OPINI脫N de Luis Thielemann.- Es dif铆cil describir lo que ha ocurrido en Chile en la 煤ltima semana, sin ser presa de un subjetivismo provinciano o de cierta ansiedad que provocan hechos in茅ditos en d茅cadas. A estas alturas resulta un clich茅 insistir en aquello de que nadie previ贸 esta revuelta y, si bien es cierto, es una s铆ntesis que impide observar y comprender el perfil complejo de los hechos. Pero si de algo nos sirve el materialismo clasista es para iluminar lo que de otra manera se explicar谩 con lenguajes de la dominaci贸n y la gobernanza. Se hablar谩 de un “otro” no ciudadano, para ver c贸mo se hizo expl铆cito y por la fuerza lo que hasta ahora era un masivo refunfu帽o rabioso pero impotente de la clase trabajadora chilena. Lo que ha ocurrido en Chile es una revuelta popular, masiva, apoyada y protagonizada por trabajadores, estudiantes y toda la multitud de pobres y precarios que se amontona en las periferias de Santiago y otras grandes ciudades. Pueblo abigarrado, en lenguaje del marxismo andino. Es una revuelta contra un objetivo tan amplio como claro: el orden pol铆tico de la post-Dictadura y el empresariado que se ha hecho rico a costa de vender derechos sociales a los chilenos. Casi ninguna instituci贸n de Chile conserva hoy legitimidad, la mayor parte de la poblaci贸n del pa铆s est谩 bajo estado de excepci贸n, y uno de los 贸rdenes socioecon贸micos modelo de los neoliberalismos reales, se sostiene hoy 煤nicamente en las Fuerzas Armadas y las polic铆as.
La revuelta comenz贸 de a poco y organizada por los estudiantes del centro de Santiago, los m谩s golpeados por meses de represi贸n directa del alcalde derechista de la comuna central de la ciudad capital. La raz贸n directa era el alza del pasaje en 30 pesos chilenos (unos 0,8 euros). Desde el lunes 14 de octubre, se anunciaron poco a poco “evasiones masivas”, es decir, pasar al Metro de la ciudad sin pagar, aprovechando la superioridad num茅rica y muy pac铆fica de estudiantes, a los que se sumaron cada vez m谩s personas trabajadoras, pues eran en horarios punta. La palabra “evasi贸n” no es menor. Primero, porque es la palabra con que se ataca desde la prensa y el gobierno a quienes en los microbuses de la ciudad simplemente suben sin pagar. Desde hace a帽os ya, los principales paraderos de microbuses de la ciudad est谩n cercados y con guardias privados, y aquellos en que est谩n en las avenidas de barrios populares o en sus accesos, adem谩s est谩 la polic铆a armada. La evasi贸n sigue, a pesar de eso, sin bajar de un tercio, m谩s o menos, de los pasajeros totales del servicio. El Estado ha creado un registro de evasores, y las multas pueden llegar a los cientos de euros o incluso prisi贸n. En segundo lugar, la palabra evasi贸n se hizo famosa por las distintas evasiones de impuestos que fueron perdonadas por el servicio de impuestos del Estado o los tribunales. En general, se le llam贸 evasores a los empresarios que de distintas maneras se han enriquecido a costa del cobro por servicios sociales, a los corruptos o a aquellos que lograron “evadir” los procesos judiciales por financiamiento oscuro de la pol铆tica, a los que casi toda la clase pol铆tica, salvo el PC y el Frente Amplio, est谩 vinculada. En los primeros d铆as de la revuelta, circul贸 profusamente un panfleto que explicaba que el costo de reparaci贸n total de la destrucci贸n del metro, unos 200 millones de d贸lares, eras una fracci贸n muy m铆nima del total sumado de todos los esc谩ndalos conocidos de corrupci贸n empresarial o pol铆tica de los a帽os recientes. Eso se sum贸 a que las vocer铆as del gobierno se mantuvieron, hasta bien entrada la revuelta, en un tono de ataque al movimiento, tach谩ndolo de delincuencial y lumpenezco, de terrorismo organizado incluso, sin advertir que ya prend铆a por toda la clase trabajadora.
