Noelia Pena.-La mujer de las heridas de la vida, algunas cicatrizadas y otras todav铆a sangrantes, se mira al espejo del armario del ba帽o. La imagen deformada que le devuelven los a帽os de matrimonio se cubre con una capa de maquillaje del bote n煤mero 119 Super Matt with Collagen de Margaret Astor y con gafas de sol. Le escuece. Como siempre, se echa los polvos, el r铆mel y un poco de carm铆n en los labios.
La mujer que se mira en el espejo no ve a nadie conocido en 茅l. La rutina del maquillaje le hace olvidar las heridas. Debajo del maquillaje no existen. Pero... duelen tanto all谩 dentro.
No va salir de casa, pero a 茅l no le gusta verla sin maquillaje en esas circunstancias.
La mujer de las heridas hace la cama. Lava la ropa. Plancha la camisa y el pantal贸n azul de pana con la plancha de vapor que le compr贸 un d铆a que ten铆a remordimientos. Aspira el piso con la aspiradora que le regal贸 el a帽o pasado y le pasa la fregona.
A la una prepara el pollo que sac贸 la noche anterior del congelador. Lo adereza, lo mete en el horno y pone el temporizador para 45 minutos. Repara que es 14 de Abril en el calendario de la pared.
Se sienta en la silla de la cocina y ve encima de la mesa un paquete de tabaco. 脡l lo olvid贸 al ir a trabajar. Lo mira. De joven fumaba con sus amigas a escondidas el tabaco que robaban a sus padres. Pero despu茅s de conocer a Manuel lo dej贸 porque a 茅l no le gustaba que las mujeres fumaran.
Estira la mano hacia el paquete y saca uno de esos cigarrillos rubios. Lo mira un rato, lo acerca a los labios y enciende el mechero. Tose mientras echa humo por la boca. Vuelve a dar una calada. Cierra los ojos y le parece que aquel sabor la devuelve treinta a帽os atr谩s.
Acaba el cigarrillo y lo apaga suavemente oyendo el ruido de la colilla en el cenicero.
Mira el horno y oye el constante tic-tic del temporizador. El pollo sigue all铆, impasible. Al mirarlo piensa en c贸mo mueren los pollos, si sufren o no les de la tiempo a reaccionar mientras les retuercen el cuello o les golpean la cabeza. Y piensa que quiz谩s los pollos ya conocen su destino.
Vuelve a coger un cigarrillo y piensa en los treinta a帽os que la separan de los pitillos que robaba a su padre. Y maldice el momento en el que conoci贸 a Manuel y acept贸 venir a Coru帽a y casarse con 茅l. Y se maldice a s铆 misma por haberlo aguantado tantos a帽os, por no haberse marchado despu茅s del aborto que le impidi贸 tener hijos. Maldice los putos botes de maquillaje gastados para tapar sus golpes y tener que ir a comprar con gafas de sol en invierno y fingir tener conjuntivitis cuando alguna vecina la interroga con cierta burla. Maldice la taberna y los co帽acs y a los amigos. Y maldice al pollo y cada una de las comidas preparadas en los 煤ltimos treinta a帽os.
Falta poco m谩s de media hora para que el maldito cabr贸n vuelva de trabajar.
Ella mira el horno. Echa una mirada a su cocina llena de electrodom茅sticos recibidos para que lo olvidara todo y pudiera perdonarle. Era imb茅cil si cre铆a que con una licuadora lo podr铆a arreglar todo. Si fuera tan sencillo... Aunque quiere llorar ve mucho de c贸mico en su vida. El tic-tic se hace ahora insoportable.
Quita el delantal. Sale de la cocina y va a la habitaci贸n. Saca una bolsa y mete unas chaquetas y unas faldas, coge el bolso y un poco de dinero.
Anda por el pasillo despacio. Al llegar a la puerta de la cocina, se detiene un momento y coge el paquete de cigarrillos y el mechero y oye el puto tic-tic del horno, que se pierde al avanzar por el pasillo. Cuando lleva la mano al pomo de la puerta de la entrada, vuelve la mirada. La mano duda. Esa puerta es su 煤ltimo obst谩culo. Cierra los ojos. Gira el pomo, sale y cierra con llave por 煤ltima vez. Llama al ascensor. Se abre la puerta y no hay nadie. Entra y pulsa el bot贸n. Su mirada se encuentra con el reflejo de una mujer en el espejo del ascensor. Una mujer a la que no ve铆a desde hace mucho tiempo. Quiz谩s treinta a帽os. Y que apenas conoce.
