Ir al contenido principal

El Congreso laborista frente a las trampas del Brexit

OPINIÓN de Thierry Labica.- El congreso del Partido laborista británico se ha realizado en una coyuntura marcada por tres elementos que determinan la urgencia y el tono del mismo.

El primero, la crisis del Brexit. Es el más inmediato y el que más ruido hace. La sentencia del Tribunal supremo del Reino Unido (24/09) contra el cierre (prorogation) del parlamento por el primer ministro Boris Johnson, que lo considera "ilegal, nulo y sin efectos"y la confusión ligada al Brexit continúa contaminando todo el ambiente. Ahora mismo, esta confusión pasa del sector manufacturero, sus inversiones y sus carteras de pedidos al ámbito constitucional a través de los principales partidos políticos en medio de duros enfrentamientos internos y la casi paralización de la actividad parlamentaria desde hace un año. Así pues, al primer ministro británico, sin ninguna legitimidad electoral y sin mayoría parlamentaria, solo le queda una salida: la verborrea pura subida de tono y la retórica agresiva (contra la justicia, contra la oposición y contra la oposición en su propio partido) de la que todo el mundo conoce y observa los comportamientos que legitima y anima.

El incremento de las agresiones racistas desenfrenadas tras la campaña del referéndum (muy centrada en el tema de la inmigración) podría haber servido de lección. Tres semanas antes del referéndum, el atroz asesinato de la diputada laborista Jo Cox por un asesino de la extrema-derecha al grito de "¡Primero Gran Bretaña!" tendría que haber servido de lección. Nada de eso ocurrió. Cuando se cita este desastroso precedente por parte de las y los electos destinatarios de repetidas y siniestras amenazas e intimidaciones, Boris Johnson se mofa y se burla hablando de "pamplinas" (humbug). Llegó a afirmar que para sentirse seguros mejor sería que todos los miembros del parlamento apoyen el brexit que propone él. Chantaje totalmente tóxico que indignó a Ed Miliband.

El principal efecto de la expresión retórica de esta crisis es el de polarizar un poco más el debate con el intento de unificar al electorado anti-UE en base a una posición nacionalista inglesa ultrarreaccionaria. Johnson se postula a sí mismo como el hombre del pueblo al servicio del pueblo contra todo el orden institucional "capitulador" y "flojo". Seguramente, entre Trump, Bolsonaro, Mody, Orban o Netanyahu, esta extravagancia tiene a favor el viento nauseabundo de la historia.

El segundo aspecto de la coyuntura tiene que ver con la actualidad de la cuestión climática y el nuevo rumbo que ha tomado en estas últimas semanas. El congreso laborista ha coincidido con dos acontecimientos importantes. Por una parte, las masivas manifestaciones [por el clima] de la extinction rebellion organizadas en todo el mundo con una gran participación de la juventud. Por lo demás, el 20 de septiembre, víspera del inicio del congreso, Jeremy Corbyn fue llamado a intervenir ante la multitudinaria manifestación londinense.

Potra parte, las últimas investigaciones científicas señalan una aceleración en el cambio climático mucho mayor y más grave de lo que se había anunciado hasta el presente, lo que pone en cuestión, de forma radical, el conjunto de las prácticas dominantes en el mundo en lo que respecta a la producción, la circulación y el consumo.

El tercer elemento resulta más familiar y cotidiano para gran parte de la población británica, si bien la prensa británica no informa mucho sobre ello. Su crítica actualidad se debe a los últimos resultados publicados por la Oficina nacional de estadística británica. Según dicha oficina, a principios de septiembre, tras diez años de una austeridad tan salvaje como irracional, los estragos causados para amplios sectores de la población han alcanzado un nivel comparable a las secuelas dejadas por la segunda guerra mundial. Tras el acceso al poder de la coalición entre los conservadores y liberal-demócratas en 2010, el número de suicidios ha aumentado un 16%, las muertes debidas a la falta de alojamiento, en relación a 2013, han aumentado un 24% los fallecimiento vinculados al consumo de drogas han progresado un 66%, las muertes por las duras condiciones invernales un 64%.

