Por Doha Chams.- Las y los primeros jóvenes que salieron a la calle de forma espontánea el 17 de octubre para protestar contra el proyecto de nuevos impuestos, en particular para los servicios de WhatsApp, no habrían jamás imaginado que muchos miles iban a seguir el movimiento de forma tan rápida. Y desencadenar la más importante contestación del “sistema libanés” desde hace más de diez años, que el discurso del primer ministro Saad Hariri el lunes 21 de octubre, con sus promesas de reformas, no parece capaz de frenar.
A pecho descubierto frente a la cámara de TV, un joven de veinte años pregona ante el micro su alegría y su estupefacción: “¿Ves cuántos somos ahora? Al comienzo éramos solo once, ¿te imaginas?”. Señala a la multitud innumerable a su alrededor, rodeada por fuerzas de seguridad preparadas en orden de combate. Están posicionadas en la parte baja del edificio del serrallo, sede del gobierno, en el centro de la ciudad y en la plaza de los mártires, a algunos centenares de metros de allí.
El aflujo de manifestantes no ha cesado hasta una hora avanzada de la noche; jóvenes en su mayoría, a pesar de las carreteras cortadas por neumáticos en llamas. Han venido a pie a menudo desde muy lejos. Manifestaciones “volantes” han hecho también irrupción en los barrios de la gente más desfavorecida. Las ciudades más pobres se han sumado muy rápidamente, como Trípoli, considerada como la ciudad de la cuenca mediterránea más afectada por la miseria, así como Akkar y sus alrededores, región del norte del país, o Saida en el sur y Baalbek en la llanura de la Bekaa, todo esto sin la menor coordinación. Es la fuerza de un levantamiento que se preparaba desde hacía mucho, y también su resiliencia, que desbarata la eficacia de la represión. Como si las y los libaneses no esperaran más que un signo de ánimo para salir a la calle, o como si la bomba de relojería de las frustraciones económicas y sociales que habían ganado a las y los libaneses de todas las confesiones sin distinción ninguna habría acabado por estallar.
Suelo propicio
Si el terreno estaba preparado desde hacía mucho, los acontecimientos se han precipitados por varias razones, en primer lugar las económicas: la decisión del gobernador del Banco Central Riad Salamé de retirar de las manos de las y los libaneses las liquideces en dólares, lo que ha tenido repercusiones sobre las tasas de cambio y la estabilidad, ilusoria por otra parte, de la moneda nacional. Decisión seguida por las de los bancos que han comenzado a negar las retiradas de dinero de sus clientes, incluso cuando éstos tenían cuentas en dólares. Todo esto en un país que importa lo esencial de lo que consume, sin real crecimiento económico desde hace varios años, y cuya crisis financiera (déficit presupuestario, déficit de la balanza de pagos) le ha puesto al borde del abismo, con un trasfondo de corrupción de una clase gobernante paralizada en el seno de un gobierno de coalición, de despilfarro y de ausencia de reformas sociales y económicas.
Luego viene la incuria del gobierno, revelada a la luz del día con la incapacidad de controlar los incendios en los bosques libaneses, que han devorado centenares de hectáreas, en un espectáculo deprimente para las y los ciudadanos. El detonador ha sido la decisión del gobierno de imponer nuevos impuestos sobre el tabaco, la gasolina y… los servicios gratuitos de WhatsApp, es decir, las tres válvulas de escape que quedaban a la gente pobre.
A imagen de los incendios, las manifestaciones se han extendido por todo el país. Lo que ha llamado la atención y suscitado esperanzas de forma particular ha sido la adhesión de regiones que estaban poco habituadas a las protestas sociales, como la ciudad costera de Jounieh célebre por sus discotecas, o Zghorta en el norte, o también los pueblos de Metn y de su litoral, regiones todas éstas cuya base popular se corresponde con los partidos de obediencia cristiana.
Las políticas económicas y las de la ingeniería financiera, en sintonía con las demandas del Banco Central, han unificado a toda la gente libanesa más allá de las diferenciaciones confesionales o partidarias. Ha salido a la calle fustigando, por su nombre, a los líderes de sus propias comunidades confesionales, a la vez que atacaban al gobernador del Banco Central.
