Isolda Dantas, diputada en Brasil
Isolda Dantas es diputada en el Estado do Rio Grande do Norte (Brasil), uno de los nueve estados del nordeste en los que el desarrollo social y económico es más desigual. También es miembro de la dirección estatal del Partido de los Trabajadores y ex concejala en Mossoró. Vive en Natal, una ciudad turística de primer orden. Pero mientras la costa y las paradisiacas playas de su Estado, en el nordeste brasileño, son ya la Meca del turismo, un interior reseco y pobre lo convierten en el espejo de la desigualdad que reina en el país. Hoy, Dantas, como tantas personas en Brasil, está aún en estado de ‘shock’ tras la elección del ultraderechista Jair Bolsonaro como presidente. De hecho, sus primeras medidas políticas ya han puesto en alerta al mundo. La entrevista a Dantas tuvo lugar durante el encuentro ‘Mujer y Poder’ organizado por Alianza por la Solidaridad a finales del año pasado.
Este es un momento difícil para Brasil con un nuevo Gobierno ultraderechista. ¿Cuál es el sentir de la gente en general ante Bolsonaro?
Se dice que fue la mayoría de la población la que decidió a Jair Bolsonaro, y por tanto que es lo que quieren los brasileños, pero no es así. La mayoría no le escogió porque fue votado por 47 millones de personas, pero otros muchos votaron a otros partidos o no fueron a votar o votaron en blanco. Al final, 88 millones de personas no quieren a Bolsonaro. En realidad, en todo el proceso electoral no presentó un programa ni fue a ningún debate. Se basó en un discurso de odio y violencia. Ahora mismo hay mucha perplejidad entre millones de personas que defienden la democracia ante este Gobierno. Y cada día tenemos un susto. Incluso llegó a decir que cerraría el Ministerio de Trabajo, con 85 años de existencia. No lo ha hecho, pero es muy grave. Y para las mujeres va a ser nefasto. Va a reformar también la Seguridad Social, que para las campesinas es muy importante. Hoy son jubiladas especiales: reciben una pensión cuando llegan a la edad de jubilarse, porque sin ella se quedan sin nada. Estamos muy preocupados con Bolsonaro.
Una de sus medidas es la fusión del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. ¿Qué supone este cambio?
Es colocar al zorro a cuidar el gallinero, evidentemente, porque los intereses agropecuarios son incompatibles con la conservación de la Amazonía. En el norte de Brasil, donde en el pasado ganó Dilma, ahora lo hizo Bolsonaro. La realidad es que hay un aumento del numero de grandes empresas extranjeras con propiedades en la Amazonía. Hay reservas indígenas en vía de suspensión porque la Constitución brasileña es muy frágil. Unir Medio Ambiente y Agricultura es una provocación para decir que no le importa
Sorprende, asimismo, su virulencia contra el feminismo
Es otro de sus objetivos: acabar con cualquier liderazgo feminista que hable de derecho al aborto, de igualdad salarial, del trabajo de las mujeres. En su discurso nos dice que nosotras debemos volver a trabajar en casa y dejar los empleos a los jóvenes, argumentando que si las mujeres vuelven al hogar y cuidan de los hijos, se previene mejor la entrada de los adolescentes en el mundo de la violencia y el crimen organizado. ¡Como si eso fuera la razón! En general, veo que hay un proceso de naturalización de la violencia contra las mujeres y de la violencia política y en el movimiento feministas estamos muy asustadas.
¿Y qué se puede hacer para paliar los daños?
Estamos pensando organizar un congreso a comienzos de 2019 que aglutine a este movimiento feminista, a los Sin Tierra, a los Sin Techo y los sindicatos para hacer un frente de resistencia: el Frente del Pueblo Sin Miedo. Se trata de unir a todos los que no queremos a Bolsonaro. También hay resistencia en las universidades, pero se ha tratado de acallar. Aunque está prohibido que la Policía entre en los campus, ya lo hizo durante la campaña electoral para retirar pancartas contra el candidato ultraderechistas. Ahora, nuestro desafío es mantener la resistencia, aunque aún estamos en ‘shock ‘ porque se ha producido un cambio muy grande y en muy poco tiempo. No podíamos imaginar que cambiaría tanto Brasil…
Es el mismo camino de Estados Unidos y otros países europeos, donde triunfan los populismos de derechas. ¿A qué se debe que hayan calado estos mensajes, incluso entre las mujeres, pese a sus discursos misóginos?
Efectivamente, hay un proceso de retroceso en todo el mundo, también en España. En el caso de Brasil, el golpe contra Dilma Roussef fue totalmente organizado. Desde llegada de Lula al Gobierno, en el año 2002, la derecha brasileña se desarticuló totalmente. Durante tres elecciones generales, no fue capaz de conseguir un líder. De hecho, si Lula estuviera libre, Bolsonaro no habría ganado. Las encuestas mostraban que el ex presidente habría quedado primero. Pero cuando Lula fue descartado, Bolsonaro apareció como el adalid contra la violencia. Y tuvo una gran ayuda de redes sociales como WhatsApp. Llegaban mensajes a los teléfonos móviles de todos los ciudadanos porque compraron millones de datos y utilizaban bots capaces de envíos masivos. En sólo una semana, en crecimiento de Bolsonaro fue espectacular. También fue importante el apoyo que tuvo de la Iglesia Pentecostal, que en Brasil tiene muchos seguidores.
¿Bastará con esa futura resistencia para frenar la involución que se avecina?
No. Hay que hacer esa resistencia, pero también usar las tribunas del parlamento para denunciar aquello que es más reaccionario y, a la vez, ampliar la organización popular. Yo soy una activista social que ha crecido de esa organización popular. Hay que acceder a los barrios, a las comunidades campesinas… Tenemos que ampliar la conciencia crítica de las personas y para ello es preciso un trabajo de base con mujeres, con jóvenes, con trabajadores… En ello es importante la acción de ONG como Action Aid, que están en las favelas y pueden hacer ver a la gente lo que significan las políticas de Bolsonaro para ellos. Yo creo que estas son las articulaciones necesarias, de las que pasar a lo regional e internacional. También en el Parlamento brasileño, aunque sabemos que cada vez que salgamos a la tribuna seremos presionadas y perseguidas. Por ello debe haber una red de seguridad para las lideresas políticas, sean diputadas o activistas. Una red de defensoras de mujeres que ahora no existe y sea eficaz. Hay que construirla. Es importante que organizaciones como Alianza por la Solidaridad y otras se unan a nosotras porque eso nos da protección. Y no sólo es algo que ocurre en Brasil, sino que también pasa en Estados Unidos, Guatemala, incluso en España. Ocurre a nivel mundial y debemos protegernos . La misma noche que salió elegido Bolsonaro nos dijimos: “Nadie suelta la mano de nadie”.
Entrevista a Isolda Dantas, diputada en Brasil
Isolda Dantas es diputada en el Estado do Rio Grande do Norte (Brasil), uno de los nueve estados del nordeste en los que el desarrollo social y económico es más desigual. También es miembro de la dirección estatal del Partido de los Trabajadores y ex concejala en Mossoró. Vive en Natal, una ciudad turística de primer orden. Pero mientras la costa y las paradisiacas playas de su Estado, en el nordeste brasileño, son ya la Meca del turismo, un interior reseco y pobre lo convierten en el espejo de la desigualdad que reina en el país. Hoy, Dantas, como tantas personas en Brasil, está aún en estado de ‘shock’ tras la elección del ultraderechista Jair Bolsonaro como presidente. De hecho, sus primeras medidas políticas ya han puesto en alerta al mundo. La entrevista a Dantas tuvo lugar durante el encuentro ‘Mujer y Poder’ organizado por Alianza por la Solidaridad a finales del año pasado.
Este es un momento difícil para Brasil con un nuevo Gobierno ultraderechista. ¿Cuál es el sentir de la gente en general ante Bolsonaro?
Se dice que fue la mayoría de la población la que decidió a Jair Bolsonaro, y por tanto que es lo que quieren los brasileños, pero no es así. La mayoría no le escogió porque fue votado por 47 millones de personas, pero otros muchos votaron a otros partidos o no fueron a votar o votaron en blanco. Al final, 88 millones de personas no quieren a Bolsonaro. En realidad, en todo el proceso electoral no presentó un programa ni fue a ningún debate. Se basó en un discurso de odio y violencia. Ahora mismo hay mucha perplejidad entre millones de personas que defienden la democracia ante este Gobierno. Y cada día tenemos un susto. Incluso llegó a decir que cerraría el Ministerio de Trabajo, con 85 años de existencia. No lo ha hecho, pero es muy grave. Y para las mujeres va a ser nefasto. Va a reformar también la Seguridad Social, que para las campesinas es muy importante. Hoy son jubiladas especiales: reciben una pensión cuando llegan a la edad de jubilarse, porque sin ella se quedan sin nada. Estamos muy preocupados con Bolsonaro.
Una de sus medidas es la fusión del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. ¿Qué supone este cambio?