Sale del ascensor y del edificio de renta antigua. El sol cae sobre las gafas oscuras y la ciega por un momento. Pone la mano en la frente para cubrirse mientras sigue caminando. Se detiene delante de una papelera y hunde la mano en el bolso. Saca las llaves de casa, las mira y, sin pensarlo, las tira dentro. Se oye un fuerte ruido met谩lico al llegar al fondo. Un ruido met谩lico de satisfacci贸n. Ella camina y se va alejando cada vez m谩s, cada vez m谩s. Y por un momento se arrepiente de haberle dejado la comida hecha y desea que el pollo se queme.
La mujer de las heridas de la vida enciende un cigarrillo como en los viejos tiempos y, como en las pel铆culas, llama a un taxi con la mano, que se detiene a su lado y la lleva a la estaci贸n de autobuses.
----
A muller das feridas
A muller das feridas da vida, algunhas cicatrizadas e outras a铆nda sangrantes, m铆rase 贸 espello do armari帽o do ba帽o. A imaxe deformada que lle devolven os anos de matrimonio c贸brese cunha capa de maquillaxe do boti帽o n煤mero 119 Super Matt with Collagen de Margaret Astor e con lentes de sol. Pr贸elle. Coma sempre, bota os pos, o r铆mel e un pouco de carm铆n nos beizos.
A muller que se mira no espello non ve ningu茅n co帽ecido nel. A rutina da maquillaxe faille esquece-las feridas. Debaixo da maquillaxe non existen. Mais… doen tanto al贸 dentro.
Non vai sa铆r da casa, pero a el non lle gusta vela sen maquillaxe nesas circunstancias.
A muller das feridas fai a cama. Lava a roupa. P谩salle o ferro 谩 camisa e 贸 pantal贸n azul de pana co ferro de vapor que lle comprou un d铆a que ti帽a remorsos. Aspira o piso coa aspiradora que lle regalou o ano pasado e p谩salle a fregona.
脕 unha prepara o polo que sacou a noite anterior do conxelador. Ader茅zao, m茅teo no forno e pon o temporizador para 45 minutos. Repara que no almanque da parede a data 茅 o 14 de Abril
Senta na cadeira da coci帽a e ve enriba da mesa un paquete de tabaco. El esqueceuno 贸 ir traballar. M铆rao. De moza fumaba coas amigas 谩s agochadas o tabaco que lle roubaban 贸s seus pais. Pero despois de co帽ecer a Manuel deixouno porque a el non lle gustaba que as mulleres fumasen.
Leva a man 贸 paquete e saca un deses cigarros rubios. M铆rao longo tempo, l茅vao 贸s beizos e acende o chisqueiro. Tose mentres bota fume pola boca. Volve dar unha calada. Cerra os ollos e par茅celle que aquel sabor a devolve trinta anos atr谩s.
Acaba o cigarro e esm谩gao suavemente o铆ndo o ruidi帽o da cabicha no cinceiro.
Mira para o forno e oe o constante tic-tic do temporizador. O polo segue al铆, impasible. Mir谩ndoo pensa en como morren os polos, se sofren ou non lles d谩 tempo a reaccionar mentres lles retorcen o pescozo ou mentres lles golpean a cabeza. E pensa que quizais os polos xa saben do seu sino.
Volve coller un cigarro e pensa nos trinta anos que a separan daqueles pitos roubados a seu pai. E mald铆 o momento no que co帽eceu a Manuel e aceptou vir para a Coru帽a e casar con el. E maldise a si mesma por levalo aturado tantos anos, por non marchar despois do aborto que lle impediu ter fillos. Mald铆 os putos botes de maquillaxe gastados para tapa-los seus golpes e ter que ir comprar con lentes de sol en inverno e finxir ter conxuntivite cando algunha veci帽a a interroga con certa mofa. Mald铆 a taberna e os co帽acs e os amigos. E mald铆 o polo e cada unha das comidas preparadas nos 煤ltimos trinta anos.
Falta pouco m谩is de media hora para que o condenado cabr贸n volva de traballar.
Ela mira para o forno. Bota unha mirada 谩 s煤a coci帽a chea de electrodom茅sticos recibidos para que o esquecese todo e puidese perdoalo. Era imb茅cil se cr铆a que cunha licuadora o pod铆a arranxar todo. Se fose tan sinxelo… A铆nda que quere chorar, ve moito de c贸mico na s煤a vida. O tic-tic faise agora insoportable.
Quita o mandil. Sae da coci帽a e vai 谩 habitaci贸n. Saca unha bolsa e mete unhas chaquetas e unhas saias, colle o bolso e alg煤ns cartos.
Anda amodo polo corredor. 脫 chegar 谩 porta da coci帽a, detense un momento e colle o paquete de cigarros e o chisqueiro e oe o puto tic-tic do forno, que se perde 贸 avanzar polo corredor. Cando leva a man 贸 pomo da porta da entrada, mira tras de si. A man dubida. Aquela porta 茅 o seu derradeiro obst谩culo. Cerra os ollos. Vira o pomo, sae e fecha con chave por derradeira vez. Chama polo ascensor. 脕brese a porta e non hai ningu茅n. Entra e pulsa o bot贸n. A s煤a mirada t贸pase co reflexo dunha muller no espello do ascensor. Unha muller que non vira desde fai moito tempo. Quizais trinta anos. E que apenas co帽ece.
Sae do ascensor e do edificio de renda antiga. O sol cae sobre as lentes escuras e c茅gaa por un momento. Pon a man na fronte para cubrirse mentres segue cami帽ando. Detense diante dunha papeleira e afunde a man no bolso. Saca as chaves da casa, m铆raas e, sen pensalo, t铆raas dentro. 脫ese un forte ru铆do met谩lico 贸 bateren no fondo. Un ru铆do met谩lico de satisfacci贸n. Ela cami帽a e vaise afastando cada vez m谩is, cada vez m谩is. E por un intre ten m谩goa de lle ter deixado a comida feita e desexa que o polo se queime.
A muller das feridas da vida acende un cigarro coma nos vellos tempos e, coma nas pel铆culas, chama un taxi coa man, que se det茅n 谩 s煤a beira e a leva 谩 estaci贸n de autobuses.
Noelia Pena naci贸 en Santiago de Compostela en 1981. Empez贸 a escribir versos a los 10 a帽os. Licenciada en Filosof铆a por la Universidad de Barcelona. Colabora con diversas publicaciones colectivas y en iniciativas como el proyecto colectivo Espai en Blanc, una revista de pensamiento cr铆tico y experimental. Centra sus intereses en los cambios en la subjetividad que propicia la red y las nuevas armas de politizaci贸n. El agua que falta (Caballo de Troya 2014) fue su primer libro publicado y en 2018 apareci贸 su novela La vida de las estrellas en la editorial La oveja roja. Actualmente vive en M谩laga y da clases en un Instituto de Ense帽anza Media.
(El texto que se ofrece fue publicado por primera vez en 1997 en la revista del Instituto donde Noelia estudiaba).
Publicado en el N潞 325 de la edici贸n impresa de Mundo Obrero abril
La mujer que se mira en el espejo no ve a nadie conocido en 茅l. La rutina del maquillaje le hace olvidar las heridas. Debajo del maquillaje no existen. Pero... duelen tanto all谩 dentro.
No va salir de casa, pero a 茅l no le gusta verla sin maquillaje en esas circunstancias.
La mujer de las heridas hace la cama. Lava la ropa. Plancha la camisa y el pantal贸n azul de pana con la plancha de vapor que le compr贸 un d铆a que ten铆a remordimientos. Aspira el piso con la aspiradora que le regal贸 el a帽o pasado y le pasa la fregona.
A la una prepara el pollo que sac贸 la noche anterior del congelador. Lo adereza, lo mete en el horno y pone el temporizador para 45 minutos. Repara que es 14 de Abril en el calendario de la pared.
Se sienta en la silla de la cocina y ve encima de la mesa un paquete de tabaco. 脡l lo olvid贸 al ir a trabajar. Lo mira. De joven fumaba con sus amigas a escondidas el tabaco que robaban a sus padres. Pero despu茅s de conocer a Manuel lo dej贸 porque a 茅l no le gustaba que las mujeres fumaran.
Estira la mano hacia el paquete y saca uno de esos cigarrillos rubios. Lo mira un rato, lo acerca a los labios y enciende el mechero. Tose mientras echa humo por la boca. Vuelve a dar una calada. Cierra los ojos y le parece que aquel sabor la devuelve treinta a帽os atr谩s.
Acaba el cigarrillo y lo apaga suavemente oyendo el ruido de la colilla en el cenicero.
Mira el horno y oye el constante tic-tic del temporizador. El pollo sigue all铆, impasible. Al mirarlo piensa en c贸mo mueren los pollos, si sufren o no les de la tiempo a reaccionar mientras les retuercen el cuello o les golpean la cabeza. Y piensa que quiz谩s los pollos ya conocen su destino.
