Por Adri谩n Almeida.- Es de sobra conocido que los carlistas espa帽oles, en el levantamiento de 1936, se prodigaron con las armas en una guerra que cre铆an iba a darles su definitiva victoria tras un siglo abrigados a la derrota.
Los cuerpos muertos de estos idealistas carlistas, coaligados desde el decreto de unificaci贸n de 1937 a los falangistas y a otras familias mon谩rquicas, abonaron, en el transcurrir de aquella guerra, los campos del viejo liberalismo que, paradojas, se encarnaba en la entra帽a revolucionaria de los falangistas. El proyecto de 茅stos era racionalista, revolucionario, moderno en definitiva, frente a un tradicionalismo comunitarista representado por el carlismo. Siguiendo a Horkheimer, el franquismo provechosamente esculpi贸 su doctrina a partir de una coalici贸n ideol贸gica de ambas familias, siendo esta conjunci贸n el mejor y m谩s acabado sentido del fascismo en el Estado espa帽ol; la emergencia de la “simultaneidad de lo no simultaneo” que dir铆a Ernst Bloch.
Pero el carlismo, vaciado de sus apoyos populares tras la unificaci贸n, se hubo adem谩s diluido como proyecto pol铆tico en esa apelaci贸n racional-castellanizante impuesta por Falange, que conden贸 sin remedio a las minor铆as nacionales del Estado. 脡stas, desde el siglo XIX, eran, a los ojos del viejo liberalismo isabelino y Alfonsino, las gentes barb谩ricas sobre las que se incubaba la enfermedad que imped铆a la moderna formaci贸n del Estado-nacional espa帽ol, el carlismo[1]. El fascismo de Franco, vino a culminar tal tarea, contando con los carlistas tan s贸lo para incorporar el ideal del pasado a una construcci贸n vitalista orientada al dominio de la modernidad (capitalismo incluido). El ideal comunitarista, en absoluto profascista, puesto al servicio de la racionalidad del dominio. Tras aquel per铆odo de Dictadura, y sintom谩ticamente, parte del carlismo se refund贸 bajo la impronta del socialismo autogestionario.
El pasado que no pasa
La belleza de las construcciones filos贸ficas benjaminianas no son comparables en densidad a las de Adorno o la claridad expositiva de Horkheimer. Y, sin embargo, tanto Walter Benjamin como Theodor Adorno como Max Horkheimer, compartieron diagn贸stico en torno a la formaci贸n del fascismo como fuerza no esencialmente disruptiva de la modernidad, sino como su culminaci贸n. No se puede dejar de sonre铆r cuando fil贸sofos como el turin茅s Diego Fusaro apelan al pasado que pretenden coaligar al marxismo apelando a la familia tradicional o el patriarcalismo. ¿Qu茅 pasado m铆tico se reivindica en estas categor铆as? ¿No son acaso apelaciones pretendidamente comunitaristas que hoy, en esta modernidad en cuesti贸n, son indubitablemente un pasado que es un antes de ayer? En otro sentido, el pasado de Fusaro no ser铆a tanto un pasado reivindicado del cofre de un pasado mitificado o igualitario, sino el antes de ayer de la modernidad. El nuevo fascismo no apelar铆a pues ya ni siquiera a la historia m铆tica comunitarista, sino a un sentido de la modernidad que m谩s que comunitarista ancla su entra帽a en el liberalismo. M谩s repliegue de una modernidad que se cuestiona desde y en su presente que una apelaci贸n aut茅ntica del pasado como horizonte de expectativa, por usar la terminolog铆a de Koselleck. Benjamin o el propio Bloch tambi茅n apelaban al pasado, y lo hac铆an como s贸lo un antifascista puede hacerlo: extrayendo de 茅l el excedente ut贸pico liquidado del pasado, la imagen dial茅ctica, el sue帽o irrealizado, la esperanza corporeizada en la ruina de la modernidad cuyos pedazos se lanzan al tiempo para detener su curso de dominio, de perpetuo se帽alamiento de lo que no cabe. El pasado s贸lo es pues, decididamente apelable como categor铆a comunitarista plena cuando su sentido se arroja a las relaciones de dominio de la modernidad presente. No es una apelaci贸n por la conservaci贸n de lo presente, sino una llamada a la ruptura del continuum desde lo que se abandon贸 o se arras贸 en la propia emergencia de la modernidad y en su proyecto de progreso. El m铆tico –y no probado-matriarcado vasco, como llamada a un matriarcado presente frente a una modernidad patriarcal. Los idiomas arrasados por la modernidad como veh铆culos de liberaci贸n mediante su uso presente. Dec铆a el poeta vasco Sarrionandia, que el euskera es “nuestro 煤nico territorio libre”. ¿Hay algo m谩s ejemplificante de un uso emancipador de esta lengua que su a帽eja estructura ausente de marcas de g茅nero? ¿no hacen visibles el euskera, el sardo, el catal谩n, el occitano el gallego, el Sorbisch, la existencia de una notredad cultural tect贸nica y tel煤rica que cuestiona en cada uso el domino racionalista de la modernidad capitalista?
El igualitarismo –equivalentemente m铆tico- de las viejas naciones puesto al servicio no de una apelaci贸n comunitarista que se aproveche de los anhelos pre-ideol贸gicos de una sociedad que instintivamente rechaza la modernidad, como har谩 el fascismo para implantar las m谩s crueles desigualdades (y siendo, por tanto muy poco comunitarista), sino como sustento de un socialismo que arroje esa imagen dial茅ctica como anclaje de una no-identidad, de un nosotros que tiene unos fundamentos en ser parte de una secuencia hist贸rica, geneal贸gica, de todo aquello que no cab铆a, no cabe y no cabr谩. “Somos los hijos de”… que cantaba La Polla.
Xenofobia. De lo on铆rico y su articulaci贸n
La xenofobia como supuesta categor铆a anticapitalista es, por otra parte, el fundamento de parte de la nueva oleada ultraderechista. Fusaro, el Evola de nuestra 茅poca (o el supercazzola, que dir谩n otros), evoca a al ej茅rcito de reserva marxiano. Y, hay que decirlo, su argumento resulta convincente, por no decir que tiene raz贸n en ese aspecto concreto. En la medida en que se aumenta la fuerza de trabajo por la llegada de los inmigrantes, aumenta consecuentemente la oferta de trabajo, provocando secuencialmente la reducci贸n potencial del salario. Pero esta consideraci贸n l贸gica inapelable, esconde nuevamente una soluci贸n ideol贸gica xenof贸bica demencial a una leg铆tima apelaci贸n on铆rica latente: el anhelo de las poblaciones occidentales a una comunidad igualitarista que rompa con las presiones y tensiones que el capital ejerce sobre la totalidad de sus vidas. Es decir, el supuesto anticapitalismo presente en la xenofobia no es sino, y realmente, un anticapitalismo pre-xenof贸bico, que estrictamente se constituye no por el inmigrante como consecuencia corp贸rea, sino por el capitalismo y la modernidad capitalista como causas. Es la conversi贸n de la consecuencia en causa. Dec铆an Adorno y Horkheimer “la fe fan谩tica de la que hacen gala los jefes [nazis] y sus secuaces [nazis] no es distinta de aquella tenaz que en otro tiempo asist铆a a los desesperados; s贸lo que su contenido se ha perdido”[2]. Las clases dominantes como enemigos son pues transfiguradas en los maketos en Arana, los “moros” en Abascal, en Salvini, en Le Pen o Gauland o en los jud铆os de Hitler. En definitiva, articular un pensamiento en el cual la culpa de la competencia salarial del oriundo con los inmigrantes/refugiados la tienen los inmigrantes/refugiados y no los empresarios, y que atacando al inmigrante, que poniendo un muro, las relaciones de dominio pueden aminorarse o desvanecerse. De tal modo que, siguiendo a 沤i啪ek, esa `clase media´ ultraderechizada se constituye y se entiende a s铆 misma como una clase en medio entre dos grandes bloques que amenazan su existencia; en definitiva, se constituye en el desplazamiento del antagonismo inherente existente entre las grandes corporaciones y los inmigrantes y excluidos sociales[3]. Lejos de eliminar esta triada ficticia pas谩ndose las clases asalariadas oriundas a la trinchera de los ghettificados para sustentar el antagonismo social, prefieren atacar a los segundos para ver aligerar la presi贸n que el capital ejerce sobre ellas. Como ha recordado el mismo fil贸sofo esloveno: “la verdadera amenaza a nuestro modo de vida comunitario [o nuestros anhelos por conseguirla], no son solo los extranjeros, sino la din谩mica del capitalismo global (…) La tarea es construir puentes entre nuestra clase trabajadora y la suya, para que se unan en una lucha solidaria. Sin esta unidad (que incluye la cr铆tica y la autocr铆tica por ambas partes) la lucha de clases propiamente dicha se convierte de nuevo en un choque de civilizaciones.”[4]
Este anticapitalismo espontaneo, sus anhelos de desquite de la i-racionalidad del domino, su fantas铆a ic贸nica, se vuelven as铆 desde la articulaci贸n fascista en mero economicismo. El vocablo nacionalsocialista (o m谩s oportunamente a煤n nacionasocialdem贸crata) adquiere as铆 todo su sentido. El desplazamiento se torna as铆 en la genuina idea fascista del rechazo a las propias contradicciones existentes en el tejido social. Y consecuentemente la xenofobia se diluye como proyecci贸n anticapitalista, pues de lo que verdaderamente se trata es de fundar los cimientos para el logro de una especie de aristocracia obrera.
