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Marta Cañas: "Es aberrante que Europa actúe de forma tan opresiva"


Nairobi, 6 mar (EFE).- A la directora general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en España, Marta Cañas, le tiembla la voz de rabia cuando analiza la postura europea con los migrantes que intentan llegar por mar a Europa o los que están varados en la frontera greco-turca, y habla de "vergüenza, aberración y deshumanización".

"Se empieza a instalar en el imaginario colectivo y en la narrativa de algunos políticos la deshumanización del sufrimiento como algo tolerable", explica Cañas a Efe en la sede de MSF en Kenia, país que ha visitado esta semana.

Resulta "abrumador", en palabras de la directora, que ahora haya más desplazados y refugiados que hace veinte años, y la respuesta sean discursos de odio y "deshumanizadores".

PREGUNTA: Europa vive una ola de proteccionismo. Vemos cómo barcos de MSF no tienen puerto donde atracar o la crisis humanitaria por los miles de migrantes y refugiados que intentan entrar en Grecia a través de la frontera con Turquía. Y la Unión Europea agradece al Gobierno griego que actúe como escudo antimigración.

RESPUESTA: Es tremendo, es una vergüenza, yo no sé calificarlo de otra forma. Es aberrante que en un continente como el nuestro, con Estados que se supone que deben garantizar los derechos de las personas independientemente de quienes sean, que se ha erigido como abanderado de esto a lo largo de la historia, esté penalizando y actuando de manera tan opresiva hacia gente que ha sufrido y continúa sufriendo.

P: ¿Europa no puede acoger a más gente?

R: ¿De cuántos millones de refugiados es receptor Etiopía? ¿Y Kenia? ¿Cuánta gente vive en Dadaab (Kenia)? Era el campo de refugiados más grande del mundo...En Jordania, un cuarto de la población son refugiados sirios, ¿y el Líbano? ¡Es alucinante, es una vergüenza, es una hipocresía absoluta! Sabemos que Europa tiene los medios para acoger y que no puede darle la espalda a una población que está sufriendo cuando hay países con economías mucho peores que las europeas que están haciendo esfuerzos ya no mayores, sino infinitamente mayores que los que está haciendo cualquier país europeo.

P: Parece que se nos olvida que la mayoría de africanos no migra a Europa, sino dentro del continente o a la Península Arábiga.

R: La ruta migratoria del Mar Rojo es extremadamente peligrosa y se ha vuelto más concurrida que la del Mediterráneo, a pesar de no ser tan conocida. La mayoría de migrantes que regresan a Etiopía tras ser deportados de Arabia Saudí dicen haber presenciado o sufrido violencia, abusos y malos tratos durante la migración, detención o deportación.

P: ¿Saben a lo que se exponen cuando deciden migrar?

R: ¿Hay alguien hoy en día en el mundo que dude de que estamos todos conectados? Vete a cualquier campo de refugiados o desplazados, todo el mundo tiene un teléfono. ¿Tú crees que la gente aquí no sabe lo que otros han pasado por el camino y aún así lo hacen? Es porque sales de una situación horrible. La gente no huye por gusto, la gente no se embarca en este viaje por gusto. Y podrías pensar que hace años la gente no sabía lo que pasaba en el camino; hoy en día eso no es posible, la gente sabe lo que pasa. Estamos todos conectados. Si se embarcan en eso, es porque salen de mucho sufrimiento. Y si no somos capaces en nuestras sociedades cómodas europeas de tener un mínimo de humanidad...Hoy por hoy, la gente se permite, tomándose un café, estar hablando de si está bien o no, rescatar a gente que se muere en el mar. Es que esto no debería ser un tema de conversación, ¡cómo puede ser esto un tema de conversación! ¡Es indignante!

P: El número de países en conflicto en África se ha triplicado en los últimos quince años, ¿qué significa esta tendencia?