De esta forma, el alza del pasaje dio una causa desde la cual proyectar el odio a todo un sistema general de explotaci贸n por la v铆a de provisi贸n de servicios sociales o las deudas por consumo. En Chile, el coste de los productos tecnol贸gicos es baj铆simo en comparaci贸n a otros pa铆ses, y es as铆 en general con todo tipo de bienes de consumo. Por otra parte, los precios de la vivienda han subido a niveles en que es imposible acceder a la propiedad, la comida es m谩s cara que en Europa, el transporte p煤blico es el m谩s caro del continente (en torno a 1 euro el pasaje, y los abonos no existen aunque los estudiantes tienen pasaje rebajado). La salud y la educaci贸n son en general de provisi贸n privada, y se sostienen en enormes subsidios estatales cuyos flujos y licitaciones son a menudo oscuras. Lo mismo pasa con la infraestructura moderna del pa铆s, como carreteras y l铆neas de metro. Las pensiones son lo que m谩s ha movilizado recientemente el descontento social, las AFP, un enorme impuesto al salario, que entrega pensiones de pobreza. El secreto es que el enorme volumen de dinero que sale de los millones de salarios de los trabajadores chilenos, es la caja pagadora de la m谩quina financiera de la burgues铆a local en su proyecci贸n hacia el continente, as铆 como tambi茅n de mucha especulaci贸n financiera. El sistema funciona de tal manera que si los negocios de las AFP, que son privadas todas, pierden dinero, se descuenta la p茅rdida individualmente a los cotizantes. Si el alza del pasaje dio un detonante, la acci贸n de los estudiantes dio un m茅todo de lucha no violento. Todo eso cambi贸 el viernes 18.
Desde el d铆a mi茅rcoles 16, el Estado respondi贸 tratando de delincuentes, incluso terroristas, a los estudiantes, mientras el respaldo popular solo crec铆a. Se llenaron las estaciones con las fuerzas especiales de la polic铆a, y las evasiones, cada vez m谩s y m谩s masivas, comenzaron a ser por la fuerza. La polic铆a llen贸 de gases las estaciones y los trenes no paraban en las que hab铆an sido invadidas, y lo que ya era una multitud m谩s all谩 de los estudiantes, respondi贸 sent谩ndose en los andenes con los pies hacia la l铆nea, impidiendo el avance de los mismos. El viernes 18 las acciones ya eran de masas y en toda la red que cubre casi toda la ciudad, incluyendo los enormes barrios populares de Puente Alto, La Florida, en que vive m谩s de un mill贸n de trabajadores, o Maip煤, al oeste de la ciudad, en que vive otro medio mill贸n. All铆, en las periferias, comenz贸 la violencia m谩s dura, la polic铆a al atardecer estaba sobrepasada, comenz贸 a disparar dejando un reguero de heridos a balines.
