OPINIÓN de Sergio Ortiz
El coronavirus está pegando fuerte, sobre todo en el AMBA. Y es lógico endurecer allí la cuarentena. Los otros virus no se quedan atrás: Macri da lecciones de democracia, Clarín de prensa libre y Vicentín de empresas.
SERGIO ORTIZ
En la lucha contra la pandemia hay que atender a los números de Argentina, sin perder de vista lo que ocurre en la región y el mundo. También saber que esas estadísticas están cambiando y hasta ahora en sentido grave. Dan señales de que se está entrando en la peor fase de la pandemia. Hasta ayer había 55.343 argentinxs contagiadxs y 1.192 muertxs.
Hay que tener una visión multilateral. Desde cierto punto de vista esas cifras, muy dolorosas, resultan bastante inferiores a las de Brasil, Chile y Perú, y ni hablar de las espantosas registradas en los EEUU de míster Trump.
Ese aspecto es el que no admiten los críticos de derecha del gobierno del Frente de Todos. No quieren reconocer que la temprana cuarentena, otras medidas sanitarias y de apoyo económico-social a los sectores más vulnerables, etcétera, han servido para atenuar el impacto del coronavirus.
Esos opositores filo-macristas buscan argumentos en los problemas económicos derivados del parate productivo, para cuestionar la cuarentena y al gobierno. Es paradojal y una muestra de oportunismo político, pues son los responsables de la grave recesión en tres de los cuatro años que fueron gobierno. ¿Y ahora quieren aparecer como abanderados de la reactivación económica?
Si bien aquellas estadísticas son comparativamente mejores que las de otros países, no son para dormirse en ningún laurel. Así lo aconseja lo sucedido en los últimos 20 días, como lo admitió el presidente el viernes junto con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. Hubo una escalada. El epicentro del drama sigue siendo el Área Metropolitana de Buenos Aires: en ese lapso allí los contagios aumentaron el 147 por ciento y las muertes el 95, con el 54,1 por ciento de las camas UTI ocupadas.
Por esos guarismos está justificada la decisión adoptada entre los tres de que en el AMBA se volverá a la fase 1 de cuarentena. Sólo se podrá salir para aprovisionarse en negocios de cercanía, podrán usar transporte público los trabajadores esenciales con nuevos permisos y rubros comerciales flexibilizados tendrán que cerrar. Todo eso desde el 1 hasta el 17 de julio.
Por antipáticas que suenen las medidas, son justas. Los runners no podrán salir a trotar. Y eso busca ser utilizado por la prensa canalla para cuestionar la política sanitaria y al presidente. El premio al periodista de esa calaña se lo lleva esta semana Eduardo van der Kooy. Escribió (Clarín (23/6) que AF está empecinado «con la gente que disfruta de correr. Quizá responda a su incomprensión por la vida sedentaria que ejercita con empeño». No, «joven sobresaliente» recibido con almuerzo por el dictador Videla en septiembre de 1977. No fue por el sedentarismo presidencial sino una parte del paquete de decisiones que buscan proteger la vida.
Los otros virus.
El Covid-19 es el principal peligro a derrotar en Argentina y el mundo. Y cada día se descubren cosas nuevas. Ahora se supo que ya en marzo de 2019 había coronavirus en aguas de Barcelona, lo que da jaque mate a las teorías anticomunistas de míster Trump, que acusaba a China de haberlo fabricado en un laboratorio y a la OMS de ser una agencia china.
Ese virus no es el único que hace daño. Mucho antes que apareciera la humanidad estaba penando por culpa del capitalismo y el imperialismo, con sus consecuencias de explotación, pobreza, desempleo, desigualdad social, guerras, dependencia, destrucción del medio ambiente, etcétera.
Los medios monopólicos son un virus que hacen mucho daño al cerebro de quienes los consumen alegremente. Además de la perlita de Van der Kooy hubo otra de Silvia Mercado, de Infobae, quien respondió afirmativamente a la pregunta en Twitter de Raúl Timerman: ¿los enemigos de la cuarentena estarían conformes si en vez de mil muertos el país tuviera 20 mil? «La verdad que sí. Encontraríamos más sentido a las restricciones. Así, es muy difícil», contestó Mercado (nunca mejor puesto ese apellido).
La fuerza mediática de monopolios como Clarín y sus 237 licencias audiovisuales, acompañados por grupos concentrados menores, puede explicar que miles de personas salieran el sábado 20 en un banderazo en defensa de Vicentin. Como dice mi amigo Pablo, «las hormigas y los boludos no se terminan nunca», pero con el amplificador del Clarinete las mentiras y fake news tienen un alcance preocupante.