La expresión del sufrimiento de toda esa gente era palpable. Había alcanzado un grado insostenible. Ha estallado en consignas de una gran vehemencia, a menudo insultantes, en una especie de catarsis gigante.
Responsables políticos que no asumen sus responsabilidades
La clase política no ha comprendido inmediatamente el alcance del levantamiento, que no era debido a WhatsApp, ni a la subida de algunas libras en los paquetes de cigarrillos, que la población consume sin embargo en altas dosis, ni siquiera al impuesto sobre la gasolina, sino más bien a decenios de decepciones. Uno de los jóvenes confía a Orient XXI: “¿Piensan verdaderamente que protestamos a causa de WhatsApp y del tabaco? ¡No! ¡Ni siquiera por el pan! Estamos hartos de esta clase parasitaria que nos gobierna, que es la razón de nuestra miseria, y que está decidida a proseguir el endeudamiento con el CEDRE (Conferencia Económica para el Desarrollo del Líbano mediante reformas y empresas) y otros”.
Otro joven interviene: “¡Comenzando por el presidente de la República y hasta la parte baja del escalafón, estamos hartos de todos! Basta. Que se vayan, pero todos”. Una joven venida de la lejana región del Akkar nos dice: “Soy diplomada en gestión de empresas y, como toda la juventud de mi generación, me veo obligada a aceptar un empleo que no tiene nada que ver con mi formación. Y además, ¡eso cuando encuentro un empleo! Trabajamos más de diez horas al día, no tenemos ningún derecho, nos humillan permanentemente. Y sin embargo no quiero emigrar. Estoy muy apegada a mi patria”. Con lágrimas en los ojos añade: “En lugar de enseñarnos la Segunda Guerra Mundial en la escuela, mejor harían enseñándonos la guerra libanesa, de la que fueron causa y actores principales, antes de hacerse coronar a nuestra costa. No queremos solo que dimitan, sino que devuelvan lo que han robado”.
¿Quién impide las reformas?
Un foso parece separar a la clase política de su población. El ministro de telecomunicaciones apareció en la televisión el día siguiente para anunciar que por sugestión del Primer Ministro había decidido retirar su propuesta de impuesto sobre los servicios gratuitos de WhatsApp. Pero las y los manifestantes que habían podido conocer la declaración han reaccionado en las plazas públicas con injurias, a veces obscenas, contra el ministro conocido por su cadenas de tiendas de chocolates, que han saqueado, distribuyendo su contenido entre las y los manifestantes más desfavorecidos. Como burla, la razzia ha sido incluso grabada y compartida en WhatsApp y las redes sociales, con un hashtag hostil al ministro, célebre por su falta de empatía y de competencia, por no hablar de su implicación en negocios turbios.
Poco después le tocaba al Primer Ministro aparecer públicamente para, en primer lugar, intentar librarse de su responsabilidad personal en la crisis y luego para insinuar que “algunos socios en el gobierno” (refiriéndose a la corriente del Presidente Michel Aoun y la alianza Amal-Hezbolá) ponían trabas a la puesta en marcha de las reformas adoptadas en la conferencia CEDRE que debía asegurar a Líbano 11.000 millones de dólares (9,87 millones de euros) de préstamos y donativos. Anunciaba en la misma onda el plazo de 72 horas que había dado a sus socios para que el plan de reformas fuera aprobado, dando a entender que dimitiría si esto no se realizaba.
El Presidente de la República, Aoun, ha intervenido para intentar con buenas palabras poner bálsamo en el corazón de las y los manifestantes, tras un agolpamiento masivo de gente que había llegado al palacio presidencial de Baabda. En vano. Las acciones de su yerno, Gebran Bassil, odiado por una buena parte de la población por su racismo y su corrupción, y que se preparaba para suceder a su suegro a la presidencia de la República, hablaban más fuerte que su discurso.