1968. Dial茅ctica Negativa y sujeto polim贸rfico
Hist贸ricamente sobre esta base se fundaron el milagro econ贸mico de la Alemania Federal y el repunte del capitalismo en la Italia de la segunda posguerra. Los inmigrantes, los obreros-masa de Tronti, articulados por los gobiernos de turno de la CDU y la Democrazia Cristiana, por los empresarios y por los propios sindicatos, como la escoria de la clase. El mismo odio al reci茅n llegado insuflado a la clase obrera nativa, capacitaba de improviso un desplazamiento: hacia simbolizar su presi贸n, su esponteneidad, en la existencia del inmigrante. De este odio, el obrero oriundo recababa suficientes r茅ditos econ贸micos que inversamente repercut铆an en la manutenci贸n salarial baja de los llegados y una manutenci贸n general a la baja de los mismos salarios. De forma apor茅tica, el mismo odio del asalariado oriundo a la existencia del inmigrante es condici贸n tanto de su aparente emancipaci贸n de la presi贸n capitalista como del triunfo absoluto del propio capitalista: liberado de la posibilidad de unificaci贸n de la clase y de derivar de 茅sta la contradicci贸n latente. Liberado, exactamente, de la dial茅ctica.
El 68 germano, de ese movimiento del que ser谩 hija la activista Carola Rackete –la izquierda fucsia que dice Fusaro-, vino sustanciosamente regado de un marco novedoso de acci贸n colectiva, que mezclaba a partes casi iguales a Marcuse y a Adorno. Del primero extra铆an la necesidad de comprender que el proyecto de emancipaci贸n s贸lo pod铆a encauzarse si se establec铆a como propia la revuelta en los pa铆ses sometidos al imperialismo occidental y se un铆an a sus luchas. La clase obrera, la subjetividad por antonomasia de la revoluci贸n, habr铆a sido subsumida, integrada, definitivamente en el capitalismo metropolitano, de tal modo que la esperanza por recabar una v铆a para la emancipaci贸n pasaba por dar apoyo a esos movimientos de los “desarrapados”, porque de su apoyo (no de su rechazo) no s贸lo se derivar铆a una ejemplificaci贸n de la lucha, sino el mismo derrumbe de la clase obrera occidental como clase integrada y aristocr谩tica. Es decir, s贸lo el fin del imperialismo, el apoyo a todas las formas de lucha contra 茅l, capacitar铆a, la posibilidad de hacer emerger a la clase obrera como subjetividad revolucionaria. El fin de su privilegio como posibilidad para una lucha anticapitalista. El grupo armado de la Fracci贸n del Ej茅rcito Rojo fij贸 consecuentemente su enemistad absoluta no con los conservadores de la CDU, sino con los socialdem贸cratas del SPD, sobre quienes proyectaban la alargada sombra del imperialismo; el alem谩n y el de Estados Unidos. En 1971, el grupo de Andreas Baader y Ulrike Meinhof indic贸 que la expresividad latente de la violencia del obrero medio alem谩n por «pelar» al jefe o al encargadillo de turno, se realizaba “en figuras suced谩neas, mucho m谩s d茅biles, como pueden ser las minor铆as raciales o grupos pol铆ticos herejes”[5].
Precisamente, el 68 germano vino adem谩s marcado por el protagonismo de estas minor铆as tanto en las universidades como en las propias f谩bricas[6]. Los inmigrantes, como estudiantes, fueron los que con sus protestas en la misma Alemania determinaron el marco internacionalista de los estudiantes germano-occidentales durante el ciclo de protesta. Unidos marcharon en Berl铆n, Frankfurt o Gotinga, contra el Sha de Persia o la guerra de Vietnam, denunciando a la par el autoritarismo de las democracias occidentales y su car谩cter imperialista. En las f谩bricas, y sobre todo a partir de los a帽os 70, los inmigrantes de la gran clase multicultural alemana, se revelaron en las cadenas de montaje (por ejemplo huelga en la planta de la Ford en Colonia-Niehl, en la que 12.000 turcos trabajaban en ritmos de cadencia dos veces m谩s r谩pidos que en la Volkswagen)[7]. A fines de 1969, algunos de los trabajadores m谩s j贸venes se unir铆an a las luchas estudiantiles. La misma lucha fue iniciada por las mujeres en las plantas industriales, que a su vez comenzaron, una vez deslindado el movimiento feminista germano de las ataduras de los sindicatos socialistas estudiantiles, las campa帽as por la despenalizaci贸n del aborto[8]. ¿No compusieron acaso todas estas experiencias ejemplos de un nuevo internacionalismo y de una solidaridad compositiva de todo aquello que no cabe? ¿No capacitaron aquellas experiencias, y tras el nacionalsocialismo, la fijaci贸n definitiva del rostro del verdadero enemigo que se escabulle dividiendo a quien pretende mirarlo fijamente? ¿no recababan su imaginario de un pasado arruinado por el progreso?
Cuando Fusaro reivindica al Che, ¿es consciente de que fue el 铆dolo de eso que llama izquierda fucsia? Si fue ese 铆dolo, lo fue exactamente por aquello que el italiano cree que es su mayor aportaci贸n, el a帽adir la reivindicaci贸n de la Patria a la reivindicaci贸n comunista, algo que tambi茅n hicieron en Europa Connelly en Irlanda o Krutwig en el Pa铆s Vasco, 茅ste 煤ltimo en 1962. Patria para emanciparla de la modernidad, del progreso que hab铆a condenado a los pueblos “sin historia”. El Che –y tambi茅n el Vietnam- simbolizaba la emergencia de todo –o de casi todo- aquello que no cab铆a en el sistema mundo. Su nacionalismo era revolucionario porque era dial茅ctico, antisistema, basado en una contradicci贸n latente basada en la ley del desarrollo desigual y, sobre todo, en un rompimiento del ciclo temporal del progreso, que permiti贸, incluso en Occidente, emanciparse parcialmente de las viejas categor铆as de dominaci贸n. ¿Qu茅 Che reivindicar铆a hoy ese producto tan t铆picamente moderno del Estado-Nacion italiano? La Padania bossiniana acaso…
De Adorno, y de su disc铆pulo, Hans J眉rgen Krahl, el movimiento del 68 se plante贸 seriamente la cuesti贸n de la subjetividad. La dial茅ctica negativa abri贸 las puertas a conferir una dial茅ctica que contrariamente a la soluci贸n de los opera铆stas italianos (p.ejemp. Negri o Bifo) y a autores como Deleuze, que descartar铆an la soluci贸n sint茅tica hegeliano-marxista de la dial茅ctica para recabar sus principios en Spinoza y Nietschze, dio pie a imaginar una notredad que no se afirmaba (una no-identidad), que no pon铆a el 茅nfasis en la diferencia dentro del sistema sino en ser parte sustancial de su contradicci贸n. Un Nosotros que se define por ser todo aquello que el poder tratar谩 de reducir a la identidad ideal del sujeto; el dolor concebido como un qui茅n, en palabras de Sergio Tischler[9]. Las luchas pluriformes, como destello de la resistencia a su no integraci贸n sint茅tica, concebidas as铆 como luchas contra y no como luchas por. Este es el fundamento de lo que el mismo Tischler, ha caracterizado como un sujeto anticapitalista pluriforme, “el cual se caracteriza por ser el movimiento de m煤ltiples luchas y sujetos que intentan ser un nosotros que se reconoce en la historia compartida del abajo y a la izquierda”[10].