No toda la culpa es del chancho y el que le da de comer. También la tiene el gobierno nacional que carece de lo que hizo bien Cristina Fernández de Kirchner: promover los medios públicos con una línea de trabajo progresista (el monopolio la descalificó de «periodismo militante»).
Aquel gobierno promovía los medios públicos y alentaba, no a fondo pero lo hacía, a los medios alternativos, dentro de lo dispuesto por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual aprobada en 2009.
Hoy, por decisión política del presidente y la mayoría de su gobierno (coalición de diferentes, como siempre recalca Sergio Massa), no hay plan para una nueva Ley de Medios, a pesar que la de once años atrás fue mutilada por Mauricio Macri.
Entonces se da un efecto combinado: un extraordinario poder de fuego mediático de los monopolios, con su efecto negativo en la conciencia popular, y calibre de aire comprimido del lado progresista. Es una batalla muy desigual. La situación es preocupante desde antes de la pandemia, pero también ahora. Es que con dificultades económicas previas y durante la séptima prórroga de cuarentena -hoy cumple 100 días- esos poderosos medios de incomunicación pueden generar más descontento social, que tiene bases objetivas por el parate productivo.
El otro virus muy vagoneta, pero que en los momentos importantes se despierta y hace daño es Macri. Ahora firmó una segunda declaración internacional con 500 políticos del Instituto por la Democracia, diciendo que «la democracia está amenazada». Textual: «gobiernos elegidos democráticamente están acumulando poderes de emergencia que restringen los derechos humanos y mejoran la vigilancia estatal sin tener en cuenta las restricciones legales o la supervisión parlamentaria». Es un palo para Fernández y la democracia; un revival de la acusación de «infectadura» que hicieron los intelectuales del PRO.
No es con todos sino con muchos.
Esos golpes bajos del expresidente se suma a los que lanzaron sus alfiles Patricia Bullrich, Miguel A. Pichetto y otros. Deberían ser bien analizados por AF. Son la demostración de que en esta doble crisis (económica y pandemia) no hay salida apostando a la unidad con todos.
Pretender unir bajo una misma bandera a los sectores populares y sus representaciones sociales y políticas, con los personeros más nefastos del neoliberalismo, como los nombrados, es una quimera. Algo peor, un grave error político.
Esa derecha política pone palos en la rueda del gobierno, para debilitarlo y frenar las medidas positivas que pueda tomar. Y a la postre, buscar su derrota política, comenzando por las elecciones de medio término en 2021. Quieren repetir lo de 2013, cuando con el concurso de Massa lograron derrotar al Frente para la Victoria en territorio bonaerense y pavimentaron la victoria de 2015, en acuerdos con el líder del Frente Renovador.
Esa oposición derechista converge con los monopolios en todos los eventos, como se vio en el caso Vicentin. El «banderazo» no fue una invención de Clarín sino que partió de los gerentes de la empresa, los políticos de Cambiemos y la Asamblea Empresaria Argentina (AEA) y la Suciedad Rural. Ese bloque en defensa de la empresa en concurso de acreedores mataba dos pájaros de un solo tiro: defendía a un monopolio y por elevación a todos los monopolios, y al mismo tiempo frenaba la justa intervención y anunciada estatización.
Por eso la bancada de senadores del PRO-Cambiemos votó en contra del proyecto de ley para crear una Comisión Bicameral que investigue a Vicentin.
Todas las piezas opositoras se acomodaron en un frente unido y vienen frenando la intervención. El cronista no sabe si el juez Fabián Lorenzini, que lleva la causa en Reconquista, es o no parte de ese bloque. Si no lo es lo disimula muy bien porque degradó los interventores del gobierno a meros veedores y ratificó al directorio de Vicentin.
Los vaciadores reconocen una deuda con el Banco Nación de 290 millones de dólares, concedidos por el macrismo. El fiscal Gerardo Pollicita investiga qué hicieron los Vicentin con 800 millones de dólares que transfirieron desde sus cuentas del Nación. El director de ese Banco, Claudio Lozano, denunció la fuga de capitales del holding compuesto por 20 empresas en el país y en el exterior.
¿El gobierno abandonará su propuesta de expropiación y estatización de esta agroalimentaria exportadora, con serio riesgo de quiebra, desfalco y desnacionalización?
Para muchxs argentinxs hay que expropiar y estatizar. Y cobrar ya el impuesto a la riqueza. Ojalá el 9 de julio haya bocinazos y caravanas patrióticas. Sin ninguna angustia. Con decisión y recordando al general San Martín: «Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, menos no defenderla».