La base de Hezbolá participa en el movimiento
Se han sucedido luego las intervenciones de varios líderes de la coalición gubernamental, como Walid Jumblatt que ha intentado aparecer sintonizando con la calle, como si no hubiera sido un socio importante de la corrupción generalizada desde la guerra civil, uno de cuyos señores era él mismo, y como si no fuera uno de los emblemas del sistema confesional. Todo esto confirma ante los ojos de la opinión pública el hecho de que las y los responsables políticos intentan no asumir ninguna de sus responsabilidades.
El discurso televisado de Hassan Nasralá, secretario general de Hezbolá, que había sido previamente programado para una conmemoración religiosa, no ha logrado tampoco controlar a su base. Ésta ha participado de forma masiva en las manifestaciones. En particular en el sur del país, bastión de su alianza con Nabih Berri, líder del movimiento Amal y presidente del Parlamento desde hace 27 años, en nombre de la “cuota” asignada a los chiítas en la participación en el poder. Sus partidarios le reprochan la participación en un gobierno corrupto, y el retraso de los diputados del partido en la denuncia pública de los asuntos de corrupción de los que decían tener pruebas, y de ocultar documentos que comprometían a numerosos dirigentes en los escándalos de desvío de fondos públicos y de enriquecimiento ilegal.
Era preciso que un día u otro tal alianza, cuyo objetivo inicial era ofrecer una protección oficial al armamento de la resistencia y un reconocimiento de su legitimidad se volviera embarazosa para el “partido de Dios”, debido a la corrupción que gangrenaba al movimiento aliado, Amal. En su origen, las prioridades de Nasralá se centraban claramente en las actividades de la resistencia contra Israel, con un interés menor por las cuestiones gubernamentales, dejadas en manos de su aliado.
Pero las cosas parecían haber cambiado el año pasado con la formación de un nuevo gobierno. Nasralá había anunciado entonces la intención de su partido de luchar contra la corrupción y de trabajar en favor de un Estado que no estuviera basado en la renta y las especulaciones financieras, sino en la economía productiva. Se trataba de un giro de una gran importancia. Y, en efecto, sus diputados y ministros comenzaron a revisar las cuentas y denunciar juegos de escrituras en los presupuestos adoptados desde 1992, acusando de paso al exprimer ministro Fouad Siniora de haber desviado 11.000 millones de dólares (9.870 millones de euros) cuando estaba en el poder. El mufti de la República (sunita) declaró entonces que esas denuncias eran una línea roja que no se podía franquear, y la instrucción fue suspendida, en un país en el que las sensibilidades confesionales son vivas.
El inamovible Nabih Berri
Pero, ¿qué decía Nasralá en su discurso? Esencialmente que la situación económica y financiera no era el resultado del mandato actual, sino el efecto de acumulación de varios decenios. Estimaba sin embargo, “inoportuna la dimisión del gobierno en la coyuntura actual, puesto todo nuevo gobierno volvería a tener la misma configuración”, insistiendo que que el “mandato” (de Michel Aoun, es decir ,su aliado el Presidente de la República) no caería.
El gran mudo en todo esto era Nabih Berri, el inamovible Presidente de la Cámara de Diputados (desde el 20 de octubre de 1992) cuya esposa era abucheada en la calle, acusada de corrupción y de enriquecimiento ilegal. Su silencio se ha acompañado de una intervención brutal de sus partidarios contra las y los manifestantes, a quienes han agredido abiertamente, en su principal feudo del sur, en Tiro, Bint Jbeil, Nabatiyé, igual que en Beirut. No ha dudado, frente a la manifestación principal en la capital, en implicar en la represión a los guardias del Parlamento del que es Presidente. Éstos han lanzado también bombas lacrimógenas junto a las brigadas antidisturbios. Han detenido a 70 manifestantes la primera noche, les han golpeado antes de dejarles libres el domingo. Lo que no ha impedido a las y los manifestantes volverse a concentrar y manifestarse, incluso burlarse de quienes les lanzaban bombas fuera de uso: “¡Dispersadnos al menos con buen material, más que con bombas tan obsoletas como vosotros!”
“Cuando decimos todos, queremos decir todos”
Algunos diputados o antiguos diputados han intentado asociarse a las manifestaciones, pero han sido rechazados con burlas y lanzamiento de botellas de agua. Un diputado del partido falangista de los Kataeb ha intentado en Beirut sumarse a una concentración de la que ha sido expulsado. Un antiguo diputado de Trípoli ha conocido la misma suerte. Sus guardaespaldas han reaccionado disparando sobre la multitud. Resultado: un muerto y siete heridos. Las y los manifestantes encolerizados han atacado entonces sus oficinas y una sociedad de transporte que le pertenece.
Hay que decir que Trípoli ha alcanzado tasas de paro sin precedentes, con un contraste sobrecogedor entre miseria y riqueza 1/.
La ciudad había dado ya señales de alerta social aproximadamente dos semanas antes de las manifestaciones. Una concentración pacífica nocturna alrededor del domicilio del exprimer ministro y multimillonario Nagib Mikati le había lanzado, por megáfono, un llamamiento a “invertir en la ciudad o abandonarla”. Algunos días después corrían rumores diciendo que se estaba preparando para abandonar el país, igual que otro exprimer ministro, Fouad Siniora, acusado de enriquecimiento ilegal. Se han podido oír entonces en las manifestaciones consignas exigiendo la prohibición de abandonar el territorio para esas personas, que debían rendir cuentas, y sobre todo devolver el dinero robado que bastaría para pagar la enorme deuda pública. Hay quien no ha dudado en pedir una detención agrupada del tipo “Ritz Carlton” 2/.
Desde el comienzo el gobierno no ha dejado de intentar debilitar un movimiento que ha movilizado decenas de miles de personas protestando solo en la capital y otro tanto en otras regiones del país. Así el presidente del partido de las Fuerzas Libanesas Samir Geagea, uno de los últimos señores de la guerra, ha anunciado la retirada de sus cuatro ministros del gobierno, lo que casi no ha tenido efectos entre las y los manifestantes.
La más importante de estas tentativas ha sido el comunicado del Ministro de Finanzas Ali Hassan al-Khalil el sábado 19 de octubre por la noche, a la salida de su reunión con el jefe del Gobierno. Decía haberse puesto de acuerdo con él para “la puesta en marcha del presupuesto sin impuestos suplementarios, la retirada de todos los proyectos que iban en ese sentido, y la aplicación de reformas serias con el concurso de ciertos sectores, en particular el bancario, de forma que esto no afecte a la población, y le evite soportar el menor impuesto, por mínimo que sea”.
Sin embargo, esta concesión magnánima del poder no ha tenido ningún eco entre la población, que proseguía imperturbable sus manifestaciones. No se habían sentido concernidos por el plazo de 72 horas dado por el ministro para encontrar soluciones satisfactorias. Y es dudoso que el discurso del Primer Ministro Hariri del 21 de octubre logre apagar el incendio: ha anunciado un presupuesto 2020 sin impuestos suplementarios para la población, una bajada del 50% de los salarios del Presidente, ministros y diputados, así como nuevos impuestos sobre los beneficios de los bancos. Muchas voces decían querer continuar saliendo a la calle hasta la caída del gobierno, y la organización de un escrutinio según una nueva ley electoral liberada del corsé confesional, conforme a los acuerdos de Taef.
Lo que equivale a una voluntad de derrocar el régimen y se asemeja a una batalla existencial. Quienes la reclaman saben que no es fácil de realizar pero parecen tener la determinación de llevarla a cabo. Las y los dirigentes, por su parte, están determinados a prolongar la vida del régimen, aunque sea al precio de la vida de las y los ciudadanos, cuya cuarta parte vive de forma miserable, por debajo del umbral de la pobreza.