En todo este planteamiento, la imagen del pasado juega un papel esencial para la articulaci贸n de esa notredad en negativo, de todo aquello que no cabe. Esta imagen del pasado, que nada tiene ver con su formulaci贸n fascista, no puede tampoco concebirse simplemente al modo soreliano, o al modo de la Bildraum benjaminiana; conceptos ambos relacionables como inervaci贸n del cuerpo colectivo, como apelaci贸n actuante, a partir de la imagen del pasado[11]. Para autores como Nick Srnicek y Alex Williams, el pasado es, adem谩s, acusado de fundamentar la pol铆tica folk de los nuevos movimientos sociales de la izquierda contempor谩nea. Para ambos autores, la modernidad es el campo de batalla sobre el que la izquierda ha de hacer valer los ideales emancipadores insertos en ella, a fin no tanto de fomentar una unidad entre las m煤ltiples luchas desde la inervaci贸n del pasado, sino desde la reivindicaci贸n del futuro. Desde un punto de vista laclauniano, la modernidad y sus categor铆as aparentemente emancipadoras (democracia, libertad, etc.) se conseguir铆an tejer una hegemon铆a que uniendo las m煤ltiples subjetividades en lucha contra el sistema de dominio, capacitar铆a la superaci贸n de una izquierda centralizada en la reivindicaci贸n del pasado como lugar del cual se extraer铆an los imaginarios para la formaci贸n de una sociedad en paralelo, particularista y aut贸noma[12]. El universalismo de su propuesta contrastar铆a as铆, en apariencia, con la reivindicaci贸n autonomista, con la que, como se ha visto, comparte, al menos en una de sus variantes, el rechazo a la dial茅ctica.
Siguiendo al propio Benjamin, la imagen del pasado ha de formularse, para su comprensi贸n dial茅ctica, como la elevaci贸n del inconsciente colectivo en el cual el tiempo del progreso, del desarrollo evolutivo de la abstracci贸n, es detenido; lo que el alem谩n denomin贸 imagen dial茅ctica. Detenido por esa imagen inconsciente colectivamente compartida y que es, precisamente, una imagen de un tiempo que no corresponde al continuum, al progreso, el cual se resuelve evolutivamente en la abstracci贸n y en la homogeneizaci贸n. Es decir, en una s铆ntesis que no es sino el pliegue de lo id茅ntico, la castraci贸n individual y la eliminaci贸n de lo diverso ante la identidad ideal del concepto.
La reverberaci贸n del pasado sirve inversamente as铆 de elemento de suspensi贸n de la temporalidad y de imaginar esa subjetividad anticapitalista polim贸rfica; la discontinuidad –la pausa- hist贸rica como caracterizaci贸n de la emancipaci贸n de la continuidad impositiva de la historia. Las experiencias pasadas no fructificadas, los deseos abandonados, el inconsciente colectivo de una vida comunitaria, se constituyen por consiguiente como un “firme esfuerzo de separarse de lo anticuado –lo que en realidad quiere decir: del pasado m谩s reciente- [de la apelaci贸n pret茅rita del propio fascismo]. Estas tendencias remiten a la fantas铆a ic贸nica, que recibi贸 su impulso de lo nuevo, al pasado m谩s remoto (…) a elementos de la prehistoria, esto es, de una sociedad sin clases”[13]. Contrariamente a un fascismo y a un neo-fascismo que herederos de la misma Ilustraci贸n, apelan a “la exigencia de someterse a la ceguera de la historia como si fuera una consumaci贸n de la historia del ser”[14], la apelaci贸n antifascista del pasado es genuinamente liberadora porque reivindica el pasado para confrontarlo con la conclusi贸n experiencial presente de la temporalidad abstracta; del continuum. A decir de Michael L枚wy y Eleni Varikas, “el objetivo no es la conservaci贸n del pasado, sino la realizaci贸n de las esperanzas del pasado. Esto significa que aquello que sobrevive a lo antiguo, de lo pre-burgu茅s no tiene otro valor que ser fermento de lo nuevo”[15]. El pasado no es –o no debiera ser-, por tanto, como afirmar谩n Srnicek y Williams, una f贸rmula para la particularizaci贸n diferencialista y particularista de las luchas, sino una v铆a para imaginar una subjetividad propiamente universal, unida ab origine en su no-identidad como consecuencia del progreso; los “bocados no digeridos de naturaleza subyugada” que dir谩 Adorno[16]. La modernidad y sus categor铆as de emancipaci贸n sirven pues s贸lo en su conexi贸n intr铆nseca a la cualidad anhelante de dicha subjetividad sustentada en el dolor de la historia. En este sentido, no hay una subjetividad constituida a partir de una demanda social realizada al sistema, sino una no-identidad universal, sostenida subjetivamente de la uni贸n de sus fragmentos[17]. Para Vattimo, en un sentido no totalmente contradictorio a Adorno, esta apelaci贸n al recuerdo de lo vencido y de los vencidos benjaminiana, guardaba incluso una relaci贸n con el “olvido del ser” (Seinvergessenheit) heiddegeriano: el trascurso de la historia como la imposici贸n de las clases dominantes de un camino metaf铆sico que impide el acceso u oculta al ser[18]. As铆, dicen Vatimmo y Santiago Zabala que:
“la democracia metaf铆sica es un sistema sostenido por quienes dentro de su orden de hechos, normas e instituciones se sienten c贸modos. Ellos son los vencedores, aquellos que creen que la presencia del ser no es solo digna de descripci贸n, sino tambi茅n de contemplaci贸n y conservaci贸n, toda vez que garantiza la condici贸n de ellos mismos. Sin embargo, inevitablemente tal condici贸n incluye asimismo la historia vencida, es decir, del olvido del ser y de los d茅biles. Mientras que el ser se refiere a la historia oprimida por la metaf铆sica seg煤n Heidegger, los d茅biles, es decir, aquellos que no forman parte del capitalismo neoliberal de la democracia emplazada, son una consecuencia de ese mismo olvido.”[19]
Por su parte, Claudio V茅liz, ha sostenido la relaci贸n del criticismo frankfurtiano con Jaques Derrida al se帽alar que “la deconstrucci贸n lee el texto (la historia) como ruina, como cifra de una discordia constitutiva que difiere el sentido, como alegor铆a de un exceso, de un resto que, en tanto afirmaci贸n de la alteridad, hace estallar la a-propiaci贸n, el dominio de la homog茅nea continuidad, la violencia del tiempo vac铆o onto-teleo-logo-faloc茅ntrico”[20]. En otro sentido, nuestra autopercepci贸n bajo las categor铆as de la dominaci贸n, l茅ase, negra, latino, jud铆a, moro, trabajador/a, mujer, son los restos, las evidencias de una negatividad constitutiva frente al sujeto-hombre-blanco-burgu茅s protagonista de la misma historia del progreso que lo emerge. El pasado se desvela en la interseccionalidad de las mutuas temporalidades vividas (pre-modernas, modernas o posmodernas) como aquella que sustancializa la posibilidad de conferir un freno a esa historia evolutiva. Como se帽al贸 Horkheimer:
“los demagogos modernos [pi茅nsese en Salvini, Le Pen Trump o en Rivera] se comportan en general como muchachos malcriados que son recriminados o reprimidos una y otra vez por sus padres, por educadores o por cualquier otra instancia civilizatoria. Al menos en parte, su efecto puede explicarse por la liberaci贸n de los instintos reprimidos que ponen en marcha cuando parecen golpear la civilizaci贸n en plena cara o favorecer la revuelta de la naturaleza. Pero su protesta no es en modo alguno genuina o ingenua. Nunca olvidan la finalidad de sus payasadas. Su objetivo invariable no es otro que el de inducir a la naturaleza a unirse a las fuerzas de la represi贸n destinadas a someterla”[21]
La apelaci贸n genuina del pasado ayuda a repensar la totalidad de las categor铆as de dominio, a deconstruir las subjetividades formadas desde la normatividad civilizatoria e imaginar, definitivamente, una notredad inestable, in-sostenida, incapaz de pensarse sino es desde su inconsistencia latente y su 煤nica marca parad贸jicamente no cuestionable: su no-identidad. Pensarse colectivamente “desde lo que est谩 negado en la afirmaci贸n de lo existente”[22]. Esto implica esencialmente no una mera positivaci贸n diferencialista, asumible por el sistema liberal sobre el cual se revela el propio neo-fascismo, sino un retorno a los anclajes pol铆ticos que configuren universalmente la enemistad absoluta con aquello que pretende reducirnos, limarnos, abstraernos o en 煤ltimo t茅rmino exterminarnos. Reivindicar, como dir铆a 沤i啪ek, la intolerancia frente a una tolerancia con la diferencia. La tolerancia solo sirve para marginalizarnos, para hacernos caber, hacernos un hueco en una casa en la cual somos una permanente entidad indeseable aunque necesaria para la manutenci贸n de una contradicci贸n latente que bajo la tolerancia pretende conciliarse; tal es lo que ocurre bajo el capitalismo, el patriarcado, la religi贸n, los consolidados Estado-nacionales modernos o las entidades supranacionales que aglutinan todo lo anterior como la Uni贸n Europea.