Sólo en el año 2018 murieron en la calle 597 persona (casi tres personas cada dos días), se suicidaron 6507, 4359 murieron por motivos ligados al consumo de estupefacientes (es decir, una muerte cada dos horas), las muertes por las condiciones invernales afectaron a 51.100 personas, es decir, 20.000 más que en 2010 y 5100 muertes se debieron a la pobreza energética. En total, las personas muertas debido a la pobreza y a la desesperación alcanzan la cifra de 60.000.

Estas terribles cifras confirman las observaciones hechas dos años antes por un equipo de demógrafos que constataron un crecimiento dramático de la mortalidad en lo que, ya en aquellos momentos, consideraron reconocer como los efectos catastróficos de las políticas de austeridad. En la misma línea el informe de la ONU de 2018 señalaba un crecimiento dramático de la pobreza que afectaba a 14,3 millones de personas en el Reino Unido. Dicho de otro modo, las últimas cifras de la Oficina Nacional de Estadística recuerdan la gravedad extrema de la situación social británica, que ahora mismo se sitúa en términos de supervivencia inmediata y de patologías mentales a nivel de masas.

Más o menos en el mismo período, 2013 y 2018, las rentas acumuladas de las mil personas más ricas han pasado de 450 a 724 mil millones de libras esterlinas; es decir, un crecimiento de 274 mil millones en cinco años. Sólo en el año 2017-2018 el incremento fue de 66 mil millones.

Según la Dra. Wanda Wyporska, directora de Equality Trust que recopila estos datos, esta acumulación de riqueza por un reducido número de individuos es "económicamente primitiva, socialmente tóxica, políticamente peligrosa y pone al descubierto una imagen desgarradora de la desigualdad en el Reino Unido. Debería tratarse como una vergüenza nacional". Y añade: "Esta terrible desigualdad de rentas en el Reino Unido representa una injusticia grave y una terrible amenaza para nuestra economía y nuestra cohesión social. Si la riqueza continua fluyendo a chorros hacia arriba, las oportunidades y las esperanzas de las generaciones futuras se verán vetadas para siempre. Esta es la receta del resentimiento, de la división social y, potencialmente, del desastre".

Los retos del Congreso laborista

Si miramos esta realidad tan sombría con cierta de perspectiva, el desafío que tenía enfrente el Congreso laborista era encontrar un equilibrio político justo y comprensible entre estos parámetros en una situación muy confusa y en vísperas de unas elecciones legislativas que se prevén inminentes. La cuestión era ¿cómo situar al partido en un debate ardiente sobre el Brexit evitando que esa cuestión oculte el resto (clima, colapso social), que es lo fundamental?

Además, la búsqueda de este equilibrio se presentaba más complicada aún debido a un factor suplementario. A pesar de la gravedad de la situación y del papel que debe desempeña el laborismo, tanto en el Reino Unido como en relación a la izquierda europea, la dirección del partido se ve obligada a hacer frente a los intentos para poner a Corbyn en dificultad y, si es posible, desembarazarse de él, por parte de la derecha del partido.

En esta ocasión, la principal maniobra ha consistido en intentar que el congreso adopte una moción que hubiera comprometido al partido y a su dirección a apoyar de forma exclusiva el remain [permanencia en la UE] en la próxima campaña electoral. Semejante compromiso no solo hubiera representado una ruptura absoluta y lamentable con la posición adoptada en 2017 de respetar el resultado del referéndum, sino que además Corbyn se hubiera visto comprometido a negociar un Brexit del que, por otra parte, el partido se habría desentendido.

