OPINIÓN de Guadi Calvo
Otra vez el Cáucaso es foco de la atención mundial, otra vez Azerbaiyán y Armenia se acercan a una guerra, que, de estallar en toda la línea, será difícil que se contenga en sus fronteras.
Como una mancha de aceite o mejor dicho de petróleo, las noticias recorrieron rápidamente el mundo, siempre confusas, siempre arbitrarias e interesadas respecto a quien o cómo se inició esta nueva escalada en la región de Nagorno-Karabaj, la que legalmente es considerada parte de Azerbaiyán, pero que ha sido controlada por los armenios desde su independencia en 1991.
La información deja en claro solo una cuestión: ya los muertos se acercan a los mil. Solo en el inició de los hechos, el domingo 27, habían sido 16 y doscientos los heridos. Ahora se sabe que, tras los combates que se extendieron toda la noche y que no se han detenido en todo el día, las bajas armenias rondarían las 550 y la de los azerbaiyanos llegarían a los 200, lo que ya superaría los 300 de “la guerra de los cuatro días”, como se conoce a la escalada de 2016.
El Ministerio de Defensa de azerí denunció que las Armenia estaban bombardeando la ciudad de Terter. Por lo que Ilham Aliyev, el presidente azerbaiyano, instruyó a su ministro de defensa una movilización militar parcial.
Además del cruce de disparos y acusaciones solo queda en claro que la cuestión central, por la que de manera periódica se repiten los incidentes entre las dos ex repúblicas soviéticas, deberá zanjarse con rapidez, antes que la escalada trepe de manera incontrolable. A mediados de julio pasado (Ver: Otra vez el Cáucaso), hubo un importante intercambio de disparos, que dejó cerca de veinte muertos, algo que no se producía con esa intensidad desde abril de 2016. Ahora, otra vez sucede cuando se sabía que la actual situación podía desmadrarse en cualquier momento y al parecer, ese momento es ahora.
Armenia, que ha declarado la ley marcial y ordenado la movilización total de sus fuerzas militares, acusó a Azerbaiyán de llevar a cabo ataques aéreos y de artillería en el área de Nagorno-Karabaj, región clave por la gran cantidad de oleoductos de gas y petróleo que desde el mar Caspio son enviados desde Azerbaiyán a los mercados internacionales. Bakú, por su parte, dijo que solo respondió al fuego armenio, después de haber tomado el control de varias aldeas en la región de Nagorno, el domingo por la tarde, afirmación que Armenia rechazó.
Los enfrentamientos pusieron en alerta de manera inmediata a la diplomacia internacional, que ahora corre con paños fríos a bajarle la temperatura a un enfermo que está pidiendo atención desde la independencia de ambos estados en 1991.
La disputa por Nagorno-Karabaj, los llevaría a mantener una guerra de seis años hasta un alto el fuego en 1994, por lo que desde entonces Nagorno-Karabaj figura como República de Artsaj.
Rusia, que posee bases militares en Armenia, que también forma parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza política militar pro Moscú, también tiene una buena relación con Azerbaiyán, por lo que se apuró a pedir un alto el fuego inmediato, su canciller Sergei Lavrov mantuvo comunicación con los líderes armenios y azeríes para presionar la detención de la escalada, lo que hasta ahora no habría dado resultado.
Turquía, por su parte, quiera estrenarse como la gran potencia regional y tiene importantes vínculos culturales y económicos. El presidente turco, Recep Erdogan, comunicó, vía twitter, que Armenia “había demostrado una vez más que es la mayor amenaza para la paz y la tranquilidad en la región” y que apoyará a Azerbaiyán “con todos sus medios, como siempre”. Azerbaiyán es de mayoría musulmana, mientras que Armenia, con quien Ankara tiene un largo y sangriento conflicto, es de mayoría cristiana.
Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas (ONU), como es de fórmula, tenue e insustancial, expresó su preocupación y reclamó un alto el fuego. A su vez Alemania junto a Francia, que cuentan con una gran comunidad armenia, reclamaron también un alto al fuego y la instalación de un diálogo inmediato. Teherán, que tiene fronteras con ambas naciones ofreció mediar en las conversaciones de paz. Mientras que el presidente norteamericano, Donald Trump dijo que “Estados Unidos buscaba detener la violencia”.
En esta guerra de versiones, el Ministerio de Defensa armenio declaró el domingo que sus tropas habían destruido tres tanques, derribado dos helicópteros y tres vehículos aéreos no tripulados en respuesta a un ataque contra objetivos civiles, incluida la ciudad de Stepanakert, capital de Nagorno-Karabaj , y su primer ministro Nikol Pashinyan, por Twitter publicó: “Nos mantenemos fuertes junto a nuestro ejército para proteger nuestra patria de la invasión azerí”.