22/10/2019
https://orientxxi.info/magazine/liban-un-soulevement-contre-les-dirigeants-et-le-systeme,3359
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
1/ Según un informe de Oxfam publicado en el diario Al-Akhbar, 7 multimillonarios poseen 13.300 millones de dólares (11.930 millones de euros), es decir diez veces más que el 50% de la población de renta modesta. El 1% más rico posee el 58% de la riqueza del conjunto de la población libanesa, dicho de otra forma, un grupo de 42.000 personas tiene una parte igual a la de 4.120.000 personas. Nota Orient XXI
2/ Alusión a la detención por Mohamed Ben Salman de las mayores fortunas de Arabia Saudita, que tuvieron que ceder una parte de su riqueza. Nota Orient XXI
A pecho descubierto frente a la cámara de TV, un joven de veinte años pregona ante el micro su alegría y su estupefacción: “¿Ves cuántos somos ahora? Al comienzo éramos solo once, ¿te imaginas?”. Señala a la multitud innumerable a su alrededor, rodeada por fuerzas de seguridad preparadas en orden de combate. Están posicionadas en la parte baja del edificio del serrallo, sede del gobierno, en el centro de la ciudad y en la plaza de los mártires, a algunos centenares de metros de allí.
El aflujo de manifestantes no ha cesado hasta una hora avanzada de la noche; jóvenes en su mayoría, a pesar de las carreteras cortadas por neumáticos en llamas. Han venido a pie a menudo desde muy lejos. Manifestaciones “volantes” han hecho también irrupción en los barrios de la gente más desfavorecida. Las ciudades más pobres se han sumado muy rápidamente, como Trípoli, considerada como la ciudad de la cuenca mediterránea más afectada por la miseria, así como Akkar y sus alrededores, región del norte del país, o Saida en el sur y Baalbek en la llanura de la Bekaa, todo esto sin la menor coordinación. Es la fuerza de un levantamiento que se preparaba desde hacía mucho, y también su resiliencia, que desbarata la eficacia de la represión. Como si las y los libaneses no esperaran más que un signo de ánimo para salir a la calle, o como si la bomba de relojería de las frustraciones económicas y sociales que habían ganado a las y los libaneses de todas las confesiones sin distinción ninguna habría acabado por estallar.
Suelo propicio
Si el terreno estaba preparado desde hacía mucho, los acontecimientos se han precipitados por varias razones, en primer lugar las económicas: la decisión del gobernador del Banco Central Riad Salamé de retirar de las manos de las y los libaneses las liquideces en dólares, lo que ha tenido repercusiones sobre las tasas de cambio y la estabilidad, ilusoria por otra parte, de la moneda nacional. Decisión seguida por las de los bancos que han comenzado a negar las retiradas de dinero de sus clientes, incluso cuando éstos tenían cuentas en dólares. Todo esto en un país que importa lo esencial de lo que consume, sin real crecimiento económico desde hace varios años, y cuya crisis financiera (déficit presupuestario, déficit de la balanza de pagos) le ha puesto al borde del abismo, con un trasfondo de corrupción de una clase gobernante paralizada en el seno de un gobierno de coalición, de despilfarro y de ausencia de reformas sociales y económicas.
Luego viene la incuria del gobierno, revelada a la luz del día con la incapacidad de controlar los incendios en los bosques libaneses, que han devorado centenares de hectáreas, en un espectáculo deprimente para las y los ciudadanos. El detonador ha sido la decisión del gobierno de imponer nuevos impuestos sobre el tabaco, la gasolina y… los servicios gratuitos de WhatsApp, es decir, las tres válvulas de escape que quedaban a la gente pobre.
A imagen de los incendios, las manifestaciones se han extendido por todo el país. Lo que ha llamado la atención y suscitado esperanzas de forma particular ha sido la adhesión de regiones que estaban poco habituadas a las protestas sociales, como la ciudad costera de Jounieh célebre por sus discotecas, o Zghorta en el norte, o también los pueblos de Metn y de su litoral, regiones todas éstas cuya base popular se corresponde con los partidos de obediencia cristiana.
Las políticas económicas y las de la ingeniería financiera, en sintonía con las demandas del Banco Central, han unificado a toda la gente libanesa más allá de las diferenciaciones confesionales o partidarias. Ha salido a la calle fustigando, por su nombre, a los líderes de sus propias comunidades confesionales, a la vez que atacaban al gobernador del Banco Central.
La expresión del sufrimiento de toda esa gente era palpable. Había alcanzado un grado insostenible. Ha estallado en consignas de una gran vehemencia, a menudo insultantes, en una especie de catarsis gigante.