R: Significa mucha gente sufriendo. Es abrumador que en el siglo XXI (...) y con la riqueza que existe en el mundo, vayamos empeorando, que haya un mayor número de gente desplazada y refugiada hoy de la que había hace veinte años. Todo ello acompañados con narrativas que son deshumanizadoras, que criminalizan al que es una víctima en vez de empatizar con él.

P: Hablamos de gente que sólo sabe de trauma. ¿Qué implica normalizar la violencia?

R: Yo soy incapaz. Me acuerdo de una mujer que conocí en Sudán del Sur que había perdido ocho hijos en un ataque. ¡Es inimaginable perder ocho hijos en un ataque! ¡Eso no se puede normalizar! Hay países que viven en un conflicto crónico como puede ser República Centroafricana, Congo o Sudán del Sur, y cuando hablamos de crónico parece que es normal, pero no lo es. La gente vive niveles de violencia extremos. Hay generaciones que ya han nacido en conflicto.

P: ¿No hay una parte de desaliento en ver cómo la situación no mejora, que se está poniendo una tirita en una bomba de relojería?

R: No puedo hablar por el resto de compañeros, pero yo soy trabajadora humanitaria en MSF desde hace veinte años y creo que el desaliento existe, pero no me parece la característica que nos define mejor. Creo que la indignación es la que te define mejor, y a mí precisamente esa frustración que te genera y esa empatía con el dolor ajeno, es lo que me da fuerza para seguir luchando.

P: Además, las organizaciones humanitarias están viviendo situaciones de criminalización en algunos países, ¿no?

R: Si hay un Estado que considera que hay un grupo que es terrorista, a toda la gente que viva donde está ese grupo, por asociación, por ser de la misma etnia, de la misma religión o venir de la misma región geográfica, entonces eres un terrorista o eres una amenaza a la seguridad del Estado y, por lo tanto, no tienes derecho a una asistencia básica. A partir de ahí, se nos deniega el acceso...Y de ahí viene la criminalización de la ayuda humanitaria. La aparición de legislaciones antiterroristas dificulta la interlocución con ciertos actores y esto puede generar desafíos en la manera en que operamos. En Nigeria, por ejemplo, no es legal tener interlocución con ciertos actores, y el problema más grave es que hay más de un millón de personas que viven en las zonas controladas por los grupos armados no estatales, donde las organizaciones humanitarias no tenemos acceso, y que no reciben ningún tipo de atención.

P: En algunas zonas de África, la población empieza a estar cansada de la presencia constante de ONG humanitarias tras años de violencia sin que nada mejore, ¿qué pasaría si se va MSF de allí?

R: La esencia de nuestro trabajo es, en un momento de sufrimiento máximo, transmitir proximidad, empatía, humanidad, aliviar el sufrimiento y preservar la dignidad de esas personas. No tenemos un objetivo de parar la guerra ni de restablecer un sistema de salud. ¿Sabes este dicho de "es mejor enseñarle a alguien a pescar que darle un pescado"? Ya, pero si la persona se está muriendo de hambre, no puede aprender a pescar. Lo que nosotros hacemos es darle el pescado y después tienen que venir otros que le enseñen a pescar. Desafortunadamente, algunas de estas crisis, como Congo, son tan crónicas, que al final acabamos quedándonos veinte años o más. ¿Qué pasaría si nos fuéramos? Queda un poco chulesco decirlo, pero es la verdad: estamos en los sitios donde no hay nadie más.

P: MSF se ha visto salpicada en los últimos años por denuncias de acoso o de prostitución entre los trabajadores, ¿qué falla?

R: Es un tema que es increíblemente complejo, pero no hay absolutamente ninguna duda de que se tiene que manejar y atacar de manera implacable. Pueden existir casos, con equipos tan grandes como los que tenemos, desperdigados por todo el mundo...Nuestra apuesta es invertir muchísimo en prevención, educación y sensibilización, y después asegurar que tenemos los mecanismos de alerta, de que si existe un caso, la gente va a saber cómo, dónde y va a sentirse segura de alertarlo. Y después, tener una gestión implacable de los casos: tolerancia cero.

Irene Escudero




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