Guerra ¿hasta cuándo?
Todas las guerras tienen un principio, más o menos concreto, aunque su final, siempre es absolutamente incierto. En el caso de este nuevo capítulo de una guerra armenia-azerí que comienza a principio del siglo XX, nunca ha tenido un recorrido claro, fue interrumpida por décadas en el interregno soviético, se reinició incluso antes de la disolución de la URSS, pero ahora tiene nuevos ingredientes.
De manera inicial a los Estados Unidos le resulta una guerra particularmente cómoda ya que, de estallar con fuerza, sería un conflicto a las puertas nada menos que de Irán y Rusia, lo que, para el Departamento de Estado, es una plegaria atendida, a lo que hay que sumarle la presencia turca que, con las ansias expansionistas de Erdogan y su sueño de reinstalar, de alguna manera, el imperio otomano, que podría por primera vez participar abiertamente en un conflicto que le incumbe, sin sentirse un intruso como lo es en Siria e Irak. Esto además sería una buena excusa para limar la asperezas que se generaron con Washington, a partir del intento de golpe en 2016.
Desde Ereván, la capital armenia, aseguran que la intromisión turca es lo que está impidiendo retrotraer el conflicto al status quo que se vivía hasta la semana pasada. en Nagorno Karabaj.
Armenia acusa a Ankara de suministrar armas, asesores militares, pilotos de aviones no tripulados y aviones a Bakú. Y se teme que permita la llegada de miles de mercenarios desde Siria, entre los estarían docenas de milicianos de al-Qaeda o Daesh, lo que pondría en máxima alerta a toda la región, más por la cercanía de las bandas fundamentalistas y profundamente anti rusas que operan en Chechenia y Georgia.
El presidente de la autoproclamada república de Nagorno Karabaj, Arayik Harutyunyan, acusó a Ankara de propiciar la escalada y de estar detrás de las acciones del ejército azerbaiyano, además denunció la presencia de helicópteros F-16, tropas y mercenarios de diferentes países.
Ambos países promulgaron la ley marcial y el estado de movilización, al tiempo que en las oficinas de reclutamientos de las dos naciones ya hay extensas filas de jóvenes que esperan su turno para alistarse en la guerra más anunciada del mundo.
-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
Como una mancha de aceite o mejor dicho de petróleo, las noticias recorrieron rápidamente el mundo, siempre confusas, siempre arbitrarias e interesadas respecto a quien o cómo se inició esta nueva escalada en la región de Nagorno-Karabaj, la que legalmente es considerada parte de Azerbaiyán, pero que ha sido controlada por los armenios desde su independencia en 1991.
La información deja en claro solo una cuestión: ya los muertos se acercan a los mil. Solo en el inició de los hechos, el domingo 27, habían sido 16 y doscientos los heridos. Ahora se sabe que, tras los combates que se extendieron toda la noche y que no se han detenido en todo el día, las bajas armenias rondarían las 550 y la de los azerbaiyanos llegarían a los 200, lo que ya superaría los 300 de “la guerra de los cuatro días”, como se conoce a la escalada de 2016.
El Ministerio de Defensa de azerí denunció que las Armenia estaban bombardeando la ciudad de Terter. Por lo que Ilham Aliyev, el presidente azerbaiyano, instruyó a su ministro de defensa una movilización militar parcial.
Además del cruce de disparos y acusaciones solo queda en claro que la cuestión central, por la que de manera periódica se repiten los incidentes entre las dos ex repúblicas soviéticas, deberá zanjarse con rapidez, antes que la escalada trepe de manera incontrolable. A mediados de julio pasado (Ver: Otra vez el Cáucaso), hubo un importante intercambio de disparos, que dejó cerca de veinte muertos, algo que no se producía con esa intensidad desde abril de 2016. Ahora, otra vez sucede cuando se sabía que la actual situación podía desmadrarse en cualquier momento y al parecer, ese momento es ahora.
Armenia, que ha declarado la ley marcial y ordenado la movilización total de sus fuerzas militares, acusó a Azerbaiyán de llevar a cabo ataques aéreos y de artillería en el área de Nagorno-Karabaj, región clave por la gran cantidad de oleoductos de gas y petróleo que desde el mar Caspio son enviados desde Azerbaiyán a los mercados internacionales. Bakú, por su parte, dijo que solo respondió al fuego armenio, después de haber tomado el control de varias aldeas en la región de Nagorno, el domingo por la tarde, afirmación que Armenia rechazó.
Los enfrentamientos pusieron en alerta de manera inmediata a la diplomacia internacional, que ahora corre con paños fríos a bajarle la temperatura a un enfermo que está pidiendo atención desde la independencia de ambos estados en 1991.
La disputa por Nagorno-Karabaj, los llevaría a mantener una guerra de seis años hasta un alto el fuego en 1994, por lo que desde entonces Nagorno-Karabaj figura como República de Artsaj.
Rusia, que posee bases militares en Armenia, que también forma parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza política militar pro Moscú, también tiene una buena relación con Azerbaiyán, por lo que se apuró a pedir un alto el fuego inmediato, su canciller Sergei Lavrov mantuvo comunicación con los líderes armenios y azeríes para presionar la detención de la escalada, lo que hasta ahora no habría dado resultado.
Turquía, por su parte, quiera estrenarse como la gran potencia regional y tiene importantes vínculos culturales y económicos. El presidente turco, Recep Erdogan, comunicó, vía twitter, que Armenia “había demostrado una vez más que es la mayor amenaza para la paz y la tranquilidad en la región” y que apoyará a Azerbaiyán “con todos sus medios, como siempre”. Azerbaiyán es de mayoría musulmana, mientras que Armenia, con quien Ankara tiene un largo y sangriento conflicto, es de mayoría cristiana.
Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas (ONU), como es de fórmula, tenue e insustancial, expresó su preocupación y reclamó un alto el fuego. A su vez Alemania junto a Francia, que cuentan con una gran comunidad armenia, reclamaron también un alto al fuego y la instalación de un diálogo inmediato. Teherán, que tiene fronteras con ambas naciones ofreció mediar en las conversaciones de paz. Mientras que el presidente norteamericano, Donald Trump dijo que “Estados Unidos buscaba detener la violencia”.
En esta guerra de versiones, el Ministerio de Defensa armenio declaró el domingo que sus tropas habían destruido tres tanques, derribado dos helicópteros y tres vehículos aéreos no tripulados en respuesta a un ataque contra objetivos civiles, incluida la ciudad de Stepanakert, capital de Nagorno-Karabaj , y su primer ministro Nikol Pashinyan, por Twitter publicó: “Nos mantenemos fuertes junto a nuestro ejército para proteger nuestra patria de la invasión azerí”.
Guerra ¿hasta cuándo?
Todas las guerras tienen un principio, más o menos concreto, aunque su final, siempre es absolutamente incierto. En el caso de este nuevo capítulo de una guerra armenia-azerí que comienza a principio del siglo XX, nunca ha tenido un recorrido claro, fue interrumpida por décadas en el interregno soviético, se reinició incluso antes de la disolución de la URSS, pero ahora tiene nuevos ingredientes.
De manera inicial a los Estados Unidos le resulta una guerra particularmente cómoda ya que, de estallar con fuerza, sería un conflicto a las puertas nada menos que de Irán y Rusia, lo que, para el Departamento de Estado, es una plegaria atendida, a lo que hay que sumarle la presencia turca que, con las ansias expansionistas de Erdogan y su sueño de reinstalar, de alguna manera, el imperio otomano, que podría por primera vez participar abiertamente en un conflicto que le incumbe, sin sentirse un intruso como lo es en Siria e Irak. Esto además sería una buena excusa para limar la asperezas que se generaron con Washington, a partir del intento de golpe en 2016.
Desde Ereván, la capital armenia, aseguran que la intromisión turca es lo que está impidiendo retrotraer el conflicto al status quo que se vivía hasta la semana pasada. en Nagorno Karabaj.
Armenia acusa a Ankara de suministrar armas, asesores militares, pilotos de aviones no tripulados y aviones a Bakú. Y se teme que permita la llegada de miles de mercenarios desde Siria, entre los estarían docenas de milicianos de al-Qaeda o Daesh, lo que pondría en máxima alerta a toda la región, más por la cercanía de las bandas fundamentalistas y profundamente anti rusas que operan en Chechenia y Georgia.
El presidente de la autoproclamada república de Nagorno Karabaj, Arayik Harutyunyan, acusó a Ankara de propiciar la escalada y de estar detrás de las acciones del ejército azerbaiyano, además denunció la presencia de helicópteros F-16, tropas y mercenarios de diferentes países.
Ambos países promulgaron la ley marcial y el estado de movilización, al tiempo que en las oficinas de reclutamientos de las dos naciones ya hay extensas filas de jóvenes que esperan su turno para alistarse en la guerra más anunciada del mundo.
-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC