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Quejas y lamentos del elector progresista ante el duelo a garrotazos

OPINIÓN de joan del Alcàzar.- Es cosa de hablar con el personal, amigos y conocidos, para constatar que, finalmente, son muchos los que ya tienen veredicto. Ya han decidido quién es el culpable de la no formación de un gobierno de progreso en Madrid.

Sánchez y Iglesias se han esforzado, ellos y sus maquinarias de partido, para convencer al electorado de izquierdas que si no es posible formar un gobierno de progreso que mantenga las derechas insaciables en la oposición es por culpa del otro. El veredicto mayoritario parece ser que el ganador de la batalla del relato es Pablo Iglesias. Es decir, que el principal responsable -el culpable, el malo de la película- es Pedro Sánchez.

No es, sin embargo, una culpabilidad absoluta, total, no. También hay quien centra la censura en Iglesias, a quien también se le adjudica la responsabilidad principal. No obstante, el partido lo ha perdido Pedro Sánchez, podríamos decir que 70 a 30. Estimación personal, claro.

¿Y ahora, qué? ¿Una vez dictada la sentencia, que le queda al ciudadano progresista? ¿De qué le aprovecha haber asistido -incrédulo y desconcertado- a la guerra del relato y haber repartido las culpas y responsabilidades entre los dos líderes que deberían haber sido capaces de razonar, de ceder, de pactar un gobierno de progreso?

Hacemos balance de los resultados obtenidos por muchos hombres y mujeres que se ubican en la izquierda del escenario político. Han podido confirmar el gen cainita de la izquierda, han comprobado que hasta las más pequeñas diferencias programáticas de los partidos de la izquierda constituyen muros insalvables entre ellos, y han certificado que los representantes elegidos destacan por su incapacidad para poner por delante el interés general de la ciudadanía antes que el de su partido.

A estas alturas, cuando todo hace pensar que estamos a las puertas de unas nuevas elecciones que aplazarán sine die el abordaje de problemas cruciales para los ciudadanos, el electorado que votó por el PSOE o por Unidas Podemos está irritado o abatido, según los casos.

¿En la batalla mediática entre Sánchez y Iglesias, que más le da a los hombres y mujeres de progreso lo que uno le diga al otro, o lo que el otro le diga al uno? No importa nada en absoluto. Lo que queda, ay, negro sobre blanco es que son dos personas de escasa solvencia para el oficio que han elegido y por el que cobran. La cruda realidad es que a todo ese electorado le importa un bledo si el uno es más incapaz, soberbio o inconsciente que el otro. Un bledo.

La situación de crisis entre los líderes y sus partidos nos lleva a elecciones, es decir a campaña electoral. Una campaña en la que los dos dirigentes nos harán pensar, una vez más, en el Duelo a garrotazos de Goya. Si en las elecciones de noviembre ganan las derechas, game over. Si no, si el resultado es de aquellos que exige la colaboración de ambos partidos, lo más probable es que volvamos a la casilla de salida de abril de 2019. Así pues, si eso ocurre habremos de repetir se elecciones las veces que haga falta hasta que ganen las derechas. Ojo que las derechas podrían ganar, incluso, con un pacto PSOE-PP, por ejemplo, o PSOE- Ciudadanos.

Si la victoria de las derechas es más convencional, cuando tome posesión el nuevo gobierno presidido por Pablo Casado, con Albert Rivera, Inés Arrimadas, Cayetana Álvarez de Toledo y Rocío Monasterio de ministros y ministras, será entonces cuando Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, ambos, se pondrán de acuerdo en convocarnos a manifestaciones y más manifestaciones contra los abusos del Trío de Colón.

Volverán a entonar las letanías de siempre, la de la unidad necesaria de los progresistas para evitar las regresiones en la defensa de la enseñanza y la sanidad públicas; la de las urgencias en materia de políticas sociales, desde las pensiones a la dependencia; la de la imperiosa necesidad de defender el marco de libertades individuales logrado tras décadas de lucha, de afrontar el cambio climático, la reforma laboral, la violencia de género, etc., etc.

Así que nos volverán a convocar a manifestarnos, a protestar, a exigir, una vez más; muchas veces más, que protestemos, que les apoyamos, que presionemos al gobierno reaccionario de Casado y compañía.

¿No es lamentable y decepcionante? Pues sí, lo es. Pero hoy por hoy podemos hacer unas pocas cosas. Una, la primera, rogar a los dioses para que en el tiempo de descuento eviten las elecciones. Dos, esperar que si no lo consiguen el duelo a garrotazos de la próxima campaña electorado no sea tan feroz que ensanche el abismo entre los ciudadanos progresistas. Tres, que el día señalado volvamos a votar mayoritaria y disciplinadamente. Cuatro, que crucemos los dedos y los dioses no permitan que el resultado de las elecciones no permita que las derechas sumen para constituir gobierno. Si esto ocurre, si las derechas suman, en cosa de horas habrá gobierno. Entonces será nuestro llanto y crujir de dientes.




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