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Volvamos a teñir las calles de violeta

ESTAMOS a pocas horas del inicio del 8 de Marzo de este 2019. La lucha de las mujeres no empezó un 8 de Marzo y no acabará un 8 de Marzo. Con fecha o sin ella, nuestra lucha es constante, continua, y para las gentes de Comisiones Obreras es 8 de Marzo siempre. Esto no es sólo parte de una campaña, ni una frase, es nuestra forma de trabajar, de luchar y de reivindicar, porque si hay algo que no vamos a asumir, ni dejar que nos pase, es la involución.


Elena Blasco Martín, fotografía de Julián Rebollo.

INTERVENCIÓN de Elena Blasco Martín, secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de Comisiones Obreras, esta mañana, en el Auditorio Marcelino Camacho.

LA ACTIVISTA y feminista afroamericana, Angela Davis, declaraba hace tiempo: “No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”. En mi caso, estoy siendo disciplinada con esta recomendación, permitidme que enuncie lo que no quiero aceptar y que luche por cambiarlo.

No puedo ni quiero aceptar que las mujeres seamos el el 59% de paro registrado en febrero 2019 (con casi 2 millones de desempleadas. 100% de nuevas personas desempleadas); el 75% de la parcialidad no voluntaria (contratos nuevos: 89% temporales, 11% indefinidos de los cuales 4 de cada 10 parciales); los 1,6 millones de mujeres menos que hombres incorporados a la actividad; el 92% de las excedencias de cuidado a menores (por la falta de corresponsabilidad de los hombres); las que padecemos una fuerte segregación horizontal y vertical; las que sufrimos una brecha salarial, del 29%, perdiendo esos 6000€ al año de media; y, ni mucho menos podemos seguir aumentando el número de esas casi 1000 mujeres asesinadas desde 2003 y 12 en lo que llevamos de año.

Lo que quiero es luchar por cambiar ese mundo laboral que se nutre de la desigualdad, la discriminación y la precariedad de las mujeres. Lo que quiero -y lucharé por cambiarlo- es acabar con esa insoportable violencia contras las mujeres que nos humilla, agrede, viola y asesina.

La violencia machista nos hace más vulnerables y corremos un mayor riesgo de caer en la pobreza. Una precariedad, vulnerabilidad y pobreza que se llama “violencia económica” y que es producto de todas esas desigualdades estructurales en el ámbito laboral. De esa división sexual del trabajo, de esa concepción patriarcal de la infravaloración de nuestras cualidades y talentos, de esa falta de representación en órganos de dirección y de esa inexistente corresponsabilidad y conciliación de la vida personal, laboral y familiar.

Una violencia, que afortunadamente y tras el Convenio de Estambul, se engloba dentro de las formas de violencia contra las mujeres. Una violencia que genera falta de autonomía e independencia en los casos de violencia machista, y todo lo que se declare contra ello, si no tiene presupuesto solo serán eso, declaraciones de intenciones, pero nunca hechos reales, que puedan cambiar esa realidad.

Para CCOO acabar con esta violencia es clave: la dignidad laboral es un elemento imprescindible para erradicar la economía patriarcal y con ella atajar un elemento clave, la mayor atrocidad a los derechos humanos, como es la violencia contra las mujeres.

Éste también es nuestro papel como organización sindical y de clase, ese es nuestro objetivo: luchar contra esa doble discriminación, la de género y la de clase.

No podemos ser meros analistas de los datos, meros “forenses de la realidad” (que diría un compañero). El conocimiento por sí solo no nos sirve, debemos aportar convencimiento ideológico, motivación, sensibilidad y compromiso para marcar prioridades en la agenda sindical y que el objetivo de esa agenda sea acabar con la desigualdad.

Por eso, iniciamos el pasado 8 de enero nuestro enfoque de movilización en tres frentes de lucha: negociación colectiva, dialogo social e igualdad. Por eso aumentamos la tensión con el acto del pasado 8 de febrero en la Caja Mágica de Madrid (donde nos dimos cita más de 10.000 personas) para pedir responsabilidad y pasar de las palabras a los hechos, buscando acabar con los efectos más lesivos de la reforma laboral y de pensiones, exigiendo la aplicación del SMI, del SMC y de todos los aspectos de ese IV AENC, basado en aumentar el empleo, mejorar la empleabilidad y acabar con esa economía sumergida; aspectos todos ellos que favorecen el avance en igualdad. En definitiva, quisimos modificar lo concreto para avanzar en lo colectivo.

Un avance en ciernes, pues entre una fecha y otra (8 febrero y 8 de Marzo) la moción de censura del pasado junio cae ante la presión del “no” a los Presupuestos Generales del Estado y la escasa viabilidad, sin apoyo, de sus propuestas, dejando de nuevo a la ciudadanía sumida en una coyuntura política de pocas luces y muchas sombras.

Sombras que ahora, de repente, pretenden esclarecer con ese Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo, de medidas urgentes para garantía de la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en el empleo y la ocupación que presentaron en el último Consejo de Ministros, que siendo un avance, es, sinceramente, insuficiente, parcial, tardío y aprovechado… lo que necesitamos son avances, no marketing electoral.

Un Decreto-ley que saludamos pero que, desde luego, no responde al ingente trabajo que hemos realizado las organizaciones sindicales en las mesas de diálogo social, sin apenas tiempo material ni predisposición de avance en las mismas, con una patronal cerrada a la negociación y un Gobierno obsesionado por unos textos no consensuados con el resto de la mesa.

Poca luz para tanta sombra, aun queda trabajo por hacer y hasta que no se den cuenta que somos las organizaciones sindicales las que conocemos el mundo del trabajo y las necesidades de trabajadoras y trabajadores, no serán capaces, por mucha píldora informativa, de colocar la agenda social en el lugar que le corresponde.

Porque empiezo a pensar que es esta organización sindical la única esperanza (visto como está el patio) de devolver a este país el necesario marco social que garantice a la clase trabajadora esa urgente redistribución de la riqueza que nos permita recuperar lo arrebatado.

Un consejo les daría: dejen de discutir entre quien tiene la culpa de que salgan o no salgan los avances; y escuchen más a esa ciudadanía de la que quieren y deben arañar los votos este próximo 28 de Abril. Y si quieren votos, que sean útiles, y que nos escuchen, especialmente a las más jodidas, que ya les diremos qué queremos: ¡Queremos agenda social ya! ¡Queremos igualdad ya!

Como dijo Angela Davis, la idea de la libertad es inspiradora… pero yo necesito comer todos los días, y no vivir en la constante idea de tener libertad para morir de hambre.

El optimismo surgido tras la moción de censura del pasado junio, que parecía acabar con una década de retrocesos en libertades, derechos sociales y laborales, nos va a durar como mucho 9 meses, en los que la actividad sindical se ha volcado para colocar la agenda social en el centro de la agenda política, pero desgraciadamente en este país, en pleno siglo XXI, parece que el Gobierno está más interesado en hablar de territorios, costumbres y lápidas que en acabar con la desigualdad, la precariedad y la violencia.

El 8 de Marzo del año pasado hicimos historia; una historia que, desde entonces, se escribe en violeta.

Pero esta historia ha generado una clara reacción política. Aprovecho una frase de otra de nuestras referentes, Rosa Luxemburgo, que decía: “Lo más revolucionario que una persona puede hacer es decir siempre en voz alta lo que realmente esta ocurriendo”, permitidme pronunciar aquí, y en voz alta, aquello que pienso que esta sucediendo.

Lo que sucede no es otra cosa que esa magnifica confluencia del feminismo en lo político, en lo social y en lo sindical; lo que ha provocado una reacción política, que, en el mejor de los casos, utiliza al feminismo como algo propagandístico y en su beneficio, y en el peor de los casos utiliza la deformación de ese feminismo para justificar la descalificación a las mujeres y el ataque a sus libertades y derechos, incluso negando la injustificada e insoportable violencia machista.

No sé cómo lo veis, pero mañana, debemos dejar claro que no estamos por la labor de consentir que interese más ganar prime time televisivo, espacios en prensa y minutos de radio, soltando por la boca, la primera chorrada, insulto e improperio que se les ocurra a esa panda de rancios y apolillados machistas, que poner sobre la mesa las reivindicaciones feministas.

Sabemos que les pasa… nos tienen miedo, están acojonados.

No hace ni dos días que estaba ahí abajo, escuchando; y, por entonces, ya éramos muchas y, hoy, sin lugar a dudas, somos aún más.

El sindicalismo de clase, el sindicalismo organizado, nos empodera a nosotras y al resto de mujeres, a todas las mujeres. Más mujeres hacen organizaciones sindicales más fuertes.

Hoy somos más de 421.000 afiliadas a CCOO, la mayor organización sindical en afiliación femenina, y esto se consigue gracias a nuestra idea de un feminismo inclusivo, respetuoso, solidario e intergeneracional, un feminismo en el que todas las personas contribuyen a crear a su manera. El nuestro está volcado en lo material, en lo económico, en lo realizable y alcanzable. Nuestra lucha es colectiva porque los logros deben ser también colectivos. Ese es el valor del sindicalismo de clase.

Como veis, ésta es una larga lucha y si somos más caminaremos juntas, y si somos más fuertes llegaremos más lejos.

Y es cierto que nos sentimos cansadas de ser las más pobres, de recibir los salarios más bajos, de soportar la infravaloración de nuestras tareas y profesiones; de aguantar las brechas en pensiones y protección social… pero que jamás nos rendiremos.

Como dijo Clara Zetkin: “Las mujeres proletarias luchan mano a mano con los hombres de su clase contra la sociedad capitalista”.

Mañana, bajo nuestro lema #VivasLibresUnidas volveremos a demostrar que la Revolución Violeta está viva, que volverá a estar en las calles, y que el odio y el miedo de quienes no les gusta ese color aumenta y hace más fuerte nuestra lucha.

Volvamos a teñir las calles de violeta.

Muchas gracias.




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