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La moda de los presidentes autonombrados

ANÁLISIS de Isaac Bigio.

En el 2019 se ha iniciado una nueva forma de llegar al poder. Ésta no se da mediante el uso exclusivo de los votos o las botas, sino mediante auto-proclamaciones presidenciales.



En 3 de las 5 repúblicas andinas emancipadas por Simón Bolívar hace 2 siglos se ha venido dando durante este año este nuevo fenómeno. Primero fue en la patria del libertador cuando el 23 de enero Juan Guaidó, presidente de la asamblea, decidió auto-juramentarse como el presidente constitucional aunque no consultó ni informó previamente de tal medida al parlamento que representa.

Después fue la sede de lo que fuese el gran virreinato sudamericano cuando al llegar octubre Mercedes Araoz, quien fue electa en el 2016 como la segunda vicepresidente de la república, se puso la banda presidencial aduciendo el voto de la mayoría del congreso, el cual acababa de ser disuelto por el presidente Martín Vizcarra.

Finalmente, fue el país que lleva el nombre de Bolívar cuando el 12 de noviembre la segunda vicepresidenta del Senado, Jeanine Añez, se proclama como la nueva presidenta tras salir de una sesión donde solo participaron unos 10 senadores y no hubo quórum.

Trío

De estos 3 casos es el primero de todos ellos el que fue el único que logró congregar nutridas manifestaciones, primeras planas y amenazas de intervención militar por parte de EEUU y de sus aliados en la región. The Economist puso a Guaidó en su tapa (cosa que no ha hecho con otro sudamericano en el 2019) y adujo que él había sido capaz de movilizar a un millón de venezolanos. Los otros dos, Aráoz y Añez, han sido incapaces de movilizar gente.

El cierre del congreso peruano fue respondido con aplausos por una población que en su inmensa mayoría pedía que éste sea renovado debido a graves denuncias de corrupción o violaciones a los derechos humanos (las cuales han conllevado a que todos los 6 expresidentes vivos hasta este año sean arrestados o procesados judicialmente), mientras que tan pocos fueron los que fueron a defender al parlamento peruano que Aráoz tuvo que desistir de sus intenciones a las 24 horas de haberse querido ser la primera mujer presidenta en la historia peruana.

Fuerza Popular, el partido que inicialmente controlaba unos 3/5 del congreso unicameral peruano, apenas había aglutinado entre ¼ y 1/5 de los votos emitidos en 2016. Este es el partido de los Fujimori, quienes el 5 de abril de 1992 lanzaron tanques a intervenir los poderes legislativo y judicial. Con esos antecedentes y teniendo a su ex presidente Alberto Fujimori y también a su lideresa Keiko Fujimori en la cárcel bajo seria imputaciones de corrupción, los fujimoristas no tenían posibilidades de apelar al pueblo, el cual, más bien, festejaba su caída.

Añez, a diferencia de Aráoz, nunca ha candidateado en ninguna plancha presidencial y tampoco ha llegado a ser primera ministra. Es más, ella ni siquiera fue reelecta en el senado (ya sea como titular o como suplente) en las elecciones generales del 20 de octubre.

Guaidó puede arrogarse el hecho de haber sido nominado por la asamblea legislativa venezolana (que el gobierno considera que está en desacato) y contar con una mayoría que le apoye. Así también él puede haberse proclamado en una concurrida manifestación y haber inicialmente liderado marchas con cientos de miles de personas. Añez, en cambio, cuenta con el respaldo de un 30% o menos de la Asamblea Legislativa y nunca ha liderado ninguna manifestación masiva.

Cuando ella apareció en palacio presidencial de La Paz portando la banda presidencial en la noche del 12 de octubre, apenas unas cuantas personas locales le avivaba en la plaza Murillo. Sin embargo, horas antes una gran marcha de 60,000 bolivianos habían caminado unos 15 o más kilómetros de largo desde la ciudad de El Alto pidiendo que ella no fue nominada presidente por considerarla una racista.

