimista con respecto a otra gente que ya ha fosilizado convicciones como eso del “patriotismo” y otras prestigiosas ficciones lacrim贸genas. Ciudadanos honestos y otros no tanto quienes han sido adoctrinados desde la tierna edad preescolar a dar m谩s importancia a un trapo de colores que a la verdad y a la justicia.

JM, diciembre 2018

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