Mi semana política
http://www.laarena.com.ar/opinion-el-covid-19-pega-fuerte-y-otros-virus-no-se-quedan-atras-2119104-111.html
Sergio Ortiz
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twitter: @Sergioortizpl
El coronavirus está pegando fuerte, sobre todo en el AMBA. Y es lógico endurecer allí la cuarentena. Los otros virus no se quedan atrás: Macri da lecciones de democracia, Clarín de prensa libre y Vicentín de empresas.
SERGIO ORTIZ
En la lucha contra la pandemia hay que atender a los números de Argentina, sin perder de vista lo que ocurre en la región y el mundo. También saber que esas estadísticas están cambiando y hasta ahora en sentido grave. Dan señales de que se está entrando en la peor fase de la pandemia. Hasta ayer había 55.343 argentinxs contagiadxs y 1.192 muertxs.
Hay que tener una visión multilateral. Desde cierto punto de vista esas cifras, muy dolorosas, resultan bastante inferiores a las de Brasil, Chile y Perú, y ni hablar de las espantosas registradas en los EEUU de míster Trump.
Ese aspecto es el que no admiten los críticos de derecha del gobierno del Frente de Todos. No quieren reconocer que la temprana cuarentena, otras medidas sanitarias y de apoyo económico-social a los sectores más vulnerables, etcétera, han servido para atenuar el impacto del coronavirus.
Esos opositores filo-macristas buscan argumentos en los problemas económicos derivados del parate productivo, para cuestionar la cuarentena y al gobierno. Es paradojal y una muestra de oportunismo político, pues son los responsables de la grave recesión en tres de los cuatro años que fueron gobierno. ¿Y ahora quieren aparecer como abanderados de la reactivación económica?
Si bien aquellas estadísticas son comparativamente mejores que las de otros países, no son para dormirse en ningún laurel. Así lo aconseja lo sucedido en los últimos 20 días, como lo admitió el presidente el viernes junto con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. Hubo una escalada. El epicentro del drama sigue siendo el Área Metropolitana de Buenos Aires: en ese lapso allí los contagios aumentaron el 147 por ciento y las muertes el 95, con el 54,1 por ciento de las camas UTI ocupadas.
Por esos guarismos está justificada la decisión adoptada entre los tres de que en el AMBA se volverá a la fase 1 de cuarentena. Sólo se podrá salir para aprovisionarse en negocios de cercanía, podrán usar transporte público los trabajadores esenciales con nuevos permisos y rubros comerciales flexibilizados tendrán que cerrar. Todo eso desde el 1 hasta el 17 de julio.
Por antipáticas que suenen las medidas, son justas. Los runners no podrán salir a trotar. Y eso busca ser utilizado por la prensa canalla para cuestionar la política sanitaria y al presidente. El premio al periodista de esa calaña se lo lleva esta semana Eduardo van der Kooy. Escribió (Clarín (23/6) que AF está empecinado «con la gente que disfruta de correr. Quizá responda a su incomprensión por la vida sedentaria que ejercita con empeño». No, «joven sobresaliente» recibido con almuerzo por el dictador Videla en septiembre de 1977. No fue por el sedentarismo presidencial sino una parte del paquete de decisiones que buscan proteger la vida.
Los otros virus.
El Covid-19 es el principal peligro a derrotar en Argentina y el mundo. Y cada día se descubren cosas nuevas. Ahora se supo que ya en marzo de 2019 había coronavirus en aguas de Barcelona, lo que da jaque mate a las teorías anticomunistas de míster Trump, que acusaba a China de haberlo fabricado en un laboratorio y a la OMS de ser una agencia china.
Ese virus no es el único que hace daño. Mucho antes que apareciera la humanidad estaba penando por culpa del capitalismo y el imperialismo, con sus consecuencias de explotación, pobreza, desempleo, desigualdad social, guerras, dependencia, destrucción del medio ambiente, etcétera.
Los medios monopólicos son un virus que hacen mucho daño al cerebro de quienes los consumen alegremente. Además de la perlita de Van der Kooy hubo otra de Silvia Mercado, de Infobae, quien respondió afirmativamente a la pregunta en Twitter de Raúl Timerman: ¿los enemigos de la cuarentena estarían conformes si en vez de mil muertos el país tuviera 20 mil? «La verdad que sí. Encontraríamos más sentido a las restricciones. Así, es muy difícil», contestó Mercado (nunca mejor puesto ese apellido).
La fuerza mediática de monopolios como Clarín y sus 237 licencias audiovisuales, acompañados por grupos concentrados menores, puede explicar que miles de personas salieran el sábado 20 en un banderazo en defensa de Vicentin. Como dice mi amigo Pablo, «las hormigas y los boludos no se terminan nunca», pero con el amplificador del Clarinete las mentiras y fake news tienen un alcance preocupante.
