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El chubasco de Rufián

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Esquerra Republicana de Catalunya ha hecho descarrilar la intención del PSOE de convertir a Miquel Iceta en presidente del Senado. Ha sido una maniobra, más allá de otras valoraciones, muy discutible si atendemos a sus propios intereses estratégicos. Además, y contrariamente a lo que podría parecer a primera vista, ha significado una muestra de debilidad de este partido. ERC corre el riesgo, una vez más, de confundir el activismo y la agitación permanente con la capacidad de transformación política efectiva.

El nuevo hombre fuerte de la izquierda independentista en Madrid, tras la retirada del histórico Joan Tardà, el joven Gabriel Rufián, quien se ha hecho un nombre por sus poco convencionales formas parlamentarias, no ha podido disimular su incomodidad por el veto a Iceta en el Parlament catalán.

El diputado Rufián ha declarado tres cosas en su intento por desdramatizar la situación: que ha sido una decisión del grupo de ERC en el Parlament de Catalunya; que el no al primer secretario del PSC no tiene nada que ver con la posición de Esquerra en cuanto a la investidura de Pedro Sánchez; y que ese desencuentro entre ERC y el PSC en Barcelona es un simple "chubasco que debe pasar rápido".

Sin embargo, el diputado catalán sabe que la negativa a avalar la designación de Miquel Iceta ha sido más un alivio, un darse el gusto por parte de ERC, que el resultado de una valoración realista de los costes que ese veto puede tener. Los socialistas han tomado buena nota y tarde o temprano les pasarán la factura a los republicanos, y Rufián sabe que será elevada.

Es cierto que en Cataluña todo está contaminado por el juicio a los dirigentes del Procés en la Audiencia Nacional y por el mantenimiento injustificable como presos preventivos de los que no huyeron al extranjero. Como también lo es que ERC y el post-pujolismo -con las siglas que sean- mantienen una pugna por detentar la primogenitura del independentismo. Más allá de la victoria en las elecciones del 28A de los republicanos, los ex convergentes de Puigdemont/Torra han mantenido unos resultados que certifican que están todavía muy vivos, a pesar de todo, y que son unos competidores serios para los de Junqueras.

Trascendiendo la pura coyuntura, lo que no es fácil, ERC con su comportamiento sigue emitiendo señales claras de pánico ante la posible acusación de connivencia con el españolismo por una parte del electorado independentista, muy especialmente porque eso pudiera ser rentabilizado desde Waterloo.

Los republicanos saben que no pueden fiarse de los post convergentes absolutamente en nada. No es sólo que nunca podrán perdonar que Puigdemont huyera indignamente, mintiendo a propios y extraños; no es que no puedan fiarse de unos independentistas de última hornada que hasta hace cuatro días estaban tan a gusto con una autonomía que les había permitido décadas de control absoluto en Cataluña. La realidad que los republicanos no pueden olvidar es que el proyecto de país que ellos tienen está a años luz del que tienen los ex convergentes, y que si algún día el eje nacional dejara de ser dominante en la política catalana y volviera a serlo el eje izquierda/derecha, entonces la colaboración con ellos no sería tan difícil como es ahora, sino que se convertiría en imposible.

Ni Pedro Sánchez ni Miquel Iceta son hermanitas de la caridad a efectos de confianza, pero en Esquerra saben que están obligados a entenderse con ellos, a pesar de las distancias que los separan. No obstante, si no pueden fiarse de los socialistas, tampoco pueden hacerlo de Puigdemont o Torra ni de los que les acompañan. Es por ello que durante la próxima legislatura se les hará necesario desmarcarse de los ex pujolistas para poder sentarse a negociar tanto con el PSC y el PSOE como con los Comunes y Podemos. Ese es su gran reto.

Han vetado a Iceta y la respuesta de Sánchez ha sido contundente: Meritxell Batet va a presidir el Congreso y Manuel Cruz el Senado. No querían darle aire a un dirigente del PSC, y ahora tienen dos en lugares de gran relevancia en el Estado. Y podría ser que, además, Miquel Iceta, es una hipótesis, se convirtiera en ministro de administraciones territoriales. Sería entonces no un hombre en el Senado, sino el interlocutor del Gobierno de Cataluña en con el Estado. ¡Caramba con los posibles efectos del chubasco!

Hace ya veinte siglos que Marco Favio Quintiliano aconsejaba que en la disputa jurídica -y política, podríamos añadir- convenía ser suaviter in modo, fortiter in re, una máxima que Karl Marx también hizo suya. Efectivamente, ser moderado en la forma no es obstáculo para ser duro en el fondo; al contrario.

Evidencias tenemos que gritar más fuerte y de forma más agresiva no asegura nada. Que le pregunten a Pablo Casado mientras procura digerir el desastre electoral o a Cayetana Álvarez de Toledo, que aún no ha aceptado la nueva consigna de volver el centro centrado de los centristas de toda la vida. Gabriel Rufián, quizá sí, ha comprendido que hay que cambiar el registro, como lo ha entendido Pablo Iglesias a su vez. Es por eso que el joven diputado catalán habla de un chaparrón, aunque él sabe que la tormenta ha sido severa. Confiemos, sin embargo, que escampe pronto y que durante la nueva legislatura no padezcamos demasiadas gotas frías.






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