Responsables políticos que no asumen sus responsabilidades
La clase política no ha comprendido inmediatamente el alcance del levantamiento, que no era debido a WhatsApp, ni a la subida de algunas libras en los paquetes de cigarrillos, que la población consume sin embargo en altas dosis, ni siquiera al impuesto sobre la gasolina, sino más bien a decenios de decepciones. Uno de los jóvenes confía a Orient XXI: “¿Piensan verdaderamente que protestamos a causa de WhatsApp y del tabaco? ¡No! ¡Ni siquiera por el pan! Estamos hartos de esta clase parasitaria que nos gobierna, que es la razón de nuestra miseria, y que está decidida a proseguir el endeudamiento con el CEDRE (Conferencia Económica para el Desarrollo del Líbano mediante reformas y empresas) y otros”.
Otro joven interviene: “¡Comenzando por el presidente de la República y hasta la parte baja del escalafón, estamos hartos de todos! Basta. Que se vayan, pero todos”. Una joven venida de la lejana región del Akkar nos dice: “Soy diplomada en gestión de empresas y, como toda la juventud de mi generación, me veo obligada a aceptar un empleo que no tiene nada que ver con mi formación. Y además, ¡eso cuando encuentro un empleo! Trabajamos más de diez horas al día, no tenemos ningún derecho, nos humillan permanentemente. Y sin embargo no quiero emigrar. Estoy muy apegada a mi patria”. Con lágrimas en los ojos añade: “En lugar de enseñarnos la Segunda Guerra Mundial en la escuela, mejor harían enseñándonos la guerra libanesa, de la que fueron causa y actores principales, antes de hacerse coronar a nuestra costa. No queremos solo que dimitan, sino que devuelvan lo que han robado”.
¿Quién impide las reformas?
Un foso parece separar a la clase política de su población. El ministro de telecomunicaciones apareció en la televisión el día siguiente para anunciar que por sugestión del Primer Ministro había decidido retirar su propuesta de impuesto sobre los servicios gratuitos de WhatsApp. Pero las y los manifestantes que habían podido conocer la declaración han reaccionado en las plazas públicas con injurias, a veces obscenas, contra el ministro conocido por su cadenas de tiendas de chocolates, que han saqueado, distribuyendo su contenido entre las y los manifestantes más desfavorecidos. Como burla, la razzia ha sido incluso grabada y compartida en WhatsApp y las redes sociales, con un hashtag hostil al ministro, célebre por su falta de empatía y de competencia, por no hablar de su implicación en negocios turbios.
Poco después le tocaba al Primer Ministro aparecer públicamente para, en primer lugar, intentar librarse de su responsabilidad personal en la crisis y luego para insinuar que “algunos socios en el gobierno” (refiriéndose a la corriente del Presidente Michel Aoun y la alianza Amal-Hezbolá) ponían trabas a la puesta en marcha de las reformas adoptadas en la conferencia CEDRE que debía asegurar a Líbano 11.000 millones de dólares (9,87 millones de euros) de préstamos y donativos. Anunciaba en la misma onda el plazo de 72 horas que había dado a sus socios para que el plan de reformas fuera aprobado, dando a entender que dimitiría si esto no se realizaba.
El Presidente de la República, Aoun, ha intervenido para intentar con buenas palabras poner bálsamo en el corazón de las y los manifestantes, tras un agolpamiento masivo de gente que había llegado al palacio presidencial de Baabda. En vano. Las acciones de su yerno, Gebran Bassil, odiado por una buena parte de la población por su racismo y su corrupción, y que se preparaba para suceder a su suegro a la presidencia de la República, hablaban más fuerte que su discurso.
La base de Hezbolá participa en el movimiento
Se han sucedido luego las intervenciones de varios líderes de la coalición gubernamental, como Walid Jumblatt que ha intentado aparecer sintonizando con la calle, como si no hubiera sido un socio importante de la corrupción generalizada desde la guerra civil, uno de cuyos señores era él mismo, y como si no fuera uno de los emblemas del sistema confesional. Todo esto confirma ante los ojos de la opinión pública el hecho de que las y los responsables políticos intentan no asumir ninguna de sus responsabilidades.