Vuelve a coger un cigarrillo y piensa en los treinta a帽os que la separan de los pitillos que robaba a su padre. Y maldice el momento en el que conoci贸 a Manuel y acept贸 venir a Coru帽a y casarse con 茅l. Y se maldice a s铆 misma por haberlo aguantado tantos a帽os, por no haberse marchado despu茅s del aborto que le impidi贸 tener hijos. Maldice los putos botes de maquillaje gastados para tapar sus golpes y tener que ir a comprar con gafas de sol en invierno y fingir tener conjuntivitis cuando alguna vecina la interroga con cierta burla. Maldice la taberna y los co帽acs y a los amigos. Y maldice al pollo y cada una de las comidas preparadas en los 煤ltimos treinta a帽os.
Falta poco m谩s de media hora para que el maldito cabr贸n vuelva de trabajar.
Ella mira el horno. Echa una mirada a su cocina llena de electrodom茅sticos recibidos para que lo olvidara todo y pudiera perdonarle. Era imb茅cil si cre铆a que con una licuadora lo podr铆a arreglar todo. Si fuera tan sencillo... Aunque quiere llorar ve mucho de c贸mico en su vida. El tic-tic se hace ahora insoportable.
Quita el delantal. Sale de la cocina y va a la habitaci贸n. Saca una bolsa y mete unas chaquetas y unas faldas, coge el bolso y un poco de dinero.
Anda por el pasillo despacio. Al llegar a la puerta de la cocina, se detiene un momento y coge el paquete de cigarrillos y el mechero y oye el puto tic-tic del horno, que se pierde al avanzar por el pasillo. Cuando lleva la mano al pomo de la puerta de la entrada, vuelve la mirada. La mano duda. Esa puerta es su 煤ltimo obst谩culo. Cierra los ojos. Gira el pomo, sale y cierra con llave por 煤ltima vez. Llama al ascensor. Se abre la puerta y no hay nadie. Entra y pulsa el bot贸n. Su mirada se encuentra con el reflejo de una mujer en el espejo del ascensor. Una mujer a la que no ve铆a desde hace mucho tiempo. Quiz谩s treinta a帽os. Y que apenas conoce.
Sale del ascensor y del edificio de renta antigua. El sol cae sobre las gafas oscuras y la ciega por un momento. Pone la mano en la frente para cubrirse mientras sigue caminando. Se detiene delante de una papelera y hunde la mano en el bolso. Saca las llaves de casa, las mira y, sin pensarlo, las tira dentro. Se oye un fuerte ruido met谩lico al llegar al fondo. Un ruido met谩lico de satisfacci贸n. Ella camina y se va alejando cada vez m谩s, cada vez m谩s. Y por un momento se arrepiente de haberle dejado la comida hecha y desea que el pollo se queme.
La mujer de las heridas de la vida enciende un cigarrillo como en los viejos tiempos y, como en las pel铆culas, llama a un taxi con la mano, que se detiene a su lado y la lleva a la estaci贸n de autobuses.
----
A muller das feridas
A muller das feridas da vida, algunhas cicatrizadas e outras a铆nda sangrantes, m铆rase 贸 espello do armari帽o do ba帽o. A imaxe deformada que lle devolven os anos de matrimonio c贸brese cunha capa de maquillaxe do boti帽o n煤mero 119 Super Matt with Collagen de Margaret Astor e con lentes de sol. Pr贸elle. Coma sempre, bota os pos, o r铆mel e un pouco de carm铆n nos beizos.
A muller que se mira no espello non ve ningu茅n co帽ecido nel. A rutina da maquillaxe faille esquece-las feridas. Debaixo da maquillaxe non existen. Mais… doen tanto al贸 dentro.
Non vai sa铆r da casa, pero a el non lle gusta vela sen maquillaxe nesas circunstancias.
A muller das feridas fai a cama. Lava a roupa. P谩salle o ferro 谩 camisa e 贸 pantal贸n azul de pana co ferro de vapor que lle comprou un d铆a que ti帽a remorsos. Aspira o piso coa aspiradora que lle regalou o ano pasado e p谩salle a fregona.
脕 unha prepara o polo que sacou a noite anterior do conxelador. Ader茅zao, m茅teo no forno e pon o temporizador para 45 minutos. Repara que no almanque da parede a data 茅 o 14 de Abril
Senta na cadeira da coci帽a e ve enriba da mesa un paquete de tabaco. El esqueceuno 贸 ir traballar. M铆rao. De moza fumaba coas amigas 谩s agochadas o tabaco que lle roubaban 贸s seus pais. Pero despois de co帽ecer a Manuel deixouno porque a el non lle gustaba que as mulleres fumasen.