Mientras Guaidó y Aráoz se colocaron la banda presidencial contando con el respaldo de la mayoría congresal (del de Venezuela que el gobierno considera que no tiene poderes ni competencias, y del de Perú que fue suspendido por el presidente Vizcarra), Añez se encuentra en gran minoría dentro del parlamento.

Exitosa

Según la constitución boliviana si un presidente renuncia a su puesto le reemplazan: 1) su vicepresidente electo; 2) la presidencia del senado; 3) la presidencia de los diputados. Como todos esos cargos, al igual que el de primer vicepresidente del senado, estaban en manos de militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales y todos ellos se negaban a suplantar a su líder en la jefatura del Estado, Añez decidió que solamente ella podía reclamar la presidencia.

A pesar que la carta magna boliviana estipula que no se acepta la renuncia de un presidente (del país o de una cámara) sin que pudiese sesionar la asamblea y ésta lo decida, Añez pasó por encima de todo ello y apareció ungida como la nueva presidenta.

De las 3 figuras que se autoproclaman como presidentes solo Aráoz era relativamente conocida en su país antes de hacer ello, pero Guaidó y Añez eran unos virtuales desconocidos para la opinión pública nacional e internacional.

Guaidó llegó a ser titular de la asamblea venezolana sin que él hubiese ganado una sola elección interna ya sea dentro de ese parlamento o dentro de su partido para lograr ser convertido en el jefe de su bancada. En Venezuela la Mesa de Unidad Democrática había dispuesto que todos sus partidos se alternan anualmente y de manera rotatoria la presidencia de dicha asamblea donde este frente opositor es mayoría. Al cuarto año de ésta le correspondió al cuarto partido en importancia de dicho bloque, por lo que el turno pasó a Voluntad Popular. El jefe de este último partido, Leopoldo López, designó a dedo al cuarto en importancia dentro de su directiva a que ocupe dicho lugar pues los otros 3 dirigentes que estaban por encima de él estaban impedidos ya sea por estar uno preso el otro asilado y uno más refugiado en el exterior.

Añez llega a la presidencia por otro accidente. Resulta que ella era la segunda vicepresidenta del senado. A pesar que su partido (el Demócrata Social) apenas sacó el 4% de los votos emitidos en las elecciones generales del 20 de octubre y solo 1 de los 36 senadores y 3 de los 130 diputados, y que ella no fue re-electa como senadora, ella era la única que podía reclamar la cadena de sucesión, aunque la constitución no menciona a la segunda vicepresidencia del senado en esa línea ni autoriza que ésta ocupe la presidencia sin que la asamblea haya sesionado con quórum.

Tanto Guaidó como Araoz se han llegado a reclamar como miembros de la Internacional Socialdemócrata. Sin embargo, Añez milita en un partido cuyo nombre, emblema e ideas se inspiran en el anterior Partido Democrático Social que es el heredero del partido más a la derecha que tuvo la dictadura militar del Brasil (1964-85). El jefe y candidato presidencial del partido de Añez es Óscar Ortiz, el presidente de la rama latinoamericana de la Unión Democrática Internacional en la cual están los republicanos de Donald Trump, los conservadores colombianos y británicos y los partidos de los gobiernos de derecha de Paraguay, Argentina y Chile.

Pese a todos los intentos de EEUU de ayudar militar y financieramente a Guaidó para que éste tome el poder y derroque al chavismo, dicho proyecto ha fracasado debido a que el alto mando castrense y policial de Venezuela se ha alineado con Nicolás Maduro.

En el caso peruano los EEUU y la OEA no tomaron la misma posición que en Venezuela. A diferencia del chavismo Vizcarra ha sido uno de los principales propulsores del Grupo de Lima (ciudad capital de su gobierno), el cual tiene como meta producir un “cambio de régimen” en Caracas. Vizcarra se alinea en cuestiones diplomáticas y económicas dentro de la estrategia de Washington. De allí que Trump, lejos de querer minar a su aliado peruano, ha aceptado que él disuelva el congreso, algo que jamás se lo permitiría a Maduro.