No toda la culpa es del chancho y el que le da de comer. También la tiene el gobierno nacional que carece de lo que hizo bien Cristina Fernández de Kirchner: promover los medios públicos con una línea de trabajo progresista (el monopolio la descalificó de «periodismo militante»).
Aquel gobierno promovía los medios públicos y alentaba, no a fondo pero lo hacía, a los medios alternativos, dentro de lo dispuesto por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual aprobada en 2009.
Hoy, por decisión política del presidente y la mayoría de su gobierno (coalición de diferentes, como siempre recalca Sergio Massa), no hay plan para una nueva Ley de Medios, a pesar que la de once años atrás fue mutilada por Mauricio Macri.
Entonces se da un efecto combinado: un extraordinario poder de fuego mediático de los monopolios, con su efecto negativo en la conciencia popular, y calibre de aire comprimido del lado progresista. Es una batalla muy desigual. La situación es preocupante desde antes de la pandemia, pero también ahora. Es que con dificultades económicas previas y durante la séptima prórroga de cuarentena -hoy cumple 100 días- esos poderosos medios de incomunicación pueden generar más descontento social, que tiene bases objetivas por el parate productivo.
El otro virus muy vagoneta, pero que en los momentos importantes se despierta y hace daño es Macri. Ahora firmó una segunda declaración internacional con 500 políticos del Instituto por la Democracia, diciendo que «la democracia está amenazada». Textual: «gobiernos elegidos democráticamente están acumulando poderes de emergencia que restringen los derechos humanos y mejoran la vigilancia estatal sin tener en cuenta las restricciones legales o la supervisión parlamentaria». Es un palo para Fernández y la democracia; un revival de la acusación de «infectadura» que hicieron los intelectuales del PRO.
No es con todos sino con muchos.
Esos golpes bajos del expresidente se suma a los que lanzaron sus alfiles Patricia Bullrich, Miguel A. Pichetto y otros. Deberían ser bien analizados por AF. Son la demostración de que en esta doble crisis (económica y pandemia) no hay salida apostando a la unidad con todos.
Pretender unir bajo una misma bandera a los sectores populares y sus representaciones sociales y políticas, con los personeros más nefastos del neoliberalismo, como los nombrados, es una quimera. Algo peor, un grave error político.
Esa derecha política pone palos en la rueda del gobierno, para debilitarlo y frenar las medidas positivas que pueda tomar. Y a la postre, buscar su derrota política, comenzando por las elecciones de medio término en 2021. Quieren repetir lo de 2013, cuando con el concurso de Massa lograron derrotar al Frente para la Victoria en territorio bonaerense y pavimentaron la victoria de 2015, en acuerdos con el líder del Frente Renovador.
Esa oposición derechista converge con los monopolios en todos los eventos, como se vio en el caso Vicentin. El «banderazo» no fue una invención de Clarín sino que partió de los gerentes de la empresa, los políticos de Cambiemos y la Asamblea Empresaria Argentina (AEA) y la Suciedad Rural. Ese bloque en defensa de la empresa en concurso de acreedores mataba dos pájaros de un solo tiro: defendía a un monopolio y por elevación a todos los monopolios, y al mismo tiempo frenaba la justa intervención y anunciada estatización.
Por eso la bancada de senadores del PRO-Cambiemos votó en contra del proyecto de ley para crear una Comisión Bicameral que investigue a Vicentin.
Todas las piezas opositoras se acomodaron en un frente unido y vienen frenando la intervención. El cronista no sabe si el juez Fabián Lorenzini, que lleva la causa en Reconquista, es o no parte de ese bloque. Si no lo es lo disimula muy bien porque degradó los interventores del gobierno a meros veedores y ratificó al directorio de Vicentin.
Los vaciadores reconocen una deuda con el Banco Nación de 290 millones de dólares, concedidos por el macrismo. El fiscal Gerardo Pollicita investiga qué hicieron los Vicentin con 800 millones de dólares que transfirieron desde sus cuentas del Nación. El director de ese Banco, Claudio Lozano, denunció la fuga de capitales del holding compuesto por 20 empresas en el país y en el exterior.
¿El gobierno abandonará su propuesta de expropiación y estatización de esta agroalimentaria exportadora, con serio riesgo de quiebra, desfalco y desnacionalización?
Para muchxs argentinxs hay que expropiar y estatizar. Y cobrar ya el impuesto a la riqueza. Ojalá el 9 de julio haya bocinazos y caravanas patrióticas. Sin ninguna angustia. Con decisión y recordando al general San Martín: «Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, menos no defenderla».
Mi semana política
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Sergio Ortiz
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