Lo cierto es que la revuelta tambi茅n estaba desbordada de cualquier posible direcci贸n. Organizado o no, hayan actuado o no grupos de vanguardia, eso no explica la masividad y complicidad de las clases populares con los ataques a las estaciones. Cuando anocheci贸 y las polic铆as se fueron, se produjo la destrucci贸n total de veinte estaciones, todas quemadas, casi un centenar estaba con da帽os importantes. El total de estaciones es 136. La ciudad se llen贸 de barricadas, Pi帽era baj贸 el alza del pasaje, dijo que comprend铆a el malestar, declar贸 el estado de excepci贸n y envi贸 los militares a la calle. No pudo ser peor. Aquello despert贸 el viejo sentimiento antidictatorial mayoritario en el pa铆s. Por otro lado, durante la misma noche los incendios y saqueos se desataron por todas partes. Aunque muchos condenaron estas acciones, no hubo mayor rechazo. La revuelta, como muchos dec铆an, ya no era por esos 30 pesos Por el contrario, al amanecer del d铆a s谩bado 19 las calles se repletaron de personas. El metro anunci贸 la noche anterior que suspend铆a el servicio por todo el fin de semana y eso envi贸 a todos los que quer铆an protestar, de vuelta a sus barrios. Las calles de toda la ciudad se llenaron de gente golpeando cacerolas, la tradicional forma de protesta pac铆fica del pa铆s, pero en los barrios populares la revuelta se puso a la ofensiva, con barricadas, saqueos y hostigamiento a polic铆as y militares. Los heridos a bala ya se multiplicaban, los primeros muertos aparecieron. Pi帽era decret贸 el toque de queda, pero la mayor铆a de la poblaci贸n no se retir贸, la violencia continu贸 toda la noche, durante todo el d铆a domingo 20 y nuevamente hubo un toque de queda que la multitud no respet贸. En su mayor铆a, sigui贸 actuando pac铆ficamente. De todas formas, se produjeron im谩genes impresionantes de enfrentamientos con los militares y polic铆as, a un grado in茅dito para un pa铆s hist贸ricamente calmo. Pero tambi茅n al borde de la distop铆a neoliberal. En un pa铆s en que un televisor de 煤ltima tecnolog铆a puede ser m谩s barato que el arriendo mensual de la vivienda, hay videos de la revuelta que muestran como de las tiendas saqueadas eran lanzados a las barricadas por personas absolutamente normales. Mientras negocios locales eran defendidos por las masas, el incendio del gran retail, bancos y sucursales de servicios privados eran disueltas en ruinas.
Se produjo un breve cambio el d铆a lunes. Muy importante. Durante la noche del domingo, Pi帽era habl贸 por cadena nacional, tom贸 el discurso del enemigo interno, habl贸 de grupos organizados detr谩s de la revuelta y dijo que el Estado estaba en guerra y pidi贸 que el lunes, si bien asegur贸 dif铆cil, fuese un d铆a normal. Se apoy贸 en grupos espont谩neos de vecinos, con “chalecos amarillos”, que temieron por sus viviendas por temor a saqueos de pobladas. Ya para el d铆a martes quedaban solo unos pocos de ellos, y est谩n deviniendo en asambleas barriales populares. Nadie le crey贸 a Pi帽era, ni siquiera los “chalecos amarillos”, que quer铆an “cuidar los supermercados, pero tambi茅n protestar”. Al otro d铆a, el general a cargo del estado de excepci贸n lo desminti贸, la vocera del gobierno tambi茅n. Lo m谩s importante, las calles de la ciudad se llenaron. La multitud, en una impresionante autonom铆a t谩ctica, calm贸 la violencia en lo que pudo y paraliz贸 el pa铆s colmando las calles de las grandes ciudades. La respuesta represiva hizo que ya hacia la tarde, nuevamente las calles fuesen enfrentamiento duro, incendios y saqueo. Esa noche del lunes el presidente Pi帽era llam贸 a todos los partidos a negociar, excepto al PC. El debate fue intenso, y los socialdem贸cratas del PS, el PC y el Frente Amplio, se negaron a asistir a la reuni贸n con el presidente el d铆a martes mientras no retirase a los militares de la calle. En el d铆a siguieron los disturbios, pero en la periferia, donde vive la mayor铆a de la poblaci贸n pobre, la revuelta baj贸 su intensidad y la ofensiva violenta se ha ido disolviendo. Para el d铆a mi茅rcoles 23 hay convocado un paro nacional, en que las organizaciones formales de izquierda, intentan recuperar control sobre la revuelta, a la vez que mantenerla.
Sobre la represi贸n, es experiencia pero los datos duros a煤n est谩n ocultos. Hay muertos, muchos. Esto 煤ltimo es todo un problema a煤n, pues en complicidad con la prensa, se sabe poco o nada de los nombres de los muertos, la lista que entrega el gobierno es dudosa pues ha ocultado casos en sus vocer铆as, y de heridos o detenidos se saben fragmentos. Por la base y entre los chilenos comunes y corrientes, circulan cientos de videos de baleados, personas muertas, tambi茅n polic铆as saqueando, disparando a hogares. El INDH, instituci贸n estatal que debe vigilar por el cumplimiento de los DDHH en el pa铆s, ha sido criticada por actuar sin firmeza. Su director, Democratacristiano, ha salido a negar en meses anteriores que haya sido nombrado por su complicidad con el Gobierno derechista. La diferencia entre lo que oficialmente se sabe y lo que las personas de a pie ven y difunden con sus tel茅fonos es enorme. La violencia es in茅dita desde la Dictadura, y se teme que los muertos puedan ser en realidad decenas. Hay todav铆a 1500 presos y contando, los que han sido torturados, y las mujeres denuncian todo tipo de abusos sexuales. En Chile, hoy, nadie podr铆a asegurar que las polic铆as est茅n bajo control de algo m谩s que su propio nerviosismo e ira.
