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En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso

OPINI脫N de Ricardo Luis Mascheroni, Argentina.- .- Si estuviera en el lugar de Alberto Fern谩ndez, no ir铆a a debatir con el mentiroso serial de Mauricio Macri. No tiene sentido, gastar p贸lvora en chimangos, dir铆a mi abuelo, sobre todo con alguien que no se hace cargo de nada y le echa siempre la culpa de todas las calamidades a los dem谩s.

Por otra parte, desde que comenz贸 a hablarse de estos debates, he estado en contra y por ello reproduzco en esta oportunidad un art铆culo que escrib铆 hace varios a帽os atr谩s sobre el tema.

A PROP脫SITO DE LA OBLIGATORIEDAD DE LOS DEBATES P脷BLICOS DE CANDIDATOS

En los 煤ltimos tiempos, legisladores nacionales y provinciales de distintos partidos, misteriosamente han visto la luz descubriendo “la vital importancia” de la obligatoriedad de los debates p煤blicos de candidatos y precandidatos electorales.

Algunos hasta temerariamente, desde mi punto de vista, califican con grandilocuencia, que la ausencia de esos mecanismos propios de la ingenier铆a electoral y de la mercadotecnia pol铆tica de los tiempos actuales, constituyen un atentado a la democracia.

Perm铆taseme disentir respetuosamente con estas paparruchadas, que como verdades reveladas, afirman que los debates son un extraordinario mecanismo para enriquecer la calidad democr谩tica e institucional de la sociedad, lo que no deja menos que sorprendernos.

Estos snobismos tomados de otras sociedades, parten de errores conceptuales sobre: la actividad pol铆tica, la vida de los partidos y en torno a los desencantos sociales.

Pasar茅 a explicitar seguidamente el porqu茅 de cada uno de los pecados originales en los que caen todos los proponentes de estos proyectos.

Desde siempre, salvo en la 茅poca actual, la actividad pol铆tica era una forma de vida que se forjaba en los comit茅s, en las unidades b谩sicas y en todo otro 谩mbito natural de la misma. El candidato, era m谩s all谩 de algunos acuerdos poco honrosos que exist铆an, una persona que ten铆a una trayectoria para mostrar y una concepci贸n ideol贸gica amalgamada al calor del debate partidario, el compromiso ciudadano y su participaci贸n en distintos estamentos sociales; en definitiva, arribar a la calidad de candidato era una consecuencia y no un fin en s铆 mismo. Ahora los mismos, en la mayor铆a de los casos, son un producto de la imagen, sin pasado e ideolog铆as, por lo menos visibles, y esos son los m谩s peligrosos, ya que no asumen ning煤n pacto social con los electores, s铆 con los poderosos de turno.

Los partidos pol铆ticos eran un cuerpo vivo, que actuaban de correa de transmisi贸n entre los reclamos sociales y las conducciones y autoridades varias, donde la militancia y los equipos t茅cnicos surgidos de ella, armaban despu茅s de mucho tiempo de debates acalorados, las prioridades, las propuestas y las plataformas y sal铆an a potabilizarlas en cada comunidad. Todo ello ha sido reemplazado por tecn贸cratas contratados, gur煤es, expertos en mercadotecnia y asesores de imagen, que siempre tratan de mostrar a sus contratantes como impolutos, incoloros y sobre todo, lo m谩s alejado posible a aquello que tenga alg煤n tufillo a pol铆tica, generando ellos mismos las sospechas sobre una de las m谩s nobles actividades del ser humano.

Las frases: la muerte de las ideolog铆as, hoy es tiempo de gesti贸n y yo no tengo nada que ver o no vengo de la pol铆tica, es toda una filosof铆a pol铆tica en la que se escudan, fogoneada por los grandes acorazados de la Prensa (al decir de Deodoro Roca) y sus intereses corporativos y de la que hay que escapar raudamente en defensa propia.

En tercer lugar los desencantos sociales no se producen por ausencia de debate y la ostensible orfandad de propuesta, sino todo lo contrario, el desencanto es una consecuencia directa del incumplimiento de lo prometido o la defraudaci贸n a las expectativas de los electores.

Menem dixit: “Si a la gente les dec铆a realmente lo que iba a hacer, no me votaban “.

Mientras los candidatos sigan haciendo campa帽as y no militen p煤blicamente cada una de sus ideas a trav茅s de los a帽os, cada vez se har谩n m谩s dependientes de la mercadotecnia para el conocimiento general y para imponer no una idea, sino un imagen, en un simulacro de pol铆tica, vac铆o de contenido, aunque podr谩 ser redituable electoralmente, pero que agrava el descreimiento y el divorcio con la sociedad.