La incoherencia extrema de semejante posición no escapó a la mayoría de los delegados y delegadas que la rechazaron por amplia mayoría para apoyar otra orientación de compromiso: tras las elecciones legislativas, negociar un acuerdo de salida de la UE y someter los términos claros y explícitos de la misma a referéndum con la posibilidad de poder votar también a favor de la permanencia. El partido laborista propone organizar un congreso específico tras las elecciones para definir la orientación del partido entre el acuerdo negociado y la permanencia.

Esta orientación de compromiso permite poner fin a una polarización despolitizada del debate público sobre el Brexit. Los conservadores tratan de captar al electorado más pro-Brexit, los liberal demócratas, al electorado pro-permanencia. Por el contrario, el partido laborista propone formular una serie de prioridades comunes a la gran mayoría de la sociedad; prioridades sociales, climáticas, democráticas que existían antes del Brexit y la elección binaria que parece imponer, y continuarán existiendo después.

Liberarse, aunque sea parcialmente, de la conminación a optar sobre el Brexit resultaba imperativo para dirigirse al conjunto de la sociedad; una sociedad sometida a políticas crueles desde hace cerca de diez años. Sólo de ese modo se pueden situar en primer plano las propuestas fundacionales de un programa social no solo redistributivo, sino de carácter post-capitalista en muchos puntos y que hace referencia a un socialismo que, en el Reino Unido, no ha sufrido la profunda desfiguración que este nombre-programa ha padecido en otras partes de Europa y, sobre todo, en Francia. Rechazar que el Brexit sature el conjunto del debate político permite popularizar el ambicioso y combativo proyecto de una "revolución industrial verde" que articule estrechamente las cuestiones climáticas, medioambientales, de justicia social y de nuevos derechos democráticos.

Elementos del programa

Fundamentalmente, este programa de transición de inspiración ecosocialista y feminista –presentado, entre otras, por Rebecca Long-Bailey (ministra de empresas del gobierno de la oposición)– implica proyectos de diversificación de las formas de propiedad pública según el tamaño del territorio y las necesidades existentes, apoyados por una red de bancos públicos de inversión regionales. Lejos del modelo de las nacionalizaciones de la posguerra, el proyecto se orienta a la reapropiación pública (del ferrocarril, la energía, el agua...) apoyado, por una parte, a través de medidas de justicia fiscal y de recursos financieros masivos, pero también por y para un progreso democráticos nuevo a escala local, regional y en los centros de trabajo.

En relación a este último punto, por ejemplo, el partido laborista defiende tanto la extensión del sector cooperativo (se plantea duplicarlo), como el restablecimiento y la ampliación de los derechos de las organizaciones sindicales en una perspectiva explícitamente autogestionaria (como se escuchó en la intervención de John Mcdonnell en el congreso del partido, o en el de Corbyn en el congreso de la Confederación de sindicatos (TUC) que le precedió unos días antes).

La lucha contra la precariedad y la pobreza endémica en el trabajo pasa entre otras medidas por la abolición de los contratos zero horas, el acceso a la totalidad de los derechos salariales desde el momento de firmar el contrato, la garantía de un salario vital (y no de un salario mínimo) y la reducción del tiempo de trabajo a 32 horas semanales a lo largo de 10 años (en un país que conoce las jornadas más largas de Europa). Asimismo, plantea un amplio programa de construcción de viviendas asequibles y el control de alquileres; y también –que es crucial–, una política de acogida y de solidaridad con las personas refugiadas.

Asimismo, habría que hablar del proyecto de servicios básicos universales: educación, sanidad, medioambiente, ocio, cultura, dignidad para las personas mayores, políticas de lucha contra la violencia doméstica, abolición de la agencia de evaluación de las escuelas y creación de un sistema educativo nacional, supresión de las escuelas privadas, abolición de los gastos de inscripción en la universidad y la supresión de la cámara de los lores.