A los actores pol铆ticos todo les pas贸 por el lado. El Gobierno, superado primero, err谩tico despu茅s, se atrincher贸 en el pinochetismo, socavando velozmente el poco apoyo que le quedaba en las capas medias. En general, es posible decir que el gobierno de Pi帽era est谩 desmoronado pol铆ticamente, pero tambi茅n que puede recomponerse r谩pidamente, pues ning煤n actor decidi贸 ocupar el enorme espacio de presi贸n pol铆tica que abri贸 la revuelta en sus momentos m谩s 谩lgidos. Ya la noche del martes anunci贸 un paquete de medidas que si bien son a煤n moderadas, significan que todo su programa de gobierno gira hacia un escenario largo e incierto de reforma social, que debe ser negociado en un parlamento en que no tiene mayor铆a. Ha puesto los t茅rminos del debate de salida de la revuelta, con apoyo de la mayor铆a del sistema de partidos parlamentarios. Ello demuestra tambi茅n la inoperancia pol铆tica de la ex Concertaci贸n / Nueva Mayor铆a. Dividida y sin norte ni figuras, la que se diluy贸 entre la decisi贸n de la izquierda y el apoyo acr铆tico al “pacto nacional” de Pi帽era. La izquierda, por su parte, si bien ha estado en los nervios vivos de todo el tejido social que protesta, desde que sus ra铆ces van a las movilizaciones de estudiantes de 2001, 2006, 2011 y en m谩s, as铆 como a las de profesores de 2014-15, y tambi茅n a las de todo tipo de trabajadores en los nuevos sindicatos; no fue capaz ni de predecir ni de conducir la revuelta. Aunque no estuvo en el comienzo ni en su origen, ni el Frente Amplio ni el PC se atrevieron a tomar su representaci贸n en el momento que podr铆an haberlo hecho, a pesar de ser la militancia m谩s presente y menos deslegitimada entre las clases populares que lucharon en el fin de semana rojo de Chile. Tampoco es seguro haber obtenido algo de ello, as铆 como tampoco el que de ello no resultase ser arrastrados por el rechazo popular antipol铆tico. La complejidad de la situaci贸n super贸 a todos.
Lo que se viene ser谩 largo e impredecible, aunque ya se delinean ciertos marcos y t茅rminos, en la propuesta de Pi帽era. Pero no ser谩 pac铆fico ni simple su camino en el parlamento, y todav铆a el tono puede profundizarse mucho. Esta revuelta se va a acabar, tal vez ya lo est谩 haciendo, pero las masas movilizadas dif铆cilmente se retirar谩n de la lucha. Hay una mayor铆a popular que le perdi贸 el miedo a la violencia y el respeto total a la autoridad, y frente a ella una autoridad que ni con balas puede reimponer su legitimidad, solo el terror. El mito del neoliberalismo modelo y en democracia del calmo Chile est谩 destruido, y el duopolio pol铆tico gobernante de las 煤ltimas tres d茅cadas, que tambaleaba trizado hace un tiempo, no tiene capacidad de nada. Solo existe la violencia del Estado y una econom铆a que a煤n funciona. No es poco. Pero los t茅rminos cambiaron. De aqu铆 en m谩s es muy dif铆cil que el neoliberalismo pueda avanzar, y la baraja pol铆tica est谩 totalmente abierta. La izquierda perdi贸 la oportunidad de asestar un golpe fuerte tomando la direcci贸n de la revuelta ante el Estado, asumiendo que no habr铆a revoluci贸n pero que s铆 pod铆a avanzar d茅cadas en unos d铆as. Todav铆a el escenario sigue abierto, viene un tiempo largo, inestable, de debate parlamentario, con seguros rebrotes parciales de disturbio y protesta masiva. Tambi茅n dos a帽os de elecciones y los partidos est谩n en el piso. Hay mucha confusi贸n y poca claridad pol铆tica entre las fuerzas de cambio, pero la certeza m谩s importante y alegre es que, luego de d茅cadas de estar desahuciada por pol铆ticos y acad茅micos, hay una intuitiva disposici贸n de masas al conflicto clasista.