Conclusi贸n
El uso del pasado del viejo y del nuevo fascismo no es un uso genuino. Es esencialmente como se帽al贸 Horkheimer una monumental “payasada”, destinada a cancelar y articular respectivamente, sus usos emanicipatorios y la represi贸n contra sus demandantes populares. Esta articulaci贸n fascista del anhelo de una vida comunitaria se trasluce en un desplazamiento, en una transfiguraci贸n, del elemento imposibilitador esencial de la misma: la existencia de un sistema sustentando en las formas de dominio engendradas en la modernidad y el modo capitalista de reproducci贸n de la riqueza social como la formulaci贸n contenedora m谩s caracter铆stica de la vida moderna[23]. La xenofobia se comprende as铆 desde esa transfiguraci贸n. La reivindicaci贸n benjaminiana (blochiana) del pasado, como forma genuinamente antifascista de la misma, configura, en esencia, no una auto cancelaci贸n –abstracci贸n- subjetiva de la clase, como el fascismo pretende a partir de su transfiguraci贸n y de su uso del pasado –que como ya se ha dicho es adem谩s una mera apelaci贸n a lo anticuado (una resistencia a los valores de la modernidad)-, sino m谩s bien, y en ese quiebro a la historia, a la fe en la ideolog铆a del desarrollo, una reivindicaci贸n de todo aquello negado, pulverizado y arrasado por ese mismo progreso, por esa misma historia de los vencedores que no conoce sino la destrucci贸n de la diferencia. Esta reivindicaci贸n diferencialista, la uni贸n de una notredad polim贸rfica antimoderna y anticapitalista, no puede reivindicarse meramente (o constituirse en una sociedad en paralelo que es in煤til como bien dir谩n Nick Srnicek, Alex Williams o 沤i啪ek), positivizarse en una modernidad que tratar谩 siempre por tanto de razonarla, sino que debe arrojarse a la misma deconstruyendo su propio car谩cter subjetivo derivado de la modernidad y plantearse como un sujeto negativo, imposible de asimilar sino es mediante su abstracci贸n, imposible de entenderse si no se plantea desde la lucha contra (la demanda del antagonismo) y no simplemente a partir de una lucha por. En otro sentido, no es cuesti贸n de rechazar la dial茅ctica como har谩 el autonomismo positivo, sino de entender, con Adorno, que la dial茅ctica ha realizado su proyecto de s铆ntesis como genocidio y que la misma ruina hist贸rica de ese intento de abstracci贸n –la negaci贸n- infructificable por la misma l贸gica del dominio es un nosotros incontrovertible, irreducible, que late y que se haya atravesado en su multiformismo por una unidad anhelante, una imagen dial茅ctica, un recuerdo de aquel pasado no fructificado que, no obstante, ha de centralizar el foco de la culpabilidad de su hist贸rica no producci贸n.
21/08/2019
Adri谩n Almeida D铆ez , Departamento de Historia Contemporanea de la Universidad del Pa铆s Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea
[1] Molina, Fernando, La tierra del martirio espa帽ol. El Pa铆s Vasco y Espa帽a en el siglo del nacionalismo, Madrid, CEPC, 2005.
[2] Adorno, Theodor y Max Horkheimer, Dial茅ctica de la Ilustraci贸n, Madrid, Akal, 2016, p. 191.
[3] 沤i啪ek, Slavoj, En defensa de la intolerancia, Madrid, Sequitur, 2008, p.22.
[4] 沤i啪ek,Slavoj, La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror, Barcelona, Anagrama, 2016. Merece la pena destacar aqu铆 una larga reflexi贸n del esloveno en otro de sus ensayos y al hilo de esta cuesti贸n: “la universalidad real no es el profundo sentimiento de que, por encima de todas las diferencias, las diferentes civilzaciones comparten los mismos valores b谩sicos, etc. sino que aparece (…) como la experiencia de la negatividad, de la inadecuaci贸n a uno mismo de una identidad particular. La f贸rmula de la solidaridad revolucionaria no es <dejadnos tolerar nuestras diferencias>, no es un pacto de civilizaciones, sino un pacto de luchas que atraviesa las civilizaciones, un pacto entre lo que, en cada civilizaci贸n, socava su identidad desde dentro, lucha contra su n煤cleo opresivo” 沤i啪ek,Slavoj, Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Barcelona, Pa铆dos, 2008, p.188
[5] RAF: “脺ber den bewaffneten Kampf in Westeuropa“. Texto con versi贸n traducida al castellano: Madrigal, Pedro (Trad.), Grupo Baader-Meinhof. Fraccion del Ej茅rcito Rojo. El moderno Estado capitalista y la estrategia de la lucha armada, Barcelona, Icaria, 1981, p.48.
[6] Sobre este tema ver: Slobodian,Quinn, Foreing Front. Third World Politics in Sixties West Germany, Durham-London, DUP, 2012 ; Weitbrecht, Dorothee, Aufbruch in die Dritte Welt. Der Internationalismus der Studentenbewegung von 1968 in der Bundesrepublik Deutschland, G枚ttingen, Vandenhoeck & Ruprecht-Unipress, 2012.
[7] Roth, Karl Heinz y Ebbinghaus, Angelika, El otro movimiento obrero, Madrid, Traficantes de Sue帽os, 2011 p.62
[8] Almeida D铆ez, Adri谩n, “«Zum Kampf sind wir geboren»: El 68 alem谩n, el mito tercermundista y la Fraccion del Ej茅rcito Rojo (1962-1970)”, Historia Contempor谩nea, 58 (2018), pp. 781-814; Katsiaficas, Giorgi, The subversi贸n of politics. European autonomous social movements and the decolonization of everyday life, USA-Scotland, AK-Press, 2006, p.62; Mezzadra, Sandro y Neumann, Mario, Clase y Diversidad sin trampas, Pamplona, Katakrak, 2019, pp.58-59;
[9] Tischler, Sergio, “Adorno: Sujeto, fetichismo pol铆tico y lucha de clases”, en Holloway, John, Matamoros, Fernando y Sergio Tischler (Comp.), Negatividad y revoluci贸n, Theodor Adorno y la pol铆tica, Buenos Aires, Herramienta, 2007, p.117.
[10] Tischler, Sergio, “Tres notas sobre el sujeto polim贸rfico”, Actas Sociol贸gicas, 62 (2013), pp. 31-43.
[11] Garc铆a, Luis Ignacio, “Una pol铆tica de las im谩genes: Walter Benjamin organizador del pesimismo”, en Escritura e Imagen, 11 (2015), pp.111-113.
[12] Srnicek, Nick y Alex Williams, Inventar el Futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo, Barcelona, M茅xico, Buenos A铆res, Nueva York, Malpaso, 2017.
[13] Benjamin, Walter, Libro de los pasajes, Madrid, Akal, 2005, p.39.
[14] Adorno, Theodor, Ontolog铆a y Dial茅ctica. Lecciones sobre la filosof铆a de Heidegger, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2017, p.358.
[15] L枚wy, Michael, y Eleni Varikas, “La cr铆tica del progreso en Adorno”, en Holloway, John, Matamoros, Fernando y Sergio Tischler (Comp.), op.cit., p.99.
[16] Adorno, Dial茅ctica Negativa, Madrid, Akal, 2005, p.319.
[17] 沤i啪ek, Slavoj, Contra la tentaci贸n populista, Buenos Aires, Godot, 2019, p.29.
[18] Llorente, Cardo, “¿Comunismo hermen茅utico o descripci贸n pol铆tica alternativa? Apor铆as de la «izquierda heideggeriana» en referencia al proyecto emancipatorio de Gianni Vattimo”, Astrolabio. Revista internacional de filosof铆a, 16 (2015), pp. 51-69.
[19] Vattimo, Gianni, Zabala, Santiago, Comunismo hermen茅utico. De Heiddeger a Marx, Barcelona, Herder, 2012, p.53.
[20] V茅liz, Claudio, “Benjamin con Derrida. Lenguaje cr铆tica y deconstrucci贸n”, en III seminario internacional pol铆ticas de la memoria (Recodando a Walter Benjamin), pp.1-23.
[21] Horkheimer, Max, Cr铆tica de la raz贸n instrumental, Madrid, Trotta, 2010, p. 136. Cursiva a帽adida
[22]Tischler, Sergio, “Tres notas sobre el sujeto polim贸rfico”, Actas Sociol贸gicas, 62 (2013), pp. 31-43.
