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Venimos de lejos, construir la huelga desde Barcelona

OPINI脫N de Alexandra Rodr铆guez (@imbricadas).-  “…una cultura milenaria est谩 siendo minada por millones de topos de una especie nunca conocida” (H茅l猫ne Cixous)

Nuestras antepasadas lucharon durante siglos para regalarnos el legado infinito de lo que hoy es la Huelga General de Mujeres del 8 de Marzo. Una historia de luchas borradas sistem谩ticamente de los libros de historia, de voces silenciadas que han convertido al feminismo en ese revolucionario paciente. Ese ‘viejo topo’ esperando, tejiendo redes a lo largo de la historia. Acumulando fuerzas.

Llevamos siglos trabajando en un proyecto de transformaci贸n social que va m谩s all谩 de desvelar las opresiones y abusos de poder que el t谩ndem capitalismo-patriarcado ejerce sobre nosotras, se trata de un proyecto que desarrolla nuevas propuestas que colocan la vida, nuestras vidas, en el centro de la pol铆tica.

Por eso, la huelga de la que hablamos hoy en d铆a ni es nueva, ni ha surgido de la nada. Es producto de una acumulaci贸n hist贸rica de desposesi贸n, pero tambi茅n de resistencias.

Nuestras luchas no son nuevas

Cuenta Arist贸fanes que la Ateniense Lis铆strata lider贸 en el siglo IV antes de Cristo una huelga sexual en la que involucr贸 a mujeres atenienses y espartanas que se negaron a tener sexo hasta que la guerra entre ambas ciudades acabara. Leymah Gbowee, premio Nobel de la Paz en 2011, utiliz贸 la misma estrategia dentro de su proyecto de lucha por la paz en Liberia.

Recuperar experiencias como estas de entre otras muchas no nos impide ir m谩s all谩 y no caer en explicaciones esencialistas que conviertan a las mujeres en guardianas innatas de la paz. Ni el sexo es de dominio 煤nicamente masculino, ni la paz es una cuesti贸n exclusivamente femenina. Es lo que Temma Kaplan[1], analizando la acci贸n colectiva de las mujeres en Barcelona entre 1910 y 1918, llama conciencia femenina.

La autora propone que la divisi贸n sexual del trabajo hace que se asignen obligaciones diferentes a hombres y mujeres. Cuando las mujeres ven imposible cumplir con sus obligaciones exigen ciertos derechos que les permitan hacerlo, y estas exigencias han tenido a lo largo de la historia consecuencias revolucionarias. Este proceso ya lo ha explicado con gran lucidez Julia C谩mara. Aqu铆 nos centraremos precisamente en recuperar esas consecuencias revolucionarias sobre las que se cimienta la huelga feminista.

Si nuestras vidas no est谩n en el centro este sistema no nos pertenece, luchas de mujeres en Barcelona

Las primeras huelgas de mujeres organizadas en Barcelona ten铆an en com煤n con la mayor铆a de huelgas organizadas en el resto del mundo la capacidad para vincular la explotaci贸n en las f谩bricas con las demandas relacionadas con la reproducci贸n de la vida. Las obreras de finales del siglo XIX y principios del XX ya eran conscientes de que (1) las condiciones generales de trabajo eran de explotaci贸n, (2) cobraban menos que sus compa帽eros varones y (3) deb铆an trabajar tanto como sus maridos y seguir ocup谩ndose de las tareas de cuidados en el hogar. ¿A alguien le resultan familiares las demandas?

Pero fueron m谩s all谩, en 1910 siguiendo la estela de la gran huelga general de 1902, los trabajadores organizaban una huelga en los sectores de la mec谩nica y la metalurgia. Paralelamente las mujeres, en vez de seguir a sus compa帽eros, se organizaron por barrios para exigir justicia para una ni帽a de siete a帽os que hab铆a sido violada en el convento. Mientras unas cuidaban de los hijos de las vecinas, otras recaudaban dinero para la familia y otras coordinaban las concentraciones en diferentes puntos de la ciudad. No se unieron a los ataques al convento y mantuvieron la protesta en los barrios hasta que se chocaron contra la justicia patriarcal, la conciencia de que ser铆an los funcionarios y no ellas quienes determinar铆an lo que hab铆a ocurrido fue lo que motivo una gran manifestaci贸n en Urquinaona. En 1913, por ejemplo, mientras que la din谩mica general de las protestas obreras era organizarse contra el empleador, las mujeres de diferentes f谩bricas identificaron al gobernador como el responsable de sus opresiones y fue a el a quien dirigieron sus demandas. Una voz resuena con fuerza en la cabeza de las mujeres que luchan por sus derechos, una conciencia de que su problema no es individual, sino que forma parte de una sistema m谩s amplio.

Nuestras luchas son complejas, abarcan todos los sectores de la vida y la pol铆tica y, con el tiempo, hemos aprendido que acaban por repetirse. Cuando los CDR empezaron a crearse en diferentes barrios de Barcelona y otras ciudades, muchas de las j贸venes que participaron vieron c贸mo la menci贸n del feminismo como parte central del proyecto que estaban construyendo recib铆a por contestaci贸n (una vez m谩s) ‘ara no toca nena’.

Recuerdo a algunas compa帽eras, que crearon colectivos espec铆ficos de mujeres, contar escandalizadas lo que les hab铆a pasado sin saber que las obreras organizadas a principios del siglo XX en las f谩bricas constituyeron las primeras asambleas no mixtas al margen de los sindicatos y partidos al no encontrar en ellos el apoyo necesario para luchar por sus derechos. Ellas, nuestras bisabuelas pol铆ticas, luchaban por sus derechos laborales, pero tambi茅n pon铆an de manifiesto la imposibilidad de compatibilizar las tareas de reproducci贸n social con las jornadas en las f谩bricas. Sus huelgas eran la estructura embrionaria de las actuales huelgas de cuidados.