Luis Thielemann H. Historiador, editor de Revista ROSA, revistarosa.cl
https://vientosur.info/spip.php?article15234
La revuelta comenz贸 de a poco y organizada por los estudiantes del centro de Santiago, los m谩s golpeados por meses de represi贸n directa del alcalde derechista de la comuna central de la ciudad capital. La raz贸n directa era el alza del pasaje en 30 pesos chilenos (unos 0,8 euros). Desde el lunes 14 de octubre, se anunciaron poco a poco “evasiones masivas”, es decir, pasar al Metro de la ciudad sin pagar, aprovechando la superioridad num茅rica y muy pac铆fica de estudiantes, a los que se sumaron cada vez m谩s personas trabajadoras, pues eran en horarios punta. La palabra “evasi贸n” no es menor. Primero, porque es la palabra con que se ataca desde la prensa y el gobierno a quienes en los microbuses de la ciudad simplemente suben sin pagar. Desde hace a帽os ya, los principales paraderos de microbuses de la ciudad est谩n cercados y con guardias privados, y aquellos en que est谩n en las avenidas de barrios populares o en sus accesos, adem谩s est谩 la polic铆a armada. La evasi贸n sigue, a pesar de eso, sin bajar de un tercio, m谩s o menos, de los pasajeros totales del servicio. El Estado ha creado un registro de evasores, y las multas pueden llegar a los cientos de euros o incluso prisi贸n. En segundo lugar, la palabra evasi贸n se hizo famosa por las distintas evasiones de impuestos que fueron perdonadas por el servicio de impuestos del Estado o los tribunales. En general, se le llam贸 evasores a los empresarios que de distintas maneras se han enriquecido a costa del cobro por servicios sociales, a los corruptos o a aquellos que lograron “evadir” los procesos judiciales por financiamiento oscuro de la pol铆tica, a los que casi toda la clase pol铆tica, salvo el PC y el Frente Amplio, est谩 vinculada. En los primeros d铆as de la revuelta, circul贸 profusamente un panfleto que explicaba que el costo de reparaci贸n total de la destrucci贸n del metro, unos 200 millones de d贸lares, eras una fracci贸n muy m铆nima del total sumado de todos los esc谩ndalos conocidos de corrupci贸n empresarial o pol铆tica de los a帽os recientes. Eso se sum贸 a que las vocer铆as del gobierno se mantuvieron, hasta bien entrada la revuelta, en un tono de ataque al movimiento, tach谩ndolo de delincuencial y lumpenezco, de terrorismo organizado incluso, sin advertir que ya prend铆a por toda la clase trabajadora.