[23] Echeverr铆a, Bolivar, Las ilusiones de la modernidad, M茅xico, UNAM/El equilibrista 1995, [Online], Disponible en: <http://www.bolivare.unam.mx/ensayos/modernidad_capitalismo.html>.
https://vientosur.info/
Los cuerpos muertos de estos idealistas carlistas, coaligados desde el decreto de unificaci贸n de 1937 a los falangistas y a otras familias mon谩rquicas, abonaron, en el transcurrir de aquella guerra, los campos del viejo liberalismo que, paradojas, se encarnaba en la entra帽a revolucionaria de los falangistas. El proyecto de 茅stos era racionalista, revolucionario, moderno en definitiva, frente a un tradicionalismo comunitarista representado por el carlismo. Siguiendo a Horkheimer, el franquismo provechosamente esculpi贸 su doctrina a partir de una coalici贸n ideol贸gica de ambas familias, siendo esta conjunci贸n el mejor y m谩s acabado sentido del fascismo en el Estado espa帽ol; la emergencia de la “simultaneidad de lo no simultaneo” que dir铆a Ernst Bloch.
Pero el carlismo, vaciado de sus apoyos populares tras la unificaci贸n, se hubo adem谩s diluido como proyecto pol铆tico en esa apelaci贸n racional-castellanizante impuesta por Falange, que conden贸 sin remedio a las minor铆as nacionales del Estado. 脡stas, desde el siglo XIX, eran, a los ojos del viejo liberalismo isabelino y Alfonsino, las gentes barb谩ricas sobre las que se incubaba la enfermedad que imped铆a la moderna formaci贸n del Estado-nacional espa帽ol, el carlismo[1]. El fascismo de Franco, vino a culminar tal tarea, contando con los carlistas tan s贸lo para incorporar el ideal del pasado a una construcci贸n vitalista orientada al dominio de la modernidad (capitalismo incluido). El ideal comunitarista, en absoluto profascista, puesto al servicio de la racionalidad del dominio. Tras aquel per铆odo de Dictadura, y sintom谩ticamente, parte del carlismo se refund贸 bajo la impronta del socialismo autogestionario.
El pasado que no pasa
La belleza de las construcciones filos贸ficas benjaminianas no son comparables en densidad a las de Adorno o la claridad expositiva de Horkheimer. Y, sin embargo, tanto Walter Benjamin como Theodor Adorno como Max Horkheimer, compartieron diagn贸stico en torno a la formaci贸n del fascismo como fuerza no esencialmente disruptiva de la modernidad, sino como su culminaci贸n. No se puede dejar de sonre铆r cuando fil贸sofos como el turin茅s Diego Fusaro apelan al pasado que pretenden coaligar al marxismo apelando a la familia tradicional o el patriarcalismo. ¿Qu茅 pasado m铆tico se reivindica en estas categor铆as? ¿No son acaso apelaciones pretendidamente comunitaristas que hoy, en esta modernidad en cuesti贸n, son indubitablemente un pasado que es un antes de ayer? En otro sentido, el pasado de Fusaro no ser铆a tanto un pasado reivindicado del cofre de un pasado mitificado o igualitario, sino el antes de ayer de la modernidad. El nuevo fascismo no apelar铆a pues ya ni siquiera a la historia m铆tica comunitarista, sino a un sentido de la modernidad que m谩s que comunitarista ancla su entra帽a en el liberalismo. M谩s repliegue de una modernidad que se cuestiona desde y en su presente que una apelaci贸n aut茅ntica del pasado como horizonte de expectativa, por usar la terminolog铆a de Koselleck. Benjamin o el propio Bloch tambi茅n apelaban al pasado, y lo hac铆an como s贸lo un antifascista puede hacerlo: extrayendo de 茅l el excedente ut贸pico liquidado del pasado, la imagen dial茅ctica, el sue帽o irrealizado, la esperanza corporeizada en la ruina de la modernidad cuyos pedazos se lanzan al tiempo para detener su curso de dominio, de perpetuo se帽alamiento de lo que no cabe. El pasado s贸lo es pues, decididamente apelable como categor铆a comunitarista plena cuando su sentido se arroja a las relaciones de dominio de la modernidad presente. No es una apelaci贸n por la conservaci贸n de lo presente, sino una llamada a la ruptura del continuum desde lo que se abandon贸 o se arras贸 en la propia emergencia de la modernidad y en su proyecto de progreso. El m铆tico –y no probado-matriarcado vasco, como llamada a un matriarcado presente frente a una modernidad patriarcal. Los idiomas arrasados por la modernidad como veh铆culos de liberaci贸n mediante su uso presente. Dec铆a el poeta vasco Sarrionandia, que el euskera es “nuestro 煤nico territorio libre”. ¿Hay algo m谩s ejemplificante de un uso emancipador de esta lengua que su a帽eja estructura ausente de marcas de g茅nero? ¿no hacen visibles el euskera, el sardo, el catal谩n, el occitano el gallego, el Sorbisch, la existencia de una notredad cultural tect贸nica y tel煤rica que cuestiona en cada uso el domino racionalista de la modernidad capitalista?
El igualitarismo –equivalentemente m铆tico- de las viejas naciones puesto al servicio no de una apelaci贸n comunitarista que se aproveche de los anhelos pre-ideol贸gicos de una sociedad que instintivamente rechaza la modernidad, como har谩 el fascismo para implantar las m谩s crueles desigualdades (y siendo, por tanto muy poco comunitarista), sino como sustento de un socialismo que arroje esa imagen dial茅ctica como anclaje de una no-identidad, de un nosotros que tiene unos fundamentos en ser parte de una secuencia hist贸rica, geneal贸gica, de todo aquello que no cab铆a, no cabe y no cabr谩. “Somos los hijos de”… que cantaba La Polla.
Xenofobia. De lo on铆rico y su articulaci贸n
La xenofobia como supuesta categor铆a anticapitalista es, por otra parte, el fundamento de parte de la nueva oleada ultraderechista. Fusaro, el Evola de nuestra 茅poca (o el supercazzola, que dir谩n otros), evoca a al ej茅rcito de reserva marxiano. Y, hay que decirlo, su argumento resulta convincente, por no decir que tiene raz贸n en ese aspecto concreto. En la medida en que se aumenta la fuerza de trabajo por la llegada de los inmigrantes, aumenta consecuentemente la oferta de trabajo, provocando secuencialmente la reducci贸n potencial del salario. Pero esta consideraci贸n l贸gica inapelable, esconde nuevamente una soluci贸n ideol贸gica xenof贸bica demencial a una leg铆tima apelaci贸n on铆rica latente: el anhelo de las poblaciones occidentales a una comunidad igualitarista que rompa con las presiones y tensiones que el capital ejerce sobre la totalidad de sus vidas. Es decir, el supuesto anticapitalismo presente en la xenofobia no es sino, y realmente, un anticapitalismo pre-xenof贸bico, que estrictamente se constituye no por el inmigrante como consecuencia corp贸rea, sino por el capitalismo y la modernidad capitalista como causas. Es la conversi贸n de la consecuencia en causa. Dec铆an Adorno y Horkheimer “la fe fan谩tica de la que hacen gala los jefes [nazis] y sus secuaces [nazis] no es distinta de aquella tenaz que en otro tiempo asist铆a a los desesperados; s贸lo que su contenido se ha perdido”[2]. Las clases dominantes como enemigos son pues transfiguradas en los maketos en Arana, los “moros” en Abascal, en Salvini, en Le Pen o Gauland o en los jud铆os de Hitler. En definitiva, articular un pensamiento en el cual la culpa de la competencia salarial del oriundo con los inmigrantes/refugiados la tienen los inmigrantes/refugiados y no los empresarios, y que atacando al inmigrante, que poniendo un muro, las relaciones de dominio pueden aminorarse o desvanecerse. De tal modo que, siguiendo a 沤i啪ek, esa `clase media´ ultraderechizada se constituye y se entiende a s铆 misma como una clase en medio entre dos grandes bloques que amenazan su existencia; en definitiva, se constituye en el desplazamiento del antagonismo inherente existente entre las grandes corporaciones y los inmigrantes y excluidos sociales[3]. Lejos de eliminar esta triada ficticia pas谩ndose las clases asalariadas oriundas a la trinchera de los ghettificados para sustentar el antagonismo social, prefieren atacar a los segundos para ver aligerar la presi贸n que el capital ejerce sobre ellas. Como ha recordado el mismo fil贸sofo esloveno: “la verdadera amenaza a nuestro modo de vida comunitario [o nuestros anhelos por conseguirla], no son solo los extranjeros, sino la din谩mica del capitalismo global (…) La tarea es construir puentes entre nuestra clase trabajadora y la suya, para que se unan en una lucha solidaria. Sin esta unidad (que incluye la cr铆tica y la autocr铆tica por ambas partes) la lucha de clases propiamente dicha se convierte de nuevo en un choque de civilizaciones.”[4]
Este anticapitalismo espontaneo, sus anhelos de desquite de la i-racionalidad del domino, su fantas铆a ic贸nica, se vuelven as铆 desde la articulaci贸n fascista en mero economicismo. El vocablo nacionalsocialista (o m谩s oportunamente a煤n nacionasocialdem贸crata) adquiere as铆 todo su sentido. El desplazamiento se torna as铆 en la genuina idea fascista del rechazo a las propias contradicciones existentes en el tejido social. Y consecuentemente la xenofobia se diluye como proyecci贸n anticapitalista, pues de lo que verdaderamente se trata es de fundar los cimientos para el logro de una especie de aristocracia obrera.
