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La crisis catalana y la tentación de callar

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Me confieso seguidor fiel del escritor Antoni Puigverd, especialmente de sus colaboraciones en el diario La Vanguardia. Tuve la oportunidad de conocerlo y conversar con él cuando, en 2018, dio una conferencia en la Universitat d’Estiu de Gandia. Tenemos la misma edad, lo que no es un dato banal, y admiro la lucidez y la capacidad de análisis que evidencia en cada artículo que publica.

Pues bien, el miércoles pasado, 16 de octubre, el ampurdanés sacó una columna más breve de lo habitual bajo el título "Perder", referida a la crisis catalana, agudizada tras la durísima y discutida sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del Procés.

Este artículo finalizaba así: “Quizás deberíamos callar. Me pregunto si es honesto continuar defendiendo el entendimiento y el diálogo, si nadie los practica. ¿Es honrado defender un patriotismo inclusivo, cuando, aquí y allá, ya sólo importa la ley del más fuerte?". Tengo que reconocer que la pregunta se ancló en mi cerebro, y hace días que la rumio.

Puigverd ha confesado públicamente haber sufrido mucho por el Proceso catalán de los últimos años. De hecho, en julio de 2019 decidió dejar de colaborar con TV3, la Televisión de Cataluña, donde desde hacía quince años participaba como tertuliano en su programa Els matins. En su despedida, en pantalla, el escritor explicó los motivos de su decisión: "Ya no estoy para discutir. El Procés me ha hecho sufrir mucho y he quedado muy maltrecho. La discusión ya no me aporta nada personalmente y me hace sufrir demasiado, y he decidido dejarlo. También por edad quizás empieza a ser hora de que pase otra gente". Eso sí, aseguró que podremos seguir leyéndole en las páginas de La Vanguardia.

Dos días después, el viernes 18, el columnista anunció que abandonaba su cuenta en Twitter, y lo explicó así: "Aprovechando que hoy todo el mundo está muy entretenido [era el día de la gran manifestación contra la sentencia], aprovecho la ocasión para salir de Twitter. Dentro de unas horas, la cerraré. Gracias a los amables seguidores. Gracias también a los detractores. Buen viento. ¡Hasta la vista!".

Lamento, por supuesto, el abandono de la red de los tweets. Ahora bien, comprendo que esté más que harto de tanta gente que la utiliza para hacer daño, para insultar, para difamar, para amenazar.

Hace ocho años que publico una columna semanal -en catalán y en castellano- por diversas vías, dentro y fuera de España. Pues bien, en ese tiempo he dedicado más de cincuenta artículos a la crisis de Estado que hay entre España y Cataluña. Lo que un servidor aporta en ellos no resiste la comparación, ni por la calidad ni por la difusión que alcanzan, con las colaboraciones de Antoni Puigverd. Pero, yo también dudo sobre si sería mejor callarme. El escritor catalán, por su lado, ha decidido no hacerlo totalmente, y seguirá en La Vanguardia.

En su breve columna del día 16, escribía Puigverd: “No quiero hablar de la tristeza o abatimiento que a muchos nos embarga. Sería ridículo hablar de nuestra tristeza cuando unos amigos o conocidos, habiendo cometido seguramente graves errores políticos y habiendo desobedecido de manera clara, reciben, no un castigo proporcional a sus errores, sino una condena análoga a la de un asesino. Ahora, mientras los líderes españoles compiten en sadismo exigiendo a los condenados lo que no se exigió ni a Tejero, el independentismo pasa un duelo que yo deseo que no acabe tan mal como los acontecimientos que hemos vivido hasta ahora”.

Por lo que a un servidor respecta, faltaría más, tampoco tengo ganas de hablar de tristeza ni de abatimiento, pero las siento con toda claridad.

Puigverd también añadía: "Una vez más, los moderados nos quedamos sin margen". Y remataba poco después: "Los moderados siempre perdemos". Pues puede que tenga razón, y los que no nos adscribimos a ninguno de los dos bloques en pugna estamos condenados a perder por definición en la contienda entre dos tipos de nacionalismo –el español y el catalán-, tan esencialistas e irredentos que se convierten casi en religiosos.

Han pasado seis años desde que publiqué [09/29/2013] una columna titulada “Los del medio”, a los que veo como una especie de primos hermanos de los "moderados" de Puigverd. En ella, apuntaba que "ante la tensa situación política, institucional y social que se ha abierto desde Cataluña y que ha encontrado el silencio, la deslegitimación o la descalificación desde Madrid (...) los del medio no son los equilibristas, ni los equidistantes, ni los NS / NC, ni los ni carne ni pescado. Tal y como lo veo, los del medio tienen dos características: no aceptan una realidad política binaria [unionistas versus soberanistas] y, paralelamente, son partidarios de las reformas constitucionales que permitan un encaje de la Nación Catalana [y quizás de otras] en una España federal. Actualmente no sólo no están bien valorados, sino que son los que tienen más números para llevarse todas las bofetadas, las de los adversarios desde la España cañí y las de los que pasan por amigos... mientras no opinen distinto de ellos”. Los del medio son, básicamente, lo que se denomina federalistas.

Han pasado los años, las cosas están más que tensas a estas horas en Cataluña; estamos a las puertas de unas elecciones que algunos irresponsables no han querido ahorrarnos, y un servidor siente también la tentación de callarse, de no volver a decir nada sobre este tema.

De hecho, como Antoni Puigverd, me hago la misma reflexión que ya he citado al principio de esta columna: "¿es honesto continuar defendiendo el entendimiento y el diálogo, si nadie los practica?". Francamente, yo tampoco estoy seguro que merezca la pena, pero me da la impresión que el silencio de los del medio, los moderados, los dialogantes [que no equidistantes], no haría sino agudizar la polarización hasta hacerla estallar. En la medida en que soy historiador de profesión, que he investigado procesos de hiperpolarización política y que sé cómo pueden acabar, creo que los moderados, los partidarios de la negociación y el pacto, los del medio, hemos de continuar intentando poner un poco de reflexión al alcance de aquellos que nos leen cada semana. Un servidor, desde la humildad y la modestia de mis altavoces, procuraré seguir aportando alguna que otra idea para la reflexión y el diálogo.
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