La huelga m谩s all谩 de la huelga

La pregunta sobre c贸mo articular una huelga que no se limite a lo laboral, sino que abarque tambi茅n los cuidados y el consumo no tiene una respuesta f谩cil. Quiz谩s por eso es la que m谩s nos hacen y tambi茅n la que m谩s nos cuesta explicar.

El feminismo radical nacido a principios de los setenta en Estados Unidos se caracteriza por el lema ’lo personal es pol铆tico’bajo el cual se organizaron tambi茅n las primeras huelgas feministas (no vinculadas a lo laboral). Sus demandas mezclaban la denuncia de las violencias, la incapacidad del Estado para proteger a las mujeres, la desigualdad de oportunidades, la demanda de guarder铆as comunitarias y el derecho al aborto universal y gratuito. Si echamos un ojo a los lemas de las m谩s conocidas descubriremos que la organizada en Estados Unidos clamaba ‘Don’t iron while the strike is hot’ (no planches mientras la huelga est茅 caliente) y la de Islandia en 1975 pas贸 a la historia como “el d铆a libre de las mujeres y el viernes largo de los hombres”. Los cuidados estaban entonces, como en las huelgas en las f谩bricas y como en las comisiones actuales del 8M, en el coraz贸n de las demandas.

Cuando en el a帽o 2016 las compa帽eras polacas y poco despu茅s las argentinas hicieron el llamamiento al Paro Internacional de mujeres, en Barcelona hac铆a dos a帽os que las huelgas de cuidados y consumo hab铆an empezado a gestarse formalmente.

Tres a帽os despu茅s de que el movimiento 15M reactivara gran parte de los movimientos sociales de la ciudad, un grupo de feministas indignadas convoca el 23 de marzo de 2014 la primera asamblea para construir una vaga de totes en Plaza Catalunya. En su llamamiento denunciaban el empobrecimiento estructural que afecta principalmente a las mujeres, la degradaci贸n de las condiciones laborales y la precarizaci贸n de nuestras vidas. Exig铆an el fin de los recortes en salud, educaci贸n y servicios sociales. A esta asamblea le siguen muchas m谩s en diferentes barrios de Barcelona.

En un contexto en el que el movimiento feminista de todo el Estado tej铆a nuevas alianzas para luchar por el derecho al aborto en contra de la propuesta de ley de Gallard贸n, la vaga de totes ayud贸 a ampliar el campo de actuaci贸n del feminismo.

Las experiencias de las compa帽eras que organizaron las primeras acciones de la vaga de totes en Barcelona han sido vitales para el desarrollo de los debates en las comisiones del 8 de marzo creadas para organizar la huelga de 2018. Debates como el papel de los sindicatos, la necesidad de alianzas entre colectivos o el papel de las mujeres migradas y racializadas en la huelga se ten铆an hac铆a a帽os y las acciones en los barrios ya hab铆an empezado a activar el tejido social feminista de la ciudad que se vio ampliado con la creaci贸n de los CDR y, desde el a帽o pasado, con la aparici贸n de centenares de comit茅s de organizaci贸n del 8M.

Como he escuchado en varias ocasiones decir a Justa Montero: “la huelga se hab铆a ganado antes del 8 de marzo”. Las redes se hab铆an tejido, el mensaje estaba llegando por diferentes v铆as hasta personas que no hab铆an o铆do hablar jam谩s del feminismo y lo que es m谩s importante, la palabra huelga no volver铆a a ser la misma. Desde ahora, una huelga no volver谩 a ser general si no incluye las huelgas de consumo y de cuidados.

Pero ¿qu茅 m谩s significa la huelga?

La huelga general (en lo laboral, la educaci贸n, de consumo y de cuidados) nos ha servido para mucho m谩s:

(1) Ha puesto de manifiesto las limitaciones de los feminismos neoliberales y de aquellos que quieran apropiarse de nuestras luchas

(2) Ha obligado a sindicatos, partidos y organizaciones a posicionarse no solo sobre la huelga sino tambi茅n sobre las cuestiones feminista

(3) Nos ha obligado, a las feministas, a ampliar los horizontes en cuanto a qu茅 谩mbitos de la pol铆tica pueden abordarse desde el feminismo orient谩ndonos hacia la necesidad de construir alianzas m谩s fuertes con otros movimientos

¿Y ahora qu茅?

Si algo hemos aprendido desde 2018 es que nuestra autonom铆a es el elemento m谩s valioso del movimiento. Los intentos de apropiaci贸n e intervenci贸n han sido cada vez m谩s agresivos. La aparici贸n en las asambleas de Sevilla, Madrid y Barcelona, as铆 como en el 煤ltimo encuentro estatal en Valencia, de grupos de mujeres intentando imponer votaciones sobre la cuesti贸n del trabajo sexual y el abolicionismo dan buena cuenta de ello. Pero el resultado de esas intervenciones ha sido la defensa de los procesos de trabajo propios del movimiento. Seguiremos poniendo el cuidado en el centro de nuestros procesos y de nuestras pr谩cticas. Nos tomaremos el tiempo que necesitemos para desarrollar nuestros debates, respetaremos el trabajo de todas las compa帽eras que luchen por ser nombradas y por sus derechos porque esta, amigas, es nuestra huelga.

[1] Kaplan, T. Temple Consciousness and Collective Action: The Case of Barcelona, 1910-1918. Signs. Journal of Women in Culture and Society, 7 (3) 1982

*https://vientosur.info/spip.php?article14629

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