OPINI脫N de Roger Southall.- El expresidente de Zimbabue Robert Mugabe ha muerto a los 95 a帽os tras una larga enfermedad. El actual mandatario del pa铆s africano, Emmerson Mnangagwa, lo anunciaba as铆 el 6 de septiembre en su perfil de Twitter.


Robert Mugabe durante su ceremonia de juramento en Harare, 2008. El expresidente de Zimbabwe ha fallecido a la edad de 95 a帽os. EPA-EFE
Las respuestas al anuncio de Mnangagwa no se hicieron esperar y fueron de todos los colores. Mientras algunos elevaban a Mugabe a la categor铆a de h茅roe de la independencia, otros lo calificaban como un “monstruo”. Esta disparidad de opiniones parece indicar que la figura del antiguo l铆der seguir谩 dividiendo a unos y otros tal y como lo hac铆a en vida.
El mantra oficial del partido del gobierno, la Uni贸n Nacional Africana de Zimbabue - Frente Patri贸tico (ZANU-PF), situar谩 el acento en el liderazgo de Mugabe en la lucha por derrocar el r茅gimen colonial racista de Ian Smith en lo que antes era Rodesia. El ejecutivo de Zimbabue tambi茅n ensalzar谩 su posterior defensa de la incautaci贸n de granjas propiedad de blancos para devolver la tierra a manos africanas.
Por el contrario, las voces discordantes destacar谩n c贸mo despu茅s de abogar por la reconciliaci贸n racial tras la guerra civil que lleg贸 a su fin en diciembre de 1979, Mugabe olvid贸 su promesa en los primeros a帽os de independencia del pa铆s. Lo hizo de distintas maneras, entre ellas mediante la aplicaci贸n de dr谩sticas medidas represivas contra la oposici贸n pol铆tica en la regi贸n de Matabelelandia en la d茅cada de los ochenta y con la sistem谩tica manipulaci贸n de elecciones por parte del ZANU-PF para mantener a Mugabe en el poder junto a los de su cuerda.
Tambi茅n har谩n alusi贸n, a buen seguro, a la corrupci贸n salvaje que acompa帽贸 a su mandato y al desplome de la econom铆a durante sus a帽os en la presidencia.
El foco se situar谩 de manera inevitable en su expediente nacional, aunque muchos de los que lo elevan a los altares de h茅roe de los movimientos nacionalistas africanos lo har谩n desde otros pa铆ses del continente. ¿En qu茅 lugar del pante贸n de los l铆deres nacionalistas africanos que llevaron a sus pa铆ses a la independencia debemos colocar a Mugabe?
Abrazando el despotismo
La mayor铆a de los pa铆ses africanos consiguieron la independencia de sus colonos hace medio siglo o m谩s. Los primeros l铆deres nacionalistas del continente eran considerados poco menos que dioses tras haber comandado la emancipaci贸n de sus territorios, pero no pas贸 demasiado tiempo hasta que la poblaci贸n se dio cuenta de que no era oro todo lo que reluc铆a.
Los l铆deres nacionalistas simbolizaban la libertad y la liberaci贸n africana, pero ser铆an pocos los que demostrar铆an ser realmente tolerantes respecto a la democracia y la diversidad. Los sistemas pol铆ticos unipartidistas, te贸ricamente en el nombre del “pueblo”, pronto se convirtieron en la t贸nica habitual, en algunos casos como parte de interesantes experimentos en los que se buscaba probar la democracia de un solo partido, como se pudo ver en Tanzania con Julius Nyerere o en Zambia con Kenneth Kaunda.
Pero incluso en estos casos, la intolerancia y el autoritarismo acababan surgiendo y a menudo se produc铆an golpes militares que perpetuaban a los partidos 煤nicos.
En el caso de Zimbabue, Mugabe fue incapaz de instaurar el sistema unipartidista que anhelaba, lo cual no impidi贸 que el ZANU-PF practicara la represi贸n con m谩s intensidad a medida que pasaban los a帽os en respuesta a la crisis econ贸mica y a la creciente oposici贸n. As铆, las sucesivas elecciones fueron ama帽adas para sonrojo de todo el mundo.
Cuando a pesar de ello el ZANU-PF perdi贸 el control del parlamento en 2008, el partido reaccion贸 adulterando las elecciones presidenciales en una campa帽a cuya brutalidad dif铆cilmente podr谩 ser olvidada. El descarnado despotismo de Mugabe daba al traste con cualquier expectativa democr谩tica que pudieran albergar los zimbabuenses.
Una herencia malgastada
Independientemente de que las pol铆ticas que aplicaran fueran capitalistas o socialistas, los primeros l铆deres nacionalistas vieron un r谩pido declive de la econom铆a que sucedi贸 a un per铆odo inicial de relativa prosperidad tras lograr la independencia.
Visto con la perspectiva que da el tiempo, el hecho de que las primeras naciones emancipadas se enfrentaron a retos descomunales es ampliamente reconocido. Muchas de las econom铆as poscoloniales se encontraban subdesarrolladas y depend铆an de la exportaci贸n de cantidades irrisorias de productos agr铆colas y de origen mineral. Desde la d茅cada de los setenta, el Fondo Monetario Internacional puso trabas al crecimiento al exigir que los pa铆ses africanos acabasen con la creciente deuda aplicando programas de ajustes estructurales. Estas medidas impidieron que pudieran invertir en infraestructuras y en servicios sociales y educaci贸n, a la par que acrecent贸 el descontento pol铆tico.
En el otro lado de la balanza, Mugabe hered贸 una econom铆a viable y que inclu铆a a buena parte de las actividades profesionales de Zimbabue, con un sector industrial s贸lido y un sector agr铆cola de mercado en crecimiento. Aunque ambos estaban en su mayor铆a en manos de empresarios blancos, el potencial de desarrollo era mucho mayor que en las dem谩s antiguas colonias africanas.
Sin embargo, dicho potencial se fue r谩pidamente por el sumidero gracias a la corrupci贸n practicada a gran escala y a la lamentable administraci贸n por parte del gobierno. Mugabe fue el responsable de la espiral destructiva de la econom铆a, que vio c贸mo tanto el sector industrial como el agr铆cola colapsaron. Desde entonces, la econom铆a del pa铆s no ha conseguido recuperarse y a煤n hoy se encuentra sumida en un estado de crisis aguda.
Reputaci贸n
Al otro lado del espectro pol铆tico, el papel de algunos l铆deres, como muestran los casos de Milton Obote en Uganda o de Siad Barre en Somalia, cre贸 un conflicto de tal magnitud que los golpes militares y las crisis condujeron a sus pa铆ses a sendas guerras civiles. Durante el mandato de Mugabe, Zimbabue no corri贸, afortunadamente, la misma suerte. Quiz谩 fuera por la represi贸n sin piedad de la oposici贸n pol铆tica en Matabelelandia en la d茅cada de los ochenta, que se cobr贸 m谩s de 30 000 v铆ctimas, por lo que esta se abstuvo de llevar el conflicto m谩s all谩. La paz fue, por tanto, tan solo la ausencia de guerra total.
Algunos mandatarios, como el ghan茅s Kwame Nkrumah o el tanzano Julius Nyerere, todav铆a son venerados por su compromiso con la independencia nacional y con la unidad africana, a pesar de que sus historiales dom茅sticos est谩n caracterizados por el fracaso. Cuando Nkrumah fue depuesto por un golpe militar en 1966, su partido (el 煤nico que exist铆a) se val铆a de la corrupci贸n y la represi贸n pol铆tica como arma para gobernar.
En cualquier caso, Nyerere siempre mantuvo su reputaci贸n por su integridad y responsabilidad para con el desarrollo del continente. Las ideas de ambos contin煤an sirviendo como inspiraci贸n para las nuevas generaciones de activistas pol铆ticos, mientras que los nombres de otros l铆deres de la independencia se olvidaron hace ya mucho tiempo.
¿Qu茅 ocurrir谩 con Mugabe? ¿Gozar谩 del enaltecimiento por parte de las generaciones venideras? ¿Se pasar谩n por alto sus monumentales errores mientras se celebra su singular figura como libertador del sur de 脕frica en su conjunto?
Una tragedia griega
El problema al que se tendr谩n que enfrentar los historiadores panafricanos que pretendan alabar a Mugabe es que para ello deber谩n repudiar la opini贸n contraria de millones de zimbabuenses que han sufrido lo indecible bajo su dictado o que han huido del pa铆s para escapar de 茅l. Mugabe no consigui贸 que ninguna de sus pol铆ticas perdurase, hered贸 los beneficios (as铆 como los costes) del mandato colonial pero llev贸 a su pa铆s a la miseria y destruy贸 lo mejor que el legado institucional colonial le hab铆a dejado: una administraci贸n p煤blica eficaz, que podr铆a haber servido para que toda la poblaci贸n de Zimbabue estuviera mejor atendida.
Los c铆nicos dir谩n que la reputaci贸n de Patrice Lumumba como combatiente revolucionario africano por la independencia del Congo se mantiene porque fue asesinado en 1961. En otras palabras, que tuvo la suerte hist贸rica de morir joven, sin tener que soportar la carga de haber cometido errores groseros por los que podr铆a haber sido recordado.
En contraste, muchos sostendr谩n que Mugabe vivi贸 demasiado y que su vida se asemej贸 a una tragedia griega: su 茅tica y sus promesas lo distinguieron como un h茅roe, pero muri贸 como un monstruo al que la historia condenar谩.
Roger Southall, Professor of Sociology, University of the Witwatersrand, recibe fondos de la National Research Foundation.
Las respuestas al anuncio de Mnangagwa no se hicieron esperar y fueron de todos los colores. Mientras algunos elevaban a Mugabe a la categor铆a de h茅roe de la independencia, otros lo calificaban como un “monstruo”. Esta disparidad de opiniones parece indicar que la figura del antiguo l铆der seguir谩 dividiendo a unos y otros tal y como lo hac铆a en vida.
El mantra oficial del partido del gobierno, la Uni贸n Nacional Africana de Zimbabue - Frente Patri贸tico (ZANU-PF), situar谩 el acento en el liderazgo de Mugabe en la lucha por derrocar el r茅gimen colonial racista de Ian Smith en lo que antes era Rodesia. El ejecutivo de Zimbabue tambi茅n ensalzar谩 su posterior defensa de la incautaci贸n de granjas propiedad de blancos para devolver la tierra a manos africanas.
Por el contrario, las voces discordantes destacar谩n c贸mo despu茅s de abogar por la reconciliaci贸n racial tras la guerra civil que lleg贸 a su fin en diciembre de 1979, Mugabe olvid贸 su promesa en los primeros a帽os de independencia del pa铆s. Lo hizo de distintas maneras, entre ellas mediante la aplicaci贸n de dr谩sticas medidas represivas contra la oposici贸n pol铆tica en la regi贸n de Matabelelandia en la d茅cada de los ochenta y con la sistem谩tica manipulaci贸n de elecciones por parte del ZANU-PF para mantener a Mugabe en el poder junto a los de su cuerda.
Tambi茅n har谩n alusi贸n, a buen seguro, a la corrupci贸n salvaje que acompa帽贸 a su mandato y al desplome de la econom铆a durante sus a帽os en la presidencia.
El foco se situar谩 de manera inevitable en su expediente nacional, aunque muchos de los que lo elevan a los altares de h茅roe de los movimientos nacionalistas africanos lo har谩n desde otros pa铆ses del continente. ¿En qu茅 lugar del pante贸n de los l铆deres nacionalistas africanos que llevaron a sus pa铆ses a la independencia debemos colocar a Mugabe?
Abrazando el despotismo
La mayor铆a de los pa铆ses africanos consiguieron la independencia de sus colonos hace medio siglo o m谩s. Los primeros l铆deres nacionalistas del continente eran considerados poco menos que dioses tras haber comandado la emancipaci贸n de sus territorios, pero no pas贸 demasiado tiempo hasta que la poblaci贸n se dio cuenta de que no era oro todo lo que reluc铆a.
Los l铆deres nacionalistas simbolizaban la libertad y la liberaci贸n africana, pero ser铆an pocos los que demostrar铆an ser realmente tolerantes respecto a la democracia y la diversidad. Los sistemas pol铆ticos unipartidistas, te贸ricamente en el nombre del “pueblo”, pronto se convirtieron en la t贸nica habitual, en algunos casos como parte de interesantes experimentos en los que se buscaba probar la democracia de un solo partido, como se pudo ver en Tanzania con Julius Nyerere o en Zambia con Kenneth Kaunda.
Pero incluso en estos casos, la intolerancia y el autoritarismo acababan surgiendo y a menudo se produc铆an golpes militares que perpetuaban a los partidos 煤nicos.
En el caso de Zimbabue, Mugabe fue incapaz de instaurar el sistema unipartidista que anhelaba, lo cual no impidi贸 que el ZANU-PF practicara la represi贸n con m谩s intensidad a medida que pasaban los a帽os en respuesta a la crisis econ贸mica y a la creciente oposici贸n. As铆, las sucesivas elecciones fueron ama帽adas para sonrojo de todo el mundo.
Cuando a pesar de ello el ZANU-PF perdi贸 el control del parlamento en 2008, el partido reaccion贸 adulterando las elecciones presidenciales en una campa帽a cuya brutalidad dif铆cilmente podr谩 ser olvidada. El descarnado despotismo de Mugabe daba al traste con cualquier expectativa democr谩tica que pudieran albergar los zimbabuenses.
Una herencia malgastada
Independientemente de que las pol铆ticas que aplicaran fueran capitalistas o socialistas, los primeros l铆deres nacionalistas vieron un r谩pido declive de la econom铆a que sucedi贸 a un per铆odo inicial de relativa prosperidad tras lograr la independencia.
Visto con la perspectiva que da el tiempo, el hecho de que las primeras naciones emancipadas se enfrentaron a retos descomunales es ampliamente reconocido. Muchas de las econom铆as poscoloniales se encontraban subdesarrolladas y depend铆an de la exportaci贸n de cantidades irrisorias de productos agr铆colas y de origen mineral. Desde la d茅cada de los setenta, el Fondo Monetario Internacional puso trabas al crecimiento al exigir que los pa铆ses africanos acabasen con la creciente deuda aplicando programas de ajustes estructurales. Estas medidas impidieron que pudieran invertir en infraestructuras y en servicios sociales y educaci贸n, a la par que acrecent贸 el descontento pol铆tico.
En el otro lado de la balanza, Mugabe hered贸 una econom铆a viable y que inclu铆a a buena parte de las actividades profesionales de Zimbabue, con un sector industrial s贸lido y un sector agr铆cola de mercado en crecimiento. Aunque ambos estaban en su mayor铆a en manos de empresarios blancos, el potencial de desarrollo era mucho mayor que en las dem谩s antiguas colonias africanas.
Sin embargo, dicho potencial se fue r谩pidamente por el sumidero gracias a la corrupci贸n practicada a gran escala y a la lamentable administraci贸n por parte del gobierno. Mugabe fue el responsable de la espiral destructiva de la econom铆a, que vio c贸mo tanto el sector industrial como el agr铆cola colapsaron. Desde entonces, la econom铆a del pa铆s no ha conseguido recuperarse y a煤n hoy se encuentra sumida en un estado de crisis aguda.
Reputaci贸n
Al otro lado del espectro pol铆tico, el papel de algunos l铆deres, como muestran los casos de Milton Obote en Uganda o de Siad Barre en Somalia, cre贸 un conflicto de tal magnitud que los golpes militares y las crisis condujeron a sus pa铆ses a sendas guerras civiles. Durante el mandato de Mugabe, Zimbabue no corri贸, afortunadamente, la misma suerte. Quiz谩 fuera por la represi贸n sin piedad de la oposici贸n pol铆tica en Matabelelandia en la d茅cada de los ochenta, que se cobr贸 m谩s de 30 000 v铆ctimas, por lo que esta se abstuvo de llevar el conflicto m谩s all谩. La paz fue, por tanto, tan solo la ausencia de guerra total.
Algunos mandatarios, como el ghan茅s Kwame Nkrumah o el tanzano Julius Nyerere, todav铆a son venerados por su compromiso con la independencia nacional y con la unidad africana, a pesar de que sus historiales dom茅sticos est谩n caracterizados por el fracaso. Cuando Nkrumah fue depuesto por un golpe militar en 1966, su partido (el 煤nico que exist铆a) se val铆a de la corrupci贸n y la represi贸n pol铆tica como arma para gobernar.
En cualquier caso, Nyerere siempre mantuvo su reputaci贸n por su integridad y responsabilidad para con el desarrollo del continente. Las ideas de ambos contin煤an sirviendo como inspiraci贸n para las nuevas generaciones de activistas pol铆ticos, mientras que los nombres de otros l铆deres de la independencia se olvidaron hace ya mucho tiempo.
¿Qu茅 ocurrir谩 con Mugabe? ¿Gozar谩 del enaltecimiento por parte de las generaciones venideras? ¿Se pasar谩n por alto sus monumentales errores mientras se celebra su singular figura como libertador del sur de 脕frica en su conjunto?
Una tragedia griega
El problema al que se tendr谩n que enfrentar los historiadores panafricanos que pretendan alabar a Mugabe es que para ello deber谩n repudiar la opini贸n contraria de millones de zimbabuenses que han sufrido lo indecible bajo su dictado o que han huido del pa铆s para escapar de 茅l. Mugabe no consigui贸 que ninguna de sus pol铆ticas perdurase, hered贸 los beneficios (as铆 como los costes) del mandato colonial pero llev贸 a su pa铆s a la miseria y destruy贸 lo mejor que el legado institucional colonial le hab铆a dejado: una administraci贸n p煤blica eficaz, que podr铆a haber servido para que toda la poblaci贸n de Zimbabue estuviera mejor atendida.
Los c铆nicos dir谩n que la reputaci贸n de Patrice Lumumba como combatiente revolucionario africano por la independencia del Congo se mantiene porque fue asesinado en 1961. En otras palabras, que tuvo la suerte hist贸rica de morir joven, sin tener que soportar la carga de haber cometido errores groseros por los que podr铆a haber sido recordado.
En contraste, muchos sostendr谩n que Mugabe vivi贸 demasiado y que su vida se asemej贸 a una tragedia griega: su 茅tica y sus promesas lo distinguieron como un h茅roe, pero muri贸 como un monstruo al que la historia condenar谩.
Roger Southall, Professor of Sociology, University of the Witwatersrand, recibe fondos de la National Research Foundation.
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