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El policía, el juez, el payaso y la bandera

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- El actor y humorista -payaso se ha auto titulado él- Dani Mateo ha sido imputado por sonarse con una bandera de España en el programa El Intermedio, que dirige El Gran Wyoming, en La Sexta. Un Juez de Instrucción admitió la denuncia que la organización Alternativa Sindical de Policía [sic] presentó ante el juzgado de guardia contra el cómico por "ofensa a España, sus símbolos y, por tanto, a toda la sociedad democrática". Un portavoz de este colectivo policial ha declarado que -al ser policías- están "obligados a perseguir todo tipo de delitos".

El juez Carretero citó a Mateo para decidir si el cómico cometió un delito de ofensas o ultraje a los símbolos de España con publicidad [Artículo 543 del Código Penal], castigado con una multa y hasta 12 meses de reclusión; y, además, por un delito de odio, [artículo 510], penado con hasta cuatro años de prisión. El humorista se negó a declarar, acogiéndose a su derecho. A las puertas del juzgado, Mateo dijo: "Estamos llevando ante un juez a un payaso para hacer su trabajo".

No es la primera vez que Mateo ha de comparecer en sede judicial por un sketch de humor del programa El Intermedio. Ya ocurrió con otro sobre El Valle de los Caídos, en el que fue imputado junto con El Gran Wyoming; ambos fueron finalmente absueltos. Veremos si en esta ocasión pasa lo mismo, que sería lo más lógico y pertinente. El asunto, sin embargo, debería hacernos pensar en algo importante. Vayamos por partes.

Tenemos tres personas que intervienen en la secuencia: un policía, un juez y un cómico. Sorprende que un agente de la ley que declara ser deudor de la obligación de "perseguir todo tipo de delitos" empiece por uno que, presuntamente, fue cometido por un payaso en un programa humorístico en la televisión. No hay otros delitos más importantes para Alternativa Sindical de Policía [sic], ni más urgentes de detener o investigar, al parecer. Se ha ofendido a España y, por tanto, dice el policía, "a toda la sociedad democrática". Si dejamos de lado la hipérbole, lo que podemos imaginar es que el agente policial identifica afectivamente esa bandera con España, y lo que considera la ofensa de Mateo la hace extensiva a todos los demócratas españoles. Una identificación excesiva, se mire como se mire. Pero es su opinión, y la de su colectivo; son sus sentimientos, o sus intereses, ves a saber, lo que está detrás de la denuncia.

Con todo, más sorprendente es todavía que el juez, un funcionario de carrera, de los que forman la élite de los funcionarios del Estado, que ha llegado donde ha llegado después de mucho estudiar, de mucho memorizar artículos y artículos de todos los derechos imaginables, de penal, de civil, de internacional, de administrativo, de constitucional, de procesal, de laboral... confunda ficción y realidad. Lo de El Intermedio era un sketch humorístico, en el que el actor y payaso Dani Mateo interpretaba un gag ideado por el equipo de guionistas del programa. En cualquier caso, se trataría de un delito de ficción, es decir, no real; un hipotético delito al margen de la realidad, en otro plano distinto del de los delitos concretos, tangibles, efectivos. Alguien podría pensar que poca faena tendrá el juez Carretero si no despacha la denuncia rápidamente y la desestima. Como no lo ha hecho, como no la ha archivado, y es seguro que tiene la mesa llena de casos que juzgar, es lícito pensar que detrás de la decisión del magistrado hay alguna razón que tal vez se nos escapa.

El tercer interviniente en la secuencia es el actor, Dani Mateo. ¿Fue un sketch malo, falto de gracia, inoportuno, excesivo? Es posible. Es cosa de gustos y, como sabemos, para gustos, colores. El propio Wyoming hace a menudo broma sobre la mala calidad de sus guionistas, que no se merecen lo que les paga. No es infrecuente que, como parte del chiste, de la broma, Wyoming reconozca a cámara que lo que acaba de decir no tiene ninguna gracia. También es recurrente que el propio Dani Mateo se burle del presentador, o que Sandra Sabatés, que es la única periodista del trío, haga muecas de desaprobación ante la gracia inoportuna o fallida de Wyoming. Todo forma parte de la ficción del programa. Un programa que obedece a un lema que el juez debería tener en consideración: "Ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad". Efectivamente, la gracia del programa está, en buena medida, en darle la vuelta a la noticia, en caricaturizarla, en interrogarla, en sacarle punta con afán de hacer denuncia, sí, pero también con el deseo de hacerlo con humor, a veces con humor negro, a veces con burla y sarcasmo, a veces con verdadero ensañamiento contra aquellos a quienes denuncian.

El cuarto elemento de la secuencia es la bandera y aquí es donde verdaderamente radica el problema. Qué bandera es ésta y cuál es el grado de identificación que los ciudadanos con pasaporte español sienten por ella. No estaría mal que el CIS preguntara por ello.

Es en este contexto en el que Almudena Grandes puso el dedo en la llaga en su columna de voz a la Cadena SER. La escritora dijo: "Una bandera es en sí misma un símbolo de naturaleza ficticia, ya que un trozo de tela no puede encarnar un país entero, con todo su territorio y sus habitantes, sobre todo cuando, como en España, una buena parte de la población no se identifica con ella. Esto es así, les agrade o no a los jueces, ofenda o no a unos pocos policías".

Ahí está el problema: una buena parte de la población no se identifica con esa bandera, aunque la acepte -muchos por imperativo legal- como la enseña oficial de España. Aceptación no es afecto, no es identificación, no es asunción de esta representatividad con carácter universal. A la postre, es muy difícil que lo que provoca escándalo a los miembros de Alternativa Sindical de Policía [sic] sea extensible, al menos, a una buena parte de la ciudadanía.

Cualquier persona mínimamente observadora constata que la bandera no juega en la España plurinacional el papel que juega en otros países europeos. Sólo el fútbol, y no siempre, genera una proliferación de banderas en el escenario público. Pero, si lo comparamos con lo que pasa en los países vecinos, es evidente que algo no funciona respecto a la "banderita tu eres roja / banderita tu eres gualda".

Si alzamos la mirada y nos alejamos mar adentro, en América, por ejemplo, ya sea en el norte o en el sur, en Estados Unidos o en las repúblicas latinoamericanas, la respectiva bandera nacional está por todas partes, en espacios públicos y privados, y es frecuente constatar una exhibición ad nauseam de las respectivas banderas que no son, en ningún caso, motivo de fricción o falta de afecto ciudadano, sino todo lo contrario.

No somos pocos los que tenemos claro por qué no sucede esto en España; y podríamos opinar sobre por qué no existe esa identificación con la bandera que el franquismo, los franquistas y sus herederos patrimonializaron y continúan patrimonializando. Son éstos los que harían bien en reflexionar acerca del por qué esa bandera no es el símbolo universal que ellos querrían; por qué los sentimientos que despierta en una buena parte de la ciudadanía no son los de los policías de la denuncia a Dani Mateo.

Desgraciadamente, sabemos que estos sectores son poco proclives a la reflexión. A buena parte de ellos todavía se les pueden aplicar los versos amargos de Antonio Machado: "De diez cabezas, nueve / embisten y una piensa. / Nunca extrañéis que un bruto / se descuerne luchando por la idea ". En esta ocasión le ha tocado a Dani Mateo la embestida. Esperamos que el juez dimensione adecuadamente la pretendida ofensa con delito de odio añadido, y el payaso pueda continuar ganándose honradamente la vida. Que la ficción es la ficción, y esto lo saben Agamenón y su porquero.




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