De esta forma, el alza del pasaje dio una causa desde la cual proyectar el odio a todo un sistema general de explotaci贸n por la v铆a de provisi贸n de servicios sociales o las deudas por consumo. En Chile, el coste de los productos tecnol贸gicos es baj铆simo en comparaci贸n a otros pa铆ses, y es as铆 en general con todo tipo de bienes de consumo. Por otra parte, los precios de la vivienda han subido a niveles en que es imposible acceder a la propiedad, la comida es m谩s cara que en Europa, el transporte p煤blico es el m谩s caro del continente (en torno a 1 euro el pasaje, y los abonos no existen aunque los estudiantes tienen pasaje rebajado). La salud y la educaci贸n son en general de provisi贸n privada, y se sostienen en enormes subsidios estatales cuyos flujos y licitaciones son a menudo oscuras. Lo mismo pasa con la infraestructura moderna del pa铆s, como carreteras y l铆neas de metro. Las pensiones son lo que m谩s ha movilizado recientemente el descontento social, las AFP, un enorme impuesto al salario, que entrega pensiones de pobreza. El secreto es que el enorme volumen de dinero que sale de los millones de salarios de los trabajadores chilenos, es la caja pagadora de la m谩quina financiera de la burgues铆a local en su proyecci贸n hacia el continente, as铆 como tambi茅n de mucha especulaci贸n financiera. El sistema funciona de tal manera que si los negocios de las AFP, que son privadas todas, pierden dinero, se descuenta la p茅rdida individualmente a los cotizantes. Si el alza del pasaje dio un detonante, la acci贸n de los estudiantes dio un m茅todo de lucha no violento. Todo eso cambi贸 el viernes 18.
Desde el d铆a mi茅rcoles 16, el Estado respondi贸 tratando de delincuentes, incluso terroristas, a los estudiantes, mientras el respaldo popular solo crec铆a. Se llenaron las estaciones con las fuerzas especiales de la polic铆a, y las evasiones, cada vez m谩s y m谩s masivas, comenzaron a ser por la fuerza. La polic铆a llen贸 de gases las estaciones y los trenes no paraban en las que hab铆an sido invadidas, y lo que ya era una multitud m谩s all谩 de los estudiantes, respondi贸 sent谩ndose en los andenes con los pies hacia la l铆nea, impidiendo el avance de los mismos. El viernes 18 las acciones ya eran de masas y en toda la red que cubre casi toda la ciudad, incluyendo los enormes barrios populares de Puente Alto, La Florida, en que vive m谩s de un mill贸n de trabajadores, o Maip煤, al oeste de la ciudad, en que vive otro medio mill贸n. All铆, en las periferias, comenz贸 la violencia m谩s dura, la polic铆a al atardecer estaba sobrepasada, comenz贸 a disparar dejando un reguero de heridos a balines.
Lo cierto es que la revuelta tambi茅n estaba desbordada de cualquier posible direcci贸n. Organizado o no, hayan actuado o no grupos de vanguardia, eso no explica la masividad y complicidad de las clases populares con los ataques a las estaciones. Cuando anocheci贸 y las polic铆as se fueron, se produjo la destrucci贸n total de veinte estaciones, todas quemadas, casi un centenar estaba con da帽os importantes. El total de estaciones es 136. La ciudad se llen贸 de barricadas, Pi帽era baj贸 el alza del pasaje, dijo que comprend铆a el malestar, declar贸 el estado de excepci贸n y envi贸 los militares a la calle. No pudo ser peor. Aquello despert贸 el viejo sentimiento antidictatorial mayoritario en el pa铆s. Por otro lado, durante la misma noche los incendios y saqueos se desataron por todas partes. Aunque muchos condenaron estas acciones, no hubo mayor rechazo. La revuelta, como muchos dec铆an, ya no era por esos 30 pesos Por el contrario, al amanecer del d铆a s谩bado 19 las calles se repletaron de personas. El metro anunci贸 la noche anterior que suspend铆a el servicio por todo el fin de semana y eso envi贸 a todos los que quer铆an protestar, de vuelta a sus barrios. Las calles de toda la ciudad se llenaron de gente golpeando cacerolas, la tradicional forma de protesta pac铆fica del pa铆s, pero en los barrios populares la revuelta se puso a la ofensiva, con barricadas, saqueos y hostigamiento a polic铆as y militares. Los heridos a bala ya se multiplicaban, los primeros muertos aparecieron. Pi帽era decret贸 el toque de queda, pero la mayor铆a de la poblaci贸n no se retir贸, la violencia continu贸 toda la noche, durante todo el d铆a domingo 20 y nuevamente hubo un toque de queda que la multitud no respet贸. En su mayor铆a, sigui贸 actuando pac铆ficamente. De todas formas, se produjeron im谩genes impresionantes de enfrentamientos con los militares y polic铆as, a un grado in茅dito para un pa铆s hist贸ricamente calmo. Pero tambi茅n al borde de la distop铆a neoliberal. En un pa铆s en que un televisor de 煤ltima tecnolog铆a puede ser m谩s barato que el arriendo mensual de la vivienda, hay videos de la revuelta que muestran como de las tiendas saqueadas eran lanzados a las barricadas por personas absolutamente normales. Mientras negocios locales eran defendidos por las masas, el incendio del gran retail, bancos y sucursales de servicios privados eran disueltas en ruinas.
