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La Grieta y su manipulación mediática

OPINIÓN de Ricardo Mascheroni.- En los últimos años, los sectores de poder, asociados a la corporación mediática, vienen agitando y militando como un estigma, con prisa y sin pausa, la existencia de una novísima grieta, insalvable para la marcha de la sociedad argentina, por supuesto responsabilizando de ella al gobierno populista y a la perversidad de sus integrantes.

Antaño asustaban a los chicos, con se viene el Cuco, ahora con se viene la grieta.

A los efectos de profundizarla y hacerla infranqueable, pero sobre todo poder manipular las mentes de aquellos que tienen una información parcial de los hechos, se sirven de todos los medios y artilugios que puedan provocar odios, molestias o resquemores en esos sectores.

Según los momentos, han recurrido a Irán, Venezuela, mapuches de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) entrenados por servicios de inteligencia y organizaciones extremistas extranjeras, Hezbollah en la Triple Frontera, las antipáticas cadenas nacionales, el robo de un presupuesto, la corrupción, las fake news, la muerte de Nisman y las consabidas y fraudulentas causas judiciales armadas por servicios y arrepentidos varios, nunca comprobadas, ni siquiera por jueces serviles al gobierno, poniendo en riesgo el estado de derecho y violando la legalidad.

La lista es interminable y cualquiera puede agregar infinidad de casos que fueron portadas de los grandes medios, los que abandonaron irresponsablemente su deber de informar y se han transformado en operadores al servicio del poder.

Lo que sí es verdad, que en nuestro país siempre ha existido una grieta histórica, que deviene de las miradas y los paradigmas que se tengan como modelo de país y en la forma gestionarlo y de llevarlo adelante.

Partiendo de 1810, año de la búsqueda de autonomía como nación, comienza la lucha por imponer algunas de las visiones en pugna y en consecuencia, se perfila la primigenia grieta.

Durante el período 1810-1816, aquella se expresa entre independentistas y realistas. Lograda la independencia, la grieta renace con fuerza entre 1819 y 1826, época en que se sancionan las constituciones unitarias de dichos años y los sectores en conflicto se alinean en provincianos o federales, contra unitarios o porteños y el país entra en una guerra fratricida, en que ambos bandos se dedican a matarse con fervor durante décadas.

Ni la constitución de 1853 pudo cerrarla, y las disputas se mantuvieron inalterables por las rentas portuarias o aduaneras que enriquecían a Buenos Aires y empobrecían al resto del país, hasta la capitalización de Buenos Aires.

A partir de 1880 y con Julio A. Roca comienza lo que se conoce como la República Conservadora o Régimen Oligárquico, en que las reyertas sociales y políticas estaban a la orden del día por causa del clientelismo y el fraude electoral, el que se mantiene, revoluciones mediante, hasta 1916, con el triunfo de la Unión Cívica Radical.

Yrigoyen primer presidente por el voto libre y universal, proclama que su gobierno es el de la reparación nacional, sustentado en las premisas de la UCR: la causa de los desposeídos contra el régimen falaz y descreído.

Y nueva grieta, sus enemigos, los conservadores, las clases distinguidas, las empresas extranjeras quieren recuperar lo perdido, arrojar para siempre del gobierno, al partido populista.

La prensa y los oligarcas califican al gobierno de una orgía de malversación y prevaricato y acusan a sus ministros de hacer sucios negocios, sin pruebas serias. “Es la oposición más violenta que la historia argentina ha conocido”, escribiría años después Manuel Gálvez.

En 1930, derrocamiento de Yrigoyen y comienzo de la década infame y el fraude patriótico, sin dejar de mencionar la política pendular de golpes de estados, que se perpetuó hasta 1976.

Año 1946, renace con fuerza la grieta expresada en Braden o Perón, la que deviene en peronismo y antiperonismo o gorilas y se prolongará durante todo el gobierno hasta el derrocamiento del presidente en 1955 y aún más allá por la proscripción y la persecución de sus partidarios. Se llega a prohibir la sola mención de dicho nombre y sus símbolos.

En tiempos más cercanos, la grieta sufre nuevas denominaciones como: pueblo – antipueblo, liberación o dependencia, democracia o dictadura, kirchnerismo o anti, populismo o república, entre otras, pero independientemente del nombre, la puja de intereses se mantiene inalterable, representando por un lado a las grandes mayorías nacionales y por el otro a los grupos empresarios locales y foráneos, las oligarquías y élites enriquecidas a costa del esfuerzo del país y quienes en su momento impulsaron los golpes de estado.

La grieta es y ha sido parte importante de nuestra historia institucional y política y en estos tiempos electorales se podría denominar Patria o Corporaciones, pero más allá de ello, demuestra saludablemente que la ideología está viva y sigue pesando al momento de la construcción de un modelo de país que contenga a todos sin exclusiones.

Quienes estigmatizan los movimientos nacionales y populares en su camino por mejores condiciones de vida, seguirán agitando fantasmas y grietas para mantener sus privilegios espurios, pero no tengo dudas que la unidad democrática de la mayoría del pueblo argentino sabrá en su momento dar una respuesta contundente y definitiva a todos aquellos que quieren apartar a la Nación de su destino de independencia y soberanía.




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