Salir de la trampa del Brexit

Tomado en su globalidad, sobra decir que semejante programa aporta una doble respuesta a la crisis del Brexit. En primer lugar, ofrece un contenido concreto al slogan central de la campaña a favor de la salida de la UE: Taking back control [Recuperar el control]. Una consigna de aspiración legítima tras años de privatizaciones, de erosión de los bienes públicos y de destrucción de las instituciones obreras y de las organizaciones del mundo del trabajo. Allí donde los nacionalistas reaccionarios, Johnson o Farage, no proponen otra cosa que una permanente desposesión en beneficio de nuevos acuerdos comerciales con Trump o el régimen saudí, el partido laborista define un conjunto de posibilidades reales para la reapropiación social y democrática, un tomar en nuestras manos socialista y democrático.

En segundo lugar, el horizonte ecosocialista del programa laborista tiende a responder a otro peligro inminente. Las calamidades relacionados con el clima pueden ser la inspiración de un universalismo concreto y de un nuevo internacionalismo socialista del que depende la posibilidad de un futuro viable y deseable. También puede servir para poner fin al repliegue identitario angustiado sobre el que les gusta progresas a las extremas derechas. En un momento en el que la posible pesadilla de un Boris Johnson-el hombre-del-pueblo no escapó a nadie en el congreso laborista, esta segunda posibilidad ya ha tomado cierta ventaja.

En resumen, ¿cómo responder a la obligación de tener que posicionarse sobre el Brexit sin permitir que la polarización que induce la misma invada y neutralice los retos contemporáneos que son más importantes desde hace tiempo? La orientación de Rebecca Long-Bailey, de Laura Pidcock, de Mark Serwotka (Sindicato PCS) o de Jeremy Corbyn se esfuerza por tomar nota de esta complejidad y evitar de ese modo el naufragio político de tener una opción que se le querría imponer desde todos los lados: elegir entre una mitad u otra de un pueblo al borde del colapso.

Esta orientación ni es difícil de comprender ni difícil a defender. Más aún cuando cuenta con el apoyo amplio de los delegados y delegadas a pesar de las recriminaciones y críticas ulteriores por parte de la derecha del partido (que los media, invariablemente contrarios, han propagado cuidadosamente).

Ahora bien, esta orientación tiene que hacer frente a fuerzas hostiles –las mediáticas y las derechas– que terminarán hablando de forma un tanto previsible. Por ello, creo que aunque lo que digan sea previsible es necesario recordar de forma simple su argumentario.

La (previsible) campaña mediática contra el laborismo

En primer lugar, existe un música ambiente mediática que no para y no parará de dar vueltas en torno a la posición del laborismo: Corbyn "no es claro", no quiere asumir su rol de líder y mucho menos el de Primer ministro; su posición será evasiva, atentista, complicada, confusa...

Como se habrá comprendido, la polarización construida en torno al Brexit se ha transformado en un instrumento de saturación y de neutralización cuasi-integral del debate público cada vez más reducido a un ejercicio de anticipación despolitizada del estado de ánimo general. De ese modo, la retórica estrategia de histerización del debate por parte de Boris Johnson puede redirigir la atención hacia la civilidad de los debates parlamentarios cuando sería totalmente necesario concentrarse en las prioridades programáticas y, también, en el balance de diez años de políticas conservadoras apoyadas, defendidas y puestas en práctica por nadie más que por el propio Johnson.

Dicho de otro modo, la exigencia reductora y de clan de clarificación sobre el Brexit (optar por el sí o el no) tiene por función prioritaria postergar cualquier clarificación y debate sobre el programa ecosocialista del laborismo. Sin duda, porque con sus doscientas propuestas se corre el riesgo de oír hablar de respuestas estratégicas transformadoras a largo plazo, las únicas capaces de construir una respuesta democrática de clase a la altura de las múltiples urgencias y amenazas sociales, climáticas y democráticas del período. Así pues, prioridad número uno: frente a la clarificación de clan, defender y promover la clarificación programática para el 99%.