En otro orden de cosas ser铆a suicida desconocer que la mercadotecnia a trav茅s de empresas y corporaciones comunicacionales y de entretenimiento (porque de periodismo y de informaci贸n hay muy poco), han impuesto una variedad de estereotipos sobre modelos de personas socialmente potables, que del mundo del espect谩culo se han trasladado al de la pol铆tica y que est谩n lejos de abarcar la variedad de los tipos humanos mayoritarios.

El espect谩culo se nutre de lindos, flacos, j贸venes, simp谩ticos, locuaces, exitosos, elegantes, sexis, instruidos, famosos, audaces, etc., otorg谩ndoles un plus de ventaja en comparaci贸n con aquellas personas que no re煤nen dichas caracter铆sticas y que luego gran parte de la poblaci贸n consumidora de esos medios, transpola a las preferencias electorales para la selecci贸n de sus candidatos.

Este neolombrosianismo de la tipolog铆a humana en el terreno pol铆tico, se vuelve tremendamente peligroso y discriminatorio, poniendo en desventaja a la mayor铆a de los habitantes del pa铆s, transformando a la democracia en un acto fallido, generador de una suerte de voto calificado a la inversa; ya no se discrimina al elector sino al aspirante, aunque el mismo tenga firmes convicciones y compromisos sociales y democr谩ticos. El “tipo humano impuesto” no es el recomendable.

Imagine adem谩s, que si alg煤n candidato por actitud de vida, terror esc茅nico u otras caracter铆sticas rechazara este tipo de herramienta, nunca tendr谩 chance en el resultado de los comicios. Con este artilugio Yrigoyen nunca hubiera sido candidato y menos presidente.

Una amiga, dec铆a de ellos: “son un invento medi谩tico, como tantos otros, de los yanquis, y ellos saben mucho del negocio del espect谩culo. Su pa铆s es un gran espect谩culo, poderosamente medi谩tico. Me dan cosa los que se exponen, siento hasta pudor por ellos, y algo de l谩stima, al tener que descarnarse as铆 ante todos y lo peor es que no son leg铆timos, francos, transparentes, ya que tienen que tener todo pautado, el tiempo y lo que dicen y c贸mo lo dicen. ¡Un horror!"

Un impulsor de un proyecto, bien intencionadamente dice: “Consideramos que hoy hay un debate en la sociedad y un pedido de que los pol铆ticos acerquemos nuestras plataformas y propuestas de gobierno en un debate serio, y que se respete el derecho a que los ciudadanos cuenten con la mayor informaci贸n posible de cada candidato y fuerza pol铆tica a la hora elegir autoridades de Gobierno”.

Ante esta afirmaci贸n me permito hacer algunas correcciones: En la sociedad no existe ese debate, si en los medios que fijan la agenda autoritaria de la pol铆tica, previas encuestas pagas, ya que lo que la sociedad quiere es que no se los enga帽e con propuestas que no se tiene voluntad o posibilidad de cumplir, debate por medio o no y el derecho de que cada ciudadano cuente con informaci贸n de cada candidato, no se garantiza con debates guionados por asesores que determinan palabras claves en muchos casos enga帽osas, sino obligando a los partidos que en su tarea de social de militancia en contacto directo con la poblaci贸n, aclaren a la sociedad desde d贸nde hablan tanto desde lo ideol贸gico, filos贸fico y lo pol铆tico, sin temor a emplear categorizaciones o encasillamientos, que no por denostados o considerados anacr贸nicos por los sectores de poder sobre todo econ贸mico, han perdido vigencia. Es saludable volver a decir que se habla desde la derecha, el centro o la izquierda y sus combinaciones posibles, no haciendo un ocultamiento vergonzante o temeroso de la censura medi谩tica y de sus mandantes.

Podr铆a coincidir con un legislador que afirma: “El intercambio de ideas o propuestas de cara a la ciudadan铆a no puede ser una opci贸n sino una obligaci贸n”, aunque ello no se consigue con los debates, mientras los partidos y los aspirantes no vuelvan a hacer pol铆tica.

Estoy convencido de que la diferencia entre un candidato y otro, no es la imagen o el buen uso de lo esc茅nico o la verba, sino su compromiso, sus convicciones y sobre todo su patriotismo.

A los medios no les interesa que se debata, s铆 que haya peleas y agresiones, por cuanto eso vende, aunque la pol铆tica pague los platos rotos.

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*Docente universitario / HoraCero

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