OPINIÓN de Ollantay Itzamná.- Cambridge Analytica fue la empresa inglesa que con la “mina datos” de los usuarios norteamericanos de Facebook construyó mensajes digitales, en base a miedos y deseos, y bombardeo a los facebookeros norteamericanos hasta convencerlos que Donald Trump era el “mesías que esperaba Norteamérica y el mundo”.
Cuando se descubrió que esa patraña estaba fundado en mentiras y manipulación de datos de usuarios del Facebook, los mismos trabajadores de dicha empresa la denunciaron, y renunciaron. La empresa fue llevada a tribunales, y disuelta. La trama está narrada en el documental titulado: Nada es privado.
El pasado 20 de octubre, Bolivia también vivió el impacto de su propio “Cambridge Analytica”. Desde los nichos de la vieja clase media, financiados por algunos agentes oligárquicos nacionales y extranjeros, aprovechando la idiosincrasia aún “providencialista” del grueso de la población boliviana, y la memoria corta de la juventud votante, elaboraron slogans “anti Evo Morales” (sin argumentos, ni fundamentos), y bombardearon con ello al electorado, mediante canales directos de las redes sociales, y medios tradicionales, hasta convertir dichas falacias o medias verdades en verdades absolutas.
Rectores de universidades, intelectuales ex progres, funcionarios de ONG, opinadores en medios corporativos, coadyuvaron a fake news como: “Morales tiene millones de dólares en el Banco del Vaticano”. O las falacias como: “Evo es dictador, narcotraficante”. “Bolivia vive la peor corrupción de su historia”. “Quiere convertir a Bolivia en Venezuela”…
Así, los votantes, en especialmente urbanos, fueron a las urnas con la “ira de castigar al pirómano Morales corrupto”. Si Evo fuese mestizo o blanco, esa bestialidad de la artillería no hubiese hecho mayor mella en el imaginario aún colonizado del electorado boliviano.
La jornada electoral fue tranquila y participativa, pero con una alta manipulación de los sentimientos y emociones de los votantes, en especial del cerca del 40% que votaron por el candidato Carlos Mesa (“el único que podía sacar a Morales del poder”) Nunca se debatió propuestas, ideas, programas de gobierno, durante la campaña.
Como parte de esta perversa estrategia, los irresponsables ciberactivistas “anti Evo”, ahora, intentan instalar en el imaginario boliviano la “realidad de una segunda vuelta electoral” como un hecho dado. Muy a pesar que según el informe preliminar del Tribunal Supremo Electoral Plurinacional, entre los votos para Evo Morales y Carlos Mesa distan en 7% a favor del primero, sin contar los resultados de los votos en el exterior (cerca del 5% del total), ni los votos del área rural.
Al parecer que el racismo ontológico que configura “la identidad boliviana” únicamente fue barnizado en estos 13 años del discurso “plurinacional”. ¿Con qué derecho se atreven a desconocer los votos de bolivianos del área rural y de los bolivianos en el exterior?
En el caso de Cambridge Analytica, sus trabajadores, luego de darse cuenta del crimen antidemocrático que habían cometido, renunciaron y llevaron a tribunales al dueño de dicha empresa, pero cargan con la culpa de las masacres que realiza, ahora, Donald Trump . En el caso boliviano, a las y los votantes “anti Evo”, de darse el caso de llevar a la presidencia al pusilánime y neoliberal Carlos Mesa, sólo les quedará soportar o sufrir las consecuencias de la convulsión social reeditada por las mayorías indocampesinas del país.
Cuando se descubrió que esa patraña estaba fundado en mentiras y manipulación de datos de usuarios del Facebook, los mismos trabajadores de dicha empresa la denunciaron, y renunciaron. La empresa fue llevada a tribunales, y disuelta. La trama está narrada en el documental titulado: Nada es privado.
El pasado 20 de octubre, Bolivia también vivió el impacto de su propio “Cambridge Analytica”. Desde los nichos de la vieja clase media, financiados por algunos agentes oligárquicos nacionales y extranjeros, aprovechando la idiosincrasia aún “providencialista” del grueso de la población boliviana, y la memoria corta de la juventud votante, elaboraron slogans “anti Evo Morales” (sin argumentos, ni fundamentos), y bombardearon con ello al electorado, mediante canales directos de las redes sociales, y medios tradicionales, hasta convertir dichas falacias o medias verdades en verdades absolutas.
Incluso influencers y youtubers extranjeros ingresaron a Bolivia para activar la “sensibilidad pro animales” en los bolivianos carnívoros, y “vapulear” a Morales (como el pirómano de la Chiquitanía). Muy a pesar que el mundo reconoció a Bolivia (en Morales) su capacidad de resolver con recursos propios dicha “desgracia ambiental”.
Rectores de universidades, intelectuales ex progres, funcionarios de ONG, opinadores en medios corporativos, coadyuvaron a fake news como: “Morales tiene millones de dólares en el Banco del Vaticano”. O las falacias como: “Evo es dictador, narcotraficante”. “Bolivia vive la peor corrupción de su historia”. “Quiere convertir a Bolivia en Venezuela”…
Así, los votantes, en especialmente urbanos, fueron a las urnas con la “ira de castigar al pirómano Morales corrupto”. Si Evo fuese mestizo o blanco, esa bestialidad de la artillería no hubiese hecho mayor mella en el imaginario aún colonizado del electorado boliviano.
La jornada electoral fue tranquila y participativa, pero con una alta manipulación de los sentimientos y emociones de los votantes, en especial del cerca del 40% que votaron por el candidato Carlos Mesa (“el único que podía sacar a Morales del poder”) Nunca se debatió propuestas, ideas, programas de gobierno, durante la campaña.
Como parte de esta perversa estrategia, los irresponsables ciberactivistas “anti Evo”, ahora, intentan instalar en el imaginario boliviano la “realidad de una segunda vuelta electoral” como un hecho dado. Muy a pesar que según el informe preliminar del Tribunal Supremo Electoral Plurinacional, entre los votos para Evo Morales y Carlos Mesa distan en 7% a favor del primero, sin contar los resultados de los votos en el exterior (cerca del 5% del total), ni los votos del área rural.
Al parecer que el racismo ontológico que configura “la identidad boliviana” únicamente fue barnizado en estos 13 años del discurso “plurinacional”. ¿Con qué derecho se atreven a desconocer los votos de bolivianos del área rural y de los bolivianos en el exterior?
En el caso de Cambridge Analytica, sus trabajadores, luego de darse cuenta del crimen antidemocrático que habían cometido, renunciaron y llevaron a tribunales al dueño de dicha empresa, pero cargan con la culpa de las masacres que realiza, ahora, Donald Trump . En el caso boliviano, a las y los votantes “anti Evo”, de darse el caso de llevar a la presidencia al pusilánime y neoliberal Carlos Mesa, sólo les quedará soportar o sufrir las consecuencias de la convulsión social reeditada por las mayorías indocampesinas del país.