El discurso televisado de Hassan Nasralá, secretario general de Hezbolá, que había sido previamente programado para una conmemoración religiosa, no ha logrado tampoco controlar a su base. Ésta ha participado de forma masiva en las manifestaciones. En particular en el sur del país, bastión de su alianza con Nabih Berri, líder del movimiento Amal y presidente del Parlamento desde hace 27 años, en nombre de la “cuota” asignada a los chiítas en la participación en el poder. Sus partidarios le reprochan la participación en un gobierno corrupto, y el retraso de los diputados del partido en la denuncia pública de los asuntos de corrupción de los que decían tener pruebas, y de ocultar documentos que comprometían a numerosos dirigentes en los escándalos de desvío de fondos públicos y de enriquecimiento ilegal.
Era preciso que un día u otro tal alianza, cuyo objetivo inicial era ofrecer una protección oficial al armamento de la resistencia y un reconocimiento de su legitimidad se volviera embarazosa para el “partido de Dios”, debido a la corrupción que gangrenaba al movimiento aliado, Amal. En su origen, las prioridades de Nasralá se centraban claramente en las actividades de la resistencia contra Israel, con un interés menor por las cuestiones gubernamentales, dejadas en manos de su aliado.
Pero las cosas parecían haber cambiado el año pasado con la formación de un nuevo gobierno. Nasralá había anunciado entonces la intención de su partido de luchar contra la corrupción y de trabajar en favor de un Estado que no estuviera basado en la renta y las especulaciones financieras, sino en la economía productiva. Se trataba de un giro de una gran importancia. Y, en efecto, sus diputados y ministros comenzaron a revisar las cuentas y denunciar juegos de escrituras en los presupuestos adoptados desde 1992, acusando de paso al exprimer ministro Fouad Siniora de haber desviado 11.000 millones de dólares (9.870 millones de euros) cuando estaba en el poder. El mufti de la República (sunita) declaró entonces que esas denuncias eran una línea roja que no se podía franquear, y la instrucción fue suspendida, en un país en el que las sensibilidades confesionales son vivas.
El inamovible Nabih Berri
Pero, ¿qué decía Nasralá en su discurso? Esencialmente que la situación económica y financiera no era el resultado del mandato actual, sino el efecto de acumulación de varios decenios. Estimaba sin embargo, “inoportuna la dimisión del gobierno en la coyuntura actual, puesto todo nuevo gobierno volvería a tener la misma configuración”, insistiendo que que el “mandato” (de Michel Aoun, es decir ,su aliado el Presidente de la República) no caería.
El gran mudo en todo esto era Nabih Berri, el inamovible Presidente de la Cámara de Diputados (desde el 20 de octubre de 1992) cuya esposa era abucheada en la calle, acusada de corrupción y de enriquecimiento ilegal. Su silencio se ha acompañado de una intervención brutal de sus partidarios contra las y los manifestantes, a quienes han agredido abiertamente, en su principal feudo del sur, en Tiro, Bint Jbeil, Nabatiyé, igual que en Beirut. No ha dudado, frente a la manifestación principal en la capital, en implicar en la represión a los guardias del Parlamento del que es Presidente. Éstos han lanzado también bombas lacrimógenas junto a las brigadas antidisturbios. Han detenido a 70 manifestantes la primera noche, les han golpeado antes de dejarles libres el domingo. Lo que no ha impedido a las y los manifestantes volverse a concentrar y manifestarse, incluso burlarse de quienes les lanzaban bombas fuera de uso: “¡Dispersadnos al menos con buen material, más que con bombas tan obsoletas como vosotros!”
“Cuando decimos todos, queremos decir todos”
Algunos diputados o antiguos diputados han intentado asociarse a las manifestaciones, pero han sido rechazados con burlas y lanzamiento de botellas de agua. Un diputado del partido falangista de los Kataeb ha intentado en Beirut sumarse a una concentración de la que ha sido expulsado. Un antiguo diputado de Trípoli ha conocido la misma suerte. Sus guardaespaldas han reaccionado disparando sobre la multitud. Resultado: un muerto y siete heridos. Las y los manifestantes encolerizados han atacado entonces sus oficinas y una sociedad de transporte que le pertenece.