1968. Dial茅ctica Negativa y sujeto polim贸rfico
Hist贸ricamente sobre esta base se fundaron el milagro econ贸mico de la Alemania Federal y el repunte del capitalismo en la Italia de la segunda posguerra. Los inmigrantes, los obreros-masa de Tronti, articulados por los gobiernos de turno de la CDU y la Democrazia Cristiana, por los empresarios y por los propios sindicatos, como la escoria de la clase. El mismo odio al reci茅n llegado insuflado a la clase obrera nativa, capacitaba de improviso un desplazamiento: hacia simbolizar su presi贸n, su esponteneidad, en la existencia del inmigrante. De este odio, el obrero oriundo recababa suficientes r茅ditos econ贸micos que inversamente repercut铆an en la manutenci贸n salarial baja de los llegados y una manutenci贸n general a la baja de los mismos salarios. De forma apor茅tica, el mismo odio del asalariado oriundo a la existencia del inmigrante es condici贸n tanto de su aparente emancipaci贸n de la presi贸n capitalista como del triunfo absoluto del propio capitalista: liberado de la posibilidad de unificaci贸n de la clase y de derivar de 茅sta la contradicci贸n latente. Liberado, exactamente, de la dial茅ctica.
El 68 germano, de ese movimiento del que ser谩 hija la activista Carola Rackete –la izquierda fucsia que dice Fusaro-, vino sustanciosamente regado de un marco novedoso de acci贸n colectiva, que mezclaba a partes casi iguales a Marcuse y a Adorno. Del primero extra铆an la necesidad de comprender que el proyecto de emancipaci贸n s贸lo pod铆a encauzarse si se establec铆a como propia la revuelta en los pa铆ses sometidos al imperialismo occidental y se un铆an a sus luchas. La clase obrera, la subjetividad por antonomasia de la revoluci贸n, habr铆a sido subsumida, integrada, definitivamente en el capitalismo metropolitano, de tal modo que la esperanza por recabar una v铆a para la emancipaci贸n pasaba por dar apoyo a esos movimientos de los “desarrapados”, porque de su apoyo (no de su rechazo) no s贸lo se derivar铆a una ejemplificaci贸n de la lucha, sino el mismo derrumbe de la clase obrera occidental como clase integrada y aristocr谩tica. Es decir, s贸lo el fin del imperialismo, el apoyo a todas las formas de lucha contra 茅l, capacitar铆a, la posibilidad de hacer emerger a la clase obrera como subjetividad revolucionaria. El fin de su privilegio como posibilidad para una lucha anticapitalista. El grupo armado de la Fracci贸n del Ej茅rcito Rojo fij贸 consecuentemente su enemistad absoluta no con los conservadores de la CDU, sino con los socialdem贸cratas del SPD, sobre quienes proyectaban la alargada sombra del imperialismo; el alem谩n y el de Estados Unidos. En 1971, el grupo de Andreas Baader y Ulrike Meinhof indic贸 que la expresividad latente de la violencia del obrero medio alem谩n por «pelar» al jefe o al encargadillo de turno, se realizaba “en figuras suced谩neas, mucho m谩s d茅biles, como pueden ser las minor铆as raciales o grupos pol铆ticos herejes”[5].
Precisamente, el 68 germano vino adem谩s marcado por el protagonismo de estas minor铆as tanto en las universidades como en las propias f谩bricas[6]. Los inmigrantes, como estudiantes, fueron los que con sus protestas en la misma Alemania determinaron el marco internacionalista de los estudiantes germano-occidentales durante el ciclo de protesta. Unidos marcharon en Berl铆n, Frankfurt o Gotinga, contra el Sha de Persia o la guerra de Vietnam, denunciando a la par el autoritarismo de las democracias occidentales y su car谩cter imperialista. En las f谩bricas, y sobre todo a partir de los a帽os 70, los inmigrantes de la gran clase multicultural alemana, se revelaron en las cadenas de montaje (por ejemplo huelga en la planta de la Ford en Colonia-Niehl, en la que 12.000 turcos trabajaban en ritmos de cadencia dos veces m谩s r谩pidos que en la Volkswagen)[7]. A fines de 1969, algunos de los trabajadores m谩s j贸venes se unir铆an a las luchas estudiantiles. La misma lucha fue iniciada por las mujeres en las plantas industriales, que a su vez comenzaron, una vez deslindado el movimiento feminista germano de las ataduras de los sindicatos socialistas estudiantiles, las campa帽as por la despenalizaci贸n del aborto[8]. ¿No compusieron acaso todas estas experiencias ejemplos de un nuevo internacionalismo y de una solidaridad compositiva de todo aquello que no cabe? ¿No capacitaron aquellas experiencias, y tras el nacionalsocialismo, la fijaci贸n definitiva del rostro del verdadero enemigo que se escabulle dividiendo a quien pretende mirarlo fijamente? ¿no recababan su imaginario de un pasado arruinado por el progreso?
Cuando Fusaro reivindica al Che, ¿es consciente de que fue el 铆dolo de eso que llama izquierda fucsia? Si fue ese 铆dolo, lo fue exactamente por aquello que el italiano cree que es su mayor aportaci贸n, el a帽adir la reivindicaci贸n de la Patria a la reivindicaci贸n comunista, algo que tambi茅n hicieron en Europa Connelly en Irlanda o Krutwig en el Pa铆s Vasco, 茅ste 煤ltimo en 1962. Patria para emanciparla de la modernidad, del progreso que hab铆a condenado a los pueblos “sin historia”. El Che –y tambi茅n el Vietnam- simbolizaba la emergencia de todo –o de casi todo- aquello que no cab铆a en el sistema mundo. Su nacionalismo era revolucionario porque era dial茅ctico, antisistema, basado en una contradicci贸n latente basada en la ley del desarrollo desigual y, sobre todo, en un rompimiento del ciclo temporal del progreso, que permiti贸, incluso en Occidente, emanciparse parcialmente de las viejas categor铆as de dominaci贸n. ¿Qu茅 Che reivindicar铆a hoy ese producto tan t铆picamente moderno del Estado-Nacion italiano? La Padania bossiniana acaso…
De Adorno, y de su disc铆pulo, Hans J眉rgen Krahl, el movimiento del 68 se plante贸 seriamente la cuesti贸n de la subjetividad. La dial茅ctica negativa abri贸 las puertas a conferir una dial茅ctica que contrariamente a la soluci贸n de los opera铆stas italianos (p.ejemp. Negri o Bifo) y a autores como Deleuze, que descartar铆an la soluci贸n sint茅tica hegeliano-marxista de la dial茅ctica para recabar sus principios en Spinoza y Nietschze, dio pie a imaginar una notredad que no se afirmaba (una no-identidad), que no pon铆a el 茅nfasis en la diferencia dentro del sistema sino en ser parte sustancial de su contradicci贸n. Un Nosotros que se define por ser todo aquello que el poder tratar谩 de reducir a la identidad ideal del sujeto; el dolor concebido como un qui茅n, en palabras de Sergio Tischler[9]. Las luchas pluriformes, como destello de la resistencia a su no integraci贸n sint茅tica, concebidas as铆 como luchas contra y no como luchas por. Este es el fundamento de lo que el mismo Tischler, ha caracterizado como un sujeto anticapitalista pluriforme, “el cual se caracteriza por ser el movimiento de m煤ltiples luchas y sujetos que intentan ser un nosotros que se reconoce en la historia compartida del abajo y a la izquierda”[10].