Leva a man 贸 paquete e saca un deses cigarros rubios. M铆rao longo tempo, l茅vao 贸s beizos e acende o chisqueiro. Tose mentres bota fume pola boca. Volve dar unha calada. Cerra os ollos e par茅celle que aquel sabor a devolve trinta anos atr谩s.
Acaba o cigarro e esm谩gao suavemente o铆ndo o ruidi帽o da cabicha no cinceiro.
Mira para o forno e oe o constante tic-tic do temporizador. O polo segue al铆, impasible. Mir谩ndoo pensa en como morren os polos, se sofren ou non lles d谩 tempo a reaccionar mentres lles retorcen o pescozo ou mentres lles golpean a cabeza. E pensa que quizais os polos xa saben do seu sino.
Volve coller un cigarro e pensa nos trinta anos que a separan daqueles pitos roubados a seu pai. E mald铆 o momento no que co帽eceu a Manuel e aceptou vir para a Coru帽a e casar con el. E maldise a si mesma por levalo aturado tantos anos, por non marchar despois do aborto que lle impediu ter fillos. Mald铆 os putos botes de maquillaxe gastados para tapa-los seus golpes e ter que ir comprar con lentes de sol en inverno e finxir ter conxuntivite cando algunha veci帽a a interroga con certa mofa. Mald铆 a taberna e os co帽acs e os amigos. E mald铆 o polo e cada unha das comidas preparadas nos 煤ltimos trinta anos.
Falta pouco m谩is de media hora para que o condenado cabr贸n volva de traballar.
Ela mira para o forno. Bota unha mirada 谩 s煤a coci帽a chea de electrodom茅sticos recibidos para que o esquecese todo e puidese perdoalo. Era imb茅cil se cr铆a que cunha licuadora o pod铆a arranxar todo. Se fose tan sinxelo… A铆nda que quere chorar, ve moito de c贸mico na s煤a vida. O tic-tic faise agora insoportable.
Quita o mandil. Sae da coci帽a e vai 谩 habitaci贸n. Saca unha bolsa e mete unhas chaquetas e unhas saias, colle o bolso e alg煤ns cartos.
Anda amodo polo corredor. 脫 chegar 谩 porta da coci帽a, detense un momento e colle o paquete de cigarros e o chisqueiro e oe o puto tic-tic do forno, que se perde 贸 avanzar polo corredor. Cando leva a man 贸 pomo da porta da entrada, mira tras de si. A man dubida. Aquela porta 茅 o seu derradeiro obst谩culo. Cerra os ollos. Vira o pomo, sae e fecha con chave por derradeira vez. Chama polo ascensor. 脕brese a porta e non hai ningu茅n. Entra e pulsa o bot贸n. A s煤a mirada t贸pase co reflexo dunha muller no espello do ascensor. Unha muller que non vira desde fai moito tempo. Quizais trinta anos. E que apenas co帽ece.
Sae do ascensor e do edificio de renda antiga. O sol cae sobre as lentes escuras e c茅gaa por un momento. Pon a man na fronte para cubrirse mentres segue cami帽ando. Detense diante dunha papeleira e afunde a man no bolso. Saca as chaves da casa, m铆raas e, sen pensalo, t铆raas dentro. 脫ese un forte ru铆do met谩lico 贸 bateren no fondo. Un ru铆do met谩lico de satisfacci贸n. Ela cami帽a e vaise afastando cada vez m谩is, cada vez m谩is. E por un intre ten m谩goa de lle ter deixado a comida feita e desexa que o polo se queime.
A muller das feridas da vida acende un cigarro coma nos vellos tempos e, coma nas pel铆culas, chama un taxi coa man, que se det茅n 谩 s煤a beira e a leva 谩 estaci贸n de autobuses.
Noelia Pena naci贸 en Santiago de Compostela en 1981. Empez贸 a escribir versos a los 10 a帽os. Licenciada en Filosof铆a por la Universidad de Barcelona. Colabora con diversas publicaciones colectivas y en iniciativas como el proyecto colectivo Espai en Blanc, una revista de pensamiento cr铆tico y experimental. Centra sus intereses en los cambios en la subjetividad que propicia la red y las nuevas armas de politizaci贸n. El agua que falta (Caballo de Troya 2014) fue su primer libro publicado y en 2018 apareci贸 su novela La vida de las estrellas en la editorial La oveja roja. Actualmente vive en M谩laga y da clases en un Instituto de Ense帽anza Media.
(El texto que se ofrece fue publicado por primera vez en 1997 en la revista del Instituto donde Noelia estudiaba).
Publicado en el N潞 325 de la edici贸n impresa de Mundo Obrero abril