Hay que decir que Trípoli ha alcanzado tasas de paro sin precedentes, con un contraste sobrecogedor entre miseria y riqueza 1/.
La ciudad había dado ya señales de alerta social aproximadamente dos semanas antes de las manifestaciones. Una concentración pacífica nocturna alrededor del domicilio del exprimer ministro y multimillonario Nagib Mikati le había lanzado, por megáfono, un llamamiento a “invertir en la ciudad o abandonarla”. Algunos días después corrían rumores diciendo que se estaba preparando para abandonar el país, igual que otro exprimer ministro, Fouad Siniora, acusado de enriquecimiento ilegal. Se han podido oír entonces en las manifestaciones consignas exigiendo la prohibición de abandonar el territorio para esas personas, que debían rendir cuentas, y sobre todo devolver el dinero robado que bastaría para pagar la enorme deuda pública. Hay quien no ha dudado en pedir una detención agrupada del tipo “Ritz Carlton” 2/.
Desde el comienzo el gobierno no ha dejado de intentar debilitar un movimiento que ha movilizado decenas de miles de personas protestando solo en la capital y otro tanto en otras regiones del país. Así el presidente del partido de las Fuerzas Libanesas Samir Geagea, uno de los últimos señores de la guerra, ha anunciado la retirada de sus cuatro ministros del gobierno, lo que casi no ha tenido efectos entre las y los manifestantes.
La más importante de estas tentativas ha sido el comunicado del Ministro de Finanzas Ali Hassan al-Khalil el sábado 19 de octubre por la noche, a la salida de su reunión con el jefe del Gobierno. Decía haberse puesto de acuerdo con él para “la puesta en marcha del presupuesto sin impuestos suplementarios, la retirada de todos los proyectos que iban en ese sentido, y la aplicación de reformas serias con el concurso de ciertos sectores, en particular el bancario, de forma que esto no afecte a la población, y le evite soportar el menor impuesto, por mínimo que sea”.
Sin embargo, esta concesión magnánima del poder no ha tenido ningún eco entre la población, que proseguía imperturbable sus manifestaciones. No se habían sentido concernidos por el plazo de 72 horas dado por el ministro para encontrar soluciones satisfactorias. Y es dudoso que el discurso del Primer Ministro Hariri del 21 de octubre logre apagar el incendio: ha anunciado un presupuesto 2020 sin impuestos suplementarios para la población, una bajada del 50% de los salarios del Presidente, ministros y diputados, así como nuevos impuestos sobre los beneficios de los bancos. Muchas voces decían querer continuar saliendo a la calle hasta la caída del gobierno, y la organización de un escrutinio según una nueva ley electoral liberada del corsé confesional, conforme a los acuerdos de Taef.
Lo que equivale a una voluntad de derrocar el régimen y se asemeja a una batalla existencial. Quienes la reclaman saben que no es fácil de realizar pero parecen tener la determinación de llevarla a cabo. Las y los dirigentes, por su parte, están determinados a prolongar la vida del régimen, aunque sea al precio de la vida de las y los ciudadanos, cuya cuarta parte vive de forma miserable, por debajo del umbral de la pobreza.
22/10/2019
https://orientxxi.info/magazine/liban-un-soulevement-contre-les-dirigeants-et-le-systeme,3359
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
1/ Según un informe de Oxfam publicado en el diario Al-Akhbar, 7 multimillonarios poseen 13.300 millones de dólares (11.930 millones de euros), es decir diez veces más que el 50% de la población de renta modesta. El 1% más rico posee el 58% de la riqueza del conjunto de la población libanesa, dicho de otra forma, un grupo de 42.000 personas tiene una parte igual a la de 4.120.000 personas. Nota Orient XXI
2/ Alusión a la detención por Mohamed Ben Salman de las mayores fortunas de Arabia Saudita, que tuvieron que ceder una parte de su riqueza. Nota Orient XXI