En todo este planteamiento, la imagen del pasado juega un papel esencial para la articulaci贸n de esa notredad en negativo, de todo aquello que no cabe. Esta imagen del pasado, que nada tiene ver con su formulaci贸n fascista, no puede tampoco concebirse simplemente al modo soreliano, o al modo de la Bildraum benjaminiana; conceptos ambos relacionables como inervaci贸n del cuerpo colectivo, como apelaci贸n actuante, a partir de la imagen del pasado[11]. Para autores como Nick Srnicek y Alex Williams, el pasado es, adem谩s, acusado de fundamentar la pol铆tica folk de los nuevos movimientos sociales de la izquierda contempor谩nea. Para ambos autores, la modernidad es el campo de batalla sobre el que la izquierda ha de hacer valer los ideales emancipadores insertos en ella, a fin no tanto de fomentar una unidad entre las m煤ltiples luchas desde la inervaci贸n del pasado, sino desde la reivindicaci贸n del futuro. Desde un punto de vista laclauniano, la modernidad y sus categor铆as aparentemente emancipadoras (democracia, libertad, etc.) se conseguir铆an tejer una hegemon铆a que uniendo las m煤ltiples subjetividades en lucha contra el sistema de dominio, capacitar铆a la superaci贸n de una izquierda centralizada en la reivindicaci贸n del pasado como lugar del cual se extraer铆an los imaginarios para la formaci贸n de una sociedad en paralelo, particularista y aut贸noma[12]. El universalismo de su propuesta contrastar铆a as铆, en apariencia, con la reivindicaci贸n autonomista, con la que, como se ha visto, comparte, al menos en una de sus variantes, el rechazo a la dial茅ctica.
Siguiendo al propio Benjamin, la imagen del pasado ha de formularse, para su comprensi贸n dial茅ctica, como la elevaci贸n del inconsciente colectivo en el cual el tiempo del progreso, del desarrollo evolutivo de la abstracci贸n, es detenido; lo que el alem谩n denomin贸 imagen dial茅ctica. Detenido por esa imagen inconsciente colectivamente compartida y que es, precisamente, una imagen de un tiempo que no corresponde al continuum, al progreso, el cual se resuelve evolutivamente en la abstracci贸n y en la homogeneizaci贸n. Es decir, en una s铆ntesis que no es sino el pliegue de lo id茅ntico, la castraci贸n individual y la eliminaci贸n de lo diverso ante la identidad ideal del concepto.
La reverberaci贸n del pasado sirve inversamente as铆 de elemento de suspensi贸n de la temporalidad y de imaginar esa subjetividad anticapitalista polim贸rfica; la discontinuidad –la pausa- hist贸rica como caracterizaci贸n de la emancipaci贸n de la continuidad impositiva de la historia. Las experiencias pasadas no fructificadas, los deseos abandonados, el inconsciente colectivo de una vida comunitaria, se constituyen por consiguiente como un “firme esfuerzo de separarse de lo anticuado –lo que en realidad quiere decir: del pasado m谩s reciente- [de la apelaci贸n pret茅rita del propio fascismo]. Estas tendencias remiten a la fantas铆a ic贸nica, que recibi贸 su impulso de lo nuevo, al pasado m谩s remoto (…) a elementos de la prehistoria, esto es, de una sociedad sin clases”[13]. Contrariamente a un fascismo y a un neo-fascismo que herederos de la misma Ilustraci贸n, apelan a “la exigencia de someterse a la ceguera de la historia como si fuera una consumaci贸n de la historia del ser”[14], la apelaci贸n antifascista del pasado es genuinamente liberadora porque reivindica el pasado para confrontarlo con la conclusi贸n experiencial presente de la temporalidad abstracta; del continuum. A decir de Michael L枚wy y Eleni Varikas, “el objetivo no es la conservaci贸n del pasado, sino la realizaci贸n de las esperanzas del pasado. Esto significa que aquello que sobrevive a lo antiguo, de lo pre-burgu茅s no tiene otro valor que ser fermento de lo nuevo”[15]. El pasado no es –o no debiera ser-, por tanto, como afirmar谩n Srnicek y Williams, una f贸rmula para la particularizaci贸n diferencialista y particularista de las luchas, sino una v铆a para imaginar una subjetividad propiamente universal, unida ab origine en su no-identidad como consecuencia del progreso; los “bocados no digeridos de naturaleza subyugada” que dir谩 Adorno[16]. La modernidad y sus categor铆as de emancipaci贸n sirven pues s贸lo en su conexi贸n intr铆nseca a la cualidad anhelante de dicha subjetividad sustentada en el dolor de la historia. En este sentido, no hay una subjetividad constituida a partir de una demanda social realizada al sistema, sino una no-identidad universal, sostenida subjetivamente de la uni贸n de sus fragmentos[17]. Para Vattimo, en un sentido no totalmente contradictorio a Adorno, esta apelaci贸n al recuerdo de lo vencido y de los vencidos benjaminiana, guardaba incluso una relaci贸n con el “olvido del ser” (Seinvergessenheit) heiddegeriano: el trascurso de la historia como la imposici贸n de las clases dominantes de un camino metaf铆sico que impide el acceso u oculta al ser[18]. As铆, dicen Vatimmo y Santiago Zabala que:
“la democracia metaf铆sica es un sistema sostenido por quienes dentro de su orden de hechos, normas e instituciones se sienten c贸modos. Ellos son los vencedores, aquellos que creen que la presencia del ser no es solo digna de descripci贸n, sino tambi茅n de contemplaci贸n y conservaci贸n, toda vez que garantiza la condici贸n de ellos mismos. Sin embargo, inevitablemente tal condici贸n incluye asimismo la historia vencida, es decir, del olvido del ser y de los d茅biles. Mientras que el ser se refiere a la historia oprimida por la metaf铆sica seg煤n Heidegger, los d茅biles, es decir, aquellos que no forman parte del capitalismo neoliberal de la democracia emplazada, son una consecuencia de ese mismo olvido.”[19]
Por su parte, Claudio V茅liz, ha sostenido la relaci贸n del criticismo frankfurtiano con Jaques Derrida al se帽alar que “la deconstrucci贸n lee el texto (la historia) como ruina, como cifra de una discordia constitutiva que difiere el sentido, como alegor铆a de un exceso, de un resto que, en tanto afirmaci贸n de la alteridad, hace estallar la a-propiaci贸n, el dominio de la homog茅nea continuidad, la violencia del tiempo vac铆o onto-teleo-logo-faloc茅ntrico”[20]. En otro sentido, nuestra autopercepci贸n bajo las categor铆as de la dominaci贸n, l茅ase, negra, latino, jud铆a, moro, trabajador/a, mujer, son los restos, las evidencias de una negatividad constitutiva frente al sujeto-hombre-blanco-burgu茅s protagonista de la misma historia del progreso que lo emerge. El pasado se desvela en la interseccionalidad de las mutuas temporalidades vividas (pre-modernas, modernas o posmodernas) como aquella que sustancializa la posibilidad de conferir un freno a esa historia evolutiva. Como se帽al贸 Horkheimer:
“los demagogos modernos [pi茅nsese en Salvini, Le Pen Trump o en Rivera] se comportan en general como muchachos malcriados que son recriminados o reprimidos una y otra vez por sus padres, por educadores o por cualquier otra instancia civilizatoria. Al menos en parte, su efecto puede explicarse por la liberaci贸n de los instintos reprimidos que ponen en marcha cuando parecen golpear la civilizaci贸n en plena cara o favorecer la revuelta de la naturaleza. Pero su protesta no es en modo alguno genuina o ingenua. Nunca olvidan la finalidad de sus payasadas. Su objetivo invariable no es otro que el de inducir a la naturaleza a unirse a las fuerzas de la represi贸n destinadas a someterla”[21]
La apelaci贸n genuina del pasado ayuda a repensar la totalidad de las categor铆as de dominio, a deconstruir las subjetividades formadas desde la normatividad civilizatoria e imaginar, definitivamente, una notredad inestable, in-sostenida, incapaz de pensarse sino es desde su inconsistencia latente y su 煤nica marca parad贸jicamente no cuestionable: su no-identidad. Pensarse colectivamente “desde lo que est谩 negado en la afirmaci贸n de lo existente”[22]. Esto implica esencialmente no una mera positivaci贸n diferencialista, asumible por el sistema liberal sobre el cual se revela el propio neo-fascismo, sino un retorno a los anclajes pol铆ticos que configuren universalmente la enemistad absoluta con aquello que pretende reducirnos, limarnos, abstraernos o en 煤ltimo t茅rmino exterminarnos. Reivindicar, como dir铆a 沤i啪ek, la intolerancia frente a una tolerancia con la diferencia. La tolerancia solo sirve para marginalizarnos, para hacernos caber, hacernos un hueco en una casa en la cual somos una permanente entidad indeseable aunque necesaria para la manutenci贸n de una contradicci贸n latente que bajo la tolerancia pretende conciliarse; tal es lo que ocurre bajo el capitalismo, el patriarcado, la religi贸n, los consolidados Estado-nacionales modernos o las entidades supranacionales que aglutinan todo lo anterior como la Uni贸n Europea.
