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¿De qué lado está la Iglesia en cuanto a Franco y Cuelgamuros?

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Ciertamente la pregunta es retórica. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana está donde siempre ha estado: en sintonía inequívoca con lo que los restos de Franco todavía representan. Es por ello que no dice esta boca es mía a propósito del laberinto que el gobierno de Pedro Sánchez está recorriendo para hacer efectiva una decisión del Congreso de los diputados, aprobada por 198 votos a favor y 140 abstenciones [del PP] en mayo de 2017.

Dos años y medio de una carrera de obstáculos, en la que el Ejecutivo ha pecado de ingenuidad en más de una ocasión anunciando sucesivas fechas de salida de los huesos del dictador del megalómano monumento funerario que ordenó construir a Cuelgamuros, en la Sierra de Guadarrama, a pocos kilómetros de Madrid. Finalmente, tras la sentencia del Tribunal Supremo, ya hay fecha de caducidad y -salvo algún obstáculo insospechado- el Caudillo por la Gracia de Dios -como estaba inscrito en las monedas españolas durante cuarenta años- dejará de presidir desde lugar privilegiado la mayor fosa común de España.

33.833 cadáveres hay en el llamado Valle de los Caídos, incluido el de Franco. De ellos sólo 21.423 están identificados, según fuentes del Ministerio de Justicia. El resto, figuran como desconocidos. Según pruebas realizadas por el CSIC en 2018, sería imposible exhumar los miles de cadáveres existentes ya que buena parte de ellos forman parte de la propia estructura del edificio, al haber sido empleados para llenar cavidades internas de las criptas. El tiempo y la humedad, dicen, ha acabado conformado una especie de "cadáver colectivo indisoluble".

Este es el tamaño de la ignominia que representa aquel horripilante mausoleo, construido en buena parte por presos políticos entre 1940 y 1958, para rendir honores y enterrar a aquellos que cayeron luchando en la "gloriosa cruzada". Este propósito inicial se modificó en 1957, al establecerse por ley que el monumento debía para honrar a "todos los caídos" en la guerra. Nadie se ha creído eso nunca, y el Valle de los Caídos ha sido y es un insulto a la memoria de los vencidos y de las víctimas de la guerra y la dictadura.

En julio de 1958, veinte monjes llegados del Monasterio de Silos constituyeron una nueva comunidad benedictina en Cuelgamuros, y desde entonces hasta hoy se han encargado de gestionar la Abadía y la Basílica. El prior de esta es Santiago Cantera, un falangista reconvertido en monje sin matizar su ideología, que ha hecho todo lo que ha podido para entorpecer la ejecución de la decisión del gobierno en cumplimiento del acuerdo del Parlamento, con un explícito trabajo en equipo con la familia del dictador y con la Fundación que le honra todavía.

Según informó hace unas horas la publicación eclesial Vida Nueva, Cantera no se opondrá a la exhumación de Franco "fuera de la legalidad". Esto, según interpreta el periódico, significa que el Prior acepta de facto la ejecución de la sentencia del Tribunal Supremo y no llegará al extremo de atrincherarse en la basílica. Sin embargo, Vida Nueva añade que la comunidad benedictina se suma a la postura de la Santa Sede, pero buscará agotar todas las vías judiciales del Tribunal Constitucional y el de Estrasburgo.

Cantera y sus colegas han sido la última trinchera del franquismo militante, incombustible, impermeable a todo, incluido a la caridad cristiana propia de su doctrina religiosa. Antes, sin embargo, la trinchera había sido judicial, y ha sido bien efectiva para demorar meses y meses la aplicación de la decisión del Parlamento.

Sin embargo, lo más llamativo, lo más lamentable, lo más insoportable para las víctimas del dictador ha sido el silencio vergonzoso de la Iglesia Católica.

¿Qué ha dicho la Iglesia durante todo el proceso? ¿Qué dijo del numantinismo de Cantera y el grupo de monjes fascistoides que llevan sesenta años viviendo del erario público? Acerca de Cantera, hablan soto voce de malestar interno, pero la jerarquía, tan bocazas como son sus dignatarios cuando intervienen en asuntos que no les corresponde, calla. Jugaron, incluso, a defender el deseo de la familia Franco de trasladar los restos del dictador a la Catedral de la Almudena, el puro centro de Madrid. Hay que recordarlo.

Ahora, hace semanas que practican un silencio irritante, que no es ninguna sorpresa para nadie que tenga unos conocimientos mínimos de la historia de España y sepa qué significa aquello de nacionalcatolicismo.

La Iglesia católica española, como la derecha política, llevan el gen franquistoide en su ADN, y no tienen la menor intención de deshacerse de él; ni siquiera de matizarlo. Es muy triste y preocupante que, como escribió Julián Casanova, esta Iglesia no tenga ningún problema en seguir humillando a los familiares de las decenas de miles de asesinados por los franquistas, los que aún no han encontrado la reparación moral ni el reconocimiento jurídico y político después de tantos años de vergonzosa marginación.





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