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No todo es terrible en estos tiempos difíciles

OPINIÓN de Joan del Alcàzar

Son días complicados los que estamos viviendo. Se nos ha abierto una inmensa ventana a lo desconocido, lo impensable, lo inesperado hace simplemente un par de meses. No es una amenaza tangible, como otras que hemos conocido. No tenemos ninguna experiencia en gestionar una pandemia vírica, que pensábamos habían sido desterradas del mundo desarrollado; que si acaso eran cosa de países pobres y atrasados.

Pues ha resultado que no. Que hace un par de semanas teníamos programados viajes de placer o de trabajo; esperábamos el inicio de fiestas tan populares como multitudinarias o sencillamente teníamos en la agenda días de descanso y esparcimiento. Y de golpe y porrazo todo ha saltado por los aires. El país ha entrado en estado de alarma, las cifras de contagios crecen, las decisiones de las autoridades van cayendo una tras otra, nuestra vida cotidiana se ha puesto patas arriba, se han cerrado restaurantes, cafeterías, cines, teatros y museos. Los centros educativos, desde preescolar a las universidades han cerrado puertas sine die, y se nos ordena permanecer en casa para evitar el contagio o la transmisión del virus. Todas, absolutamente todas las preocupaciones que polarizaban la vida pública del país han caído en el cajón de los problemas secundarios.

Hemos descubierto cuántas inercias y cuantos protocolos hemos tenido que abandonar. La vida social se ha reducido al máximo. Ya no es solo que hemos dejado de besarnos y de abrazarnos; que hemos dejado de saludarnos como hemos visto hacer los japoneses, tan ceremoniales y tan distantes ellos. Ahora ya no podemos ni salir a la calle, sino es por causa muy justificada.

Son tiempos difíciles y todo hace pensar que duraderos. No hay previsiones fiables, ni plazos a cumplir. Hoy por hoy se trata de resistir, de proteger a los demás y de protegernos, de no colapsar los servicios sanitarios y de confiar en las autoridades que están guiadas por los criterios y los informes de los expertos. Todo parece malo y terrible, insoportable. Pero no lo es.

No tanto, por lo menos. Como recordaba una de esas ideas que se difunden por las redes sociales, "a nuestros padres o nuestros abuelos los enviaron a la guerra, a nosotros nos han enviado a casa. Calma". Eso, calma y paciencia.

Además, no todo es terrible y negativo. También hay hechos y razones que son, sin duda, positivos y que merecen alguna reflexión que nos ayude en ese período de resistencia en el que estamos enfrascados. Repasemos algunos.

1) Cuando detectaron los primeros casos de lo que después sería el SIDA, en 1981, se tardaron dos años en identificar el virus. Los primeros casos de Covid19 se detectaron el último día de 2019 y el 7 de enero de 2020 ya se sabía qué virus era. Más aún, el genoma del virus estaba disponible tres días más tarde, el 10 de enero. Hasta hoy han pasado sólo dos meses escasos.   

2) La comunidad científica ya ha publicado más de 160 artículos académicos de más de 700 investigadores de todo el planeta, sobre todo lo que gira en torno al Covid19. Además, aunque tardarán meses en poderse utilizar de manera fluida, ya hay prototipos de vacunas.   

3) Sabemos que el 80 por ciento de los contagios tienen un índice de gravedad leve, y que la mayor parte de los infectados se curan.   

4) Hemos confirmado una idea que los psicólogos sociales han trabajado desde hace tiempo: que el interés colectivo moviliza más y mejor que el individual. Es decir que, ante un riesgo, hay muchos individuos que están dispuestos a asumirlo, pero son muchos menos los partidarios del desafío si hacerlo entraña riesgo para otros. Tenemos más cuidado si nuestro comportamiento puede perjudicar a otros que si los implicados somos sólo nosotros. Como se sabe, conducir un vehículo con niños a bordo nos hace más conservadores y seguros al volante.   

5) Es verdad que hemos detectado comportamientos individuales o de grupo que son malos y reprobables, en distinto grado. Otros merecen más el calificativo de comportamientos estúpidos, propios de personas de baja capacidad intelectual y humana. Pero, paralelamente, hemos sido conocedores de iniciativas de solidaridad, ayuda y cooperación especialmente con los más frágiles. Desde los vecinos que han organizado la atención a personas ancianas que viven solas, a las redes para tener cuidado de niños que permita la actividad laboral de los padres cuando esta no pueda ser desarrollada desde casa.   

6) Los medios de comunicación, en su mayoría, han dejado de lado el tremendismo, con las tradicionales excepciones que no es necesario mencionar. Es habitual encontrar en ellos recomendaciones y protocolos de comportamiento para el público en general, informaciones de servicio que son útiles y necesarias en estos días.   

7) Capítulo especial merecen los profesionales de la sanidad pública. Sabemos en qué condiciones están trabajando, con qué presión y con qué niveles de riesgo en según qué ocasiones. Es en momentos como los actuales que comprobamos lo bien invertidos que están los dineros públicos en instalaciones sanitarias, como de formados y comprometidos están los funcionarios de los servicios de salud, desde los celadores y el personal de limpieza a los auxiliares, los enfermeros y los médicos. Convendría que, cuando el tsunami pase, no nos olvidemos de ellos y de su titánica actuación.   

No hay que ser exhaustivos. Hoy no se acaba el tema y volveremos a escribir sobre él. Recordemos que la consigna es resistir para vencer. No será sencillo, pero, como me recordaba un amigo, no será fácil, pero es seguro.

Joan del Alcàzar

http://orcid.org/0000-0001-6584-689X




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