Conclusi贸n
El uso del pasado del viejo y del nuevo fascismo no es un uso genuino. Es esencialmente como se帽al贸 Horkheimer una monumental “payasada”, destinada a cancelar y articular respectivamente, sus usos emanicipatorios y la represi贸n contra sus demandantes populares. Esta articulaci贸n fascista del anhelo de una vida comunitaria se trasluce en un desplazamiento, en una transfiguraci贸n, del elemento imposibilitador esencial de la misma: la existencia de un sistema sustentando en las formas de dominio engendradas en la modernidad y el modo capitalista de reproducci贸n de la riqueza social como la formulaci贸n contenedora m谩s caracter铆stica de la vida moderna[23]. La xenofobia se comprende as铆 desde esa transfiguraci贸n. La reivindicaci贸n benjaminiana (blochiana) del pasado, como forma genuinamente antifascista de la misma, configura, en esencia, no una auto cancelaci贸n –abstracci贸n- subjetiva de la clase, como el fascismo pretende a partir de su transfiguraci贸n y de su uso del pasado –que como ya se ha dicho es adem谩s una mera apelaci贸n a lo anticuado (una resistencia a los valores de la modernidad)-, sino m谩s bien, y en ese quiebro a la historia, a la fe en la ideolog铆a del desarrollo, una reivindicaci贸n de todo aquello negado, pulverizado y arrasado por ese mismo progreso, por esa misma historia de los vencedores que no conoce sino la destrucci贸n de la diferencia. Esta reivindicaci贸n diferencialista, la uni贸n de una notredad polim贸rfica antimoderna y anticapitalista, no puede reivindicarse meramente (o constituirse en una sociedad en paralelo que es in煤til como bien dir谩n Nick Srnicek, Alex Williams o 沤i啪ek), positivizarse en una modernidad que tratar谩 siempre por tanto de razonarla, sino que debe arrojarse a la misma deconstruyendo su propio car谩cter subjetivo derivado de la modernidad y plantearse como un sujeto negativo, imposible de asimilar sino es mediante su abstracci贸n, imposible de entenderse si no se plantea desde la lucha contra (la demanda del antagonismo) y no simplemente a partir de una lucha por. En otro sentido, no es cuesti贸n de rechazar la dial茅ctica como har谩 el autonomismo positivo, sino de entender, con Adorno, que la dial茅ctica ha realizado su proyecto de s铆ntesis como genocidio y que la misma ruina hist贸rica de ese intento de abstracci贸n –la negaci贸n- infructificable por la misma l贸gica del dominio es un nosotros incontrovertible, irreducible, que late y que se haya atravesado en su multiformismo por una unidad anhelante, una imagen dial茅ctica, un recuerdo de aquel pasado no fructificado que, no obstante, ha de centralizar el foco de la culpabilidad de su hist贸rica no producci贸n.
21/08/2019
Adri谩n Almeida D铆ez , Departamento de Historia Contemporanea de la Universidad del Pa铆s Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea
[1] Molina, Fernando, La tierra del martirio espa帽ol. El Pa铆s Vasco y Espa帽a en el siglo del nacionalismo, Madrid, CEPC, 2005.
[2] Adorno, Theodor y Max Horkheimer, Dial茅ctica de la Ilustraci贸n, Madrid, Akal, 2016, p. 191.
[3] 沤i啪ek, Slavoj, En defensa de la intolerancia, Madrid, Sequitur, 2008, p.22.
[4] 沤i啪ek,Slavoj, La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror, Barcelona, Anagrama, 2016. Merece la pena destacar aqu铆 una larga reflexi贸n del esloveno en otro de sus ensayos y al hilo de esta cuesti贸n: “la universalidad real no es el profundo sentimiento de que, por encima de todas las diferencias, las diferentes civilzaciones comparten los mismos valores b谩sicos, etc. sino que aparece (…) como la experiencia de la negatividad, de la inadecuaci贸n a uno mismo de una identidad particular. La f贸rmula de la solidaridad revolucionaria no es <dejadnos tolerar nuestras diferencias>, no es un pacto de civilizaciones, sino un pacto de luchas que atraviesa las civilizaciones, un pacto entre lo que, en cada civilizaci贸n, socava su identidad desde dentro, lucha contra su n煤cleo opresivo” 沤i啪ek,Slavoj, Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Barcelona, Pa铆dos, 2008, p.188
[5] RAF: “脺ber den bewaffneten Kampf in Westeuropa“. Texto con versi贸n traducida al castellano: Madrigal, Pedro (Trad.), Grupo Baader-Meinhof. Fraccion del Ej茅rcito Rojo. El moderno Estado capitalista y la estrategia de la lucha armada, Barcelona, Icaria, 1981, p.48.
[6] Sobre este tema ver: Slobodian,Quinn, Foreing Front. Third World Politics in Sixties West Germany, Durham-London, DUP, 2012 ; Weitbrecht, Dorothee, Aufbruch in die Dritte Welt. Der Internationalismus der Studentenbewegung von 1968 in der Bundesrepublik Deutschland, G枚ttingen, Vandenhoeck & Ruprecht-Unipress, 2012.
[7] Roth, Karl Heinz y Ebbinghaus, Angelika, El otro movimiento obrero, Madrid, Traficantes de Sue帽os, 2011 p.62
[8] Almeida D铆ez, Adri谩n, “«Zum Kampf sind wir geboren»: El 68 alem谩n, el mito tercermundista y la Fraccion del Ej茅rcito Rojo (1962-1970)”, Historia Contempor谩nea, 58 (2018), pp. 781-814; Katsiaficas, Giorgi, The subversi贸n of politics. European autonomous social movements and the decolonization of everyday life, USA-Scotland, AK-Press, 2006, p.62; Mezzadra, Sandro y Neumann, Mario, Clase y Diversidad sin trampas, Pamplona, Katakrak, 2019, pp.58-59;
[9] Tischler, Sergio, “Adorno: Sujeto, fetichismo pol铆tico y lucha de clases”, en Holloway, John, Matamoros, Fernando y Sergio Tischler (Comp.), Negatividad y revoluci贸n, Theodor Adorno y la pol铆tica, Buenos Aires, Herramienta, 2007, p.117.
[10] Tischler, Sergio, “Tres notas sobre el sujeto polim贸rfico”, Actas Sociol贸gicas, 62 (2013), pp. 31-43.
[11] Garc铆a, Luis Ignacio, “Una pol铆tica de las im谩genes: Walter Benjamin organizador del pesimismo”, en Escritura e Imagen, 11 (2015), pp.111-113.
[12] Srnicek, Nick y Alex Williams, Inventar el Futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo, Barcelona, M茅xico, Buenos A铆res, Nueva York, Malpaso, 2017.
[13] Benjamin, Walter, Libro de los pasajes, Madrid, Akal, 2005, p.39.
[14] Adorno, Theodor, Ontolog铆a y Dial茅ctica. Lecciones sobre la filosof铆a de Heidegger, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2017, p.358.
[15] L枚wy, Michael, y Eleni Varikas, “La cr铆tica del progreso en Adorno”, en Holloway, John, Matamoros, Fernando y Sergio Tischler (Comp.), op.cit., p.99.
[16] Adorno, Dial茅ctica Negativa, Madrid, Akal, 2005, p.319.
[17] 沤i啪ek, Slavoj, Contra la tentaci贸n populista, Buenos Aires, Godot, 2019, p.29.
[18] Llorente, Cardo, “¿Comunismo hermen茅utico o descripci贸n pol铆tica alternativa? Apor铆as de la «izquierda heideggeriana» en referencia al proyecto emancipatorio de Gianni Vattimo”, Astrolabio. Revista internacional de filosof铆a, 16 (2015), pp. 51-69.
[19] Vattimo, Gianni, Zabala, Santiago, Comunismo hermen茅utico. De Heiddeger a Marx, Barcelona, Herder, 2012, p.53.
[20] V茅liz, Claudio, “Benjamin con Derrida. Lenguaje cr铆tica y deconstrucci贸n”, en III seminario internacional pol铆ticas de la memoria (Recodando a Walter Benjamin), pp.1-23.
[21] Horkheimer, Max, Cr铆tica de la raz贸n instrumental, Madrid, Trotta, 2010, p. 136. Cursiva a帽adida
[22]Tischler, Sergio, “Tres notas sobre el sujeto polim贸rfico”, Actas Sociol贸gicas, 62 (2013), pp. 31-43.
[23] Echeverr铆a, Bolivar, Las ilusiones de la modernidad, M茅xico, UNAM/El equilibrista 1995, [Online], Disponible en: <http://www.bolivare.unam.mx/ensayos/modernidad_capitalismo.html>.
https://vientosur.info/