Es colocar al zorro a cuidar el gallinero, evidentemente, porque los intereses agropecuarios son incompatibles con la conservación de la Amazonía. En el norte de Brasil, donde en el pasado ganó Dilma, ahora lo hizo Bolsonaro. La realidad es que hay un aumento del numero de grandes empresas extranjeras con propiedades en la Amazonía. Hay reservas indígenas en vía de suspensión porque la Constitución brasileña es muy frágil. Unir Medio Ambiente y Agricultura es una provocación para decir que no le importa
nada el medio ambiente. Para los indígenas es un drama. Con presión internacional es posible salvar algo, pero nosotros solos no tenemos fuerza. Fíjese en el caso de Petrobras. Brasil descubrió que tiene petróleo en aguas profundas del océano y Petrobras sabe como hacer la perforación, pero se aprobó que empresas extranjeras puedan explorar estos recursos. Es un quiebra del patrimonio nacional.
Sorprende, asimismo, su virulencia contra el feminismo
Es otro de sus objetivos: acabar con cualquier liderazgo feminista que hable de derecho al aborto, de igualdad salarial, del trabajo de las mujeres. En su discurso nos dice que nosotras debemos volver a trabajar en casa y dejar los empleos a los jóvenes, argumentando que si las mujeres vuelven al hogar y cuidan de los hijos, se previene mejor la entrada de los adolescentes en el mundo de la violencia y el crimen organizado. ¡Como si eso fuera la razón! En general, veo que hay un proceso de naturalización de la violencia contra las mujeres y de la violencia política y en el movimiento feministas estamos muy asustadas.
¿Y qué se puede hacer para paliar los daños?
Estamos pensando organizar un congreso a comienzos de 2019 que aglutine a este movimiento feminista, a los Sin Tierra, a los Sin Techo y los sindicatos para hacer un frente de resistencia: el Frente del Pueblo Sin Miedo. Se trata de unir a todos los que no queremos a Bolsonaro. También hay resistencia en las universidades, pero se ha tratado de acallar. Aunque está prohibido que la Policía entre en los campus, ya lo hizo durante la campaña electoral para retirar pancartas contra el candidato ultraderechistas. Ahora, nuestro desafío es mantener la resistencia, aunque aún estamos en ‘shock ‘ porque se ha producido un cambio muy grande y en muy poco tiempo. No podíamos imaginar que cambiaría tanto Brasil…
Es el mismo camino de Estados Unidos y otros países europeos, donde triunfan los populismos de derechas. ¿A qué se debe que hayan calado estos mensajes, incluso entre las mujeres, pese a sus discursos misóginos?
Efectivamente, hay un proceso de retroceso en todo el mundo, también en España. En el caso de Brasil, el golpe contra Dilma Roussef fue totalmente organizado. Desde llegada de Lula al Gobierno, en el año 2002, la derecha brasileña se desarticuló totalmente. Durante tres elecciones generales, no fue capaz de conseguir un líder. De hecho, si Lula estuviera libre, Bolsonaro no habría ganado. Las encuestas mostraban que el ex presidente habría quedado primero. Pero cuando Lula fue descartado, Bolsonaro apareció como el adalid contra la violencia. Y tuvo una gran ayuda de redes sociales como WhatsApp. Llegaban mensajes a los teléfonos móviles de todos los ciudadanos porque compraron millones de datos y utilizaban bots capaces de envíos masivos. En sólo una semana, en crecimiento de Bolsonaro fue espectacular. También fue importante el apoyo que tuvo de la Iglesia Pentecostal, que en Brasil tiene muchos seguidores.
¿Bastará con esa futura resistencia para frenar la involución que se avecina?
No. Hay que hacer esa resistencia, pero también usar las tribunas del parlamento para denunciar aquello que es más reaccionario y, a la vez, ampliar la organización popular. Yo soy una activista social que ha crecido de esa organización popular. Hay que acceder a los barrios, a las comunidades campesinas… Tenemos que ampliar la conciencia crítica de las personas y para ello es preciso un trabajo de base con mujeres, con jóvenes, con trabajadores… En ello es importante la acción de ONG como Action Aid, que están en las favelas y pueden hacer ver a la gente lo que significan las políticas de Bolsonaro para ellos. Yo creo que estas son las articulaciones necesarias, de las que pasar a lo regional e internacional. También en el Parlamento brasileño, aunque sabemos que cada vez que salgamos a la tribuna seremos presionadas y perseguidas. Por ello debe haber una red de seguridad para las lideresas políticas, sean diputadas o activistas. Una red de defensoras de mujeres que ahora no existe y sea eficaz. Hay que construirla. Es importante que organizaciones como Alianza por la Solidaridad y otras se unan a nosotras porque eso nos da protección. Y no sólo es algo que ocurre en Brasil, sino que también pasa en Estados Unidos, Guatemala, incluso en España. Ocurre a nivel mundial y debemos protegernos . La misma noche que salió elegido Bolsonaro nos dijimos: “Nadie suelta la mano de nadie”.
Entrevista a Isolda Dantas, diputada en Brasil