Fragilidad

En Bolivia, a diferencia de Venezuela, los mandos policiales y militares se rebelaron contra Evo Morales y le llamaron públicamente a que dimita. Morales, a su vez, no creó su cuerpo de milicias, las cuales en el caso venezolano bordean los 2 millones de combatientes. Sin el apoyo de las fuerzas armadas y sin que la Central Obrera Boliviana (COB) y otras organizaciones sociales aliadas quisiese sacar multitudes a las calles para socorrer, Morales calculó que era mejor replegarse, no seguir el camino de Allende y dar paso a una situación en la cual no habría línea sucesoria y quedase deslegitimado cualquier posible recambio.

En el caso venezolano EEUU ha venido haciendo todo lo posible para lograr que Guaidó derroque a Maduro. Incluso ha hecho que por primera vez en sus 7 décadas de existencia la Organización de Estados Americanos (OEA) reconozca a un gobierno que no controla ni un pedazo de su territorio y que tiene embajadores, pero no ministros.

En el caso peruano EEUU y la OEA no le dieron ni luz verde ni amarilla a Aráoz por lo que inmediatamente ella tuvo que retractarse.

En el caso boliviano EEUU y la OEA si lograron su cometido pues lograron deponer a Morales y reemplazarlo por una persona ligada a ellos. Se trata del primer presidente autoproclamado que ha podido entrar al palacio de gobierno y ser apoyada por los altos mandos.

Por el momento, EEUU y la OEA tratan de presentar el cambio en Bolivia como una exitosa batalla de los comités cívicos y la democracia para haber impedido un fraude electoral y una dictadura en ciernes. Sin embargo, la llegada de Añez al poder viene siendo muy resistida por los sectores más pobres e indígenas que recuerdan de sus declaraciones llamando a que los indios vuelvan a sus comarcas o su desprecio hacia su bandera (la wiphala).

Cada vez más crecen las fuertes medidas represivas. A la antigua presidenta del senado, Adriana Salvatierra, se le impidió a golpes y con gas el poder ingresar al parlamento junto a varios colegas de su bancada. Varias manifestaciones han sido duramente reprimidas, incluso con balas, lo cual ha producido varios muertos. Añez, a su vez, ha declarado que su objetivo es desarticular al “socialismo del siglo XXI” y al viejo régimen, para lo cual su prioridad es imponer el orden y llamar a los uniformados a responder con firmeza a las rebeliones y a los “subversivos” que le dan la contra.

Si Guaidó es el lugarteniente de López y Aráoz era la portavoz de la alianza entre el fujimorismo y el APRA (socialdemócratas movidos hacia la derecha), Añez se ha convertido en la pantalla que las fuerzas armadas y policiales y los grupos paramilitares usan pues éstos no se atreven a aparecer directamente a fin de evitar que se acuse al nuevo gobierno de ser una dictadura militar.

La situación constitucional de Añez es más frágil que la que pudiese haber tenido Guaidó o Aráoz se hubiesen logrado tener el respaldo de las instituciones armadas. Ella está en minoría en una asamblea legislativa, la cual acaba de renovar su directiva colocando a partidarios de Evo Morales en la dirección de sus dos cámaras. En cualquier momento el congreso boliviano podría votar nulo todo el proceso, por lo que Añez si quisiese mantenerse en palacio va a tener que aparecer más abiertamente como un instrumento de los altos mandos y EEUU.

Si en los sesentas y setentas hubo una plaga de dictaduras militares comandadas por generales. Si a inicios del siglo a los gobiernos izquierdistas o nacionalistas (como los de Honduras, Paraguay o Brasil) se les cambió con impeachments o golpes parlamentarios, lo que hoy vemos en los Andes es una nueva forma de querer hablar de democracia tumbando gobiernos democráticamente electos mediante personalidades que se auto-proclamen como presidentes. Y, encima, todo esto, aunque estas mismas personas carezcan de grandes partidos o incluso de un historial propio de haber sido conocidos o populares.

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