Se produjo un breve cambio el d铆a lunes. Muy importante. Durante la noche del domingo, Pi帽era habl贸 por cadena nacional, tom贸 el discurso del enemigo interno, habl贸 de grupos organizados detr谩s de la revuelta y dijo que el Estado estaba en guerra y pidi贸 que el lunes, si bien asegur贸 dif铆cil, fuese un d铆a normal. Se apoy贸 en grupos espont谩neos de vecinos, con “chalecos amarillos”, que temieron por sus viviendas por temor a saqueos de pobladas. Ya para el d铆a martes quedaban solo unos pocos de ellos, y est谩n deviniendo en asambleas barriales populares. Nadie le crey贸 a Pi帽era, ni siquiera los “chalecos amarillos”, que quer铆an “cuidar los supermercados, pero tambi茅n protestar”. Al otro d铆a, el general a cargo del estado de excepci贸n lo desminti贸, la vocera del gobierno tambi茅n. Lo m谩s importante, las calles de la ciudad se llenaron. La multitud, en una impresionante autonom铆a t谩ctica, calm贸 la violencia en lo que pudo y paraliz贸 el pa铆s colmando las calles de las grandes ciudades. La respuesta represiva hizo que ya hacia la tarde, nuevamente las calles fuesen enfrentamiento duro, incendios y saqueo. Esa noche del lunes el presidente Pi帽era llam贸 a todos los partidos a negociar, excepto al PC. El debate fue intenso, y los socialdem贸cratas del PS, el PC y el Frente Amplio, se negaron a asistir a la reuni贸n con el presidente el d铆a martes mientras no retirase a los militares de la calle. En el d铆a siguieron los disturbios, pero en la periferia, donde vive la mayor铆a de la poblaci贸n pobre, la revuelta baj贸 su intensidad y la ofensiva violenta se ha ido disolviendo. Para el d铆a mi茅rcoles 23 hay convocado un paro nacional, en que las organizaciones formales de izquierda, intentan recuperar control sobre la revuelta, a la vez que mantenerla.
Sobre la represi贸n, es experiencia pero los datos duros a煤n est谩n ocultos. Hay muertos, muchos. Esto 煤ltimo es todo un problema a煤n, pues en complicidad con la prensa, se sabe poco o nada de los nombres de los muertos, la lista que entrega el gobierno es dudosa pues ha ocultado casos en sus vocer铆as, y de heridos o detenidos se saben fragmentos. Por la base y entre los chilenos comunes y corrientes, circulan cientos de videos de baleados, personas muertas, tambi茅n polic铆as saqueando, disparando a hogares. El INDH, instituci贸n estatal que debe vigilar por el cumplimiento de los DDHH en el pa铆s, ha sido criticada por actuar sin firmeza. Su director, Democratacristiano, ha salido a negar en meses anteriores que haya sido nombrado por su complicidad con el Gobierno derechista. La diferencia entre lo que oficialmente se sabe y lo que las personas de a pie ven y difunden con sus tel茅fonos es enorme. La violencia es in茅dita desde la Dictadura, y se teme que los muertos puedan ser en realidad decenas. Hay todav铆a 1500 presos y contando, los que han sido torturados, y las mujeres denuncian todo tipo de abusos sexuales. En Chile, hoy, nadie podr铆a asegurar que las polic铆as est茅n bajo control de algo m谩s que su propio nerviosismo e ira.
A los actores pol铆ticos todo les pas贸 por el lado. El Gobierno, superado primero, err谩tico despu茅s, se atrincher贸 en el pinochetismo, socavando velozmente el poco apoyo que le quedaba en las capas medias. En general, es posible decir que el gobierno de Pi帽era est谩 desmoronado pol铆ticamente, pero tambi茅n que puede recomponerse r谩pidamente, pues ning煤n actor decidi贸 ocupar el enorme espacio de presi贸n pol铆tica que abri贸 la revuelta en sus momentos m谩s 谩lgidos. Ya la noche del martes anunci贸 un paquete de medidas que si bien son a煤n moderadas, significan que todo su programa de gobierno gira hacia un escenario largo e incierto de reforma social, que debe ser negociado en un parlamento en que no tiene mayor铆a. Ha puesto los t茅rminos del debate de salida de la revuelta, con apoyo de la mayor铆a del sistema de partidos parlamentarios. Ello demuestra tambi茅n la inoperancia pol铆tica de la ex Concertaci贸n / Nueva Mayor铆a. Dividida y sin norte ni figuras, la que se diluy贸 entre la decisi贸n de la izquierda y el apoyo acr铆tico al “pacto nacional” de Pi帽era. La izquierda, por su parte, si bien ha estado en los nervios vivos de todo el tejido social que protesta, desde que sus ra铆ces van a las movilizaciones de estudiantes de 2001, 2006, 2011 y en m谩s, as铆 como a las de profesores de 2014-15, y tambi茅n a las de todo tipo de trabajadores en los nuevos sindicatos; no fue capaz ni de predecir ni de conducir la revuelta. Aunque no estuvo en el comienzo ni en su origen, ni el Frente Amplio ni el PC se atrevieron a tomar su representaci贸n en el momento que podr铆an haberlo hecho, a pesar de ser la militancia m谩s presente y menos deslegitimada entre las clases populares que lucharon en el fin de semana rojo de Chile. Tampoco es seguro haber obtenido algo de ello, as铆 como tampoco el que de ello no resultase ser arrastrados por el rechazo popular antipol铆tico. La complejidad de la situaci贸n super贸 a todos.
Lo que se viene ser谩 largo e impredecible, aunque ya se delinean ciertos marcos y t茅rminos, en la propuesta de Pi帽era. Pero no ser谩 pac铆fico ni simple su camino en el parlamento, y todav铆a el tono puede profundizarse mucho. Esta revuelta se va a acabar, tal vez ya lo est谩 haciendo, pero las masas movilizadas dif铆cilmente se retirar谩n de la lucha. Hay una mayor铆a popular que le perdi贸 el miedo a la violencia y el respeto total a la autoridad, y frente a ella una autoridad que ni con balas puede reimponer su legitimidad, solo el terror. El mito del neoliberalismo modelo y en democracia del calmo Chile est谩 destruido, y el duopolio pol铆tico gobernante de las 煤ltimas tres d茅cadas, que tambaleaba trizado hace un tiempo, no tiene capacidad de nada. Solo existe la violencia del Estado y una econom铆a que a煤n funciona. No es poco. Pero los t茅rminos cambiaron. De aqu铆 en m谩s es muy dif铆cil que el neoliberalismo pueda avanzar, y la baraja pol铆tica est谩 totalmente abierta. La izquierda perdi贸 la oportunidad de asestar un golpe fuerte tomando la direcci贸n de la revuelta ante el Estado, asumiendo que no habr铆a revoluci贸n pero que s铆 pod铆a avanzar d茅cadas en unos d铆as. Todav铆a el escenario sigue abierto, viene un tiempo largo, inestable, de debate parlamentario, con seguros rebrotes parciales de disturbio y protesta masiva. Tambi茅n dos a帽os de elecciones y los partidos est谩n en el piso. Hay mucha confusi贸n y poca claridad pol铆tica entre las fuerzas de cambio, pero la certeza m谩s importante y alegre es que, luego de d茅cadas de estar desahuciada por pol铆ticos y acad茅micos, hay una intuitiva disposici贸n de masas al conflicto clasista.
Luis Thielemann H. Historiador, editor de Revista ROSA, revistarosa.cl
https://vientosur.info/spip.php?article15234