El segundo punto es consecuencia directa del precedente. El laborismo dirigido por Corbyn sería, en última instancia, responsable del bloqueo y la confusión general al mismo nivel, ni no peor, que el gobierno actual. Ante eso, parece útil recordar que los responsables de las circunstancias excepcionales creadas por el referéndum de 2016 sobre la UE son los conservadores (en principio coaligados con los liberal-demócratas) que decidieron celebrar el referéndum, ponerlo en práctica y lo perdieron (incluso frente a sus propios electorado); que han sido incapaces de movilizar ninguna mayoría a favor de sus proyectos de acuerdo [para el Brexit] encerrándose en una alianza tóxica con el DUP norirlandés; alianza que complica un poco más aún la resolución de la frontera entre Irlanda del Norte y la república de Irlanda; y que actualmente, sin legitimidad electoral y sin mayoría parlamentaria, se dedican a llevar una batalla a golpe de posiciones nacionalistas reaccionarias. No está nada claro que este récord olímpico excepcional de incompetencia y de inconsecuencia política tendría que ser compartido con quien sea cuando se intentan mitigar las consecuencias más deplorables.

Queda un tercer punto, en forma de constatación, tan simple como los precedentes. La negación reaccionaria de la dominación de clase dispone de un repertorio rico y viejo de figuras que lo sustituyen: nacionales contra extranjeros, jóvenes contra viejos, asalariados del sector público contra los del sector privado, personas con trabajo contra quienes están en paro, pobres que lo merecen contra quienes no lo merecen, huelguistas contra trabajadores honestos. Para una gran mayoría, la polarización entre pro y anti Brexit, tal como se utiliza y se repite hasta el infinito en la mayoría de los media no hace otra cosa que alimentar una versión nueva y eficaz de los buenos y viejos hábitos del más brutal antagonismo social capitalista.

Por ello, toda la cuestión se reduce a saber si a la salida del congreso del Partido laborista la fuerza potencialmente considerable que representan las 500.000 personas adheridas y las y los militantes de ese partido lograrán desbaratar las trampas que les tiende la escalada tóxica de Boris Johnson y su gobierno así como un medioambiente mediática totalmente volcado a favor del orden actual.

Como bien claro lo dijo Rebecca Long-Bailey o Laura Pidcock, la única salida posible no es otra que la reafirmación de un programa socialista ambiciosa, para la mayoría, única vía creíble para lograr que el saqueo social y la amenaza climática no lleguen a convertirse en energías fósiles para las dinámicas de extrema-derecha. Viendo el aumento de los brotes fascistas, guerreros y racistas actuales, una ocasión perdida e incluso simplemente postergada en el Reino Unido sería un revés para todos y todas, allí donde nos encontremos.

Y también tenemos que considerar una posibilidad a la imagen de esa advertencia lanzada por el secretario nacional del sindicado PCS, Mark Serwotka, en el Congreso laborista: "Si dejamos que el Brexit divida nuestro movimiento, si dejamos que Johnson [y Farage] hagan creer a los habitantes del antiguo valle de Rhonda [en el País de Gales], de Sunderland, de Escocia y de las otras regiones de Inglaterra que él es un anti-político al lado de los trabajadores y trabajadoras, entonces, el desastre será monstruoso".


*Thierry Labica, es profesor de estudios británicos en la Universidad de Nanterre. Recientemente ha publicado L’hypothèse Jeremy Corbyn. Une histoire politique et sociale de la Grande Bretagne depuis Tony Blair. Éditions Demopolis, 2019 (France).
...



">


ARCHIVOS

Mostrar más


OTRA INFORMACIÓN ES POSIBLE

Información internacional, derechos humanos, cultura, minorías, mujer, infancia, ecología, ciencia y comunicación

El Mercurio Digital (elmercuriodigital.es) se edita bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra información es posible




AI FREE: DIARIO LIBRE DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL