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Una curiosa asociaci贸n: la Singer Sewing Machine y el Quijote

Por Enrique Su谩rez Figaredo



A peque帽a historia de las SINGER Sewing Machines es apasionante. El inventor y fundador de la empresa fue el polifac茅tico Isaac Merritt Singer (1811-1875), y llego a tener su sede en el Singer Building de New York, que durante un a帽o ostent贸 el record de m谩s alto del mundo. La verdad es que las m谩quinas de coser no eran una novedad en USA a mediados del siglo XIX: El铆as Howe hab铆a patentado el primer prototipo en 1846 y se hallaba enzarzado en una guerra judicial con el verdadero inventor, Walter Hunt, que a煤n no la hab铆a patentado, pero aquel artefacto estaba lejos de ser un producto comercializable.



La verdadera vocaci贸n de Mr. Merritt era la de actor teatral, incluso mont贸 una ef铆mera compa帽铆a: The Merrit Players, pero ten铆a madera de inventor y hab铆a alquilado un espacio en una tienda de exhibici贸n en Boston buscando compradores de su m谩quina para tallar piedra. Fue all铆 donde vio una Howe en funcionamiento y le bastaron unos minutos para detectar en qu茅 deb铆a mejorarse. Incluso es posible que ya entonces cayese en la cuenta de que su segundo apellido ser铆a perfecto para la que iba a ser su nueva criatura. El modelo que patent贸 en 1851 funcion贸 muy satisfactoriamente, aunque su est茅tica resultaba excesivamente industrial y se accionaba a manivela; pero el pedal del New Family modelde 1865 permit铆a que la costurera se ayudase de ambas manos para desplazar la tela bajo la aguja (la manivela qued贸 relegada a la versi贸n port谩til), y eran hermosas, sencillas y pr谩cticamente indestructibles. Su dise帽o estaba tan optimizado, que bien puede decirse que las de otras marcas posteriores no pasaron de r茅plicas.




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En pocos a帽os las SINGER Sewing Machines se vend铆an en todo el mundo occidental. El mercado espa帽ol parec铆a poco atractivo a los altos ejecutivos de la sede central, pero las hacendosas espa帽olas iban a propinarles una gran sorpresa. Y habr铆a sido may煤scula si las m谩quinas se hubiesen fabricado en nuestro pa铆s (se importaban desde el Reino Unido). SINGER busc贸 colaboradores locales y mont贸 much铆simas tiendas de exposici贸n dispersas por nuestra geograf铆a, siempre en emplazamientos muy c茅ntricos y con llamativos escaparates. El mueble s铆 se fabricaba en Espa帽a, y las clientas eleg铆an el que cre铆an conveniente. En el periodo 1915-1925 llegaron a venderse una media de 75000 unidades al a帽o. El 茅xito se debi贸 a la posibilidad de adquirirlas a plazos, a las demostraciones casa por casa (con nutrida asistencia de vecinas y amigas) y a los cursillos que se impart铆an en las numerosas tiendas (todo como en USA). En definitiva, un producto imprescindible en su tiempo, pr谩ctico, fiable y auxiliado de una ejemplar comercializaci贸n.

SINGER domin贸 el mercado espa帽ol hasta que la empresa armament铆stica eibarresa ALFA fabric贸 una m谩quina de coser pr谩cticamente id茅ntica, si bien con una decoraci贸n espartana. La producci贸n fue modesta en las primeras d茅cadas y la empresa estuvo a pique de desaparecer en los a帽os siguientes a la Guerra Civil Espa帽ola (hab铆a nacido como cooperativa sindical), pero result贸 muy beneficiada de la II Guerra Mundial, porque las factor铆as de sus competidoras hubieron de fabricar suministros para sus ej茅rcitos. Luego las ALFA llegaron a venderse en medio mundo.




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Pero en los primeros a帽os del siglo XX la gran competidora de SINGER (incluso en el apartado decorativo) fue la alemana WERTHEIM, cuyo fundador Joseph Wertheim (1834-1899) hab铆a trabajado como aprendiz en la f谩brica SINGER de New York. La gran factor铆a estaba en Frankfurt, pero a partir de 1915, con la industria alemana volcada en la I Guerra Mundial, Karl Gustav Wertheim (1868-1945) lleg贸 a un acuerdo con los otros herederos y empez贸 a producirlas en Barcelona, donde resid铆a desde 1888, con la marca WERTHEIM R脕PIDA S.A. La empresa sigui贸 el exitoso modelo comercial de SINGER: muchas sucursales, impartici贸n de cursillos y venta a plazos. Con menores dificultades de abastecimiento y mano de obra que en la Alemania de postguerra, y exentas de impuestos de importaci贸n, las WERTHEIM espa帽olas pudieron venderse con la misma cuota semanal que las SINGER: dos pesetas y media.

La f谩brica fue colectivizada por los anarquistas durante la Guerra Civil Espa帽ola, y Karl Gustav Wertheim acept贸 ser un simple oficinista. Finalizada la guerra, en aquella Espa帽a que simpatizaba con el nazismo, Karl Gustav podr铆a haber sido detectado y reclamado por la Gestapo (el apellido paterno era llamativamente jud铆o); pero bien fuese porque a帽os antes hab铆a pasado a llamarse Carles Vall铆n y Ball铆n, bien porque la Espa帽a franquista cuidaba del empresariado catal谩n, logr贸 evadir semejante peligro.




Poco despu茅s de su fallecimiento, y por una de aquellas piruetas del destino (si no fue cosa de la justicia divina), la f谩brica barcelonesa pas贸 a producir m谩quinas de la marca SINGER. De la escasez a la abundancia: en los a帽os cincuenta del pasado siglo hubo cuatro f谩bricas de m谩quinas de coser en Espa帽a, porque a las SINGER (antes WERTHEIM) y ALFA se sumaron las REFREY, fabricadas en Vigo, y las SIGMA, fabricadas en Elg贸ibar, a escasos diez kil贸metros de 脡ibar, por la empresa Estarta y Ecenarro. Con el tiempo, algunas de esas firmas acabaron dedic谩ndose m谩s al sector industrial que al dom茅stico.

Pasemos ahora a lo que interesar谩 a los quijotistas. En 1905, III Centenario del Quijote, aparecieron en Espa帽a las diez exquisitas (y descaradamente publicitarias) tarjetas postales de SINGER, estampadas por el lit贸grafo madrile帽o Bernardo Rodr铆guez. Las ilustraciones no llevan firma, pero en algunas de ellas salta a la vista que su autor se inspir贸 en las ya muy conocidas del barcelon茅s Jaume Pahissa i Laporta (1846-1928), divulgadas en los cromos que acompa帽aban los productos de Chocolates Amatller. Fue mi amigo y consocio Constantino L贸pez S谩nchez-Tinajero quien me dio a conocer su existencia, y las que obtuve de la p谩gina web Biblioteca Hist贸rica Municipal de Madrid s贸lo han precisado un liger铆simo retoque para darles algo m谩s de viveza. En las postales se muestran los modelos fijo y port谩til (no tanto, pues pesaba m谩s de 10 kg) y el comentario al pie de cada postal no tiene desperdicio (mi preferida es la n煤m. 4). Ni siquiera se desaprovechaba el dorso, pues en 茅l se indicaba la cuota semanal para la compra de una de sus m谩quinas. Todo indica que s贸lo se distribuyeron en Madrid; del resto se encargar铆a el servicio de Correos: idea genial que el avispado fundador habr铆a aplaudido.



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Olvid谩baseme de decir que el bueno de Mr. Singer ten铆a una p茅sima opini贸n del intelecto femenino (se lleg贸 a decir que la gran ventaja que vio en su invento era que promet铆a mantener calladas un rato a las esposas), pero vivi贸 rendido con armas y bagajes a sus encantos, al punto que acumul贸 24 hijos con cinco mujeres distintas. Una de sus hijas, Winaretta (1865-1943), mecenas y musa parisina, fue quien encarg贸 en 1918 a Manuel de Falla su obra El retablo de Maese Pedro, representada cinco a帽os despu茅s en el palacete de

la Princesse de Polignac, es decir, Winaretta Singer, que, aunque lesbiana, estuvo casada con Edmond de Polignac (1834-1901), un noble venido a menos y mucho mayor que ella: perfecto matrimonio de conveniencia, pues Edmond era homosexual. Eso fue en segunda nupcias: su primer matrimonio fracas贸 porque ella se neg贸 a consumarlo (entre la haute soci茅t茅 parisina se rumore贸 que, la misma noche de bodas, Winaretta amenaz贸 de muerte a su flamante esposo si osaba ponerle las manos encima).




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Paris Singer (1867-1932), otro de los hijos del magnate, parece que coje贸 del mismo pie que su progenitor, pues, aunque casado, mantuvo un t贸rrido romance (hijo incluido) con la famosa bailarina norteamericana Isadora Duncan (1877-1927), muerta en tristes circunstancias cerca de Niza cuando su largu铆simo foulard se enred贸 en el eje trasero del autom贸vil en que viajaba.








Enrique Su谩rez Figaredo

Sociedad Cervantina de Alc谩zar de San Juan




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